LOS SECRETOS MÁS OCULTOS DE LAURA
Todo el mundo pensaría que los secretos más ocultos de una
mujer tendrían algo que ver con su vida íntima, pero en este
caso no era así. Todas las cosas extrañas que pasaban en la
casa de Laura, no parecían nada normal, puesto que hasta las
hormigas llevaban antenas, los mosquitos volaban con alas en
forma de flechas, y el perro usaba lentillas que le permitían ver
a través de las paredes.
Cuando Laura atravesaba el umbral de la puerta principal de su
casa, se arrancaba la ropa con una sola mano, dejando a la
vista un maravilloso mono gris plateado que se moldeaba a sus
sofisticadas curvas femeninas. Se soltaba la melena que
siempre llevaba recogida en un moño alto, y lanzaba las
enormes gafas redondas sobre el sillón. Acto seguido, colocaba
su ojo derecho frente a un pequeño espejo en la pared,
manteniendo la mirada fija durante dos segundos, hasta que el
muro desaparecía por completo. Lo que aparecía detrás de
aquel tabique, podría explicarlo como un conjunto de aparatos
muy sofisticados, que ni el científico más inteligente del planeta,
sabría describir su mecanismo o utilidad. Cuatro robots
trabajaban en el ensamblaje de diferentes piezas. Estas
máquinas casi humanas, a las que solo les faltaban tener
sentimientos, estaban dotadas de dos manos, dos piernas y una
cara muy peculiar en forma de emoticono; cada una reflejaba
un estado de ánimo diferente: la risa, el llanto, el miedo y la
sorpresa. Estas criaturas robóticas eran fabricadas por
gigantescas impresoras 3D. La pincelada final que daba la
expresión adecuada a sus rostros, lo pintaba otro artilugio con
forma de aspiradora, de la que salía un tubo con varios pinceles
de diferentes tamaños y colores.
La potencia de la electricidad aumentaba en kilovatios siempre
que la pared desaparecía. Lo que allí se estaba elaborando, era
todo tipo de alimentos y ropas alienígenas, confeccionadas
especialmente para los futuros bebés. Finalmente, cuando las
criaturas extraterrestres hubieran nacido, serían introducidas en
cuerpos perfectos diseñados con forma humana.
La casa de la chica cósmica despertaba un interés general entre
los vecinos de la zona, ya que a cierta hora de la madrugada, se
escuchaban ruidos extraños que hacían vibrar las paredes y
disminuía la potencia eléctrica en todo el vecindario. La casa
emitía una luz tan intensa que era capaz de dejar ciego a todo
aquel que se quedara mirando durante unos segundos.
La joven extraterrestre se acercó a un aparato que medía un
metro y medio de altura, colocó la mano debajo de un tubo, y
esperó unos segundos hasta que el mecanismo la brindó con
una cápsula de dos centímetros tan negra como el carbón. La
tomó con su mano derecha, y como cada noche, la introdujo en
su boca; ésta fue descendiendo muy lentamente por su
garganta hasta llegar al estómago. Luego, una especie de
polvareda salió por los orificios de la nariz y por sus oídos. La
cabeza se despegó del cuerpo, dio un pequeño giro hasta oírse
un clic, y se detuvo. Ella elevó sus manos hasta la cabeza para
separarla del cuerpo, y la depositó sobre un estante de acero
inoxidable. Del mismo sitio tomó una especie de bola de cristal
de la medida de un balón de fútbol, dentro de la cual se
apreciaba una especie de óvulo que se movía igual que una
medusa flotando en el agua. Seguidamente, la colocó
suspendida sobre sus hombros. “¡Bep! ¡Bep!”, se escuchó al
conectarse la cabeza con el cuerpo. “¡Bep! ¡Bep! Estoy
preparada”.
En ese momento, el techo se separó en dos partes, dejando a la
vista el maravilloso cielo estrellado. Una bola de cristal apareció
a lo lejos, y como cada noche, el amante venía a su encuentro
para producir los huevos que, cinco días más tarde, darían vida
a sus bebés. La esfera de cristal bajó lentamente desde el
firmamento, transportando en su interior una especie de
espermatozoide, que se movía navegando. Después, se abrió un
armario y salió un cuerpo masculino equipado con un mono
plateado semejante al de la chica. Muy lentamente, la cabeza se
colocó suspendida sobre sus hombros y giró hasta hacer clic.
“¡Bepp-Bepp! Estoy listo”.
La extraña pareja, se colocó uno frente al otro, poniendo las
palmas de las manos giradas hacia el suelo. Del estómago de
ambos, atravesando el elástico mono plateado, salió, muy
despacio, una especie de tentáculo, el de ella rojo y el de él
naranja, para luego engancharse uno sobre el otro. Durante
treinta segundos, las cabezas de cristal se iluminaron con luces
de colores y sonidos melodiosos, a la vez que giraron sin parar.
Después de cinco minutos de sexo galáctico, la esfera masculina
se retiró de la misma forma en que llegó. La mujer se encaminó
hacia la cámara de embriones, abrió el compartimento y se
encendió una luz violeta dónde depositó los huevos para su
incubación. “La nueva generación" BEP-BEPP" está en camino
familia…”, dijo Laura con la dicción de una ginoide. Una voz que
pareció salir de la nada anunció: “Reunión del Consejo”. Laura
volvió a cambiarse la cabeza antes de ir al comedor. Ella tomó
asiento justo en la silla de la esquina. Seis eran los asientos
restantes que rodeaban la gran mesa rectangular. La joven
empujó hacia un lado el frutero que tenía decorando la mesa,
dejando a la vista un botón cuadrado de color blanco. Lo pulsó
con la palma de la mano, y apareció la silueta transparente de
unos seres vestidos con túnicas de color púrpura. “Bienvenidos
a mi hogar. ¿Cuál es el motivo de vuestra presencia hoy?”,
preguntó la muchacha con voz melodiosa. Los visitantes le
explicaron que querían conocer algo más sobre los humanos y
querían que ella les informara sobre los conocimientos
adquiridos. La alienígena intentó resumir en unas palabras lo
que había aprendido hasta la fecha y comentó: “Los terrícolas se
alimentan de comida basura, se visten con ropas que, ¡cuánto
más rotas más caras!, y están perdiendo la cualidad de
comunicarse mediante la palabra o la buena escritura, ya que la
gran mayoría de la población, lo hacen por whatsApp…”. Uno de los
miembros del Consejo le preguntó intrigado: “¿Y hay algo bueno
qué merezca la pena que nuestros bebés se reproduzcan en
este planeta?”. Laura no dudó ni un momento en contestarle:
“¡Por supuesto!, ellos tienen algo que se llama AMOR. Cuidan a
sus hijos durante toda la vida; los alimentan, los visten, los
dejan vivir con ellos porque no tienen viviendas ni trabajo, otros
se jubilarán viviendo todavía en la casa de sus padres o
comiendo de sus pensiones. ¿No creéis que eso tiene que ser
amor?”.
El Consejo decidió retirarse a meditar, ya que en tres días
tendrían que darle una respuesta en la que le indicarían dónde
criar a sus bebés.
Al tercer día se oyó una voz que anunciaba el resultado final:
“¡BEP–BEP-BEP! Bebés criar en este planeta. ¡BEP-BEP-BEP!,
agua, aire y luz gratis. ¡BEP-BEP-BEP! Amor gratis. Nosotros les
daremos los medios y la inteligencia. Iremos dejando pistas,
haciendo pintadas en cavernas. ¡BEP-BEP-BEP! Les dejaremos
naves defectuosas para que ellos investiguen. De ahí
aprenderán tecnología. También enviaremos mensajeros que les
informarán sobre el cambio climático. Provocaremos huracanes
para barrer la suciedad, maremotos para limpiar el mar y
terremotos para colocar cada cosa en su lugar”.
Un extraño gas salió por la chimenea de la casa de Laura, y se
extendió por toda la ciudad a la velocidad que viaja la luz. Las
personas del vecindario entraron en un estado de sueño
profundo. Un gran objeto volador aterrizó en la plaza principal.
Muy despacio, se abrió una puerta, y fue descendiendo una
rampa hasta que llegó al suelo. A continuación empezaron a
bajar unos seres con cabeza de cristal transparente. Cada uno
de ellos llevaba impreso en su interior los siguientes mensajes:
el primero era RELIGIÓN, el segundo DEPORTE, el tercero
POLÍTICA y el último GUERRA.
La joven los observaba muy seria mientras desfilaban delante
de ella, sabiendo que esos mensajes serían los motivos por los
que sus bebés tendrían que trabajar en este planeta. Su misión
como madre sería transformarlos en humanos e introducirlos en
la vida cotidiana de los ciudadanos para manipularlos y
obligarlos a tomar decisiones. Posteriormente, descendieron
unos seres con túnicas blancas. Ellos serían los médicos que
salvarían a los más justos. Detrás venían los seres de túnicas
azules, que serían los profetas. Por último, se apearon unos
animales pequeños y bichos que también tenían una misión importante
en la fauna de este planeta. “Parece el Arca de Noé”, pensó
Laura cuando los vio desfilar… “¡Bepp-Bepp-Bepp! La vida acaba
de empezar. Ahora todos se despertarán”. A la mañana
siguiente, la joven ginoide tomó su diario; una especie de libro
digital, y escribió con su poderosa mente alienígena, sin utilizar
las manos para nada, ya que eso formaba parte de sus
cualidades extraterrestres. “Mis secretos más ocultos…”
María del Pino Gil Rodríguez
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