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Aitana Pérez


Relato sobre una joven trans que deseaba vivir pero a la que la sociedad no dejó ser feliz.


LGBT+ No para niños menores de 13.

#338 #lgbt #depressive #life #transgender #highschool #teenagers #366
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Rosa Marchita

"Necesitaba escribir estas palabras antes de marcharme. Necesitaba deciros adiós y contar por todo lo que he pasado para llegar aquí, todo lo que ha hecho que mi alma se fuese consumiendo poco a poco. Por favor, leedlo todo con detenimiento, pues necesito que conozcáis qué me ha llevado a tomar esta decisión.

Todo empezaba cada mañana, cuando el sonido de la alarma me despertaba. No quería ir al instituto, deseaba quedarme en casa, el único lugar donde sentía que estaba a salvo. Pues me hacían la vida imposible. Me insultaban, me empujaban y me pegaban por los pasillos. Hacían chistes sobre mi. Todo esto solo me hacía sentir cada vez peor con mi persona. Me hacía pensar que no valía lo suficiente, que no merecía vivir en este mundo, que este no era mi lugar.

Realmente, cuando todo este infierno empezó, yo no tenía ni la más remota idea de quién era. Me hallaba en un limbo, paseando sin rumbo, buscando a mi verdadero yo, mientras, muy de vez en cuando, escuchaba palabras como "maricón", "bujarra", "depravado"...

Fue pasando el tiempo y, tras mucho buscar, pude identificarme y saber que mi cuerpo no me pertenecía. Mi alma estaba atrapada en un recipiente erróneo que no dejaba que mi persona se expresara de la manera que sentía.

En cuanto supe lo que me pasaba, llamé a las pocas amigas que tenía, les conté lo que había descubierto y les dije que me llamaran por mi nuevo nombre, Aitana. Estaba muy feliz, podría ser quien quisiera. Pero, desgraciadamente, cuando mis amigas escucharon la noticia, solamente me dedicaron unas palabras de odio y se alejaron de mi vida para siempre. Ya no tenía a nadie, estaba sola, únicamente me acompañaban las lágrimas, que corrían por mis mejillas día a día, dejándome seca por dentro, y el deseo de no existir, que aparecía en mi mente cada vez que caminaba por los pasillos de mi infierno.

Aun así, un día me levanté antes que vosotros y tomé la decisión de ponerme un vestido corto y de maquillarme para salir de casa. Necesitaba expresarme y abrirme al mundo. Quería que Aitana saliera a la luz del sol. Cuando me miré en el espejo sonreí como no lo había hecho en mucho tiempo. Era yo. Yo de verdad. Era tan feliz… Aunque esa felicidad solo me duró unos pocos instantes, ya que, al llegar al instituto, una lluvia de puñetazos cayó sobre mí. Me quedé en el patio, tirada en la pista helada, dolorida y llena de moratones. Un profesor me vio, se acerco a mí y me llevó ante el director. Este me preguntó quien me había pegado, mas el miedo que sentía me hizo actuar de una manera errónea y no conteste. Llamó a casa, pero no estabais. Me alivié un poco, pues no quería que supierais nada. Al cabo de un rato me dejaron marchar, y nunca supisteis nada de lo que pasó aquel día.

Dejé de comer, dejé de hablar y casi que dejé de respirar. Cada vez me costaba más levantarme por las mañanas. Muchos días os mentí diciendo que me dolía la cabeza para no tener que ir a mi infierno. En aquellos días solo las cuchillas me hacían compañía. Me ayudaban a gritar y a llorar cuando no tenía las fuerzas suficiente.

Llevo mucho tiempo dándole vueltas a si de verdad merece la pena seguir viva. Si merece la pena pasar los días en medio de insultos, chistes hacia mí y palizas. Pero finalmente he tomado la decisión, y por eso me despido.

Los pétalos de esta rosa roja llena de vida se han ido marchitando. Soy una rosa marchita, negra, sin vida alguna. Mi vida ya no tiene sentido, no necesito seguir aquí. Cada minuto que paso es más doloroso. Ya tengo a las compañeras de mi depresión en mi mano, ya he llenado la bañera, nada puede detenerme. Lo siento, mamá. Lo siento, papá. No estéis tristes, porque estaré en un lugar mucho mejor, un lugar donde ya no sufriré. Fue un placer conoceros y compartir mi corta vida con vosotros.

Siempre os recordaré, allá donde esté.

Os quiere,

Vuestra hija, Aitana."

Elisa miró al frente, con los ojos impregnados de lágrimas. Ángel, su marido, se encontraba detrás de ella, en silencio. Ambos miraban a su hija en la bañera, sumergida en un agua rojiza. La madre soltó un grito de pesar y se cubrió los ojos con las manos. Aitana se había marchado, para siempre.

16 de Diciembre de 2019 a las 20:59 0 Reporte Insertar Seguir historia
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