khbaker K.H Baker

¿Y tú qué harías si estuvieras en mitad del apocalipsis?


Post-apocalíptico Sólo para mayores de 18.

#sangre #visceras #dolor #infección
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Territorio cruento

Sangre, vísceras, dolor…

Y pensar que todo comenzó con aquellos infernales inventos a los que solían llamar vehículos. Aquellos inventos que a día de hoy no son más que carcasas vacías donde pasar la noche para resguardarse del frío y los ataques.

Aquellas cosas produjeron más contaminación de lo que uno pudiese imaginar jamás, fueron la causa de los… como ella los llamaba “días grises”. Nadie podía salir de casa durante los días grises porque no solo el cielo se oscurecía, sino que una niebla tóxica; creada, en principio, a partir del humo de los tubos de escape y la contaminación de las alcantarillas, campaba a sus anchas por la ciudad. Eso dio paso a los primeros especímenes, ratas de cloaca semidespellejadas y muy violentas.

Algunos de esos especímenes mordieron a otros animales, a personas incluso, matándolos en cuestión de minutos, pero eso no acababa ahí. Morían y, después, volvían a la vida pero sin ser ellos mismos de nuevo. Estos, por alguna razón, conservaban su piel y cabello, sin embargo sus ojos se teñían de rojo y eran mucho más violentos y sanguinarios que los humanos o animales afectados simplemente por la niebla. A estos, Emma comenzó a llamarles Trucsom; la combinación de la palabra veneno en aquellos dos idiomas que, todavía en aquel caos, significaban algo para ella.

A los ejemplares infectados directamente por la niebla, simplemente los llamaba Fogger.

Era una estupidez clasificarlos por categorías cuando no conocía a nadie que todavía viviera, o al menos, alguien que todavía fuese plenamente humano como ella, pero hacer aquello la ayudaba a no volverse completamente loca. A veces, incluso mantenía conversaciones con algunos fogger, claro que a distancia y sin que ellos pudieran verla.

El ruido de un cristal rompiéndose la alertó. Se había quedado dormida en un colchón que había tirado al suelo, y el cual había rodeado estratégicamente con hilo de pescar, como si de un ring de boxeo se tratase.

Los cristales caían hechos añicos al suelo y, por entre los tablones clavados sobre la ventana, asomaban unas manos ensangrentadas. Esos eran trucsoms, sin duda. Los fogger no habrían podido encontrarla dentro de aquella casa, sin embargo, los trucsoms poseían un olfato envidiable capaz de localizar una presa a mucha distancia, si esta se encontraba a la misma altura que ella.

Desgraciadamente para Emma, no había podido encontrar un escondite mejor para aquella noche que una casa de una altura. Normalmente solía alojarse en edificios altos, después de asegurarse de que estaba vacío, pero se estaba alejando de la gran ciudad después de que, por accidente, causara un incendio al intentar encender una fogata dentro de un apartamento.

Los sonidos guturales de aquel trucsom alertó a más infectados. Tal vez uno no tuviera la fuerza suficiente como para echar abajo los tablones de madera que todavía la mantenían a salvo, pero cuando se unían, algo que no era demasiado común debido a su naturaleza violenta, eran imparables.

Unos golpes sordos en la puerta, la obligaron a mirar hacia allí, parecían golpes humanos, es decir, golpes acompasados, con algún fin. Emma se quedó petrificada durante un instante, unos segundos en los que el silencio reinó en su propio mundo, mientras los golpes y los gruñidos del exterior continuaban.

—¡Auxilio! —una voz femenina rompió el silencio que componía su espacio interior. Emma se puso en pie y, tras sacar un machete que siempre llevaba con ella, cortó el hilo de pescar que le había acompañado durante tantos meses.

Los pasos hacia la puerta fueron acompañados por disparos en el exterior, los trucsoms habían abandonado su idea principal de tirar la ventana abajo para acudir a la persona que, momentos antes había gritado.

Emma no pudo contenerse, era la primera persona que encontraba desde que todo comenzó. Ella solía vivir sola, solía encerrarse en su apartamento, no tenía familia ni amigos y nunca se había sentido realmente sola… Todo era muy distinto a entonces, ahora Emma deseaba poder tener una conversación con alguien que no fuera su reflejo o foggers que ni siquiera sabían que ella existía –por fortuna–.

Abrió la puerta de un tirón y, cogiendo con violencia la chaqueta de la mujer que yacía de espaldas a ella, disparando a los infectados que intentaban hacerse con su vida, la metió dentro de la casa.

—¿Estás bien? ¿Te han hecho algo? —preguntó Emma con impaciencia, mientras empuñaba el mango del machete con fuerza—. ¡Responde!

—No, no me han tocado —respondió jadeante la mujer, antes de girarse hacia ella.

Aquella mujer, de rostro parcialmente desfigurado, presentaba yagas en la piel que quedaba en sus mejillas y cuello. Parecía afectada por un eccema infeccioso en estado avanzado. La mujer sonrió y, su labio inferior comenzó a gotear sangre, hasta que, sin que la mujer llegara a tocarlo, el mismo cayó al suelo. El sonido acuoso al chocar contra la tarima, en mitad de la sangre que el mismo había provocado, hizo que una arcada revolviera las entrañas de Emma.

Había visto a muchos así, también a otros mucho peores, pero nunca había visto el proceso de transformación.

—Gracias —dijo la mujer, con una mala pronunciación, la cual se debía a la falta de labio inferior.

Emma negó con la cabeza y retrocedió otro paso. ¿Cuánto tiempo tenía hasta que aquella mujer completara su transformación? Definitivamente no demasiado.

Su mochila reposaba todavía encima del colchón, al lado opuesto de las habitaciones, donde podría resguardarse. O huía, arriesgándose a morir de inanición o intentaba coger sus provisiones. Había una tercera opción, podría matar a aquella mujer con el machete, pero sabía que no podría hacerlo, por mucho que hubieran mutado, ella jamás sería capaz de matar a una persona.

Una tos ronca, donde los esputos volaban por doquier, interrumpió los pensamientos de Emma que, en un intento por sobrevivir, corrió hacia el colchón, maldiciendo la hora en la que cortó el hilo de pescar. Su mochila no pesaba, sin embargo en esos momentos, sentía como si dentro de ella llevara medio cargamento de provisiones del ejército.

Un grito agudo la obligó a taparse los oídos, los trucsoms volvieron a la ventana, rasgaron con fuerza hasta que los tablones cayeron uno por uno sobre los cristales. Las manos desaparecieron durante un instante, pero algo peor volvió, la cara de un trucsom, con los ojos inyectados en sangre, y el labio medio arrancado a causa de su propia violencia, el cual supuraba pus que, sin duda, dejaba claro que padecía algún tipo de infección.

La mujer del interior de la casa, un fogger por suerte, si es que aquello tenía algo de positivo, se giró hacia Emma y profirió un nuevo grito ensordecedor antes de correr hacia ella. Un quiebro por parte de Emma, consiguió que la fogger chocara contra la pared. Aquello le concedió un par de segundos que usó para correr hacia la habitación.

Nervios, taquicardia, insuficiencia respiratoria… Todo aquello influyó a que no prestara la atención que necesitaba. Emma pisó el trozo de labio, el cual flotaba sobre un pequeño charco de sangre que la hizo caer al suelo, otorgándole al fogger el tiempo que necesitaba para llegar hasta a ella, y al trucsom el necesario para acceder al interior de la casa, resquebrajando su cuerpo sin darle importancia, al deslizarse sobre las esquirlas de cristal que todavía quedaban adheridas al marco de la ventana.

La solución era fácil, podía clavar el machete en la sien de la fogger y huir hacia la habitación más cercana. Todas tenían acceso al exterior, podría huir hacia otro lugar sin problema… pero no pudo hacerlo. La fogger babeó su purulencia sobre el cuello de Emma, mientras ella intentaba apartarla con las manos.

No pudo hacer lo mismo con el trucsom, el cual hincó sus hediondos dientes en su muslo, arrancando un trozo de carne y estirando sus músculos hasta que acabaron por desprenderse de la pierna.

El grito de Emma inundó el salón de la casa, fue ese mismo grito el que provocó que el trucsom enloqueciera y, en un ataque de ira, arrancase la cabeza de aquella fogger, cuyo cuerpo sin vida cayó sobre Emma.

Su respiración desacompasada se aceleró en un último momento, cuando aquella bestia la miró a los ojos. A Emma le pareció ver como ese ser despiadado sonreía y entonces…

El ruido de un cristal rompiéndose la alertó. Se había quedado dormida en el colchón que había dejado tirado en mitad del salón de aquella casa abandonada.

Emma contuvo la respiración y entonces lo oyó de nuevo. El sonido de unos golpes sobre la madera de la puerta.

27 de Agosto de 2019 a las 13:20 6 Reporte Insertar Seguir historia
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H. Alfaro H. Alfaro
Buena.
September 20, 2021, 03:20
José M. Martínez José M. Martínez
Realmente senti asco en algunos momentos, me gusta muchisimo!
May 25, 2020, 19:25
Flor Aquileia Flor Aquileia
Fascinante como siempre!!
November 25, 2019, 15:09
Jacqueline Q-Herrera Jacqueline Q-Herrera
ohhh genial
October 10, 2019, 22:33
Alexis Equis Alexis Equis
¡Muy interesante!
September 29, 2019, 16:45
Becca Blume Becca Blume
Wow, está genial! :) me gusta!
September 27, 2019, 23:37
~

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