matias-perez1583099391 Matias Perez

La historia de un joven y su experencia con una hermana con leucemia.


Historias de vida Todo público.

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Donde todo comienza y nada termina

Ese día me acuerdo como luchaba conmigo mismo. Me acuerdo con pasaban los peores pensamientos dentro de mí, como un bus, solo que dejando estas malas ideas en su camino. Un pesimismo puro dentro de mi cabeza, que no lo podía expresar. Mi mundo estaba tenso y sentía como creaba un nuevo interior, pero como nada estaba seguro no lo podía expresar a los demás.

Después de un largo y caluroso día de marzo, salí a escondidas del colegio con unos compañeros. Llegué a mi auto, prendí el aire acondicionado y de casualidad puse un artista, que expresaba lo que estaba sintiendo en ese momento. Me quede unos diez minutos relajándome esperando a que mis otros compañeros se escaparan también, con el sonido de esta música sonando por todo el auto. Sentía como el auto vibraba de lo alto que estaba el volumen de la música. Compás, por compás, sentía como entraba la música en mí. Al momento en que mis compañeros llegaron al auto, me fui manejando. Los neumáticos deslizaban por el pavimento que bajaba el cerro, y la música se deslizaba por el auto también. Ya había creado este mundo tenso, donde sentía una carga enorme encima mío, y sentía como dirigía esta tensión a los demás. El semáforo estaba en rojo y mi celular me despierta de mi mundo, era mi padre.

El enredo enorme en mi cabeza se hacía peor. Con el tono de voz, me lo decía todo. “Matias, los exámenes de tu hermana no salieron bien”. Se me cayó el celular, dio verde, y una lluvia de lágrimas salían de mis ojos. Fue el peor trayecto a mi casa de la vida, y la de mis compañeros también. Ellos no comprendían lo que pasaba, pero sabían que algo andaba muy mal. Toda la tensión y pensamientos que tenía guardado hasta ese momento se liberaron en ese trayecto. Llegamos a mi casa, vacía como si hubieran desalojado de un momento a otro. Pizzas en la mesa, helado y jugo para el estudio, pero no se encontraba nadie. Mis compañeros estaban ahí para apoyarme, pero los termine por echar ya que quería mi tranquilidad. Todavía me acuerdo de ese abrazo, que me dio un compañero, pudo haber durado todo el día. No estaba en condiciones de manejar a la clínica, hubiera sido mejor manejar ebrio. Así que lo único que me quedo fue esperar. Esa espera de saber noticias, esa espera que te mata de adentro hacia afuera. Te consume, es como un veneno que se apodera de tu cuerpo y alma. Simplemente te deja sin aliento, sin poder respirar.

Al fin llego mi hermana a casa, le di un abrazo grande, pero frio. No le gusto que la abrase, supongo que tomo el abrazo como señal que no va a salir adelante, o simplemente una forma de esconder sus emociones. Mi hermana es una persona muy fuerte para demostrar debilidad. Nunca la vi llorar en toda esta situación, algo imposible para una persona normal. Se encerró en su pieza y no volvió a salir hasta la hora de comer.

La ultima cena, cinco amigas de mi hermana sentadas en el comedor, mi abuelo, mi hermana más grande, mis dos padres y yo, todos alrededor de mi hermana, como si se fuera a morir el día siguiente. Es así que empieza este largo trayecto en prisión.

Al día siguiente, no asistí a clases, mi familia vio este acto, como algo negativo. Como si estuviera aprovechándome de la situación de mi hermana para no ir a clases. No me importo mucho lo que pensara mi familia, ni tampoco lo que piensa, soy un buen alumno, pero un poco maldadoso nada más. En mi familia me ven como un alcohólico, que vive en su mundo, no digo que no sea cierto, pero hay mucho más que esa imagen. Por ejemplo, me va bien en el colegio, pero tengo más que claro que eso no mide nada. Tendré un problema con el alcohol, pero soy lo suficientemente inteligente para admitirlo. Sé que, si no puedes dejar de consumir una droga por tres meses, eres adicto, y yo no podía dejar de consumir alcohol ni por un fin de semana. No obstante, sé que mis compañeros tienen este mismo problema solo que no tienen la capacidad de admitirlo.

Sobrepasando este tema, me desperté temprano y partí a la cárcel con toda mi familia. Espere esos largos trámites para que empezara a funcionar el seguro y nos dirigimos hacia las celdas. Celda número 317. Nos hicieron esperar unos diez minutos para limpiar la celda, y como todavía no estaba lista, tuvimos que ir a hablar con el doctor a cargo de la cárcel. Es aquí donde puedo narrar toda la historia que paso antes de ese momento:

Todo empezó en un entrenamiento de mi hermana, justo después de vacaciones. Mi hermana es muy deportista y tiene un buen rendimiento físico. En este entrenamiento el preparador físico la nota un poco fatigada, y no rindiendo como siempre. Entonces obliga a mi hermana ir a un doctor, lo que es poco común para mi hermana, pero extrañamente mi hermana termino yendo igual. Esta visita al doctor no fue muy especial, le dijeron que probablemente tiene una infección, pero no es nada grave y volvió a casa. El día siguiente, vuelve a la cárcel a hacerse más exámenes, y la diagnostican después de tres días de exámenes con mononucleosis o la famosa enfermedad del beso. El doctor necesitaba saber la causa de esto, si la causa era humana o animal, así que le hizo más exámenes. En estos exámenes los blastos habían mutado, y las plaquetas estaban relativamente bajas, lo que daba como opción una posible leucemia. Lo último me lo había contado mi madre, y me dejo en perplejo. Mi madre me lo anuncio llorando, pero yo estaba seguro que no era leucemia porque el doctor dijo que la leucemia era bien sintomática, lo que no era el caso de mi hermana.

Es de este momento que mi cabeza se llenó de pensamientos. ¿Era ético ocultar una posibilidad de cáncer a mi hermana? ¿Se respeta la autonomía del paciente? ¿Cómo podría plantearle esta posibilidad a mi hermana? Preguntas que no tenían respuestas, así que solo circulaban por mi cabeza, y ya después de un día empecé a imaginar lo peor, y ese fue el día después del colegio donde me enteré de las peores noticias.

Con el doctor hablamos sobre la enfermedad y sobre la casualidad de que el entrenador físico la mando para la cárcel. Fue una junta de acciones que llevo a mi hermana un mejor pronóstico. Ese día tenía tres trabajos para entregar y una prueba, así que acompañe a mi hermana todo el día haciendo el trabajo y escuchando la música que escuchaba cuando me empezó todo. Cansado de los mensajes que te daban fuerzas, y que decían que están rezando por tu hermana. En estos momentos es cuando uno se entera como la gente actúa cuando necesita algo, todos se hacían religiosos, y todos rezaban por mi hermana, pero pocos de verdad iban a misa o practicaban su religión, incluyéndome. Me impactaba mucho que nadie menciono la palabra cáncer o enfermedad en esos párrafos interminables, un tabu social, como si alguien se fuese a morir si se refería a esa palabra, como tal.

Termine por hacer un mensaje genérico donde salía “muchas gracias!! Acá estamos todos apoyando a la Ignacia!!”. Busque sobre la leucemia tipo B en internet, y sus probabilidades de supervivencia. No había información específica para el rango de edad de mi hermana. Los estudios se desarrollaban dentro de los menores de 15 y mayores de 40 y mi hermana tenía 20. Los pronósticos para los niños son mucho mejores que para los adultos, que no son resistentes a la quimio terapia. Entonces el terreno para adelante estaba incierto. Lo único que había que esperar que el próximo examen no saliera el gen “philadelphia”.

Ya después de ese largo día, volví a clases. El colegio por alguna razón estaba enterado sobre esta situación y me dijo lo que yo siempre quise escuchar. Básicamente me dijo que podía hacer lo que quiera, ir a las clases que quiera, irme cuando quiera, y hacer lo que quiera. Lo aburrido de esta situación que lo único que quería era una vida normal, es decir, ir a clases regularmente y eso fue lo que hice. Atendí a todas las clases ese día, muy desconcentrado, pensando en mi hermana. No muchos sabían de la situación, unos pocos amigos y el rector eran los únicos. Así que todos me trataban como normal, pero yo no lo estaba. Los profesores me decían “Matias guarda el celular”, mientras conversaba con mi madre, entonces les respondían “en un segundo” y lo seguía ocupando descaradamente. El curso solo se reía, nadie sabía de la situación verdadera. En las últimas dos horas de deporte lo único que quería era correr y no parar, y eso hice. Puse la misma música de cuando me enteré de todo y corrí sin parar. Casi 5 km con subidas en 15:31, un record personal. Después de esto volví directo a la cárcel, celda 317, estaba lleno de gente. Había una especie de gurú en la celda, como si hubieran perdido todas las esperanzas y tienen que recurrir a medicina alternativa. Se trataba de una meditación donde hacía sonar unos potes metálicos para la relajación. Mi hermana después de esto me dijo que no servía para nada, pero la respuesta a mi madre era que si le gustaba para que siguiera con esperanzas. Intentamos jugar cartas, pero cada vez rotaban más y más las visitas, pero la entretención siempre estuvo.

Como cualquier cárcel, te restringen las visitas diarias, te controlan la comida, no puedes salir de la celda por ningún motivo, no puedes tener contacto con el mundo exterior y te controlan los medicamentos. Mi hermana que era deportista era imposible que hiciera algo, solo podía estar con su uniforme de prisionero postrada en su cama con visitas diarias. ¿Es esto vivir de verdad? ¿Es estar castigada por la vida, una manera de demostrar algo? ¿En qué medida la persona es libre hasta este punto? ¿En qué medida puede mi hermana tomar sus decisiones? No estoy recriminando la prisión ni mucho menos, sino a la institución en la que lo puso ahí. No entiendo la decisión de la suprema corte de condenar a mi hermana, pero confió que es por una razón profunda que es imposible de comprender. Es así que le espera una larga condena a mi hermana, que esperemos que no termine en la pena de muerte.

Ya a una semana del primer día en que todo esto comienza, se forma una especie de mecánica en mi vida. Las interminables mañanas se caracterizaban por ser frías y obscuras, donde no existía sentimientos hacia el exterior, pero mucho pasaba al interior. Había poco contacto con otras personas, me aislaba de una manera de la sociedad y hasta de mi familia. Pero poco a poco la situación mejora, a lo largo del día, me empiezo a sentir mejor, a interactuar más ya que sé que voy a ver a mi hermana pronto en el día. Mis preocupaciones al visitarla desaparecen y me lleno de alegría. El día que salga de esa cárcel, va a ser el día que todo vuelva a la normalidad. A lo largo de la semana las mañanas se vuelven más frías aun, pero las tardes más alegres. Mi auto esa semana paro de funcionar y no me puedo ir al colegio solo con mi música. Todos los días me está llevando mi padre, donde se produce una situación muy fría. No existe conversación, ni miradas, solo un silencio intencionado, como para desconectarse de lo que hay afuera. No entendía si mi padre terminaba siendo mi chofer o se quería asilar al igual que yo.

El pronóstico para alguien de 20 años es muy bueno, y poco probable que su prueba de sangre saliera mala, pero así lo fue. Nunca pensé la posibilidad que pasara semejante atrocidad. Tenía mucha fe en la prueba y en Dios, pero los dos me defraudaron. Entonces justo cuando estaba seguro que todo iba a salir bien, me llega esta noticia, justo cuando pienso que me estoy librando de un problema, siento una mano gigantesca que me tira hacia abajo. Siento que todo mi cuerpo es tironeado por una fuerza enorme devuelta al problema. Probabilidades tras probabilidades, van disminuyendo. “es poco probable o poco frecuente” nos llena de esperanzas para una noticia que solo se hace peor y peor. Es en estas situaciones donde uno se da cuenta que las cosas superficiales no mejoran tu vida o calidad de esta. Chile gana 3-1, quede en el equipo de rugby (mi sueño desde los 8) o que me esta yendo bien en el colegio, son aspectos que no importan en realidad. Nada de esto me hizo más feliz, ni siquiera una cantidad pequeña. Como las cosas superficiales mejoran, lo que verdaderamente importa van peor. Ya ha pasado una semana y no he tomado una sola gota de alcohol y quiero seguir así. No voy a resolver mis problemas con alcohol, sino que lo voy a hacer escribiendo. No entiendo al jurado que condeno a mi hermana, no entiendo que hizo para merecer su sentencia, tampoco entiendo porque se le aplicó la peor ley, la ley philadelphia, que reduce la esperanza de vida de las personas.

1 de Marzo de 2020 a las 22:09 0 Reporte Insertar Seguir historia
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