La ciudad se estaba sumiendo en el más absoluto de los caos, la gente corría despavorida, arrasaba con todo lo que podía, su propio bienestar estaba por encima de los demás, nadie ayudaba a nadie, lo único que deseaban era salir y volver a entrar lo antes posible, poder regresar sanos y salvos a sus respectivas casas.
Megan entró en su apartamento rápidamente y dejó caer la mochila de deporte a un lado, por su frente corría el sudor, su corazón latía de forma desmesurada y las manos le temblaban sin posibilidad de que pudiese hacer nada por impedirlo. Estaba asustada, todos lo estaban, solo querían sobrevivir en una civilización que a aquellas alturas todos parecían dar por perdida.
—Has tardado demasiado —se quejó Miriam cruzada de brazos mientras observaba por la ventana—. La ciudad entera se ha vuelto loca, no deberías haber salido.
—Necesitábamos comida —contrapuso Logan, quien no dejaba de caminar de un lado a otro del salón, con las manos a la espalda—, ¿lo has traído todo?
Megan asintió mientras se limpiaba el sudor con una toalla empapada en alcohol. A pesar de la ambigüedad de sus argumentos, ambos tenían razón; salir era demasiado arriesgado pero no tenían otra opción y ella prefería asumir todos los riesgos antes que dejar que los demás se sacrificasen. La última vez que dejó que uno de sus compañeros saliese del apartamento, no volvió y en el fondo una vocecilla le decía que le guardaban rencor por ello, al fin y al cabo la idea de dejar a Christian salir de allí fue suya.
Abatida, Megan se apoyó en la pared y se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo, toda aquella situación estaba rozando los límites de la locura y no sabía cuánto tiempo más podría aguantarlo. La toalla con la que se había limpiado los restos de sudor estaba ligeramente manchada de sangre, mientras intentaba recolectar provisiones, un hombre había intentado atacarla y había tenido que defenderse muy a su pesar, sin embargo, aquel tipo había conseguido hacerle un corte superficial en la mejilla.
La puerta de la habitación se abrió de golpe causando que todos los presentes se sobresaltaran, Megan contuvo la respiración y mantuvo la mirada clavada en el suelo, el dolor de cabeza comenzaba a abrirse paso y los gritos que se avecinaban no harían más que empeorarlo.
—¿Dónde has ido? —preguntó Travis con el ceño fruncido.
—A por provisiones, todos acordamos que sería yo la que debía ir, después de lo de Christian…
—¡No se te ocurra mencionarle! —gritó Travis, el rostro comenzó a enrojecérsele a causa de la ira y Megan no pudo hacer más que encogerse de hombros—. Fue tu culpa, ¡tú le dejaste salir!
—Travis, ella no tuvo la culpa —dijo Logan, intentando calmarle, sin embargo, lo único que consiguió fue que Travis le diese un puñetazo.
—¡Déjale! —gritó Miriam.
—¡Parad ya! —exclamó Megan antes de ponerse en pie—. ¿No os dais cuenta? ¡Esto es lo que quieren! ¡Quieren volvernos locos! El mundo es una puta barbarie, todo el mundo ha sucumbido a la demencia, nosotros debemos resistir…
—¿Quién cojones te has creído que eres? ¿Quién te ha nombrado líder de este grupo? Estoy harto de que no se me escuche, de que se me ignore y no se me tenga en cuenta, ¡yo también formo parte del grupo!
—No piensas con claridad, Travis —se atrevió a decir Miriam—, deberías volver a la habitación.
—¿Y qué vendrá después? ¡Echarme del apartamento como hicisteis con Christian!
—¡Ya basta! Christian salió de aquí porque pensé que era el idóneo, sus ideas, su forma de actuar y su rabia le convertían en un buen candidato para ir a por provisiones. Me equivoqué, está claro que lo mejor para adentrarse en esa puta locura es pensar con calma y claridad…
Unos golpes en la puerta interrumpieron la acalorada conversación que estaba teniendo lugar en el apartamento, todos se callaron con el fin de averiguar quién estaba al otro lado de la calle puesto que en el mes que llevaban confinados en el apartamento nadie había llamado a su puerta. Miriam, quien estaba sentada en el alféizar de la ventana, encogió sus piernas y las rodeó con sus brazos como si fuese una niña pequeña. Logan se limpiaba la sangre que le goteaba de la nariz a causa del puñetazo, pasando por alto el hecho de que alguien hubiese llamado. Travis apretó sus puños dispuesto a actuar en caso de que fuese necesario y Megan se llevó el dedo índice a los labios -sin llegar a tocárselos- pidiendo un silencio que ya era más que evidente que había.
La puerta tembló ligeramente a causa de unos nuevos golpes cargados de furia, Megan se aproximó para observar de quién se trataba por la mirilla, quién intentaba entrar en el apartamento con semejante desesperación. Con el corazón en un puño, se apartó de la puerta y, con un gran esfuerzo, movió el mueble que tenía más próximo a ella para ponerlo ante la entrada y así evitar que la puerta cediese mientras sus compañeros la miraban sin saber exactamente qué hacer.
—¿Qué haces? ¿Quién es?
—Es Christian...
—¡¿Qué?! —gritaron los tres al unísono.
—¡Ábrele la puerta! —dijo Travis.
—No puedo... si lo hago estaremos en peligro.
—¿Por qué? ¿Qué has visto, Megan? —preguntó Miriam.
—Está... está lleno de sangre, los ojos inyectados en sangre... Está rabioso...
—¡Si está herido debes dejarle entrar! —exclamó Travis abalanzándose en dirección a la puerta sin cuidado alguno, empujando a Megan en su camino.
El cuerpo de Megan encontró el consuelo de la pared por un momento, todo parecía transcurrir a cámara lenta, debía impedir que la puerta cediese, que alguien dejase entrar a aquella bestia que llamaba sin cesar a la puerta del apartamento, no quería morir ni quería que los demás muriesen y debía tomar las medidas que fuesen necesarias.
Travis arrastraba el mueble cuando Megan le devolvió el golpe, ella le embistió con todas sus fuerzas, dejando que el peso de su cuerpo fuese suficiente como para derribarle. Travis tardó en reaccionar, Megan jamás había actuado de una manera tan fiera y desafiante, pero cuando consiguió reponerse y fue plenamente consciente de lo que estaba pasando, no dudó en golpearla directamente en la nariz tal y como había hecho con Logan.
Los espectadores de aquella pelea que les había pillado por sorpresa también a ellos, observaban lo que ocurría delante de sus narices sin intención de acercarse, sabían que Travis podía ser un poco bruto, que a veces podía pasarse en cuanto a modales se refería y que le costaba reprimir su fuerza, era una versión de Christian un poco menos peligrosa, pero todo era cuestión de tentar a la suerte y Megan lo estaba intentando con creces.
—¡¿Se te ha ido la puta olla?! —preguntó Travis mientras aprisionaba el cuerpo de Megan entre el suelo y el suyo propio—. ¡Christian es nuestro amigo!
—¡Y el responsable de nuestras muertes a menos que actuemos con cautela! —aseguró Megan con furia en su mirada. El enclaustramiento podía ser suficiente como para hacer que alguien perdiese los estribos y ella estaba sufriendo las consecuencias de aquella pandemia que tantas vidas se había cobrado ya, obligándoles como consecuencia a aislarse del mundo entero.
Miriam comenzó a sollozar de la nada, Logan se apresuró a consolarla y Megan aprovechó el momento de desconcierto para arañar el rostro de Travis con sus manos. A penas sangraba, pero le escocía lo suficiente como para que se llevase las manos a la cara mientras maldecía en voz alta.
El golpe fue suficiente para que Travis perdiese los papeles, había llegado al límite de su paciencia y su cuerpo no era capaz de albergar toda la rabia que, poco a poco, comenzaría a consumirle si no la exteriorizaba. El foco de su ira gateaba en dirección a la cocina tal vez porque, conocedora de las consecuencias que sus actos acarrearían, deseaba coger algo con lo que defenderse.
El interior del apartamento se había sumado al caos de la ciudad, la paranoia se había extendido más rápido que aquella pandemia que acabaría consumiéndoles al final de aquel amargo camino y había anidado en el interior de aquellos jóvenes que lo único que deseaban por encima de todo era permanecer con vida.
Megan cogió un cuchillo para evitar que Travis se le acercase pero ni siquiera aquel afilado objeto fue capaz de detener al furioso hombre que caminaba decidido hacia ella.
Todo ocurrió muy deprisa, ninguno sabía qué era lo que ocurriría a continuación, Logan corrió al escuchar los gritos desgarradores de Megan los cuales se habían unido al desconsolado llanto de Miriam. La escena que aguardaba en la cocina parecía sacada de una película de terror, la sangre goteaba y se extendía por las baldosas del suelo, la viscosidad carmesí impedía que el filo del cuchillo siguiese reluciendo bajo la luz de la cocina y los ojos de Megan, quien sujetaba el cuchillo como si quisiese fundirse con aquel utensilio, se mantenían fijos en el cuerpo ensangrentado de Travis, quien se agarraba el pecho y hacía gárgaras con su propia sangre.
—¿Qué has hecho, Megan? —preguntó Logan desencajado.
—No... yo no quería... Se abalanzó sobre mí, yo solo quería defenderme...
Las respiraciones agitadas se sumaron a los gritos y a los golpes de la puerta que no habían dejado de resonar en el tiempo que había sucedido aquella trágica escena, el mueble que impedía el paso al apartamento se había ido moviendo a causa de las embestidas a la puerta y el hecho de que no hubiese nada reforzando la entrada facilitó que, quien se encontraba al otro lado en el vestíbulo pudiese entrar, gritando como un energúmeno.
Las luces de la cocina parpadearon sobre Megan, dejándola momentáneamente oculta en una penumbra que pronto se disipó, dejándola expuesta al intruso. Los sollozos se habían silenciado, la agitación había desaparecido y Megan se sentó poco a poco en el suelo, sin centrar la mirada en un punto específico, ni siquiera las voces que intentaban traerla de vuelta de aquella especie de trance en la que se había sumido conseguían hacerla entrar en razón.
—Aquí unidad 53, he encontrado a una superviviente —dijo un hombre uniformado con lo que parecía ser un traje especial de contención.
Megan luchaba entre la lucidez y la consciencia, mirando a aquel hombre cuando fue consciente de su presencia, sin tener ni la menor idea de lo que estaba pasando. Estaba débil, los cortes de sus labios revelaban el tiempo que llevaba sin beber nada, las ojeras recordaban el sueño y el cansancio que debía estar cargando a sus espaldas. Estaba cansada de lo que ocurría a su alrededor, estaba cansada de ver en lo que el mundo se había convertido, estaba cansada del egoísmo de las personas que le habían llevado a enclaustrarse, estaba cansada de la vida en general y así lo gritaban los cortes de sus muñecas, hecho con aquel cuchillo ensangrentado que todavía llevaba en una de sus manos.
—¿Algún superviviente más? —clamó una voz medio distorsionada que salía de un walkie-talkie que el hombre llevaba enganchado a una hombrera.
—No, el apartamento está vacío a excepción de ella...
—¿Está infectada?
—No presenta síntomas, pero ha intentado quitarse la vida... Necesitaré una ambulancia urgentemente...
Un hilo de consciencia la separaba de un sueño profundo, las gotas de sangre empapaban la tela que aquel hombre le había colocado alrededor de las muñecas mientras él la cogía entre sus brazos para sacarla de aquel apartamento donde había pasado confinada el último mes. A pesar de la escasa atención que era capaz de prestar al mundo que la rodeaba, Megan despidió con una mirada cargada de tristeza aquel apartamento donde, sentados alrededor de una mesita de café, vislumbraba a sus compañeros despedirla con la mano.
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