daniel_b Daniel Bedoya

Wendy ha sido elegida, ahora tendrá que enfrentarse a aquella oscuridad que habita dentro de ella. Esta historia se encuentra en su fase inicial para la copa de autores. Falta mucho por trabajar.


Horror Sólo para mayores de 18.

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Capítulo 1

Wendy caminaba nerviosamente. Sus delgadas piernas temblaban debido a la fuerte ventisca y el poncho que llevaba encima servía de muy poco para mantenerla caliente. Silbaba una triste melodía que había aprendido de su madre, ella nunca le había explicado de dónde venía, pero era bastante pegadiza.

Un auto se escuchó moviéndose a gran velocidad a su espalda, Wendy se ocultó rápidamente tras un enorme tanque de basura.

¿Por qué se había atrevido a hacer una locura como aquella? No lo recordaba. O quizá había preferido olvidarlo.

Solo se es joven una vez, es importante hacer estupideces para reírse de viejo, hay que aprovechar los años más felices.

Qué importancia tenían los motivos ahora, había llegado demasiado lejos para arrepentirse.

Además, si todas sus mejores amigas habían acordado hacerlo, no había lugar para las dudas.

Caminó otras dos solitarias cuadras sin parar de silbar. La luna no era visible debido a las nubes. Podía escucharse a varios perros aullar ante la soledad de la oscuridad. Un ambiente demasiado triste. Todo ello solo la hacía sentir peor.

Vio a sus amigas formando un pequeño círculo delante de la puerta del cementerio. Todas ellas reían como niñas pequeñas que acaban de cometer una travesura. Debía ser así, todas vuelven a ser niñas cuando están por enfrentarse a uno de los peores miedos de la humanidad.

Wendy se quitó la capucha de su poncho y las saludó a todas. Utilizó aquella voz nasal que tanto odiaba pero que no podía controlar cuando se sentía nerviosa. Y hoy era especialmente notorio. Parecía que ninguna de sus amigas lo escuchase, pero Wendy sabía que ellas solo fingían no notarlo por amabilidad. En cualquier caso, sus pensamientos retornaron rápidamente al presente cuando una de ellas abrió la puerta del cementerio.

-¿Están listas, chicas? -preguntó la que ocupaba la posición de líder. Su nombre, al igual que el de las otras muchachas, no es de importancia. Solo una de ellas alcanzaría la iluminación esa noche.

Se introdujeron en el lugar y recorrieron las tumbas, estaban buscando una lo bastante reciente como para realizar el ritual. Su paseo duraría una media hora antes de encontrar un lugar que pareciese satisfactorio. Llegaron hasta una lápida marcada con el presente año y el mes anterior, el nombre de la persona, como el de las demás chicas, no era de importancia.

¿Y por qué se habían tomado tantas molestias?

Se suponía que cuando un alma deja la tierra, su cuerpo se convierte en una puerta hacia el otro mundo. Mientras más reciente fuese la muerte, la puerta se conservaría en mejores condiciones. Al menos eso era lo que este grupo de adolescente había escuchado de su líder. Ella había obtenido la información de un extraño libro que, según dijo, había pertenecido a su abuela. Ninguna de ellas notó que poco o nada habían conocido a la familia de su “mejora amiga.” Tras dos años de conocer a una persona, existen ciertos requisitos que deben ser cumplidos.

De cualquier modo, ahí estaban todas ellas, jugando con lo prohibido, como se tiene que hacer en la juventud. Sí, la belleza de la juventud está en la fortaleza que le caracteriza. Cualquiera daría su mejor obra por volver a esos años. Por ello, más valdría disfrutarlos lo más posible. Cuando llegue la vejez y la debilidad, que los gusanos devoren tu cuerpo sin piedad.

Mientras tanto, hay que divertirse.

Y qué mejor manera para divertirse, que jugar con el mayor temor de la humanidad.

Colocaron un manto sobre la tumba, en él podía verse una estrella de seis puntas; era importante que fuera de seis puntas, nadie recuerda lo que ello representa, pero este pequeño grupo lo tenía muy en cuenta.

Se colocaron de rodillas, una por cada punta de la estrella. Se tomaron de las manos y, luchando contra el fuerte viento y contra el nerviosismo que aquel lugar les provocaba, empezaron a cantar. Un canto cargado de dolor y de ira. Su letra era una apología a la muerte.

Aquel canto lo llevaban practicando semanas. La influencia que su líder tenía sobre ellas era asombrosa. Demasiado asombrosa como para creer en ella. Cualquier espectador externo hubiese podido alertarlas del peligro. Pero, obviamente, las chicas del grupo estaban demasiado hipnotizadas para notarlo. Los humanos son fácilmente manipulables, incluso por fuerzas que no trascienden su entendimiento. Cuando se enfrentan a fuerzas superiores, no tienen oportunidad.

Wendy pensaba algo similar a esto, aunque no fuese del todo consciente. Aquel canto estaba empezando a taladrar su mente de forma molesta. Aun así, no podía detenerse, tenía que obedecer a su líder. La chica más perfecta que había conocido. Desde el principio había sabido que su mera presencia era motivo de gloria para la mayoría de las personas. Por eso era importante permanecer cerca de aquella estrella. Quizá, con la suficiente suerte, ella podría brillar de la misma manera.

-Wendy -le dijo aquella a quien tanto “amaba”-. No te distraigas. Estás perdiendo el ritmo.

Wendy hizo caso, como no podía ser de otra manera.

A medida que las palabras bailaban en el aire, el ambiente se fue transformando poco a poco, convirtiéndose en una masa de oscuridad que envolvió a las chicas sin que ellas lo notaran. Solo aquella cuyo nombre importa empezó a percibir aquel cambio. Wendy no lo mencionó, pues pensaba que no debía ser para tanto, las demás chicas lucían demasiado tranquilas, incluso divertidas. Ella no tenía motivos para preocuparse. Desgraciadamente, su estado seguía empeorando sin que sus pensamientos pudiesen hacer algo para evitar seguir cayendo en aquella espiral de oscuridad.

Finalmente, llegó al punto de miedo total. Todo su ser quería largarse de aquel maldito cementerio, volver a casa y pedirle perdón a los dioses que fuesen necesarios por haber aceptado hacer esa locura. Sin embargo, su boca no podía parar de pronunciar aquellas estúpidas palabras, ese estúpido canto; sus manos sostenían firmemente las manos de sus acompañantes. Su líder la observaba fijamente con unos ojos demasiado animales, demasiado extraños, no eran propios de una persona. ¿Qué estaba ocurriendo? Sus compañeras también empezaron a tomar formas extravagantes, no eran demasiado aterradoras, pero la irrealidad de lo que estaba ocurriendo le provocaba ganas de gritar. Y aun cuando luchase intensamente con lo poco que le quedaba de consciencia, su cuerpo no pudo hacer más que obedecer al ritual. Ahora ella se encontraba atrapada, era demasiado tarde.

Cerró los ojos sin darse cuenta, los sueños y la realidad se parecían demasiado. En medio de una extraña oscuridad, pues ella era capaz de verse a sí misma, mas no lo que le rodeaba; escuchó una voz, si es que se le podía llamar así, proveniente de sus propias entrañas, de cada parte de su cuerpo. Era una voz demasiado gruesa para provenir de una mujercita como aquella.

<<Porque eres solo una mujercita -dijo la voz en su interior-, una mujercita que debería pensar mejor en lo que hace. Has sido muy descuidada, niña. Lo que sigue a continuación no será fácil, pero quizá puedas resistirlo. Lucha con todas las fuerzas que tengas. Lo bueno de tu situación es que eres lo bastante joven como para aguantar.>>

La voz se calló y fue reemplazada por una tormenta de sonidos externa, tan poderosa que Wendy se lanzó al piso por el dolor, si es que había algún piso en esa oscuridad. Aquel ruido era un caos, sonidos inconexos que hubieran vuelto loco a cualquier hombre que los hubiese escuchado; pero con una mujer era distinto.

Las mujeres tenían un don que ningún hombre podía imitar. Por eso, ellas mismas eran puertas al otro mundo.

Wendy fue incapaz de entender las palabras provenientes de esa tormenta cuando esta comenzó, pero a medida que se iba acostumbrando al sufrimiento, el entendimiento llegó a su cabeza.

Wendy se encontraba en medio de dos mundos. Eso fue lo primero que averiguó en medio del caos.

-¿A qué has venido?- preguntó la tormenta.

Wendy no podía parar de retorcerse. Sus labios estaban sellados.

-Yo sé a qué has venido. Claro que sí, todas las almas humanas vienen hasta aquí por el mismo motivo. La pregunta correcta es si podrás soportarlo.

Wendy empezó a retorcerse con más intensidad, sentía que una masa blanda y eléctrica que se movía a través de su cuerpo, sabía que esa masa buscaba algo, podía sentirlo, su cerebro sufría tratando de comprenderlo. Claro que podía sentirlo.

Cuando finalmente supo lo que aquella fuerza quería extraer de su interior, Wendy dejó de retorcerse para empezar a luchar. Gano cierto control de sus brazos y empezó a golpearse el vientre. Allí estaba esa maldita criatura, tratando de arrebatarle algo que ni siquiera le pertenecía.

A la fuerza oscura que le rodeaba le daba bastante igual si ella luchase o no. Los mortales nunca llegarían a comprender la complejidad que les envolvía.

Las manos de Wendy empezaron a arañarle el rostro con absurda violencia. Ella no pretendía abandonar, si perdía el control de todo su cuerpo, pues bien, debía luchar por acercarse a aquella puerta. Aquella luz que se perdía como una estrella en el infinito. El modo de volver a casa.

-¿Para qué has venido si no estás dispuesta a ceder?

El cuerpo de Wendy se contrajo, parecía que había sido encerrada en una esfera transparente. Todo su ser se comprimió de tal manera que su forma humana quedaba en duda. Aquella masa podía ser cualquier cosa.

En un último intento por no dejarse vencer, Wendy, lastimándose la garganta, gritó tratando de vencer a aquel caos que le rodeaba. Gritó su nombre y gritó los nombres de la gente a la que amaba. Gritó el nombre de Dios y el de su hijo, pero todo fue inútil. Su propia voz ayudaba a amplificar la tormenta que no paraba de repetirle que se rindiese. Pronto, sus propios labios empezaron a moverse lanzando el mismo mensaje: Ríndete.

Y sin más remedio, Wendy se dejó arrastrar por la oscuridad.

La lejana puerta de regreso a casa había desaparecido.

Cuando Wendy despertó, en medio del cementerio, sus amigas habían desaparecido; el sol ya se asomaba por el horizonte y podía escucharse a algunos autos pasar por la autopista. La ciudad despertaría en cualquier momento, y entonces sería imposible regresar a casa sin llamar la atención.

Wendy se sentó, colocó una mano en su vientre de manera instintiva, pero no tenía un motivo conocido para hacerlo. Observó a su alrededor y maldijo a sus “amigas” por dejarla dormida en aquel lugar tan espantoso. <<Al menos fue solo una puta pesadilla.>> La espalda le dolía, y sentía una molestia en su muñeca izquierda que seguramente le duraría durante el resto del día. Sin embargo, lo peor era aquella sensación de miedo y preocupación que le inspiraba su propio ser; como si algo dentro de ella quisiera hacerle daño. Difícil de explicar y sería mejor olvidarlo si no quería terminar en el manicomio. <<Fue solo una puta pesadilla -se repitió, aunque esta vez ya no estaba tan segura-, una puta pesadilla y nada más.>>

Se puso de pie y al tratar de dar el primer paso perdió el equilibrio. Algo terrible le había sucedido a su cuerpo, aunque ella no quisiese aceptarlo. Había algo malo ahí dentro. Se había realizado un cambio, ¿un cambio?, ¿de qué? Ya nada parecía ser normal. Toda su cabeza era un caos, como el de aquel sueño.

Volvió a levantarse y esta vez pudo dar algunos pasos, pero pronto tuvo que apoyarse en un árbol. Caminar jamás le había resultado tan difícil, ni siquiera en las peores borracheras. Nunca había sentido tanta debilidad. El miedo no hacía más que incrementarse y la ansiedad le provocaba aun más temblores que le imposibilitaban dar el siguiente paso.

Se dejó caer al suelo y empezó a llorar. Tenía tantas ganas de volver a casa y decirle a su madre que la perdonase por ser tan tonta. Cómo pudo haber sido tan tonta. Ella lo sabía muy bien.

Wendy no volvería a casa jamás.

Ahora pertenecía a dos mundos y tenía que cumplir con ciertas responsabilidades.

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31 de Mayo de 2019 a las 06:57 2 Reporte Insertar Seguir historia
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Conoce al autor

Daniel Bedoya Apasionado por la lectura. Aprendiendo a contar historias.

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Diego F. Diego F.
Me gustó bastante ¡bien hecho!
August 02, 2019, 15:44

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