j4d3 Josue Flores

La situación amorosa de Elliot cambia drásticamente gracias a un reto ideado por sus amigos, que lo harán cambiar de opinión con respecto a encontrar a su pareja ideal, pero no tendrá el final feliz con el que se concluye en este tipo de historias. Con fragmentos del diario de Elliot, este relato trae consigo lecciones y consejos que tuvo que aprender a la fuerza. Momentos vergonzosos y decepciones amorosas marcarán esta etapa de su juventud porque, después de todo, así es la vida en realidad. Licencia y derechos de autoría: SafeCreative Código de registro: 2003183346741 (Todos los derechos reservados) Creative Commons Attribution–ShareAlike 4.0 Portada elaborada por @jakushisam


Historias de vida Todo público. © Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0

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Capítulo 1 - Primera parte

"Querido Thomas, espero y deseo fervientemente que este cuaderno llegue a tus manos lo más rápido y seguro posible. Si pudiera te lo entregaría personalmente, pero temo que mis días en este mundo terrenal son tan escasos que mi cuerpo no podrá soportar otro viaje tan largo para visitarte y tener una última charla como en anteriores ocasiones, en las que nuestro interés y entusiasmo nos hacía olvidar a las personas que nos rodeaban y el tiempo que transcurría.
De nuevo, te agradezco por regalarme tu atención cada vez que te lo pedía. Sé que tenías otras cosas más importantes que hacer en vez de atender las quejas de un anciano, así que quiero recompensártelo regalándote mi más querido y doloroso recuerdo. Dedico este momento para escribirte por este cuaderno que conseguí dentro de unos cajones abandonados en el ático de la casa. Está viejo y arrugado, pero su costura es firme, por lo que me asegura que no se desprenderá tan fácilmente durante el futuro y agitado trayecto que le espera.
Volviendo al tema principal, me he percatado en las reuniones que organiza la familia durante las festividades de que eres el único que no ha presentado una pareja, a excepción lógica de tus primos menores. Sé que no es de mi incumbencia las decisiones que le dan dirección a tu vida, pero lo último que mi vejez ha hecho desaparecer ha sido mi curiosidad, y ella me ha hecho querer hablarte con respecto a ese tema.
Apreciaría mucho que perdonaras mi falta de prudencia, pero cuando estas dejando escapar tus últimos alientos de vida sólo puedes descansar en paz al asegurarte de haber cerrado todas las puertas y apagado todas las luces. En cualquier caso, sólo quiero desearte suerte en encontrar aquella persona que te haga sentir cómodo y feliz con su presencia. Debes empeñarte en buscar a alguien especial, pero tampoco quiero que desperdicies gran parte de tu vida buscando un final felices por siempre, porque tal cosa no existe.
Viví rodeado de historias de amor que pertenecían al mismo estereotipo absurdo. Cada una de ellas eran protagonizadas por una pareja que se enamoraba a primera vista y, la gran mayoría de las veces, terminaban juntos haciéndonos creer que vivieron una larga y feliz vida. Pero todas esas historias mienten. No me malentiendas. Acepté el hecho de que cada uno de nosotros está predestinado a una pareja ideal, pero eso no significa que esa persona, y sólo ella, es capaz de brindarnos una larga y feliz vida.
Nadie te puede asegurar la felicidad, y nada ni nadie tampoco puede confirmarte que alguien te dará felicidad, mucho menos algo escrito por un ser humano como tú y yo. ¿Sólo por el hecho de llamarse a sí misma una historia de amor sabe cómo funciona? No lo creo. Discutí este tema con mis amigos un día de camino a la escuela en tren. La noche anterior había terminado de ver una película romántica y se sembró en mi mente esa inquietud, así que se los comenté para conocer sus opiniones al respecto."


El vagón estaba siendo ocupado por poco más que una docena de personas que se dirigían al este de la ciudad. Entre esa docena se encontraba un grupo de amigos, todos jóvenes estudiantes, que discutían sobre cierto tema mientras esperaban a llegar a la estación en que se ubicaba su escuela.

Es que sigo sin entender por qué siempre terminan con un final feliz. – alegó uno de ellos.

– ¿Y cuál es el problema con eso? ¿Estás en contra de los finales felices?

– No dije eso. – lo miró de forma despectiva. – Sólo quiero que entiendan que esas cosas tratan de venderte algo que no existe. Es sólo... publicidad falsa.

– Elliot, el amor sí existe. Otra cosa es que seas pésimo en encontrarlo.

En ese momento la discusión se vio interrumpida por una pequeña carcajada contenida. Ambos compañeros voltearon para descubrir a otro de sus amigos, ubicado al lado de Elliot, que le sonreía al suelo y trataba de contener la risa.

Elliot desvió su mirada a otro lado. – Olvídalo. – suspiró, introduciendo sus manos a los bolsillos de su pantalón. – Sólo lo dices porque ya tienes novia, Gordon.

– Pero si no soy sólo yo. – indicó, alzando sus hombros. – Pregúntale a Johnny.

Elliot miró al frente, donde tenía a ese tal Johnny. Pero su compañero, que estaba al lado de Gordon, no estaba prestándole atención a la discusión. Estaba distraído por algo a espaldas de Elliot, con el pecho inflado y una sonrisa curiosamente simpática.

Elliot ni se molestó en voltear para saber qué estaba observando. – Con Johnny es diferente. Si él quisiera, ya tuviera una.

– Entonces pregúntale a Marvin. – insistió Gordon.

Los dos voltearon a verlo, y al darse cuenta que lo miraban fijamente, esperando una respuesta de su parte, Marvin hizo desaparecer su sonrisa. – Ah, bueno... yo, ehm... pienso que Elliot tiene razón.

– ¡¿Lo ves?! – exclamó Elliot, arqueando las cejas.

Gordon quedó aturdido por un segundo. – ¿Qué? ¿Por qué?

– Lo que creo que Elliot trata de explicar es el hecho de que esas historias quieren hacernos creer que un final feliz siempre será una vida completamente feliz, lo que es algo imposible.

Gordon se quedó perdido, con la boca entreabierta, analizando lo último que escuchó de él.

– Gracias. – dijo Elliot, dándole algunas palmadas a su hombro. – Por fin alguien que me entiende.

– Y-yo también te entendí. – habló la única chica que completaba el grupo, provocando que todos, excepto Johnny, giraran a verla. Estaba justo en medio de Marvin y Gordon, pero su baja estatura la volvía invisible con facilidad.

– ¿En serio? – preguntó Elliot. La chica asintió levemente con la cabeza. – Pero si no hablas, ¿cómo iba a saberlo?

– Es que, mmm... n-no quise interrumpir. – confesó en voz baja, jugando con sus manos.

Elliot miró a Gordon de nuevo. – ¿Lo ves? Más a mi favor.

El muchacho rodeó los ojos. – Ay, por favor. Sólo estás confundiendo a Talia.

– No estoy haciendo nada. – levantó sus manos en señal de inocencia.

– Claro que sí.

– No, claro que no. Sólo estás celoso.

El muchacho frunció el ceño. – ¿Qué? ¿Celoso de qué?

– Celoso de que todos están de acuerdo conmigo.

– No todos lo están. Johnny no ha dicho nada. – lo señaló con la cabeza.

– Él también lo está, pero no lo quiere decir.

Gordon soltó un resoplido y se dirigió a su amigo. – Johnny, ¿estás de acuerdo con él? – pero no le contestó. – Johnny. – lo llamó otra vez. El muchacho a su lado gruñó con la boca cerrada al escuchar su nombre, como una respuesta automática, pero sin girarse a verlo. – ¡Johnny!

Esta vez sí giró su cabeza, de forma brusca, hacia Gordon. – ¡¿Qué pasa?! – bramó.

– Que si estás de acuerdo con Elliot.

– ¿En qué? – preguntó, fastidiado.

– En que las historias de amor son falsas.

– No me preocupa sin son falsas o no. Sólo veo las que me gustan y ya.

Elliot inclinó levemente su cabeza hacia adelante para interrumpirlos. – ¿Pero crees que dicen mentiras o no?

– No. Algunas cosas de esas pasan en la vida real.

– Correcto. – celebró Gordon. – Bien dicho.

Elliot fulminó con la mirada a Gordon, para nuevamente dirigirse a su otro compañero. – Johnny, lo que quiero decir es que en esas historias, aún teniendo a un millón de mujeres alrededor, el protagonista siempre consigue a la indicada. – explicó, gesticulando con las manos. – ¿Pero cómo sabes cuál es la indicada en la vida real? Porque conseguirla no es tan fácil como en las películas.

– Bueno, yo no me preocupo por buscar a la indicada. Puede que te vuelvas viejo y feo cuando te des cuenta de que no lograste hacer nada más que buscar.

– ¿Prefieres quedarte sólo el resto de tu vida? – interrumpió Marvin de repente.

– ¡Claro que no! – sonrió, pero luego volvió a enseriar su semblante. – Es sólo que... no sé, pensar en los problemas que tienen las parejas... ¿Quién quiere eso?

– ¡¿Problemas?! – exclamó Gordon. – ¡No hay ningún problema con tener pareja!

Johnny rodeó los ojos. – Sí, Gordon. Lo que tú digas...

– Hablo enserio. Con tener novia puedes tener varias ventajas. A mí me ha ayudado mucho...– Gordon ya estaba hablando sin parar sobre los beneficios de tener una novia, así que Johnny no hizo más que ignorarlo y seguir con su observación a la lejanía.

Elliot también ignoró a su compañero, y echó un vistazo al resto del vagón. El tren había llegado a la siguiente estación y las puertas se estaban abriendo de par en par, dejando que las personas entraran y salieran a placer.

Entre cada puerta del vagón se encontraba una ventana amplia que dejaba ver el exterior. Arriba de ella se encontraba un reloj digital, cuyos números y letras eran de color amarillo con un fondo negro. El reloj que pudo percibir Elliot a su distancia le informó que faltaban unos pocos minutos para que marcara las 8 de la mañana. No era motivo para alarmarse, claro. En unos minutos llegarían a la estación en que se encontraba su escuela y a las 8 sonaría el timbre que anunciaba el inicio matutino de las clases.

Justo cuando se escuchaba el sonido de alarma que indicaba el cierre de las puertas del tren, Elliot vio a una chica que ingresó al vagón apresuradamente. Se incorporó al cilindro metálico que se ubicaba al frente de las puertas y calmó su agitada respiración. La chica echó un breve vistazo alrededor y notó que el muchacho la observaba de lejos. Elliot automáticamente vio hacia otro lado al intercambiar miradas con ella, ruborizándose.

Después de unos segundos, trató de verla de nuevo, pero la chica se había movido de allí. El muchacho no hizo más que volver su atención a Gordon, quien se había callado finalmente. – Bueno, creo que todos están de acuerdo conmigo. – anunció Elliot, sonriendo a propósito.

Gordon giró sus ojos hacia él y le dedicó una mirada de molestia por tal afirmación. – Pero Johnny no dijo que sí.

– Tampoco dijo que no. – arqueó las cejas y se giró a ver a Johnny. – Míralo, ni siquiera te presta atención.

Gordon también le echó un vistazo. – ¿Qué tanto mira? – se preguntó, en voz baja. Buscó con la mirada lo que Johnny estaba viendo desde su perspectiva, y logró encontrar a un grupo de chicas sentadas en el otro vagón, a espaldas de Elliot. Justamente una de ellas hacía contacto visual con Johnny, quien no paraba de mirarlo coquetamente. Cuando vio que Gordon se unía al intercambio de miradas, ella se volvió hacia sus amigas de forma incómoda.

Johnny se dio cuenta de ello, y se giró hacia Gordon. – ¿Qué pasa?

– Eso te iba a preguntar. – dijo, con una sonrisa cómplice mientras enderezaba su postura. – Se supone que debes apoyarme en esto, no comerte a esa chica con los ojos.

– Eso no es problema tuyo. – rechistó, y lo ignoró otra vez.

– ¿No es problema mío? – levantó una de sus cejas. Se tomó un tiempo para pensar, e inhaló profundamente. – ¡¿Estás mirando a esa chica, Johnny?! ¡¿Te gusta?!

La voz de Gordon aulló por casi todo el lugar, provocando que las personas cercanas a ellos voltearan por curiosidad, en especial las chicas.

Johnny jaló el brazo de Gordon hacia atrás con fuerza. – Cállate. – lo amonestó, avergonzado. Todos estaban riendo, incluso Talia. El muchacho se ocultó delante de Elliot y miró hacia el grupo de chicas con disimulo. Después de unos segundos, el ambiente volvió a normalizarse. Johnny se dio vuelta y confrontó a Gordon. – Me estás provocando. – lo señaló con el dedo.

– Sólo te estoy ayudando. – bufoneó, secándose una lágrima con su muñeca.

– Anda a conocerla. – propuso Elliot, también riéndose.

Johnny sólo se incorporó al lado de Gordon, con los brazos cruzados. – Sí, sí... Ahora todos son expertos.

– Pero si siempre dices que es fácil.

– ¿Y por qué tu no lo intentas? – propuso.

Los ojos de Gordon brillaron. – Qué buena idea.

– ¿Yo? – Elliot se señaló a sí mismo.

– Sí, tonto. Tú.

– Pero si era Johnny quien quería conocerlas.

– Eso ya no importa. – dio un paso al frente, ganando más atención. – Si criticas las historias de amor, entonces anda y demuéstrame que son puras mentiras.

Elliot se estremeció ante la propuesta. Esperó a que alguno se riera y le confesara que sólo estaba bromeando, pero ninguno cambió su semblante, preocupándolo aún más. Johnny se mantenía erguido, con los brazos cruzados y su sonrisa pícara. Gordon también mostraba la misma sonrisa, pero con un semblante decidido.

Se giró para ver a Marvin y Talia, pero tampoco respondieron. Marvin tenía los ojos perdidos en alguna parte y la chica esperaba, intrigada.

El muchacho titubeó por unos segundos, encogiéndose de hombros. – Si voy allá, igual no cambiara nada.

Gordon rodeó los ojos. – Mira, Elliot, te voy a decir una cosa. En el momento en que te enamores de una chica, te darás cuenta que todo lo que habías dicho no tiene ningún sentido porque no lo habías probado.

– ¿Y qué te hace creer eso?

– Fácil. – agregó. – Es como el cigarrillo. Muchos lo critican antes de probarlo, y cuando lo hacen ya no pueden estar ni un minuto sin uno. Es un vicio.

– El punto es, – interrumpió Johnny, dando un paso al frente también. – que vayas allá y consigas el numero de cualquiera de ellas. Una vez que lo tengas, después tendrás tiempo de pensar en la forma de invitarla a salir.

– Si logras hacer todo eso, te darás cuenta de que siempre tuve razón. – dispuso, alzando el mentón.

– ¿Y si no lo consigo? ¿Y si me rechaza? – dijo, con voz temblorosa.

– No empieces con las excusas. Solo ve allá y consigue un número.


"No te voy a mentir. Estaba muy nervioso. Iba a ser la primera vez que le pediría el número a una chica, y no estaba mentalmente preparado para tal hazaña. Pero si piensas en eso, nadie lo estaría en mi situación. ¿Quién tiene la valentía de acercarse a una persona desconocida y pedirle el número así porque sí? Estoy seguro de que Johnny lo habría intentado en algún momento, pero es porque era Johnny, por todos los cielos.
Yo, en cambio, era como todos los demás. Era de la gran mayoría, para ser franco. Pertenecía a ese grupo que conquistaba a las chicas en el mejor lugar para hacerlo: en mi mente. Ahí todos podemos repetir la escena tanto como queramos, ¿o no? Creo que por esa razón critico tanto esas historias como lo creía Gordon. Aún me es imposible admitir que fuese tan fácil encontrar una pareja como sucedía en aquellas películas, con sólo caminar y sonreír."


Los dos compañeros lo obligaban a reaccionar con sus penetrantes miradas, provocando que de su brazo izquierdo brotara una nerviosa picazón. El sándwich que comió esa mañana se agitaba dentro de su estómago, y las tripas sonaban con escándalo, como si supieran lo que estaba por suceder.

Dio media vuelta, dándoles la espalda a los demás, y se balanceó hacia adelante. De pronto sintió que algo le apretaba el pecho, deteniendo su marcha. Cuando bajó su vista, pudo ver la mano de Marvin extendida que le impedía avanzar.

– Un momento, esperen... – Gordon y Johnny lo miraron, extrañados. – Creo que es muy injusto de su parte obligar a Elliot a hacer esto.

– ¿Injusto? – cuestionó Gordon.

– Elliot está por arriesgarse y ustedes sólo se quedarán ahí burlándose de él, ¿no?

– Claro que... – estaba por soltar una carcajada, pero se detuvo en seco. – No. – Marvin lo miró fijamente, haciendo que Gordon se sintiera culpable. – ¿Qué sugieres entonces, genio? – preguntó con cierto sarcasmo.

– Bueno, lo pensé por un momento y creo que sería más entretenido hacer un reto los cuatro. – asintió, satisfecho.

– ¿Un reto? – preguntó Johnny.

– Sí, un reto. La idea es que los cuatro podamos ganar o perder de igual forma, sin olvidar el propósito principal.

– ¿Y cuál es el propósito?

– Que Elliot consiga novia.

Johnny frunció el ceño por un momento, tratando de entender la situación. Luego le dedicó a Marvin una sonrisa sospechosa. – Algo me dice que tú también quieres ayuda con las chicas.

– No, no. – sacudió la cabeza con desesperación. Al ver que la gracia de su amigo no desaparecía, evitó verlo directo a los ojos. – Sólo es por entretenimiento. – asintió nerviosamente. – Simple entretenimiento.

Johnny miró a Gordon, contagiándole su sonrisa. – Ahora que lo pienso, no se oye tan mal lo del reto. – volvió a dirigirse a Marvin. – ¿Qué tienes pensado?

– Bueno, ehm... puedo sugerir que apostemos algo de dinero en esto. Y formemos dos equipos: ustedes dos contra Elliot y yo.

Cuando estaban por decidirlo mejor, el tren abrió sus puertas y dejó entrar a una inusual cantidad de personas que se empujaban entre sí. El grupo se apresuró a recoger sus bolsos del suelo al oír el escándalo y salieron disparados hacia la salida.

– ¡Dejen salir, por favor! – bramó Gordon.

Con algunos golpes y empujones lograron escapar, aunque con los uniformes desordenados y arrugados. – Salvajes... – murmuró Johnny, enderezando su uniforme. Todos estaban frente al carril, viendo cómo las puertas del vagón se cerraban y el tren se alejaba poco a poco. – Bien... ¿en qué estábamos?

– En que Marvin nos explicara cómo planeaba hacer su reto. – informó Gordon.

Todos esperaron a que Marvin hablara, pero el muchacho estaba buscando algo con la mirada. Estaba detallando todo el andén de la estación.

Al frente de ellos estaba el carril contrario que conducía a las estaciones anteriores, con pocas personas de pie esperando a que llegara el próximo tren. Giró su vista a la izquierda, encontrando entre la gente que caminaba por el andén una máquina expendedora de bebidas, apoyada sobre una pared ubicada al extremo del carril.

– Listo. – afirmó, caminando hacia la salida. – Este es el reto.

– Dilo de una vez. – gruñó Gordon, mientras todos lo seguían como ovejitas a su pastor.

– Cada semana que Elliot esté en una relación, nos deben pagar una bebida a cada uno.

Gordon abrió los ojos de par en par. – ¡¿Dos bebidas por cada uno?!

– No, no... – negó con la cabeza. – Por ejemplo, Johnny le paga la bebida a Elliot y tú a mí.

– ¿Y nosotros qué? – interrumpió Johnny.

– Si pasa una semana y él aún no ha logrado nada, nosotros somos los que pagaremos las bebidas.

Gordon y Johnny intercambiaron miradas indecisas. – ¿Y por qué una bebida? – el primero le preguntó a Marvin.

Éste señaló la maquina expendedora de la estación, que estaba más cerca de ellos al pasar a su lado mientras salían del andén. – Considero que son de un precio razonable.

Johnny echó un vistazo a las bebidas, y realizó una mueca de satisfacción. – Recuerdo haber comprado una, – comentó. – y no son tan costosas. Bien pensado, genio. – Marvin sonrió.

– Espera, espera. – interrumpió Gordon. – Antes de decidirlo, creo que hay que agregar una pequeña condición.

– ¿Cuál?

– La idea es que Elliot consiga novia y admita que siempre tuve razón, ¿cierto? – Marvin asintió. – Entonces, si Elliot termina su relación antes de... – lo pensó por un segundo. – dos semanas, nos deberán devolver las bebidas. Así me aseguro de que él no abuse de salir con varias chicas y gane el reto todas las semanas.

Marvin giró para ver a Elliot, que caminaba a su lado. Le estudió el rostro por un segundo, y sin aparente razón asintió al aire. – De acuerdo. – Las dos parejas se estrecharon las manos y dieron por iniciado el reto.

Después de salir de la estación, caminaron unas cuadras hasta llegar a la escuela. Cuando llegaron, notaron que la entrada de la escuela estaba sorprendentemente sola. Eso sólo significaba una cosa, que habían llegado tarde.

Gordon y Johnny se separaron de sus compañeros, ya que ambos compartían el mismo salón, pero eran de un curso mayor.

Mientras subían las escaleras y caminaban por los pasillos, Marvin le insistía a Elliot que encontrara alguna chica de inmediato para que los otros dos fanfarrones se preocuparan de pagar las bebidas ese mismo fin de semana.

– Debe ser una chica linda. – ordenó Marvin. – Tampoco te conformes con cualquiera.

– No soy estúpido, Marvin. – replicó Elliot, mirándolo de forma despectiva. – Sé muy bien lo que tengo a mi alcance. – Marvin giró su vista hacia atrás mientras caminaban, encontrando a Talia detrás de ellos, que observaba las puertas de los salones abiertas con una mirada inocente.

– Es lo que me preocupa. – murmuró.

Llegando al salón, se encontraron a casi todos sentados en sus lugares asignados, con la maestra recién acomodando su cartera y desparramando algunos papeles encima de su escritorio. – Siéntense ya, que estoy por empezar. – ordenó al verlos en la entrada, paralizados.

24 de Marzo de 2020 a las 03:36 0 Reporte Insertar Seguir historia
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