A
Abraham Alexis


Cada vez que se veía frente a un espejo, el que le devolvía la mirada le resultaba un extraño. ¿Acaso nacemos con el rostro adecuado a nuestras conveniencias, o es que puede parecernos extraño y hasta inquietante ver nuestro propio reflejo y sentir que no somos esa persona?


Suspenso/Misterio Todo público. © no

#378 #intriga #301
Cuento corto
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I

Cuando se ponía frente a un espejo, no sabía por qué, pero la incertidumbre lo asaltaba. Le parecía desconocido aquel rostro reflejado y, sin embargo, sabía que era el suyo.¿Ese soy soy?,se preguntaba frecuentemente, poniendo en duda algo incuestionable que para cualquier persona le resultaría una locura.¿Por qué sentía que ese rostro no era el suyo? A diario veía miles de rostros en la calle y veía el suyo propio también por todas partes, pero en lo que a los demás respecta podía advertir una verdadera congruencia con su ser, en el suyo no era el caso. Pues sabía perfectamente cómo era, qué pensaba, cuál eran sus intenciones, sus esperanzas, y cuando lo comparaba con su rostro resultaba un contraste total. Un disparidad desmedida. Llegó incluso a sospechar, en su loco delirio por encontrar una explicación, que le habían cambiado de rostro-algún lunático cirujano o sádico científico que veíaen los cines cada fin de semanapodríahaber salidode lapantallay hacerle una intervención quirúrgica mientras estaba dormido-, porque estaba seguro de que ese no era su rostro. Y no era que su carale pareciese demasiado feo o simple, más bien era hermoso a los ojos de los demás: era solo que no lo sentía como el suyo. Algo así como cuando uno no está seguro de la propiedad de un objeto que no recuerda haberlo visto nunca aunquealguien le asegura fervientemente que sí. Así se sentía el pobre y, lamentablemente, cada vez más se convencía de que estaba en lo correcto. Tanto fue así que un resentimiento impulsivo y feroz iba creciendo dentro de su interior, ganando terreno a medida que pasaba el tiempo, no sabiendo cómo frenarlo ni qué hacer para volver al sosiego de una vida normal. Aunque una vida normal es lo que nunca tendría ya que de la noche a la mañanase habíaconvertidoprácticamenteenuna figura célebre. Ahora, ya muy tarde, entendía los inconvenientes de su éxito;y no solo eso: se había vuelto algo atormentador. Ver su rostro en varios anuncios publicitariossabiendo que más que desagradarle le generaba un escozor que colindaba con la furia era algo que tenía que evadir si quería tener un buen día. Pero... ¿cómo lograrevadir todos esos anuncios que estabanprácticamente en toda la ciudad?¡Todavía peor!: a veces su rostro aparecíaen la televisión promocionando algún que otro producto que, desde luego, se vendería por miles. En esos momentos se sentía preso de la locura:tirabalas cosas que estabana su alrededor, las rompía,o gritaba una que otra lisura. O hacía las trescosas a la vez. Luego trataba de calmarse, sacaba un cigarrillo de su bolsilloy se quedaba sentado en su sofápor largas horas en completo silencio. Claro que todo eso sucedía dentro de su casa: en la calle era diferente. Si alguien lo reconocía se comportaba de la manera más natural como una personalidad célebre puede comportarse. Más eran las mujeres que lo buscaban afanosamente, pero eso a él no le generaba ni el menor interés ni orgullo. Sabía perfectamente que ellas solo apreciaban lo hermoso que era su rostro-que desde luego no era el suyo-y por esa misma razón se resignó a llevaruna vida solterasin experimentar el más leve placer que genera estar acompañado.Entonces,¿qué rostro le pertenecía? ¡El de un pensador, el de una persona que se pasa el día reflexionando sobre cosas importantes; no ese rostro tonto y popular que denotabadebilidad mentalcada vez que se veíafrente a un espejo! Estaba tan amargo por no parecerle suyo ese rostroque una noche, perdido en su andar por estarcavilando profundamente sobre su desdicha, se encontró por sorpresa -¿acaso también destino?-en las puertas de un inmenso edificio donde se practicabacirugía facial. De repentese rebeló frente a sus ojos la solución. Y, acompañado de esta,lapor finanheladasensación de esperanza. Dio un paso adelante, pero se detuvo. Recordó que todos sus fondos los tenía guardado en su casa y que en sus bolsillos solo tenía un par demonedas para el bus. Además la suma que se requería para tomar prestado el servicio era exorbitante: necesitaría ir a un cajero bancario y retirar dinero. El problema era que no sabía dónde había un cajero automático a su alrededor. La única alternativa que le quedaba era utilizar ese par de centavos del bolsillo para volver a casa y de allí regresar con el dinero en la mano. Pero eso habría supuestouna pérdida de tiempo que no estaba de acuerdo enaceptar. Además, lo que quería no era perfeccionar su rostro-que ya era imperfeccionable de por sí-, sino cambiarlo totalmente (si es que se podía haceruna cosa así). El letrero inmenso que se exhibía enlafachadacon luces de neón, sin embargo, no le proporcionaba ni la menor esperanza. En letrasazul eléctricorezaba:“¡PERFECCIONE SU ROSTRO EN UN INSTANTE!”

"¡Es que ya no es posible!-pensó,frustrado-.Y tampoco lo quiero".

Estabaa punto de abandonar el edificio hasta que de pronto sus ojos encontraron otro anuncio, casi oculto, debajo del gran letrero. Este decía así: “Se venden máscaras humanas a rebaja”.Se sintió poseído por la curiosidad irresistible y se acercó al pequeño anuncio para mirarlo detenidamente. De pronto, levantó las manos en señal de alegría al leer también que la cuota inicial era gratuita, y que solo bastaba registrarse para dar inicio a la operación. El corazón se le había hinchadode felicidadcomo un globo cuando entró al edificio. En el vestíbulo se encontró con una joven recepcionista que lo reconoció con solo mirarlo. Todos lo reconocían con solo mirarlo. Su rostro era de dominio público. Sin embargola joven lo hizo sentarse en la salade espera, mientras atendía a un cliente que había llegado previamente. Cuando llegó su turno tuvo casi vergüenza en preguntar qué eran las máscaras humanas, y si eran una alternativa eficaz a la cirugía facial que se ponía en primer plano.

-Por supuesto-afirmó la recepcionista, ruborizándose al encontrarse con esos hermosos ojos que había visto en todas partes-. Y déjeme decirle que nuestra clínica se especializa en estos casos. ¿Es la primera vez que oyemáscaras humanas?-por su silencio entendió que la respuesta era sí-. Pero he de advertirle una cosa que seguro no le gustara-advirtió la joven-:Las máscaras humanasproceden deverdaderoshumanos-al ver su rostro perplejo, explicó-: La cosa es sencilla. Una persona muere, ya sea por accidente o enfermedad, y nos dona su rostro. Pero es nuestra Dirección de Aceptación de Donantes la que se encarga de aceptar o no un rostro. Depende de muchos factores, como por ejemplo la edad, el sexo y el grado de belleza. Si cumple los tres requisitos entonces ¡bingo! tenemos nuevo rostro en nuestro escaparate. Y siempre son los mismos donantes que se acercan a nuestras oficinas de donaciones: locos que quieren inmortalizarse en los demás, gente arruinada económicamente que piensa recibir una gran recompensa. ¿Y usted, por cuál de las razones está aquí?

-Porque ya no aguanto mirarme frente al espejo-se sinceró-. No lo entenderás, mujer.

La joven entrecerró los ojos.

-Creo que sí...-afirmó-.Creo que a usted le ha impactado tener toda esa fama y quiere desaparecer, ¿verdad? Yo también me sentiría como usted si llegara a ser una celebridad.

-¿Ya ve?: no lo entiende. Ahora respóndame esta pregunta: ¿Es legal?

-Por supuesto-respondió la recepcionista-, todo tiene sustento legal y con el debido permiso de los familiares. Puede usted informarse de eso en...

-Y el procedimiento...-interrumpió, experimentando una desesperación desbocada-. Dígame cuál es el procedimiento.

A lo que la recepcionista respondió:

-El cliente, en ese casousted, serásometido a fuertes concentraciones derayos "X" alrededor del rostro. Luego, como si se tratara de una escena de ciencia ficción, se la retirará el médico que lo esté atendiendo y lo llevará a una cámaracriogénicapara conservarlo en caso de que usted decida volver a utilizarlo.A continuación se procederá con el paso de "Ensamblado", en donde el médico le colocará el rostro que usted previamente haya elegido de nuestro catálogo facial, para luego finalmente cocerlo con ayuda de rayos "X" e hilo de pescar. Pero, enserio, usted se ve muy bello, no lo haga...

-Prosiga.

-Todo se realizará bajo los efectos de las drogas, por supuesto-continuó la joven-para evitar el mínimo dolor. Y en cuanto la operación esté terminada usted dispondrá la opción de donar su rostro a nuestra beneficencia, claro, si quiereinmortalizarcecomo los demás-rio un poco y se cayó cuando se dio cuentaque su gracia no fue compartida-.¿Está usted de acuerdo con nuestras políticas?-dijo al final, poniéndose más seria.

-Sí-dijo él enseguida, anhelando lo más antes posible que le retirasen aquel rostro extraño de su cara- ¡Hágalo ahora mismo!

La operación fue un verdadero misterio porque durante todo el proceso de intercambio facial estuvo sumido en el sueño de las drogas. Lo único que supo instintivamente al despertar fue que se había convertido en otro. Al verlo recobrar la consciencia, elmédico que lo había atendido salió de un rincón de la sala de operaciones donde tenía horas esperandoy le ayudó a despojarse de las vendas ensangrentadas que cubrían su rostro."No se lo toque", aconsejó. "Me pica mucho", dijo él."Es normal"."¿Puedo verlo?". Se sentía ansioso por ver el resultado. Creía haber elegido bien del inmenso catálogo se le ofreció, pero cuando el médico le depositó un pequeño espejo en la mano y lo alzó a la altura de sus ojos,un profundo estado de melancolía y decepción terminó por acabar sus sueños. El nuevo rostro no era ni mejor ni peor que el antiguo. Seguía advirtiendoesa maldita disparidad que resaltaba a todas luces a su entender. No podía explicarse cómo había ocurrido eso.

-¿No tendrá otro rostro más... bonito?-preguntó al médico, sin saber cómo expresarse-. Este no me gusta.

-El más bonito que he visto en toda mi vida es el que acabo de retirarle-repuso el cirujano a su vez-. Veo que no se contenta con nada. En ese caso podría enseñarlemicatálogo especial,si es que está dispuesto, claro,a no decírselo a nadie. ¿Entiende?

-Por favor, enséñeme-dijo él enseguida.

El médico esbozó una sonrisa enigmática y ayudándolo a ponerse de pie lo condujo afueray lo llevópor interminables corredoresy puertas hasta detenerse frente aun cuarto oscuro y enorme, endonde al encenderse la luz se visualizaron decenas de rostros vacíos encapsulados en pequeñas cámaras criogénicasy puestos de manera semicircular sobre pedestales,pareciendomás una escena terrorífica que una hospitalaria.Elija el que usted quiera,dijo el médico.Pero debe saber usted que le costará más el servicio por el que le estoy brindando que por el que usted pidió en un inicio. De acuerdo,dijo él. Habían rostros de todo tipo, de hombres, mujeres, niños, niñas... De todos. Incluso se quedó estupefacto al encontrarse con un rostro familiar que no había visto hacia años. Se quedó contemplando el lugar en busca del rostro perfecto hasta que encontró el apropiado.Ese de ahí,dijo al médico, señalando con la mano uno que estaba sumido entre las sombras.¿Ese?,preguntó el médico, como dudando.¿Está seguro?Solo lo usamos como ensayo...Sí,insistió él,ese de ahí.Muy bien, respondió el médico tras un suspiro resignado,que así sea.Otra vez lo adormilaron, pasó el tiempo, y cuando despertó y el médico le acercó el espejo ante su desesperado llamado, se sintió por fin satisfecho y en paz consigo mismo; pues ahora lo que veían sus ojos eralo que siempre habían querido ver (o no ver): nada.Porque ahora sus párpadosestaban cocidos sobre un rostro de látex, de tal manera que ya no podía verse en adelante y ver en ningún espejo ese desconocidorostro suyo nunca más.

25 de Agosto de 2019 a las 22:44 0 Reporte Insertar Seguir historia
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