lorith-magon Lorith Magon

¿Qué pasaría si una nueva especie apareciera, haciendo frente a la destrucción de los humanos? Los elfos se han cansado de observar a los animales siendo masacrados y quieren reclamar lo que es suyo.


Fantasía Todo público.

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Cap 1

El cazador alzó sus prismáticos y observó a la inocente criatura que estaba a punto de convertirse en la última presa de aquella batida de caza: un hermoso ciervo que pastaba tranquilamente, sin saber qué estaba a punto de ocurrirle. Sin percatarse del peligro que tenía a su espalda.

Tras los prismáticos, el hombre alzó su arma: aquella que tantas vidas había segado con su fuego sin mostrar piedad alguna, aquella cuyo cañón ahora apuntaba al ciervo. Entonces, algo se cruzó entre ellos. Una persona. O, al menos, eso parecía desde aquella distancia. Vestía unos extraños ropajes de los colores del bosque, con los que podía camuflarse fácilmente. Su cabello, castaño, caía por su espalda, con algunas trenzas a ambos lados de su rostro. Por su figura, dedujo que era una mujer. Algo llamó su atención en aquella persona: llevaba un arco corto en su espalda y un carcaj en su cintura. Podría ser una cazadora furtiva que se había metido allí sin licencia. Siguió observándola y vio cómo la extraña se acercó al ciervo. Al contrario de lo que esperaría cualquiera, el animal no huyó. Recibió agradecido las caricias de la joven hasta que ella le hizo gestos para que se fuera. Entonces desapareció en la espesura del bosque.

El cazador se puso de pie y pasó al otro lado del arbusto tras el que se escondía, decidido a plantar cara a aquella mujer que acababa de espantarle la presa. Pero, aunque estaban lejos, cuando la mujer se dio la vuelta y fijó sus ojos en él, éste pudo saber de inmediato que ella hacía mucho que se había percatado de su presencia. Con tranquilidad, la mujer se acercó, sin realizar ningún gesto que pudiera reflejar sus intenciones.


—Baja tu arma, humano. En esta tierra ya se ha derramado demasiada sangre. —Su voz era suave, como la brisa del bosque, pero no podía calmar al cazador, cuya sed de sangre le cegaba y no era consciente de lo que tenía frente a sus ojos.


—¿Quién te crees para meterte en mi coto? ¿Quién eres, una imbécil del PACMA? Te podemos meter una demanda...


Ella negó levemente con la cabeza y, con tristeza, observó detrás del cazador el cadáver de un hermoso coyote. Ignorando sus palabras, se acercó al animal caído. El hombre, furioso, fue a agarrarla del brazo para apartarla. Con un rápido movimiento, esquivó su mano y lo agarró por la muñeca, para después retorcerle el brazo y derribarlo sobre la hierba manchada de la sangre de sus víctimas. Unas nuevas pisadas la alertaron y momentos después un segundo cazador llegó hasta ellos, confuso por la escena que se hallaba ante sus ojos. Aquel hombre era más observador y, aunque era un humano impulsivo como su compañero, se detuvo un segundo para observar a la mujer, y a pensar que tal vez podía no ser humana. Su piel estaba ligeramente bronceada, y en ella se observaban unos extraños dibujos que formaban líneas ligeramente más claras, como si fuese la corteza de un árbol. Sus ojos, verdes, no tenían pupila, y sus orejas eran ligeramente puntiagudas.


—¿¡Quién eres!? —preguntó el segundo cazador en voz alta, alzando su escopeta para apuntar con ella a la muchacha en un gesto de amenaza. Pero ella no se alteró. Con calma, soltó al primer cazador y dio un par de pasos a un lado para apartarse de ambos, sin dejar de mirar a aquel que la apuntaba con el arma.


—Mi nombre es Ëminthael Väriant, y soy una elfa. Los humanos habéis derramado la sangre de mis hermanos durante siglos, y habéis contaminado nuestra tierra con el metal de vuestras balas y la crueldad de vuestros actos. No podemos seguir permitiéndolo. Por eso… —Alzó su mano derecha en dirección al primer cazador, que se había incorporado pero seguía agachado, perplejo e incrédulo. Inmediatamente después de aquel gesto, la hierba en torno a él comenzó a moverse, y unas raíces emergieron de la tierra y lo atraparon sin que pudiera evitarlo.


—¿QUÉ MIERDA ES ESTO? SERÁ CABRONA, BRUJA ASQUEROSA, ¡ANTONIO, QUÍTAME ESTO! —gritaba el cazador derribado, entre aterrado y desconcertado, ante la atónita mirada de su compañero, quien alternaba la mirada entre él y Ëminthael.


Ëminthael permaneció inmóvil, esperando alguna reacción por parte de Antonio, aquel cazador que aún estaba libre. Pero lo que presenció, aunque era algo esperado, la decepcionó: Antonio gritó atropelladamente una amenaza que ninguno entendió, pero bastó al oír el disparo que dirigió a la muchacha. La bala impactó contra la corteza de un árbol. Al ver las intenciones del hombre, se desplazó y, en el momento del disparo, había desaparecido de la trayectoria, al haber dado una voltereta en el suelo en dirección a unos arbustos para salir del campo visual de los humanos. Una flecha silbó un par de segundos después y atravesó el aire en un parpadeo, llegando hasta su objetivo y clavándose en él: el corazón del primer cazador, aún atrapado por las raíces. Antonio gritó y miró a todos lados apuntando con su arma a cada sombra que creía ver, aterrado.


—Fuera, humano. Y lleva mi mensaje a tu especie. —La voz de la elfa resonó por el bosque. Parecía salir de cada árbol, arbusto y hoja de aquel lugar. Y, sin pensarlo dos veces, el cobarde cazador huyó de allí, amenazado por alguien capaz de responder a su ataque. Alguien más rápido que él. Alguien que lo había convertido en presa.

15 de Febrero de 2020 a las 00:00 0 Reporte Insertar Seguir historia
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