Las últimas luces que quedan en la plaza son las de las viejas farolas de la plaza que, a pesar de todo, siguen en pie. Nunca antes había experimentado una sacudida tan fuerte como la de esta madrugada. Tuvimos suerte de salir antes de que la pared nos cayera encima. Mientras esperamos en la plaza a que amanezca, la gente del pueblo ha salido a atender a los que perdimos todo. Nos traen cobijas y café caliente y hasta han empezado a hacer tamales para desayunar. Todo lo hacen de manera amable, cosa que me conmueve.
Después de unos minutos conversando con los demás, el silencio nos invade. Escuchamos desde el volcán un retumbo incesante. Pese a que era la primera vez que lo escuchábamos, sabíamos en el interior de lo que se trataba. En un instante la tierra comenzó a temblar de nuevo. Las farolas parecían caer y todas las estructuras hechas por el hombre y todo hombre de pie de sacudía con violencia. Luego la calma.
—En El Salvador es más fácil que tiemble a que te encuentres un real en la calle.
bromeó alguien al fondo, todos rieron. Después amaneció y comimos juntos en la plaza.
28 de Mayo de 2019 a las 03:00 2 Reporte Insertar 6Gracias por leer!
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