elbardo Brandon Lee Avila

Un veterano mercenario y su aprendiz cumplen el trabajo de recuperar una bolsa de una familia noble de la villa cercana. No todo sale bien.


Fantasía Todo público.

#fantasía #epico #cuento #relato
Cuento corto
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Este tipo es un gigante

— ¡Este tipo es un gigante! —exclamó con voz queda y baja el pelirrojo ladrón mientras caminaba de puntillas alrededor del cuerpo dormido de aquel enorme hombre con cara de piedra. La capa gris verdosa que vestía lo apoyaba a sublimarse entre las sombras del apestoso agujero en el que se encontraban.

Su compañero, al otro lado de la cavernosa habitación, tenía el semblante frío y caído; la tenue luz que se colaba por los pequeños orificios de las paredes y el techo no era suficiente para divisar bien cual era su aspecto , sin embargo, se podía sentir su frustración y su miedo. Dio unos pasos silenciosos, se movió, lo suficiente como para que un haz de luz le resaltara su canosa cabellera y mirada ahogada.

El gigante descansaba plácidamente sobre un colchón hecho de paja y lana. Medía como mínimo cinco metros desde sus talones hasta su frente, vestía un chaleco de cuero con pelusas sobre el torso desnudo, dejando al descubierto sus brazos del tamaño de un tronco.

Era una noche especialmente fría; no obstante, parecía estar más abrigado que un bebé cobijado en los brazos de su madre. El hombre canoso sentía envidia al verlo dormir tan plácidamente, no solo pensaba en lo afortunado que era el gigante al pasar la noche en una cama mientras que él ponía en riesgo su pellejo por un trabajo sucio, pensaba que sería justo y necesario asesinar al gigante. ¿Tal vez así nadie más tendría que pasar por lo que él; tal vez de ese modo, nadie más se escabulliría hasta ese agujero para recuperar un objeto robado o perdido?, también inquirió para sí mismo ¿cómo alguien con una nariz tan gorda y porosa puede dormir en un lugar tan hediondo?

El hombre observó la espada plateada y alargada que abrazaban sus dedos; abandonó la idea de matar al gigante, no era un buen puñal para la piel casi escamosa y gruesa de esa cosa. Con una mueca de preocupación entendió de mala gana que, de nada serviría portar esa arma si el enorme tipo despertaba. Confiaba en su compañero, las habilidades del joven del cabello de fuego eran muy buenas, no recordaba la última vez que había tenido un aprendiz tan decente, además, el trabajo no era complicado, solo tenían que llevar la bolsa con el sello de la familia “Abedul” a su dueño. Pero, para aquello necesitaban encontrar la bolsa primero.

No era la primera vez que aquel hombre veía un gigante, su alumno por otra parte, observaba de cuando en cuando a la criatura dormida con mirada de asombro con buenas cantidades de terror. Recordó entonces una de las primeras lecciones que le dió a su joven aprendiz cuando tocaron el tema de lidiar con gigantes, «huir casi siempre es lo más sabio» le había dicho. También le había dejado claro que pocos son los que se encuentran con un gigante y sobreviven. Y los que lo logran casi siempre pierden algo.

Pasaron unos eternos minutos, pesados y silenciosos, el joven encontró la bolsa sobre el pecho de un cadáver recostado en un rincón del lugar, éste todavía agarraba el mediano saco de cuero con su mano ya en estado de descomposición. Tomó una bocanada de aire alejando su rostro del cadáver, con los cachetes inflados empezó a retirar con cuidado cada dedo que rodeaba la boca del saco, con miedo de que tal vez, las tantas historias de fogata sean verdad, no quería que aquel muerto se moviera y le gritara alguna maldición en lenguas muertas.

La fulgente sonrisa de victoria del pelirrojo alivió profundamente al hombre, quien sin darse cuenta, estaba empapado de sudor, sus manos no aflojaban el mango de la espada y su barba, igual de canosa que su cabello, ahora estaba húmeda; no obstante, esa no fue la razón por la que, en un instante, recordó que ya no era el mismo zagal mercenario de hace años atrás. Estaba envejeciendo y lo notó de forma terrible, cometió un error, sus piernas no se movían como antes, su motricidad le respondía diferente. El hombre pisó sin querer un dedo de la mano derecha del gigante, lo hizo, porque no quería tropezar con el largo brazo en un intento de llegar hasta su aprendiz.

Las miradas de ambos, maestro y alumno, chocaron, sus expresiones de terror asustarían incluso al mismísimo gigante, quien definitivamente sintió el pisotón, empezaba a moverse. «Vete» le dijo en silencio con un aspaviento apresurado, el pelirrojo movía la cabeza de un lado al otro, no quería irse sin su maestro. El hombre recordó entonces la terquedad de la juventud, la valentía infundamentada que la poca experiencia servía a las personas. Recordó como aquello era tan malo como bueno, una dicotomía muy cruel; así mismo, se vio a él en los ojos asustados de su alumno, quien ya no sostenía solamente la bolsa de cuero, sino, en su mano derecha un puñal de no más de 8 centímetros. Joven y tonto, le quedaba mucho por aprender. Con un gesto más serio y la mirada de un demonio exclamó esa única palabra «¡LÁRGATE!». El gigante aún adormilado se dio vuelta sobre su espalda buscando su dedo para rascarlo y entonces, abrió su ojo derecho. Su iris se paseó por el lugar, todavía oscuro, hasta que descansó sobre el brillo de un pequeño puñal que se acercaba a prisa hacia su rostro.

La daga reventó el ojo del gigante, sangre y gritos metálicos, el lugar abandonó el silencio y abrazó el terror. Aquella arriesgada y tonta acción no saldría barata, un puñal tan pequeño no era suficiente para asesinar un gigante, lo fue como para dejarlo tuerto, pero entre un muerto y un tuerto hay tanta diferencia como la de una mula y un oso.

—¡Corre, sal de aquí! —gritó el hombre mientras observaba plantado, sosteniendo su fiel espada, como el gigante se erguía, a la vez que se quitaba el puñal con su mano derecha.

Necesitaba darle tiempo al pelirrojo, necesitaba distraer al cabrón de cinco metros. Así que arremetió... clavó la punta de su espada en el abdomen del gigante; no obstante, la herida no era profunda, no lo suficiente, su piel era gruesa como la de un oso y dura como la madera. Tal vez podrían salir de esta situación con vida, ese ataque debió ser suficiente para distraerlo y permitir al muchacho escapar.

—No me iré sin usted —exclamó el pelirrojo mientras trataba de conservar el valor. Un par de años atrás no hubiese dudado en huir, incluso se hubiese meado encima del terror, pero había entrenado con su maestro, ahora era valiente y eso era una lástima, el valor paga caro en la vida de un mercenario. Su maestro miró horrorizado como el gigante tiraba del brazo de su estudiante para usarlo como una porra humana.

El joven chilló y en solo segundos terminó por golpear a su maestro con toda su espalda, ambos salieron despedidos hacia la pared más cercana, ahora los dos yacían en el suelo mal heridos.

—En verdad este tipo es un gigante —dijo el joven aturdido, casi atragantándose con la mezcla de saliva y sangre que corría por sus labios.

El coloso lo tomó con ambas manos por el brazo y por la pierna, para luego elevarlo por encima de su cabeza. Una sonrisa macabra de placer enfermizo se pintó cadmio en el rostro duro del gigante.

El maestro, aún adolorido por el golpe y en estado de estupor, no reaccionó hasta que una de las vísceras de su aprendiz lo cacheteara; el gigante era sanguinario, cruel, tal vez incluso invencible, pero era un idiota, la sangre de su víctima le cayó directamente en su único ojo bueno, cegándolo por completo.

El hombre se espabiló, se puso de pie y esquivando los manotazos torpes y desesperados del gigante sin visión recogió la bolsa de cuero, su espada y huyó. Cojo, con un par de costillas rotas y las manos ocupadas, trepó en el caballo que lo esperaba a un par de metros del lugar y cabalgó de regreso al pueblo, aún se escuchaban los gritos de ira del gigante.

Le quedaba un largo recorrido, tres horas hasta la villa y, una vez ahí, tendría que hablar con el noble idiota que lo contrató, recibir su recompensa y gastarla casi todo en su recuperación, bebida y mujeres.

—No todos los que se encuentran con un gigante sobreviven —se dijo— y los que lo hacen casi siempre pierden algo —. Ahora también necesitaba un nuevo aprendiz.

19 de Marzo de 2023 a las 04:07 7 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Brandon Lee Avila Amo la fantasía como lo que es y lo que representa. Escribo relatos cortos y actualmente estoy escribiendo mi segunda novela. Feliz de poder compartir lo que escribo y de leer a otros.

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Tania A. S. Ferro Tania A. S. Ferro
Los guiones de diálogo son un poco más largos que el guión corto común. Puedes ver cómo ponerlo aquí https://www.literautas.com/es/blog/post-4003/recursos-para-escritores-el-guion-largo-y-las-comillas/
May 14, 2020, 03:50

Tania A. S. Ferro Tania A. S. Ferro
¡Hola! Tu historia se encuentra en proceso de revisión. Para obtener el sello de verificación de Inkspired, es necesario que hagas corrección de algunos detalles puntuación, como el arreglo de los guiones de diálogo y el correcto uso de signos de exclamación en la primera línea del texto. Una vez que hayan sido corregidos, responde a este mensaje y volveré para una segunda revisión. ¡Saludos cordiales!
May 13, 2020, 19:22

Ciamar  Ciamar
Eso se fue a mal muy rápido xD Entretenida historia
May 22, 2019, 20:41

~