u15658023911565802391 Andrés Sánchez

No siendo suficiente siendo huérfano, un niño tiene que lidiar con los prejuicios que ha sido etiquetado. Un niño que no tiene nada que perder, prefiere vivir a su manera aunque siempre ha sentido que pertenece a otro lugar.


Cuento No para niños menores de 13. © Fotografía: Daisy Rueda

#pelirrojo #huérfano
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Sime Belli

Una gota, la última del patio. Como una jauría, demasiado animal para ser humano, los chicos se acercan a ella con lenguas de plata que prometen socialismo. Cada uno cree que puede engañar al otro y comérselo vivo, un placer sadista propio del caníbal dentro de todos. Olfatean la victoria, elixir que interpreta el problema del objeto a través de un vidrio, tan cerca y tan lejos. Entre sombras ciegas y fugaces, aparece una llamita roja y rápida. Era un personaje cálido, pero de seguridad incierta, discreto, apagado, o eso lo hacía creer. Se acercó intimidando al pequeño, apoderándose del espacio que en un principio era público.


- Perdona pero, ¿es esa es la última botella?

- Aléjate achiote, como último no te vamos a dar nada

- Tranquilo David, no te lo voy a quitar

- Lárgate fosforescente, no vamos a darte nada

- Henry, amigo, si quisiera agua no la tomaría de ahí

- ¿A qué te refieres, rojizo?

- Olvídalo, vine para dar un mensaje. David, Antonio y Jonathan, los tres deben ir al…

- Espera, espera, Belli. Dinos por qué no la tomarías

- Ahh…. Chicos, esa botella es la misma que el director usa como veneno. No es agua, es un químico especial que penetra sigilosamente en el cuerpo, atacando directamente al corazón. ¿Recuerdan a Cristóbal? Ese niño tenía un líquido regado por todo su cuerpo, era un líquido incoloro pero cuando uno se acerca a ella, un olor putrefacto se impregna en nuestras narices. Preferible no abrirla

- ¿Y cómo así un veneno letal estaría botada en el suelo, dentro de una botella, sin abrir, casi intacta, en medio del patio?

- Realmente la pregunta sería ¿Por qué hay una botella en el medio del patio? No tiene sentido que en este sol, tan asesino como nunca, la botella de agua no haya sido consumida mucho antes. Sabes que el verano es mortal, que incluso mató a nuestro compañero de insolación ¿recuerdan? Además, esa botella está justo debajo de la ventana del director, con una posición que claramente nos dice que se cayó desde una altura considerable, probablemente… del tercer piso – la llamita se mueve lentamente hacia los oídos frenéticos del miedo, alterados por sus palabras – y ustedes no quieren terminar como Johan, el líder de la clase – enfatizando más el sarcasmo que el título – Todos sabemos aquí como terminaremos si seguimos los pasos del único chico rubio que piso la tierra de este colegio

- Es cierto. Tiene razón, me… mejor me largo, de todos modos tengo que ir a… ¿dónde?

- Al auditorio, te esperan algunos profesores

- Sí, al auditorio. Vamos chicos, terminemos esto de una vez

- Sí, yo también me voy

- Igual

- Chao, suerte en su reunión… idiotas. Ja ja – suelta un crescendo agudo – No puedo creer que cayeran en eso, así mismo es la botella. Supongo que después del asesinato del niño a manos del director, todo parece ser creíble. No hay mayor peligro del individuo que la misma ignorancia. Bueno, el sol no va a perdonar así que… – de sorbos casi insaciables acabó la botella, dejando el exoesqueleto – ah… delicioso. Estos son placeres que solo el hambre o la sed pueden dar


Con una lengua jugosa y satisfecha, llenó su sonrisa de picardía y planes de un niño guerrero de la vida, decide dar una vuelta sin rumbo aparente. No sabía que hacer realmente, esperaba que algún suceso ocurriera, como las mejores cosas de la vida: sin planes.


Un radiante sol perfumaba el cuerpo entero. Tan enemigo de los niños habitantes del desierto, propio de los parias contemporáneos. Se sentía un infierno, más que la guerra, más que la miseria, porque realmente era algo peor que la muerte. Helvíti era el nombre de tal condenado lugar. Nombre que prometía presagio, una oscura profecía que yace muerto en las mentes de los estudiantes. El tiempo siempre se ocupa de enterrarlo todo, incluso los mismo pecados.


Uniformes carcomidos, presentación de ropa con la firma auténtica de Frankestein. Era un destino peor que la muerte. Parecía más un regalo darles de baja que dejarlos respirar un segundo más. Aquí en estas tierras, el complejo de Kevorkian sería lo más cercano a un ángel. Porque eran niños que nunca conocieron el amor, no tienen por qué luchar. No se les estaba permitido sentir nostalgia ni envidia. Sus corazones ya habían sido lavados de toda nobleza y esperanza. Llega el punto en donde no sabes por qué siguen levantándose de sus camas, no encuentras lógica en sus acciones. ¿Qué tan miserable debe ser un niño para por fin entender el significado de la palabra suicidio? Curioso saber que hasta ahora ninguno de los encadenados había tenido una idea como esta, una consecuencia casi inevitable era simplemente ignorada por mentes tan escasas. Les faltaba sabor, les faltaba sentido. Todos los días, amarraban sus zapatos solamente, levantaban sus miradas y buscaban algo que comer, o una raison d'être.


No hay mentira más grande que la que se hace a uno mismo.


Pero sus días eran la mayor diversión si dedicaban a enflorecer los cortes y a maquillar de amarillo las carachas. Creían estar a salvo, ave enjaulada que desde que nacieron imaginan pesadillas más fuertes allá fuera, tenían miedo del sartén cuando ya se encontraban en el fuego.


La alarma, luz sedante que atrae a los niños con complejo de moscas estúpidas. Una vez más suena, con el chirrido de infantes ya crucificados. Pasos que aparentan cadenas y pesos que obligan a arrastrarlos. Siempre el primero, siempre último, el chico tan sonriente al caos y cenizas rojas aún prendidas en su cabeza. Su apariencia imantaba burla y odio xenofóbico inexplicable. Siempre se le vio como el zorro, todos lo conocían, nadie lo quería, pero el chico seguía sonriendo. Escucharlo era siempre interesante, nadie lo conocía lo suficiente como para saber de dónde saca tanta información y provecho de los hechos. Era astucia auténtica, intimidante y un poco demoniaca. Equilibrio perfecto para un ser tan despreciable. Origen incierto, futuro impredecible, ese era el estudiante número 541.


- Belli, ¡idiota!

- Oh, oh. Hora de clases (cuánto se demoro en darse cuenta) – soltó una sonrisa sólida y tímida


Corrió mientras agachaba la mirada para aprovechar el dinamismo. Sus piernas desnutridas lograban rebasar toda posibilidad de ser atrapado. Su cuerpo parecía una máquina que solo necesitara de una combinación de oxígeno e hidrógeno para trabajar.


El horizonte lo hacía verse cada vez más enano, parecía un potencial de burlas para pigmeos. Con cada paso, la risa se le montaba a la cara, una risa contagiosa.


- Uff… los perdí. Bueno, de regreso a cla…

- Aahh – gritos que solo podría emitir un alma noble e inocente, carne fresca

- Pero qué está pasando… – sin premeditarlo salió a ver qué pasaba


(Aah) primer golpe, (ouh) segundo golpe. Dolor hervido, tan fuerte que uno se olvida de quien es al instante. Un charco carmesí que se alimentaba con las gotas que caían de su boca. Era un niño pequeño, más que un mono y menos que un perro. Era una cara nueva, de rasgos aún indefinidos a futuro. Su público no era más que una bandada de cuervos surtidos en edades y presentación. Todos con ojos clavados en su agonía. Infante obligado a la infantería, los ojos no soportaban más lágrimas, las manos ya no tenían forma, la nariz perdió su capacidad de respirar constantemente. La agrupación oscura estuvo instantáneamente de acuerdo que el pequeño moriría en ese lugar. El cuerpo estaba tan cansado de tan solo estar vivo, los pulmones parecían explotar, el pecho estaba tan rasgado que incluso la piel cedía a los golpes. Su ropa se hacía vino, un amargo vino que mientras más tiempo fuera se desnaturalizaba. El mismo corazón luchaba con todo el valor de un guerrero ciego de fe. Un ojo ya no podía ver. Segundos, eso faltaba, segundos. La consciencia del chico ya decía bandera blanca.


- David, ¿qué estás haciendo? – interrumpe el comité de mutilación de almas

- Lárgate Belli, estoy dando la novatada al chico nuevo, sabes que lo necesita para sobrevivir

- Creo que ni siquiera lo estás dejando respirar

- Se le pasará en unos minutos, debe hacerlo, ahora vete a clases

- ¿Y si no lo logra?

- …

- Sabes que si matas a otro niño te van a mandar al cuarto Nastrand otra vez

- … sí, lo sé. Ya he sobrevivido a ello

- David… esta vez va a ser – se aproximo al oído – permanente

- Yo… yo – bronquios casi asmáticos en su sistema – viviré con ello

- David

- ¡Qué!

- Nadie ha salido con vida de ahí, solo tú, y sabes que no eres inmortal


El puño tan formado de acero se quebraba con varios temblores nerviosos. Ya no podía más, su aliento estaba en su contra. Se había revelado su mayor desesperación.


- Escuchas esos pasos David, esas botas con punta afilada para patear – vuelve a su oído – está viniendo… toc… el director… toc… el hombre que… toc… mató a un niño… toc… – suspiro – con sus propias manos


El cobarde huyó, sin dirección, desesperado como ave que no puede volar. De entre las sombras sale un ser alto y prepotente, sin distinción de cara, alza una mano y, con un dedo, señala la puerta de entrada más cercana. Era el profesor Hel, salvador y verdugo del instituto.


- Todos – una voz gruesa propia de un monstruo – entren a clases, la campana acaba de sonar


Todos de pie, arrastrando los zapatos viejos y arrugados. Todos menos el chico nuevo. Recogiendo todas las pertenencias del joven, una mano topa su hombro como sinónimo de saludo.


- Gra… – tose vomitivamente mientras escupe sangre – gracias amigo

- Amigo (¿acaba de llamarme amigo?)

- Sí, gracias… – mueca de pensamiento – ¿cómo te llamas?

- Novis, me llamo Novis Belli

- Vaya, Novis. Qué raro nombre

- Sí… es un nombre muy raro


Un hombre manchado limpia la cara del niño. Un niño sonríe al alma manchada, desarmando toda hostilidad. Suceso que tanto se planeó como no. La casualidad y el destino cruzaba a Novis, no sabía en qué pensar mientras hablaba con ese pequeño.


- Oye Novis, ¿te puedo preguntar algo?

- Dime

- ¿Por qué me salvaste?

- Yo… – vacío en palabras, ausencia de tinta para la lengua de plata – la verdad es que… odio a David, y quería arruinar su diversión sadista

- ¿Qué es sadista?

- Ahmm… veras – se viran los ojos

- Llamando al estudiante 541: Novis Sime Belli. Acercarse a la oficina del director – voz de tarro electrónico

- Ese eres tú Novis

- Sí, ya lo sé. Me pregunto qué es lo que querrán de mí


Sonidos épicos rodean el tímpano del soldado, su caminar eran tan vago que parecía una marcha a la muerte. Nadie podía saber realmente que es lo que iba a suceder. Bostezaba quejas y resignaciones, odiaba las órdenes que le hacían cambiar el rumbo trazado con tanta pasión. Estaba ya en el tercer piso, esperando que algún evento oportuno lo arrancase de esa situación. Una mirada a la ventana: nada; una mirada al suelo: nada; una mirada, ya desesperada, atrás: nada. El pasillo se teñía de oscuridad, espesa, un acto craso que sabía cómo iba a terminar, sin perdón ni retorno. La puerta la estaba esperando, adornada de cráneos sonrientes, y al lado, el verdugo.


- Entre Sr. Belli, el director lo está esperando – abre la puerta con aires de Caronte

- … – tragó en seco – (aunque no haya hecho nada malo, el director sigue siendo ese asesino de estudiantes)


Entró con el corazón en mano, rezando inútilmente sus famosas últimas palabras: solo quiero vivir un poco más.

Pasaron horas desde que pisó la tierra de ejecuciones. Dentro de sus conversaciones subordinadas por el poder que poseía cada uno, lo único que se pude entender fue un grito colorado del director, tan fuerte que hasta el más despistado pudo recordarlo


- ¡Pues ahora lo eres!


Colérico de su puesto, lo mandó a que continuara con su jornada de infierno educativo. Todos dieron un minuto de silencio cuando pasaba su sombra por el aula, simulando una velada de los que mueren o van a morir.


El chico estaba ahí, caminando y contando estrellas vencidas. Solo lograba pensar en él específicamente su yo del futuro. Con la mirada abajo intentaba calcular la cantidad de rectángulos en el suelo. Llegó a su aula, se disculpó de su interrupción y levantó la mirada para reciprocar. De repente, lanzas de obsidiana fueron direccionadas sin respeto y sin escrúpulos hacia esa pobre oveja que recién había sido esquilada. Un silencio de tal incomodidad que perturbaba hasta la respiración, podías escuchar tu corazón, tus pulmones, te convertías en el sonido.


No dejaron de acosarlo de miradas hasta que realmente era necesario irse de la clase y continuar. Era desesperante, sin salida, auténtica miseria. Cuando ya todo se acabó la mano que se había posado en su hombro volvió a hacer su visita.


- ¡Novis! Por fin te encuentro – libera la sonrisa que quería dar a la llamita

- Tú eres… ¿el chico nuevo verdad?

- ¿Chico nuevo? ¿De qué hablas, Novis?

- Emm… bueno

- Y no soy ningún chico, tengo nombre ¿sabes? Me llamo Usagi

- ¿Usagi? ¿Qué eres, asiático?

- ¿Qué es asiático?

- Ahh… (¡qué, este niño no sabe nada! En serio ¡dónde ha estado!)


Se levantó de su silla y procedió a caminar sin haber respondido la pregunta. Como el niño que es, insistió con pasión y berrinche infantil, etapa que Novis odiaba tanto.


- Olvídalo niño, ya me cansé de hablar

- Que no soy ningún niño, soy Usagi

- Lo que sea

- Espera, espera – de saltos alcanzó su muñeca izquierda

- Auch – gruñido crítico de un punto recién maltratado

- ¿Qué te pasó? – diferencia una marca en su muñeca con apariencia de cruz – Wow, ¿qué es esto?

- Mi recuerdo del encuentro con el director


Tieso frente a su marca en su muñeca. Camina los pasos ya ejecutados en días ya muertos. Por primera vez deja salir una cara de preocupación, primera vez que se preocupa por el futuro. Deja de mirar la marca como si fuera un reloj y decide perderse en las nubes.


Conejo blanco, carne de conejo blanco. Extraño y nuevo, misterioso y raro, inocente y sin miseria. ¿Qué hacer con el niño que camina en los campos de la guerra como si fuera el parque? Otra bandada pasa por encima de sus sombras.

[Hola pequeño animal desconocido

¿Qué haces en un lugar para el olvido?

Es un campo de naturaleza, azul marino

Y esas olas no quieren estar contigo


No corras, no trato de asustarte

Sé que hace frío y el viento es cortante

Pero esta mano solo quiere ayudarte

Te mostraré algo muy, muy interesante


¡Mira! Es un mundo, el mundo auténtico

Auténtico calor, el auténtico amor, auténtico

Tiene hasta un auténtico sufrimiento

Que disfruta con cada inútil intento


Anda, te invito a jugar

Con esas olas, hijos del mar

Con ese cielo color cálido polar

Con esos detalles tamaño celular


Tranquila, criatura… no llores más

Sé que esas olas pueden romper tu cristal

Que ese cielo puede hacerte llorar

Pero, lo siento, esa es la cruel realidad


Solo podré cuidar tu consejo

Sólo beberé de tu dulce añejo

Escapa, escapa, mi dulce conejo

Que este mundo se está volviendo viejo]

Oda a la realidad, inspiración a encontrar alma a un cuerpo que no la tiene, que nació sin ella. Para encontrar un alma debe encontrarse a sí mismo. No es fácil, pero vale la pena el viaje. Encontró la inocencia perdida, el último pedazo de humanidad que quedaba en el desierto del infierno en la Tierra.


- Tu marca es genial, parece una espada larga y fuerte. Eres tú, Novis. Porque tú eres fuerte y alto. Si fueras un objeto serías la espada que tienes

- Una espada me representa, ¿eh? – desglosó una pequeña sonrisa de orgullo

- Sí, es una señal. Vas a ser algo grande

- Entonces dices que la marca es como un mensaje del destino. Un llamado de los dioses diciéndome qué hacer, un gajo de esperanza dentro del agujero invencible llamado vida.

- Exacto, eso creo – emoción confundida

- Más bien una maldición – endureció los ojos y quemó el horizonte – que solo va a traer desgracia. No lo sabemos. No tenemos ni idea que están planeando los dioses

- ¿Qué son dioses?

Olvídalo

14 de Agosto de 2019 a las 23:23 0 Reporte Insertar Seguir historia
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