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Las aventuras y desventuras de dos chicos: Daniel y Soledad, que enfrentan muchos problemas en su ciudad.


Drama Todo público.

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FELICIDAD: Rutina

(I)

Un camino rutinario hacia la escuela, la mañana gris y un ambiente deprimente era algo de todos los días para Daniel, y algo común en la zona dónde vivía, el primer puerto, Callao; su vida no era precisamente mala, es más, tenía todo lo necesario para hacer a una persona feliz: una familia normal, ni les sobraba ni les faltaba el dinero, unos que otros amigos; lo normal era que una persona sombría como lo era Daniel fuese víctima de abusos por parte de sus compañeros, pero quizás el hecho de no meterse con nadie o alejarse de todo además de no sobresalir en nada era la razón de no ser abusado. En fin, un muchacho que siendo consciente de la vida afortunada que llevaba no podía ser feliz, las razones eran simplemente desconocidas.

Su única relajación era jugar ping-pong en el gimnasio de su colegio, ya que le traía buenos recuerdos de épocas en donde su vida era feliz; es aquí en donde se encontraban sus únicos amigos, ya que en su salón casi no hablaba con nadie; y eso si consideramos como “amigos” a aquellas personas con las que pasas momentos de juegos, pero con los que no compartes pensamientos, ideas u otros momentos fuera de la sala de juegos; sin embargo esto era suficiente para Daniel, que no tenía metas ni objetivos, pero si una preocupación, todos sus compañeros de juegos eran mayores y tenían que prepararse para los exámenes de admisión para la universidad, ya que se encontraban en quinto de secundaria; algunos de ellos tendrían que trabajar, por lo que su familia no podía pagarles una academia. Daniel era el único de todos que se encontraba en segundo de secundaria pronto entraría a tercero y estaba a días de acabar el año y empezar fechas festivas tales como la navidad y año nuevo que, por supuesto, Daniel se las pasaría durmiendo. Aun sabiendo todo esto, seguía sin buscar algún otro hobby en el cual perder tiempo, no le importaba lo que pasará en el futuro, se preocuparía recién en ese entonces.

A unos días de acabar las clases, es una sesión de ping-pong, por primera vez le habla uno de sus compañeros de juego diciendo:

- Hola, ¿Qué tal?, me llamo Alex, ¿y tú? –tras entrar como cual fantasma a las mesas.

A lo que Daniel asustado de su primera interacción con una persona que no sea su familia en por lo menos dos meses dice:

- Daniel, ¿Quie-e-eres a algo de mí? –con la voz en alto tratando de sonar retador, pero logrando sólo quedar en ridículo tras tartamudear.

- ¿Por qué no te unes a nosotros? –decía mientras reía por verlo tartamudear- iremos al internet a jugar y pensábamos invitarte más que nada por el hecho de que casi nunca sales con nosotros.

- Han pasado como 5 meses desde que empecé a jugar y recién me lo dicen…” –pensaba Daniel para sí mismo.

En efecto Daniel hubiese querido que le dijesen eso desde antes, tenía curiosidad sobre lo que jugaban en aquel lugar llamado internet que tanto había oído, pero el que le digan eso faltando poco tiempo para que se vayan del colegio era algo “ofensivo” para él.

- Te lo decimos ahora porque todos tenían miedo a que les rechazarás la invitación. –añade Alex como su hubiese leído su mente.

Aunque la curiosidad era grande, incluso su hubiese sido invitado desde antes, rechazaría la oferta, no quería relacionarse con los demás, y si bien esa actitud le traería muchos problemas en el futuro, pero ya se preocuparía en ese momento.

- Sería genial pero no tengo dinero, no sé jugar, además de que mi madre es bien estricta y me obliga a ir a casa temprano. –expresó Daniel con una cara de decepción.

Era increíble su forma no sólo de mentir, sino de cambiar sus expresiones que hacían que cualquiera crea que lo que decía era cierto.

- Así que un niñito de mami, bueno para otro día será. –dijo Alex como burlándose, aunque no se notaba malicia en sus palabras.

Luego de esto Alex se va del salón con sus amigos.

- Miserables, ni siquiera trataron de convencerme… -pensó, ya había creado muchas excusas en su mente para contraatacar, pero como no le dieron la oportunidad de decirlas le generaron cierta incomodidad.

- Supongo que es mi culpa por ser tan pesimista y huraño. –susurraba tras una larga pausa.

Su regreso a casa era el mismo de siempre, como no tenía restricciones de la hora a la que debía llegar a su casa, tomaba la ruta más larga ya que no tenía nada que hacer en su casa que siempre se encontraba vacía. La ruta era una paralela al río; que a pesar de encontrarse turbio y totalmente enrejado debido a la contaminación producida por los mismos ciudadanos y autoridades que tiraban al río sus desperdicios para ahorrarse el tiempo de tratarlos, tenía una hermosa vista, un boulevard que se encontraba paralelo al río, además de un cielo estrellado y un silencio tranquilizador era lo que lo motivaba a seguir esta ruta, que era en dónde se ponía a pensar en lo que fuera que pasase por su mente; sin embargo, le llamaría la atención el hecho de ver dos ambulancias pasar a toda prisa, su zona era bastante tranquila por lo que lo más probable sería algún enfermo antes que algún herido.

Ya en su casa entendió que la muerte no conoce de estados de ánimo, y trae desgracias incluso cuando todo es un caos; su abuela, una mujer amable que siempre lo cuidó y lo entendió, no volvería a dirigirle alguna otra palabra; esto lo tomó desprevenido, “Incluso si te encuentras en un hoyo puedes ir aún más profundo” fue lo que pasó por su mente.

4 de Septiembre de 2019 a las 22:34 0 Reporte Insertar Seguir historia
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