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En tiempos oscuros es fácil que los hombres pierdan su camino y terminen haciendo lo incorrecto pero ¿Quién es dice qué es incorrecto? Un libro, una institución, las enseñanzas o el instinto. Álex es un caballero blanco atrapado entre lo que aprendió durante años y lo que parece correcto. Un dragón. Una recompensa. Una traición. Y eso solo es la punta del iceberg.


Fantasía Medieval No para niños menores de 13.

#dragones #caballeros #cruzadas #codicia
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Capítulo 1

Ser un caballero en tiempos de guerra significaba estatus, salir de cualquier agujero, ser alguien en la vida, todos los niños pequeños soñaban con volverse uno y todas las niñas soñaban con casarse con uno pero, solo unos pocos logran sus sueños. El volverse caballeros significaba mucho trabajo para los postulantes, una gran habilidad e inteligencia, pero por sobre todo significaba tener un gran dote familiar con el que se pudieran pagar los hábitos y los elementos para sus cinco años de entrenamientos.


Áxel era el segundo hijo del único heredero de la familia La Granged, quienes teniendo un gran negocio con sus navíos de carga a las tierras más lejanas, comercio de telas de tierras exóticas y siendo sobrino de la misma embajadora de Francia tuvo un puesto dentro de la armada con su nombre desde que nació, incluso sin preguntarle él sería un caballero ¡El más grande de nuestros tiempos! Decía constantemente su Tía cuando salía el tema en casa, algo que hinchaba de orgullo el pecho de su padre Oberón y hacía sonreír de manera soñadora a su madre. Solo Otmara, su hermana mayor y primogénita, le miraba con algo parecido a la preocupación, pero cada vez que eran observados ella fingía felicidad.


Otmara era su mejor amiga, fue la primogénita de sus padres lo que había significado la desgracia para su familia, ya que la costumbre familiar dictaba que él primogénito fuera varón. Por esta desgracia se crió entre criados y, hasta el nacimiento de Álex, no se le daba atención y gran importancia pero, con el nacimiento de su hermano, la familia la reintegró al núcleo, sin embargo con los años de aquella distancia había aprendido que jamás sería tan importante y reconocida por sus padres, por esto y, sin rencor, mantuvo distancia de las actividades sociales, se dedicó a aprender sus deberes y cuidar de Álex. Al menos hasta que esté cumplió los diez años, edad en que sería enviado a la Armada del Reino para volverse caballero, día en que celebraron una gran fiesta que duró hasta el amanecer.


—Temo que esta es nuestra última noche juntos Ál —Informó con voz apagada Otmara cuando ingresó como cada noche a la habitación de su hermano menor con un libros escondido entre sus mangas y una vela en la otra— Espero que a tu regreso mi lectura sea mejor y pueda contarte nuevas aventuras


—Otmara —Álex bajo de la orilla de la ventana y se acomodó bajo las mantas, por la poca luz era imposible ver bien su rostro pero su voz denotaba tristeza— No quiero irme —Admitió apenado mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y su voz se quebraba— No quiero estar lejos de mamá, papá y de ti


—Lo siento —Otmara término de avanzar hasta la cama, dejó la vela a un lado y beso la castaña cabellera de su hermano antes de sonreírle, nadie podía negar que eran hermanos, sus rasgos eran tan parecidos, salvo por sus cabellos, ella lo tenía oscuro como su padre y él tenía el castaño de su madre— Pero te esperaremos aquí y cada noche rezare por ti


—¿Me lo prometes? —Preguntó abriendo ampliamente sus ojos color verde musgo que aún con unas pocas lágrimas brillaban con la luz de la vela que había traído consigo


—Lo prometo —Confirmó la mayor desordenado sus cabellos castaños, sentándose a su lado y aguantando su propia pena de aquella despedida, una que podía ser para siempre— Ahora sigamos, Felicia escribió una nueva historia para nosotros, su nombre Dentro del río de Plata


Luego aquella misma tarde Álex no volvió a ver a su familia y aquel frío lugar con altos muros de piedra se volvió su hogar por los siguientes años.


Al final era para tener una vida mejor ¿No?


*****


—¡Álex! —Cadmo, su compañero de cuarto acababa de llegar tambaleando por la bebida ingerida y sus ojos brillaban aunque parecía que no sabía dónde mirar ya que pestañas sin cesar e intentaba tener la los ojos abiertos— Mi amigo ¿Es que te has quedado sin ir a Las doncellas por estar leyendo? ¿Qué clase de castigo te estás imponiendo?


—Quiero evitar meterme en nuevos problemas, el Capitán Viggo ha estado muy difícil los últimos meses y lo que menos quiero es que me joda lo que queda —Se excuso, cosa que su compañero pareció tragarse por lo que tan solo sonrió de manera triunfal mientras intentaba alzar un pulgar pero lograba levantar más de un dedo a la vez— Duerme, te despertaré para el desayuno a ver si logras sacar aquel líquido antes de aquel entonces


—Eres el mejor —Tambaleándose e hipando Cadmo camino hasta su lado y beso su frente de manera sonora— ¿Te lo había dicho?


—Duérmete —Ordenó antes de empujarlo contra la cama continua donde el azabache cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño— Imbécil


Álex no podía entender a sus compañeros, el beber y coquetear con muchachas tan ebrias le había repugnado hacía un par de años pero sus amigos aún parecían vivir en la emoción del primer momento, lo bueno era que solo en un par de semanas más volvería a su hogar, podría ver a su hermana antes que está se casará vería a su madre y a su nuevo hermanito menor. Aquellos años no habían sido fácil, el entrenamiento era duro, se levantaban con los primeros rayos de sol a correr luego y con un pobre almuerzo básicamente hecho de tubérculos iban al campo de batalla donde competían y aprendía a trabajar las distintas armas.


Ya al anochecer sus cuerpo magullado y cansados iban por una cena y a dormir, o al menos algunos, la mayoría se escapaba para ir a una taberna de mala muerte donde las doncellas hacían realidad sus fantasías a cambio de un excesivo consumo de licor. Claro que como caballeros no solo debían saber de armas y a las doncellas les parecía muy atractivo el hecho que hombres tan rudos y valientes también pudieran leer y recitar poesía.

Álex termino de leer el dichoso capítulo que no lo dejaba descansar y apagó la vela a su lado, Cadmo había llegado temprano, en unas horas llegaría Ian y Edom lo que significaba que el amanecer estaba por asomar. Mirando por última vez a su compañero que comenzaba a vomitar de lado y aún medio dormido hizo una mueca de asco antes de darle la espalda y cerrar sus ojos.


Pronto iniciaría un nuevo día de trabajo.


****


Los primeros rayos de sol entraron por la ventana y Álex parpadeo rápidamente hasta que sus ojos se acostumbraron a la luz, Cadmo se encontraba en el suelo al lado de su cama abrazado a una cubeta pero no había nadie más en aquella habitación. Temeroso salto de la cama y comenzó a colocarse su traje de trabajo para luego acercarse y mover bruscamente a su compañero quien gruño sin abrir los ojos.


—Ey, Castillo —Llamó golpeando el rostro del mayor suavemente— El sol ha salido y los demás no están en las cercanías, temo que nos hemos pasado en el tiempo de descanso


—¡Maldición! —Cadmo abrió los ojos de golpe para luego levantarse y comenzar a vestirse mientras Álex lavaba su cara en un cuenco— Si esos zánganos se han ido sin nosotros he de castrarlos


Álex tan solo termino de secar su rostro y salió de la habitación seguido de su compañero que terminaba de abrochar sus ropas dirigiéndose al comedor, solo esperaba alcanzar a comer algo -aunque fuera un pedazo de pan- antes del horrible día que se les venía encima, pero grande fue su sorpresa cuando al ingresar al comedor no sólo habían pocos de sus compañeros de escuadrón, sino que el mismo Capitán Viggo se encontraba tomando desayuno tranquilamente.

—Es bueno ver qué están animados para iniciar el día —Dijó en forma de saludo el mayor mientras le indicaba los asientos a su lado—Vamos, coman, será una larga jornada ¿Y sus compañeros?


—Nos levantamos rápido para lograr comer el buen festín, puede que ellos aún se estén arreglando —Cadmo respondió mirando a Álex quien tan solo asintió con la cabeza muy levemente para que el mayor no viera su inseguridad— Ya sabe cómo come Edom, es posible que nos deje sin comida


El mayor río de manera estridente llegando a golpear la mesa con gran fuerza por la risa, en cambio los dos menores tan solo rieron suavemente para imitar al mayor. El capitán Viggo era un hombre grande y robusto, fácilmente comparable con un Oso Pardo, su cabello largo siempre iba en una trenza y su barba siempre era espesa y esponjosa mostrando sus raíces nórdicas, sus pocas canas le daban una apariencia muy sabía pero era algo que siempre quedaba en duda. Aunque en cuanto en combate, era el mejor de los Caballero Negros.


Los caballeros negros era aquello caballeros sobrevivientes de las cruzadas quienes terminaban dando su vida por su reino a tal punto que dejaban a su familia para guiar a los nuevos reclutas, al tener gran sabiduría y haber sobrevivido a las masacres que significaban cada una de las guerras eran grandes elementos, pero muchos tenían grandes problemas de personalidad y humor lo cual provocaba fuertes enfrentamientos con los más jóvenes. Viggo era quien se encargaba de enseñarles combate y estrategia por lo que era con quién más se relacionaban, aunque eso no quitaba su fuerte temperamento y su humor ácido.


—Bien muchachos, les veré en el campo antes de que cante el gallo —Comentó antes de darle un fuerte golpe en la espalda a Álex para luego comenzar a salir del gran comedor— Hoy espero sea la última vez que tenga que soportarlos


—Que Dios lo escuché —Murmuró Álex mientras estiraba su espalda comprobando que todo estuviera en su lugar


—¿Por qué nadie a matado esa ave y ha hecho comida con ella? —Preguntó a su vez Valdor sentándose a su lado y luego bajando la voz— ¿Dónde se habrán metido los demás? Ya deberían haber vuelto, Viggo no admite que salgan sin autorización si los sorprende estarán en problemas


—Y si descubren que los cubrimos nosotros estaremos en problemas —Le recordó Álex— La última vez que nos metimos en lío nos mandaron a buscar al maldito ciervo blanco y no pienso pasar nuevamente tres semanas con ustedes a cuesta


Los dos amigos comenzaron a comer observando constantemente la entrada al comedor para ver a sus compañeros entrar pero estos jamás ingresaron y sin poderlos esperar corrieron al patio central antes de que ella gallo cantará, pero allí no estaba el Capital Viggo, sino su compañero de armas el Capitán Bosco quien con sus grandes brazos cruzados sobre su pecho les observaba con su único ojo bueno.


En silencio todos los miembros del grupo se colocaron en semicírculo alrededor del mayor quien les miraba a cada uno observando cada detalle. Su aspecto era tosco al igual que su personalidad, pero era uno de los mejores estrategas y espías, cosa que hacía que cualquiera que le conociera le respetará y no se atreviera a decir nada en su contra.


—Vayan, cojan sus espadas y en parejas quiero que comiencen a combatir —Ordenó, su voz siempre era fuerte y segura, mientras su único ojo parecía penetrar a cada uno de los menores— Cuando uno caiga cambiarán pareja con el equipo del lado ¡A MOVERSE!


Todos se movieron rápido para coger sus armas y comenzar a luchar, después de tanto años los encuentros ya eran largos y duros, pero nunca tan sanguinarios como en las cruzadas. El grupo era pequeño pero aquella mañana parecía que se hubiera reducido aún más cosa que a todos tenía nerviosos, cada cierto tiempo se le ponía a prueba y aquellos que no demostrarán talento eran devueltos sin honor a sus hogares pero nunca era la misma prueba.


La primera fue cuando habían llegado al castillo y fue donde eran seleccionados, no cualquiera podía postular a ser un caballero pero muchos menos llegaban a serlo. Josep recordaba claramente cómo al llegar en compañía de su padre le hicieron luchar con espadas de madera contra un muchacho de pelo negro y ojos dorados, había sentido tanto miedo cuando el chico comenzó a atacar con aquel pedazo de madera pero tomando la poca valentía que tenía se defendió y en un solo movimiento este había soltado el pedazo de madera y se rindió ante él. Así fue como él se ganó un lugar en el castillo y aquel chico volvió a un hogar que probablemente jamás le consideraría importante en la vida.


—¡ALTO!—Gritó un vez más el capitán Bosco y todos se detuvieron dejando sus espadas suspendidas— El capitán Viggo empezará a retirar a ciertos combatientes, quienes queden sin compañeros se juntan con otro en su misma condición.


Claramente durante los encuentros nadie se había percatado que había llegado el Capitán Viggo con una expresión bastante dura, como si le hubieran dado la peor de las noticias, y eso nunca era bueno para nadie.


—Druso, Boriso, Álex y Efesio caminen, los demás sigan trabajando —Ordenó antes de darles la espalda y caminar directamente al castillo seguido por los cuatro mencionados


—¿Estamos en problemas? —Preguntó en un casi imperceptible susurro Boriso recibiendo como respuesta que sus compañeros alzarán sus hombros por un momento— ¡Dios! Estamos fritos


—Silencio —Efesio golpeó su costados aunque se encontraba pálido y en él era mucho decir al ser albino— Solo muévete, puede que sea un ejercicio aparte o algo


Sus pasos hacían eco al caminar por los pasillos y aquello generaba que estuvieran aún más ansiosos, pasando por las distintas recámaras vieron aquellos que compartían en el castillo pero que no eran parte de la guardia, como los del Clérigo o las doncellas silenciosas. Cuando el Capitán Viggo se detuvo de golpe se encontraban en la parte más alejada del castillo, donde se alzaba la catedral teniendo la entrada solo aquellos con grandes rangos en el castillo y desde su posición podía ver a un grupo de hombre sentados en semi círculos en altas sillas mientras al medio había una mesa con armas.


Cuando uno de los hombres sentados dentro de aquel lugar les hizo una seña, Viggo volvió a caminar ingresando con paso firme y seguro.


—Formados en una fila, que les vean —Ordenó el capitán cuando estuvieron frente a la mesa y rápidamente obedecieron, con sus espaldas rectas y brazos cerca del cuerpo, uno al lado del otro


—Veo que haz hecho un buen trabajo —Murmuró el mismo hombre que les había hecho la señal para ingresar, su rostro estaba manchado y lleno de canas hasta en su larga barba— Son jóvenes obedientes y bien dotados ¿Cuales son sus nombres?


—Álex —Respondió siendo el primero en la fila e intentando mantener un tono firme pero respetuoso


—Boriso —Respondió de la misma forma el segundo aunque una gota de sudor cayó por su cien


—Efesio —Siguió el Albino tragando luego un nudo en su garganta

—Druso —Finalizó el moreno


—Vaya, que nombres menos cristianos —Comentó otro de los hombres en el lugar mientras juntaba sus manos sobre su pecho— Y aún así el Señor parece estar conforme con su trabajo siendo bendecidos y vistos con buenos ojos


Los cuatro chicos afirmaron su postura, estaban nerviosos, jamás habían visto a aquellos hombres y su forma de actuar lo desconcertada, estaban acostumbrados a las órdenes directas, chistes ácidos y la rudeza de trabajar con guerreros.


No a la observación y voces calmadas.


—Dios a visto hacia ustedes con muy buenos ojos —Volvió a hablar el hombre sentado al medio del grupo— Sus grandes habilidades les han hecho destacar de sus compañeros pero es momento de saber la purezas de sus corazones —El hombre señaló la armas sobre la superficie— Sobre la mesa tienen una series de armas, alguna de estas han sido de los más nobles guerreros y otros de grandes demonios traidores, escojan bien para saber su destino


Los cuatro chicos cruzaron miradas antes de tragar duro.


****


Cuando el cielo se oscureció y la temperatura bajó, Álex colocó sobre sus hombros la capa para viajes y la amarró sobre el aketon y la cota de malla de cuerpo entero la cual acarició mientras su mente se hundía en sus recuerdos. Aquella mañana les habían hecho la última prueba de los caballeros y él la logró pasar sin problemas al haber escogido correctamente, luego de eso a los que habían acertado les entregaron sus investiduras y la última misión.


Al salir de la habitación vio al Capitán Viggo quien le hizo un gesto de saludo amistoso cosa que intentó imitar, a pesar de ya ser considerado un caballero, aún sólo tenía el rango de caballero de la Iglesia. Camino por los fríos pasillos hasta las caballerizas y ahí cogió a su caballo, Trueno, a quien colocó su montura antes de subir a este y salir a gran velocidad hacia la parte más oscura del bosque.


Esta era su última misión, si lo hacía bien sería bendecido como un caballero blanco y podría volver a su hogar, pero si fallaba está era su sentencia de muerte.

Aún recordaba cuando -después de escoger cada uno un arma- fueron separados en distintas habitaciones donde al pasar un rato uno de aquellos hombres sentados se presentó, iba acariciando su larga barba y sonreía de una manera muy particular que casi lo hizo sentir miedo.


—Haz sido bien visto por los ojos de nuestro Señor —El hombre mayor rompió el silencio mientras le indicaba que se acercara— La espada que has escogido es la espada del mismo Miguel el Fiel, quien con ella en las primeras cruzadas acabó con todos los infieles que atentaban contra nuestra paz, pero debes demostrar que eres merecedor de ser parte de los caballeros


En la oscuridad de la noche repasaba una y otra vez aquel momento, el hombre frente a él parecía estar conforme pero a la vez parecía ansioso y eso le estaba poniendo nervioso ¿Es que acaso todos aquellos años no había mostrado gran lealtad a los caballeros? ¿Es que acaso pasar todas las pruebas de nada servía? Sentía frustración y aún montado en su caballo intentaba centrarse en su deber pero aún la molestia inundaba su alma, había intentado hacer todo bien, cada vez que había caído en pecado o en tentaciones se había corregido pero parecía que siempre querían más.


—Pasado el bosque, siguiendo las estrellas hay un pequeño pueblo Cristiano el cual está siendo atacado por una de las más grandes bestias del demonio, el Dragón Dorado —El hombre juntó sus manos sin quitar aquella sonrisa que le colocaba los pelos de punta ¿Cómo podía sonreír diciendo aquello?— En la Iglesia pensamos que los pecados de esta gente han llamado a dicha criatura y a pesar de reivindicarse esta aún está al acecho en búsqueda de algún cautivo que caigo en tentación, tu misión es matar a la criatura antes de que siga dañando a los demás.


Cuando el hombre le entregó la espada de Miguel el Fiel para terminar su última tarea se sentía casi el objeto de una burla pero cuando vio que el Capitán Viggo en vez de enviarlo al campo a seguir entrenando le ordenó ir a su habitación a ordenar sus cosas para su última misión sintió como si un balde de agua fría fuera vertido sobre su cabeza en pleno invierno. ¿Un dragón? Estaba seguro que aquellas criaturas habían sido extinguidas, los caballeros que habían logrado darles caza eran prácticamente tratados como reyes y muchos habían dicho acabar con ciertas especies ¿Por qué ahora aparecía uno? Y más aún ¿Por qué uno dorado?


Podrías huir, no hay pecado en ello” Susurro una voz en su cabeza pero a pesar de no ser un pecado era una ofensa, una cobardía y una deshonra a su familia, al menos con la muerte su nombre y su familia no caerían en desgracia. Apretando con fuerzas las riendas apresuró a su caballo, si lograba llegar antes del siguiente anochecer todo terminaría más rápido.

30 de Noviembre de 2019 a las 20:33 0 Reporte Insertar Seguir historia
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