Otro año más y María volvía a estar desquiciada por culpa de la insufrible familia de su marido. A los Gómez, había que manejarles con mano de hierro para evitar que controlasen tu vida. Durante el año los manteía a raya, las cenas mínimas e indispensables para cumplir expediente y luego, cada uno en su casa. Las Navidades sin embargo, eran un toro difícil de lidiar, y sabía que durante esos días debía ser más tolerante por el bien de su matrimonio.
En Navidad, los Gómez se comportaban como un grupo de Gremlins alimentados más allá de las 12 de la madrugada, y prueba de ello eran los constantes pitidos del grupo de WhatsApp. Toda la mañana echando humo por gilipolleces, y el premio gordo se lo llevaba como siempre; su cuñada y su afán por controlar hasta el más mínimo detalle.
María optó por ignorar su teléfono móvil por el bien de su salud mental, pero sabía que esa calma no duraría demasiado, el «modus operandi» de su cuñada era llamar si no recibía respuesta. Poco importaba si estaba trabajando.
Se armó de valor y empezó a leer los mensajes. Pocas cosas desquiciaban a María, pero su cuñada había conseguido medalla de oro en el deporte olímpico de incordiar desde hacía bastantes Navidades, y en esta, volvería al «podium» a juzgar por sus mensajes: que si la cena mejor en casa de los abuelos, que cocine María que le salen muy buenos los canelones, que no se haga la agarrada y compre el regalito del amigo invisible,…
María respiró profundamente, tenía asuntos más importantes que tratar que la dichosa cena navideña o el jodido amigo invisible.
Suerte que recordó uno de los consejos de su madre: hay que ser tolerante con los defectos de cada uno. Se repitió varias veces como un mantra: «hay que ser tolerante y yo soy tolerante», hasta que su nivel de indignación se redujo lo suficiente, como para poder continuar leyendo sin responder algo totalmente fuera de lugar.
Necesitaba desfogarse, su marido seguro que ni se había molestado en leer nada. Abrió el chat que tenía con él y le escribió: «tu familia me hartó, el año que viene me tomo un avión al Caribe y brindo con ellos desde la distancia».
Varios minutos después empezaron a sonar nuevas notificaciones. Extrañada recuperó su teléfono móvil y un sudor helado le resbaló por la espalda al descubrir los insultos de su cuñada a su último mensaje. Sí, en realidad lo había mandado al grupo familiar de los Gómez y en ese momento, estaba ardiendo Troya.
¿Qué decir ante algo tan evidente? No le apetecía pasar las navidades soportando miradas y conversaciones de doble sentido, y puestos a tener a los Gómez cabreados, mejor hacerlo a lo grande así que escribió: «Está decidido, este año Mario y yo nos vamos al Caribe. Felices fiestas».
Sin duda, disfrutaría de unas relajadas Navidades tomando el sol en el Caribe.
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.