andres_oscura Andrés Oscura

"Es curioso cómo a veces el miedo se adhiere a la piel y a la memoria…" Este es un aterrador relato inspirado en una leyenda local de Guanajuato, México, sobre los traumáticos sucesos ocurridos a un par de campesinos. (CUENTO PUBLICADO EN LA REVISTA DIGITAL "MUNDO DE ESCRITORES" NO. III) | Sígueme en Instagram: @risasenlaoscuridad | Consigue todos mis libros en el Link de mi perfil | © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS, 2020. (No reclamo ningún derecho sobre la imagen original utilizada).


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Cuento corto
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Un relato siniestro




Para Rafa.

Gracias por compartirme tantas historias sobre tu pueblo.

Este cuento es un homenaje a uno de ellos.


Paseábamos mi abuela y yo por los pasillos del mercado cuando ella se detuvo en seco y tiró las bolsas del mandado. En su cara vi que tenía un gesto perturbado y la vista fija en un puesto donde había jaulas enormes llenas de aves y pájaros. Sobre el piso rodaron las cosas que compramos, y frente a nosotras empezó a rugir una algarabía de graznidos de patos, gallos, gallinas. Entre todos, un guajolote grandísimo de color negro chillaba con tal estruendo que opacaba al resto de los animales, avivando el griterío.

Recogí las cosas y sacudí a mi abuela del hombro para que “despertara”. Me miró apenada como si no supiera qué acababa de pasar. Varias personas nos preguntaron si podían ayudarnos, pero ella alzó de nuevo las bolsas y avanzó con prisa, sin esperarme, como si intentara escapar del sitio. La seguí en medio de esa marabunta en los pasillos, entre los puestos llenos de colores, imágenes de santos, olor a comida, chácharas y gritos de remates.

De camino a casa no quiso decir nada. Cuando llegamos comenzó a apurarme. Estábamos en vísperas del Día de la Candelaria y tocaba hacer tamales para la familia. Volví a insistir sobre qué había pasado y me miró con remordimiento, como si algo le pesara.

—Ay, hija, me da mucha pena. Recordé algo…

—Parecía que acababas de ver un muerto —le dije en tono burlón para animarla, pero su cara se descompuso e tuve que disculparme.

—Creo, creo que nunca te he contado…

—¿Qué cosa?

—Es algo que le pasó a tu abuelo David. Dios lo tenga en su gloria y lo haya perdonado… Fue lo peor que le sucedió en vida, algo que lo amargó para siempre y le causó un remordimiento que se llevó hasta la tumba. Un secreto que yo he estado guardando. No lo sabe nadie. Ni siquiera tu madre. Te pido que no le digas… —Me tomó la mano, un gesto rarísimo en ella y sentí un escalofrío.

No era la primera vez que me pedía guardar un secreto, pero había algo ese día que era distinto. Parecía algo mucho más serio. Asentí con la cabeza y me dispuse a oírla.

—Sucedió hace como cuarenta años, antes de venirnos a la capital. Vivíamos en la cabecera municipal de Atarjea, un pueblo entre cerros y montañas. Los hombres, los que no se iban al otro lado, se dedicaban a los animales y a las milpas, mientras las mujeres nos quedábamos en casa para cuidar a los hijos. Yo tendría casi veintidós años y tu abuelo treinta. Estábamos en flor, pero… pues él bebía mucho.

»Se pasaba los días con su compadre Melesio, se conocían desde niños, y siempre se embriagaban juntos. Solo así se abrían el uno al otro, para contarse sus penas porque allá, hija, en esos años, a todos nos sobraban tristezas y carencias, pero pues los hombres no sabían desahogarse sino inundándose primero con vino y pulque. Ese era ejemplo que les habían dado sus padres y abuelos desde siempre.

»En ese entonces, David era un cabrón —dijo con los ojos clavados en su tarea, como rehuyendo de mi encuentro—. Teníamos varios años de casados y cuatro hijos, pero a él le valía madres, y se le hacía fácil irse a bailar y hacer tarugadas con viejas de otros pueblos sin contarme, pero yo siempre me enteraba.

»Si no le decía nada, hija, es porque no podía. A las mujeres nos prohibían quejarnos, decían que esa era “nuestra cruz”, como afirmaba mi madre, pero pues…

»Total que una tarde, tu abuelo andaba con Melesio por Río Blanco y ya venían los dos bien pedos cuando se encontraron en el camino con una muchacha muy bonita, de trazas finas y que llevaba un huipil blanco, como hecho de nubes, con unos ojos claritos, coquetos. Y sé todas estas cosas, hija, porque tu abuelo me lo explicó a mí.

»Te juro que me hubiera hervido la sangre como lava cuando el muy cínico me contó al volver a la casa. Y si no le grité ni le aventé la comida encima fue porque… David me lo dijo temblando. Llorando. Porque ni siquiera venía borracho, sino que estaba muerto del puro miedo.

Miré a mi abuela y sentí que se me abría un hueco en las venas.

—Cuando la encontraron, la muchacha les pidió que la acompañaran de vuelta a su casa que, según ella, quedaba atrás de unas lomas, no muy lejos, pero que le daba miedo porque ya casi era noche y había que caminar como una media hora para llegar, cruzando entre los cerros. Melesio tenía fama de ser mañoso con las mujeres: en el pueblo decían que a veces nomás se llevaba muchachitas al monte a punta de engaños o hasta amenazas… Ese enseguida le dijo que sí a la vieja esa. Y David, aunque según él “tuvo sus reservas”, se dejó convencer porque aquella se le empezó a insinuar, a abrazarlo y a arrimársele, restregándosele para tentarlo.

»Tu abuelo no fue ningún santo, hija, eso no voy a negarlo. Pero créeme cuando te digo que no se merecía lo que le pasó esa tarde.

»Los dos siguieron a la mujer, todavía andando chueco por el licor que traían en la sangre, entre risas y besos que les robaba, primero a uno y luego al otro, pasándoles la mano por aquí y también por allá. Y así, engatusados, como niños chiquitos, se enfilaron rumbo a la loma donde esta les había dicho, por esos caminos rodeados de puras pencas de maguey y huizaches.

»Ay, hija… —suspiró mi abuela y me miró a los ojos con nerviosismo—. David me contó que cuando estuvieron muy arriba del cerro, donde disque aquella vivía, no había allí ni casa, ni jacal, ni cabaña, ni nada y solo vieron el pico del monte. Entonces la desconocida se empezó a reír como loca, pegando de risotadas… Tu abuelo y su compadre empezaron a asustarse porque la mujer ya no les hablaba, sino que había comenzado gritar cosas en lenguas raras, y tan fuerte bramaba que parecía un animal. Mi pobre David nomás me repetía llorando “¡Su voz, Matilda! ¡Había algo en su pinche voz!”

»Y luego, la mujer esa que se habían encontrado, según ellos tan hermosa como un ángel caído del cielo, de pronto se les hizo más vieja, mucho más fea, y entonces se les encueró ahí en medio del monte, pero no le vieron senos, ni nalgas, ni piernas, ni nada porque ¡ahí solo había plumas! ¡Estaba hecha de manojos y manojos de plumas! De la mujer no quedaban sino las prendas porque frente a ellos andaba revoloteando un guajolote, hija, un guajolote azabache grandísimo, enorme, que les brincaba encima para darles de picotazos y herirlos con unas garras que parecían cuchillos, sacudiendo sus alas y graznando como un poseído…

»Ellos estaban muertos de miedo, sacaron cada quien sus machetes y guadañas e intentaron cortarle la cabeza al pajarraco ese que se alzaba y caía sobre ellos como una sombra. Melesio le tiró varios golpes al demonio aquel, pero fue tu abuelo quien logró darle varios chicotazos al animal con su machete. “Por Dios te juro que nomás vi volar las plumas negras y la sangre salpicando…” decía él, “¡pero esa cosa no se moría! ¡Estaba ya hecha pedazos, pero aun así pataleaba y seguía gritando!”. Y le siguió dando golpes hasta que le desprendió la cabeza del cuerpo y esta salió rodando por ahí entre las piedras, pero aquellos ojos negros del guajolote voltearon a verlo y le hundieron una mirada rabiosa, y entonces David se desmayó del susto.

—Qué horror, no sabía —le dije, mientras miraba un retrato de mi abuelo David en blanco y negro colgando en una pared de la sala detrás de nosotras, con su machete para trabajar en el campo, y empecé a pensar en lo poco que lo conocía, lo escasas de nuestras pláticas, lo cerrado que siempre fue…

Mi abuela me tomó de la mano. Cuando la miré, su rostro había ensombrecido.

—La historia todavía no se acaba, hija. La peor de todo es lo que voy a contarte —comentó y me hizo sentir diminuta. Sin darme cuenta, creo que me empezó a temblar el labio y hasta pensé en decirle que ya no quería seguir oyendo, pero ella continuó.

»David me dijo que se despertó varias horas después, cuando el nuevo sol le salpicó la cara y empezó a quemarlo, mientras el viento de la mañana se le metía entre las ropas que traía todas rasgadas después de la batalla. Se paró, miró alrededor, y supo que estaba perdido entre un montón de cerros que él no conocía… ¡Había caminado por horas hasta extraviarse, sin darse cuenta!

»La mujer que se había encontrado era en verdad una bruja que los había conducido a ese monte, en medio de la nada, a él y también a Melesio. Se acordó entonces de su compadre y empezó a buscarlo por todas partes, todavía con el machete en la mano y, luego de dar varias vueltas, por fin lo encontró a varios metros de donde estaba porque vio las piernas asomándose como escondidas entre los matorrales.

»Al acercarse, tu abuelo lo halló tendido: ahí estaba su amigo de toda la vida, lo poco que quedaba de él, en medio de esas hierbas batidas de sangre seca. En sus ojos todavía tenía grabada ese gesto que ya no era de rabia, sino de puro miedo.

»No había ningún guajolote negro. No había ninguna bruja destazada. Era Melesio. Tu abuelo lo había matado.

Sentí que las manos se me entumecieron y un nudo se amarró en mi garganta.

—¡Ay, mi pobre David…! A él lo engatusó esa bruja del diablo y eso le costó muy caro. Le costó su mejor amigo. Del pobre Melesio nomás quedaron retazos.

»Después de mucho andar, David supo volver al pueblo, de puritito milagro. Cuando llegó a la casa me contó todo y me pidió que no dijera nada. Fue al pueblo y allá dijo a la gente que una bruja se había llevado a Melesio. Por más que buscaron, jamás hallaron sus restos porque los condujo por otros caminos y nadie llegó tan lejos. Después de eso, nos vinimos a la Capital.

»Tu abuelo nunca volvió a ser el mismo después de eso… ni yo tampoco. Nadie de mis muchachos lo sabe, ni siquiera tu madre. Perdóname por contártelo, hija, pero es que traigo cargando este miedo, este horror, bien pegado bajo la piel, guardado, envenenando mi sangre —dijo mi abuela Matilda, casi temblando, al concluir su macabro relato mientras yo sentía los ojos vacíos del abuelo mirándome desde la pared.





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  • NOTA DEL AUTOR: la versión original de esta historia fue escrita entre el 16 y el 19 de marzo de 2020 para su publicación en la revista digital Mundo de Escritores, no 3 (2020). Posteriormente, a fines del mismo año, fue publicada en la revista MEUI no 4. La presente versión fue re-editada en agosto de 2023 para una nueva convocatoria.
29 de Agosto de 2023 a las 17:35 10 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Andrés Oscura ¡MEDIO MILLÓN DE LECTURAS EN INKSPIRED! ¡GRACIAS! Sígueme en IG - Autor publicado en 10 antologías y diversas revistas literarias. Soy psicólogo, escritor y fan de Poe, Lovecraft, Cortázar, Mariana Enríquez, Amparo Dávila, entre otros. (LIBROS EN EL LINK DE ABAJO).

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Gran relato en verdad, me recuerda mucho a las leyendas
June 22, 2020, 22:35
peter peña peter peña
buen relato, amigo
April 12, 2020, 15:47
Nataly Calderón Nataly Calderón
Muy buen relato, felicidades.
March 28, 2020, 19:45

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Muchísimas gracias! Aprecio mucho la leída y el comentario. Espero te haya resultado interesante. Te invito a leer mis otros relatos :D Y yo me daré una vuelta por tu perfil :) April 02, 2020, 14:43
Daiana Monsalvo Daiana Monsalvo
Muy buena historia! Me encanto, me dejo con ganas de mas. Espero que la continúes... Saludos!
March 27, 2020, 00:33

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Daiana, muchas gracias por el voto y el comentario! Este es uno de los varios cuentos similares que conformarán una novela que tengo planeada, pero aún no dispongo del tiempo para continuarla. Mientras tanto, te invito amistosamente a leer otros de mis relatos. Nos leemos pronto! Saludos desde México! March 27, 2020, 00:52
Prince Gómez Prince Gómez
Muy buen comienzo de esta historia. Espero sigas construyendo y desenlazando la trama. ¡Felicitaciones!
March 20, 2020, 05:59

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Muchas gracias por la reseña y por el comentario. Aprecio muchísimo el detalle de tus palabras. Tengo en mente una novela en la que desarrollaré este y otros relatos igualmente escabrosos. Me gustaría, mientras tanto, invitarte a leer otros de mis trabajos que seguramente te gustarán. Este cuento será publicado a mitad de abril en una revista digital. El primer cuento con que logré participar en dicho proyecto se llama "Bajo las olas" y también está disponible en Inkspired. Me encantaría saber tu opinión :) Te mando un cálido saludo desde México! March 21, 2020, 22:55
Flor Aquileia Flor Aquileia
muy bueno!!! me encanta leer leyendas de pueblo, completamente aterrador!!!
March 20, 2020, 01:23

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Muchísimas gracias, Flor. Te envío un cálido saludo! Gracias por la reseña n.n March 21, 2020, 22:56
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