E
Eva Tejedor


Este es una pequeña introducción a una futura novela. Max es un león que está en un viaje ritual de su raza, junto con su hermano pequeño Nicky. En ese viaje sus caminos se cruzaran con alguien muy especial.


Paranormal Todo público.

#leones #inkspiredstory #32816 #fantasía-urbana #aventura #sobrenatural #slash
Cuento corto
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Primer relato. Encontrando tu destino.

Su moto chirrió al derrapar en el aparcamiento mientras se detenía junto a aquel bar de carretera en las afueras de Hurricane, Utah.

En mitad de ninguna parte, para ser más exactos.

Necesitaba descansar un poco y tomar algo fresco antes de que el calor y las horas de conducción le hicieran tener un accidente.

Tal vez, pensó mientras entraba al bar y le llegaba el olor a carne asada, incluso podía comer algo. Miraría si había algo comestible. Aunque el olor que le llegaba resultaba delicioso.

El bar era el típico bar de carretera en el que solo se detenían moteros y camioneros, clientela siempre de paso y poco recomendable.

Se sentó en una mesa apartada del bullicio que había cerca de la máquina de discos y la de dardos y se dedicó a observar el lugar después de haber hecho su pedido.

Justo en el otro extremo, había un grupo de motoristas ruidosos que bebían y hacían jaleo mientras jugaban a los dardos. Debian pertenecer a una banda, ya que todos llevaban la misma serpiente en la espalda de sus chaquetas o chalecos de cuero.

Nada fuera de lo común.

Algo más allá, dos tipos grandes comían en silencio apoyados en la barra. Eran hombres musculosos pero de actitud tranquila. Probablemente, camioneros que habían parado a comer y descansar, como él.

Y algo alejado de los dos grupos y medio escondido entre las sombras había un chico joven sentado solo en una mesa. No tenía nada de comer en ella, solo un vaso de agua y parecía estar esperando a alguien.

Kenny arqueó una ceja, intrigado. El chico no era del tipo que te encontrarías en esa clase de bar, sino todo lo contrario. Parecía muy joven, veintipocos o incluso menos, alto, con el cabello rubio oscuro y largo recogido en una cola baja y con una bandana en el frente. Tenía la piel clara y los ojos azules que miraban alrededor, nerviosos.

Y si se fijaba un poco más podía ver que sus ojos estaban algo vidriosos y sus mejillas demasiado rosadas. Parecía algo enfermo. Tal vez, pensó, debía tener fiebre.

Pero si estaba enfermo, ¿Qué hacía ahí?

— Aquí tiene. – la voz masculina y el plato de comida que apareció frente a él le sacaron de sus pensamientos. Antes de que tuviera tiempo de mirar, el chico que le había traído la comida se había dado la vuelta y se acercaba a paso ligero a la mesa del misterioso joven.

Lo pudo ver de espaldas. Alto pero no tanto como él, buen cuerpo, con el cabello oscuro recogido en un moño y andares decididos. Kenny miró con algo más que curiosidad las anchas espaldas y los brazos fuertes. El tipo parecía estar en tan buena forma como él.

Lo vio acercarse al otro joven e inclinarse para comprobar que estaba bien. Incluso llegó a ponerle la mano en la frente, confirmando sus sospechas de que estaba enfermo. El otro se revolvió, pero sin ninguna malicia y el del cabello oscuro se marchó, dejándole solo.

Así que era a ese a quien estaba esperando.

Kenny empezó a comer, olvidándose temporalmente de los misteriosos chicos y disfrutando de las costillas que había encargado. Estaban deliciosas.

Cuando ya casi había acabado con ellas y se terminaba el refresco, empezó a escuchar un gran jaleo.

Fue una cosa gradual, empezando por solo las risas y las voces de los motoristas y acabó con más gritos y una voz más joven en medio.

Kenny alzó la mirada y vio que uno de los motoristas, un tipo enorme con barba cana y rostro repugnante había cogido al chico de la mesa de su cabello y lo arrastraba hacia el grupo.

Algo dentro de Kenny se revolvió al ver como trataban al muchacho. Se disponía a levantarse cuando alguien pasó como una exhalación a su lado y se tiró sobre el motorista, placándolo y obligándole a soltar a su presa.

Era el otro chico, que ahora que si podía verle la cara, se parecía muchísimo al más joven. ¿Serian familia? Este tenía los ojos castaños y unas patillas exageradas y casi ridículas que, irónicamente, le quedaban muy bien.

— ¡Ey, gilipollas! ¡Aléjate de mi hermano! – le escuchó gruñir y eso le confirmó lo que acababa de pensar. Eran familia.

Al motero no le hizo ninguna gracia ni el golpe ni el insulto ni que le quitaran su diversión. Pronto todo el grupo rodeaba a los dos muchachos y los motoristas empezaron a sacar navajas y palos. Eso no iba a acabar bien para ellos.

Kenny se levantó con calma y en silencio y se acercó al grupo. Por un segundo, un olor conocido le hizo detenerse en seco justo antes de llegar.

Los dos chicos eran leones como él. Probablemente, pensó, estaban de excursión.

Decidió que eso debía esperar. No le apetecía tener que relacionarse con nadie de su raza pero tampoco podía dejar que les hicieran daño. Eran demasiados para ellos solos.

Los chicos le miraron, sorprendidos y desconfiados. Pero esbozaron una sonrisa cuando Kenny atacó al primer motorista que le pilló más cerca. Acto seguido, se desató el infierno.

Kenny no tenía mucha idea de cómo sucedió todo, si era sincero consigo mismo.

Se había metido en ese lio por ayudar a esos cachorros y no se arrepentía. En cuestión de segundos se formó una batalla campal entre ellos tres y los siete motoristas en la que todo el mobiliario voló por los aires.

Cinco minutos después, con más golpes de los que debía haber recibido pero relativamente sano, Kenny corría calle abajo siguiendo a los otros dos ya que el dueño del local había llamado a la policía y ya se escuchaban las sirenas acercándose.

Ninguno tenía ningunas ganas de pasar una noche en comisaría.

Por un segundo, casi se sintió como cuando tenía dieciocho años y todos sus problemas no existían.

Los dos hermanos se detuvieron unos metros más allá, en la entrada al aparcamiento de un motel barato. Ambos se giraron para encarar a Kenny, con sendas sonrisas y la respiración agitada.

— Creo que ya no corremos peligro. – anunció el del cabello oscuro. - ¡Ey! Gracias, tío. Si no llegas a intervenir, nos linchan.

— Sip, gracias.

— No hay de qué. – contestó Kenny, repentinamente tímido. El del cabello oscuro le dio una sonrisa dulce.

— Yo soy Max y este es mi hermano Nicky. Venimos de Los Ángeles.

— ¿Estáis de excursión? Pareces algo mayor para eso.

— Mi padre me dio un permiso especial para esperar a que este tuviera la edad y así ir juntos. – repuso encogiéndose de hombros. – Tengo veintidós. Tampoco son tantos. – rio.

— No, no lo son. Yo tengo uno más. Soy Kenny, de Canadá.

— Hola, Kenny de Canadá. – le saludó Nicky, riendo. – Oye, ¿tienes donde quedarte?

— No, solo estaba de paso. Tengo la moto en el aparcamiento del bar.

— Si, no creo que sea buena idea de que vayas ahora. Estará lleno de polis. – razonó Max y Kenny se vio obligado a darle la razón. – Deberías esperar a mañana. Nosotros tenemos una habitación aquí. Si no te importa compartir la cama con nosotros o dormir en el sofá, te puedes quedar. Es una cama grande.

Kenny consideró la idea. Cierto era que no podía ir en ese momento a por su moto o le pillaría la policía. Compartir cama no era algo que le apeteciera, pero no diría que no al sofá.

— Si no es molestia...

— Ninguna. ¡Vamos!

Siguió a los hermanos al motel, hasta llegar a la habitación 710. Entraron y Kenny descubrió que no iba a poder dormir en ese sofá. Era minúsculo para alguien de su tamaño. La cama, por otro lado, era una de matrimonio enorme y en la que podrían caber los tres sin estar demasiado apretados.

Bueno, solo era una noche y se pondría en un rincón alejado de los otros dos. Podía hacer eso.

Se turnaron para el baño y, puesto que no tenía ninguna de su ropa ahí, Kenny decidió dormir en ropa interior. No quería arrugar de más la que llevaba puesta. Esperó a que los otros se prepararan para dormir y que entraran en la cama para poder ponerse él en el extremo opuesto.

Hacían ya más de cinco años desde que tuviera que dejar su casa y a su familia y Kenny había olvidado algunas peculiaridades de su raza después de tanto tiempo sin relacionarse con ninguno de los suyos.

En cuanto Kenny se metió en la cama, en un lado del colchón, casi en el borde, los dos hermanos intercambiaron una mirada y Nicky saltó por encima de él y le obligó a ponerse en el centro de la cama, con un hermano a cada lado.

No tardaron ni medio segundo en pegarse a él como si fueran lapas.

Había olvidado lo muy necesitados de contacto que eran los de su raza. La incapacidad de respetar el espacio personal de los demás y lo muy cariñosos que eran los más jóvenes.

Nicky se abrazó a su espalda, rodeándole la cintura con sus brazos y Max le abrazó de frente, colocando la barbilla en su hombro para rozar su mejilla con la de Kenny, en un gesto de cariño que hacía años que el otro no recibía.

Kenny no sabía qué hacer. Por un lado, estaba incomodo porque no conocía a esos chicos y la marca en su cuello le hacía sentir que no merecía ningún gesto tierno.

Por otro lado, estaba hambriento de ese tacto, de ese afecto que le estaban mostrando. Necesitaba eso como el respirar y no se había dado cuenta de lo mucho que lo necesitaba hasta ese momento.

Con algo de miedo, colocó las manos en la cintura de Max y le devolvió el abrazo, sintiendo como su piel se erizaba al notar el cálido aliento del otro en su cuello. Nicky parecía ya dormido, respirando pesadamente en su espalda.

Max, al contrario, seguía despierto y se apartó lo justo para mirarle, sonreírle y darle un leve beso en los labios antes de volver a acomodarse y esconder su rostro en el cuello de Kenny.

Kenny aun tardó un buen rato en dormirse, demasiado abrumado para poder conciliar el sueño. Supuso que si supieran de la marca no serían tan amigables. Así le habían tratado casi todos los que la veían.

Por eso, cuando ya comenzaba a clarear la mañana, se desenredó de los otros dos con mucho cuidado para no despertarles y salió en silencio de la habitación. Agradecía el momento de normalidad pero no se atrevía a quedarse más tiempo, temiendo que descubrieran la verdad sobre él y le rechazaran.

28 de Diciembre de 2019 a las 20:33 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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