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Recuerdos Letrados

“No soy ningún historiador, a pesar de ser bueno en la literatura, tengo ciertos problemas cuando se trata de elegir algún momento que recordar con cariño, orgullo, o inclusive felicidad. Y siempre que creo haber encontrado uno, simplemente se escurre entre mis dedos. Nunca he sido uno que se fije mucho en los demás. Tengo demasiadas palabras dentro de mí que nunca nadie ha visto, así que si ni una sola persona se molesta en leerme, yo no tengo razón alguna para leerlos a ellos. Durante toda mi corta vida, yo solo he estado esperando por el momento adecuado para trascender de alguna manera; dejar mi rústico hogar atrás, explorar el mundo, incluso explorarme a mí mismo…

Un hombre una vez imaginó un farol en medio de un bosque. Pintó aquella hermosa imagen con palabras, las capturó y las puso en mi ser por siempre. Aquel faro representaba millares de cosas. Si bien ese pensamiento puede venir del hecho de que yo lo visitaba con una frecuencia inimaginable, lo creía con firmeza. Así que solo esperaba a que el momento adecuado llegara para poder encontrar mi propio faro.

Dudé de esto en muchas ocasiones. A veces me encontraba a mí mismo en la misma posición que un animal enjaulado. Mis palabras eran mis propios barrotes.

Recién había cumplido quince años, era una tierna tarde de octubre y miraba con decepción a un grupo de niños enfrascados en sus teléfonos desde mi ventana. La campana que colgaba sobre la puerta tintineó, indicando que teníamos una visita. Hubo un tiempo en que aquel sonido traía una gran alegría, pero pronto se tornó amarga, pues sabía que solamente mis padres la usaban al aferrarse a mantener la tienda viva. Pero en este día en particular, la campana fue acompañada por el crujir del suelo de madera y la voz más hermosa que jamás escuché.

Era una chica, joven, con moretones en las piernas, una pequeña sonrisa que enmascaraba algo y un mundo entero por descubrir en sus brillantes ojos que merodeaban por los pasillos. Quería acercarme, preguntar por su día, hacer algún tipo de conversación pequeña, lo que fuera, pero sabía que era imposible para mí.

Por alguna intervención divina de alguien que desconozco, la chica no tardó en posar su mirada sobre mí. Aún recuerdo esos ojos. Tan atentos, tan grandes y curiosos. Se me acercó con cautela. No soy el mejor con las interacciones, pero lo siguiente que supe es que yo dejaba mi casa atrás, sujetando su mano mientras que mis padres me deseaban suerte, apuntando algo en aquella larga lista que siempre llenaban cuando alguien salía.

Nos sentamos juntos en una de las bancas de un parque no muy lejos de mi hogar. Ella me contó que ese era su lugar favorito de toda la ciudad, y logré ver por qué. Había una pequeña zona más adelante, llena de árboles llenos de los colores más cálidos que había visto, haciendo contraste con el despejado cielo. Nunca había visto nada así. O quizás sí, hace mucho tiempo. De nuevo, yo no soy el historiador aquí.

Lo único que sí sabía con certeza era que yo había encontrado en esta chica mi farola. Simplemente lo sabía. Su nombre era Eva.

Eva me escuchó atentamente, me comprendió, rió junto a mí. Algo en su sonrisa causaba que mis interiores estallaran en un mundo de colores infinitos. Ella hizo lo que nunca nadie había hecho; me leyó.

Pasamos los mejores momentos de mi vida juntos en aquel parque, me escribía pequeñas odas de amor en mis brazos, deslizaba sus dedos con cariño por mi espalda, dejé que me empapara de sus lágrimas y ella escuchó el universo que yo guardaba dentro. Cada palabra fue grabada en su corazón. Y me seguía escuchando, sin importar cuantas veces contase lo mismo… Los besos no eran si quiera necesarios, el estar junto a ella era la mejor demostración de amor que yo pude haber pedido. La acompañé en todo momento. Desde la última gota el vaso fue derramada cuando su padre le golpeó, cuando decidió dejar de ser impotente y tomar control de su vida, cuando finalmente fue a vivir con su hermano, hasta cuando ella misma empezó a escribir, llena de una pasión que nunca lograré comprender.

Sin embargo, es bien conocido que toda cosa buena se termina. El fin de mi vida con Eva fue marcado cuando la vi pasar en dirección a nuestro amado parque. No estaba sola. Su mano sujetaba con firmeza a otro. Y así, mi hermosa farola pareció olvidarme. Permitió que mi ser se llenara de polvo, que mi alma antes tan viva se tornara amarilla y frágil. Algo que pensé que sería duradero se había esfumado sin necesidad de palabras.


No la odio ni resiento, me es imposible hacerlo. Le deseo lo mejor mientras la veo subir a aquel carro con sus maletas, lista para convertirse en la mejor autora que ha visto.

No la culpo tampoco, ya que, después de todo, solo soy aquél que se transformó en un recuerdo letrado.

Yo no soy más que el primer libro que amó.”

5 de Mayo de 2019 a las 03:40 0 Reporte Insertar Seguir historia
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