Cuento corto
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Forzaba porfiadamente su mirada hacia el suelo, fingiendo un interés profundo en algo, allí en el pavimento, entre las líneas de la madera, el polvo, alguna hormiga, o huellas frescas de algún zapato en el parquet; cualquier cosa con tal de evitar la mirada de esos ojos gélidos, que intuía, clavados en su cara. Pero en el fondo, sabía muy bien que estaba preso del pánico. Sentía, muy a su pesar, una gota de sudor asomarse, delatora, por debajo de su chasquilla castaña. Petrificado, hubiera deseado con todas sus fuerzas ser capaz de salir arrancando, pero a estas alturas sabía bien que jamás se atrevería. ¿No seria acaso mucho peor? Lo atraparía sin duda, con facilidad, con sus largas piernas y sus largos brazos.

Si sólo pudiera desaparecer de manera instantánea. Dejarlo confundido, incapaz de reaccionar. Pensando que él ya no estaba, o mejor aun, que no estaría nunca más al alcance de su mano.

Pero por más que se concentraba en hacer un acto de magia, en desaparecer, nada conseguía. Para colmo la maldita gota había seguido resbalando, y estaba ya a media frente. Seguro que él ya la vería, y eso aumentaría aun más su desprecio, su diversión. Quizás ahora mismo la mueca burlona le estaría desfigurando el rostro blanco y afilado. Notaría el color cada vez mas rojo de su cara, y el temblor cada vez mas evidente de su labio superior. El pánico aumentó ante el pensamiento de que quizás lloraría o vomitaría ahí mismo sin poderse controlar.

Si solo pudiese levantar la mirada. Enfrentar esos ojos punzantes.

***

La joven estaba a punto de partir cuando se percató del chico que permanecía allí al final de la sala; la mirada fija en algo en el suelo. Pensó con disgusto que quizás tendría que quedarse otro rato más, pero se alivió rápidamente al ver que alguien se le acercaba. Al salir dudó, dos milésimas de segundo, cuando la silueta levemente inclinada hacia la pequeña manita, se le figuró una cobra frente a un conejo. Se burlo de si misma, para sus adentros, borrando rápidamente esa imagen (no sabía de donde había salido); y mientras continuaba su salida se despidió sin mirar atrás: “Adiós Bastián; ¡hasta mañana!”

13 de Diciembre de 2019 a las 03:32 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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Julio Escoba Una vez comprendí; mis letras no son mias son del planeta, el océano y el día y cuando parece fuego, pero es hielo no es un espasmo

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