erotikakarenc EROTIKA KARENC

Emma está locamente enamorada de Armando, con el que tiene una relación AMO – SUMISA perfecta, pero de repente un día, se lo encuentra con otra mujer, por lo que decide dejarlo. Y empieza entonces su búsqueda de un nuevo AMO, que la haga sentir única y especial como Armando, alguien que la comprenda, tras alguna experiencia fallida, encontrará a Alberto que le hará cambiar su forma de ver la vida y sobretodo la relación AMO-SUMISA.


Erótico Sólo para mayores de 18.

#érotico #bdsm #romance
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CAPITULO 1 UN FINAL INESPERADO

Armando iba delante de mí, solo nos faltaban unos metros para llegar a lo alto de la montaña, el calor y el sol apretaban de lo bueno en aquel primer día del mes de Agosto. Acabábamos de empezar nuestras segundas vacaciones juntos y estaba ilusionada con la idea de compartirlas con él, habiamos alquilado una pequeño apartamento en un bonito pueblo de montaña para poder hacer excursiones.

Armando iba unos metros por delante de mi. Vi que alcanzaba por fin la cima y traté de acelerar mi paso, pero después de una hora y media caminando y subiendo por escarpados caminos de tierra y piedras, estaba ya bastante agotada.

Unos minutos después que Armando, llegué a la cima, él estaba sentado debajo de un árbol, esperándome, había abierto la mochila y estaba bebiendo agua, me acerqué a él y me senté a su lado. Nos miramos, en sus ojos saltaban chispas y me sonrió pícaramente.

Estaba claro que estaba pensando en algo sumamente excitante. Gracias a Dios, nos habíamos asegurado de elegir una cima a la que subir, a la que no viniera mucha gente.

Armando me besó salvajemente entonces, mientras introducía su mano dentro de mis pantalones cortos, bajo los que no llevaba nada, ya que a él le gustaba que estuviera así . Gemí al sentir como su mano encontraba mi clítoris. Sentí mi sexo humedecerse y las ganas de que me poseyera allí mismo quemando dentro de mí.

- ¡Quítate la ropa! – me ordenó repentinamente, estaba claro que empezaba uno de nuestros juegos.

Miré a mi alrededor, controlando que no hubiera nadie cerca que pudiera

vernos y luego, obedecí sin rechistar y sin dejar de mirarlo a los ojos. Una vez

desnuda, sentía el aire rozar mi piel, mis senos, lo que aún me excitaba más.

- Ahora abraza el árbol – me ordenó.

Le miré extrañada, preguntándome qué estaría maquinando, pero le obedecí, y desnuda como estaba, me coloqué abrazando el tronco del árbol. Oí como Armando buscaba algo en su mochila e inmediatamente, sacó una cuerda, que empezó a atar a mi alrededor, de manera que quedé atada al árbol sin poner moverme, con las piernas abiertas y los brazos extendidos. Era una posición extraña, pero me sentía excitada, abierta.

- Perfecto – musitó cuando terminó de atarme.

Se colocó tras de mí y recogió algo del suelo, aunque dada mi posición no pude ver lo que era. Empezó a acariciar mi espalda con ello, era unas hojas o alguna planta, que pasaba suavemente haciéndome unas cosquillas maravillosas en mi piel. Me estremecí y gemí sintiendo como mis jugos llenaban mi sexo excitado. Armando pasó la ramita también por mi sexo y un nuevo gemido salió de mi garganta. Entonces, él besó mi hombro. Soltó la ramita y acarició mi sexo con sus dedos, primero mi clítoris y luego introduciéndolos en mi vagina húmeda, los movió dentro y fuera un poco y seguidamente, llevándolos hasta mi boca me hizo chupárselos.

- Estas supermojada – dijo.

Luego se agachó buscando en la mochila. Traté de averiguar lo que hacia y pude ver que sacaba mi consolador preferido de la mochila, era uno de látex ni muy grande ni muy pequeño que habíamos comprado juntos al principio de nuestra relación, nuestro primer compañero de juegos.

- ¿Qué vas a hacer? – le pregunté.

El ni siquiera me contestó, se limitó a pasar el consolador por mi sexo humedeciéndolo y luego me lo introdujo hasta el fondo. Un gemido de placer escapó de mí. Luego Armando lo dejó colocado entre mis piernas, mientras masajeaba mis senos y luego pellizcaba y arañaba mis pezones intensificando la excitación. Volvió al consolador y lo movió dentro y fuera de mi unas cuantas veces, consiguiendo que la excitación volviera a mi. Volví a gemir suplicándole:

- ¡Oh, Armando!

Una cachetada cayó sobre mi nalga derecha.

- Ya sabes, nada de excitarte, nada de gemir. Sólo siéntelo.

Suspiré tratando de no gemir. De nuevo dejó el vibrador entre mis piernas quieto, mientras mordía y palmoteaba mi culo en señal de castigo por mi atrevimiento. Yo trataba de morderme los labios para no gemir. Nuevamente Armando volvió a mover el vibrador dentro y fuera, dentro y fuera, hasta llevarme a un punto en el que estaba segura que si seguía me correría y así se lo indiqué diciendo:

- ¡Oh, si sigues me voy a correr!

Armando volvió a pegarme con la mano en el culo diciendo:

- ¡No!

Y seguidamente sacó el consolador de entre mis piernas. Me sentí aliviada, pero también excitada y necesitada, deseaba que me penetrara el mismo y me follara allí pero... sabia que no lo haría. En lugar de eso, volvió a masajear y pellizcar mis senos. Luego me desató, me giró poniéndome de espaldas al árbol y me besó, de nuevo acarició mi sexo húmedo con un par de dedos y luego se arrodillo frente a mí y sentí su lengua hurgando en mi clítoris, gemí excitada, y entonces separó su boca de mi sexo y me preguntó:

- ¿Te gusta?

- ¡Oh si!

Volvió a lamer mi sexo, metió su lengua en mi vagina y suspiré, luego de nuevo a mí clítoris, chupeteándolo y estirándolo entre sus dientes, hasta que a punto de alcanzar el orgasmo se detuvo y me dijo:

- Vamos, vístete. En el apartamento seguiremos.

Y mientras él guardaba el vibrador de nuevo en su mochila, yo me vestía excitada aún por lo sucedido.

- Oye, tengo que ir a comprar antes – le avisé – no tenemos nada para comer.

- Esta bien, ve a comprar, yo te esperaré en el apartamento. Lo arreglaré todo para...

- Vale.

Descendimos a toda prisa, ansiosos ambos porque llegara el momento en que terminaríamos con el juego iniciado en la cima. Al llegar al coche, me dio un beso tierno en los labios y me dio las llaves. Entré en el coche, mientras él se dirigía al apartamento.

Una hora mas tarde estaba de regreso en el apartamento. Llevaba un par de bolsas, una en cada mano. Dejé las bolsas en el suelo para abrir la puerta. Y entonces, nada más abrir la puerta oí un gemido, era claramente un gemido de mujer, y eso me alarmó. Dejé la bolsa de la compra en el suelo y otro gemido sonó desde el comedor. Me dirigí hacia allí, mi corazón iba a mil por hora, y me quedé sorprendida al verla. No podía creerlo, ella, la chica rubia a la que habíamos conocido un par de semanas atrás estaba atada, suspendida con los brazos en alto del clavo que había puesto allí Armando para sujetar mi planta del dinero. Estaba desnuda, y Armando, de rodillas frente a ella, le introducía el consolador que había usado una hora antes conmigo, entre las piernas. Todo mi cuerpo se estremeció y las llaves, llevaba en la mano, cayeron al suelo, al igual que las bolsas de la compra, lo que hizo que tanto Armando como la rubia giraran su cabeza hacia mi. Me sentí mareada y con ganas de devolver.

- No es lo que tu crees – dijo Armando levantándose del suelo. El también estaba desnudo y entre sus piernas lucia una esplendida erección.

Me di media vuelta y corrí hacia la habitación gritándole:

- Echa a esta puta de mi casa y no me digas nada, no quiero saber nada.

Cogí mi maleta y empecé a meter mi ropa en ella, nerviosa y furiosa por lo que acababa de ver. Durante los últimos meses, Armando me había pedido buscar otra sumisa pero yo le había dicho una y mil veces que no, que no quería compartirlo, que no sería capaz, le amaba demasiado para aceptar eso y él lo sabia y ahora... ahora.... había decidido tomar a otra sin mi consentimiento. Armando entró en la habitación, supuse que la chica ya había marchado.

- Por favor, Emma, sé razonable. Sabes cuanto lo deseo y podríamos pasarlo muy bien.

- Ese es tu problema Armando, que solo piensas en ti y en tus deseos, nunca en los míos, te dije que no una y mil veces. No lo haré, no voy a compartirte con otra ni a aceptar los jueguecitos con ella. ¡NO! – grité enfurecida mientras terminaba de colocar las ultimas cosas.

Cerré la maleta, y tiré de ella, dispuesta a salir de aquella casa. Pero Armando me cogió de la mano tratando de retenerme.

- Por favor Emma, podemos llegar a un acuerdo.

- No – le dije enfrentándolo a los ojos. Me deshice de su apretón y salí por la puerta de la habitación y luego a la escalera, llamé al ascensor y él vino tras de mi y sin dejarle hablar le dije:

- No Armando, hemos terminado. Déjalo ya.

Llegó el ascensor y abrí la puerta. Entré y le di a bajar, dejándolo allí.

- ¿Y que vas a hacer ahora? – me preguntó Ana consolándome mientras lloraba en su hombro.

- Voy a volver a casa de mis padres, no tengo otro remedio.

- Oye, ¿por qué no te quedas en mi viejo piso? Ya sabes que aún no lo he alquilado y está libre.

- No sé Ana, no quiero abusar, y no estaría a gusto sabiendo que estas perdiendo un dinero que te va de perlas para pagar tu nuevo piso – repuse.

- Bueno, pues si te hace sentir mejor, te cobraré un pequeño alquiler – me propuso Ana.

- Esta bien, si es así, me encantaría, ya que no me hace demasiada ilusión volver con mis padres, ya sabes como están las cosas con ellos.

- Esta bien. Anda, ya puedes llevar todos tus trastos allí ahora mismo – me dijo dándome las llaves del piso.

Así pues recogí todas mis cosas y me trasladé al que sería mi nuevo piso de soltera, dejando atrás una preciosa etapa de mi vida. Mi relación con Armando, el que hasta ese momento había creído el hombre de mi vida se había terminado.

En los siguientes días recibí varias llamadas de él pero no quería saber nada, así que no le respondí a ninguna. No tenia nada que decirle, me había decepcionado y aquello había terminado. Aunque me sentía triste, porque con él había descubierto mi verdadera sexualidad, mi rol de sumisa en una relación de dominación que me encantaba, él había sido mi primer Amo y dicen que el primero nunca se olvida, no sabía si iba a olvidarlo. Pero ahora había terminado todo, debía seguir a adelante.

Volví al trabajo una semana después.

- ¿Qué tal las vacaciones? – me preguntó Pedro, mi jefe.

- Bien – dije sin mucho entusiasmo.

- ¿Solo bien? Que poco entusiasmo le has puesto a ese bien ¿ha pasado algo?

- Bueno, Armando y yo lo hemos dejado, solo eso.

- ¿Sólo eso? ¿Te parece poco? Lo siento, hacíais una buena pareja. Si necesitas algo... – se ofreció mi jefe.

Mi jefe era un tipo guapo, unos 10 años mayor que yo, o sea 36, moreno, alto y divertido, además de sensible. Hacía solo medio año se había quedado viudo, ya que su mujer había muerto a causa de un cáncer de matriz. Lo había pasado mal al principio y ahora parecía estar saliendo del bache.

- Gracias Pedro – musité bajando la vista al suelo.

- Bueno, vamos a trabajar – me dijo, tratando de quitarle hierro al asunto.

E inmediatamente nos pusimos a trazar el plan de trabajo para aquella semana, pues teníamos varias reuniones con algunos clientes.

Durante la siguientes semanas evité ir al club de BDSM que solía frecuentar con Armando. Íbamos allí cada viernes y sábado noche y siempre realizábamos allí algunas de nuestras escenas, ya que a él le encantaba ser observado mientras me castigaba o me follaba. Los recuerdos se agolpaban en mi y por eso durante un tiempo preferí no ir, pero dada mi naturaleza sumisa, al final decidí ir tras una invitación de Luna, la dueña del local, y buena amiga mía. Me apetecía verla y hablar con ella y quizás encontrar algún amo que me diera lo que necesitaba. Pues tras un mes de abstinencia sentía mono, ganas de ser follada y tratada como una sumisa.

Aquella noche me vestí a conciencia. Me puse un vestido estrecho que dejaba a la vista mis tetas y tapaba mínimamente mi sexo y mi culo. Me peiné y me perfumé y me dirigí hacia el club, obviamente con una gabardina. Al llegar me recibió Luna en la puerta.

- Hola cielo, estas guapísima – me dijo al verme.

- Gracias.

Me quité la gabardina y se la dí al portero, que la puso en el guardarropa y junto a Luna nos dirigimos hacia la barra.

- Siento mucho lo de Armando – me dijo – hacíais muy buena pareja. Me sorprendió saber que estaba con otra.

- Ya, yo también – afirmé sonriendo, tratando de no hablar mucho de Armando, pues aún me entristecía saber que estaba con otra.

- Bueno, de todos modos, habrá más de uno con ganas de pillarte por aquí, ya lo sabes – me advirtió – como Paul – me dijo mirando hacía donde este estaba sentado.

Paul era un inglés, que trabajaba aquí como profesor, y solía ir al club cada fin de semana. Mientras estaba con Armando, se me había insinuado varias veces y siempre nos observaba en nuestros juegos, pero yo siempre le había dicho que no.

- No sé, quizás te sorprenda con sus juegos – me dijo Luna – por probar no pierdes nada.

- Sí tienes razón – afirmé observando a Paul y sonriéndole.

Total, pasar aunque fuera solo un rato con él, haría que me olvidara un poco

Me dolían los pezones, y el dolor no remitía, había estado toda la mañana un poco molesta, sobre todo porque aquel dolor sordo me hacía recordar lo frustrante que había sido la experiencia con Paul. Me llevó a una de las habitaciones del club, en la que había una silla en medio. Me hizo inclinarme sobre la silla boca abajo, con el culo expuesto. Cogió un par de pinzas y mes las colocó en los pezones. Sentí un dolor sordo al notar como me los pinzaban, pero amé ese dolor que hacia ya algunos meses que no sentía. Luego vi como cogía una paleta de la pared.

- Has sido una chica mala – empezó diciendo – me rechazaste todas las veces que me insinué.

- Sí, amo – acepté yo en mi rol de sumisa.

- Por eso voy a azotarte, te daré diez azotes y tu los contarás uno por uno ¿de acuerdo?

- Sí, amo.

- Luego te follaré.

- Si amo.

Y enseguida sentí el primer golpe sobre mi nalga derecha.

- Uno – conté.

Otro golpe:

- Dos.

Mi sexo inundándose de deseo y dolor.

- Tres- dije tras el tercero. Paul no decía nada, solo ejecutaba el castigo:

- Cuatro.

Un nuevo golpe y mi sexo palpitando.

- Cinco.

Paul se detuvo unos minutos, acarició mi nalga enrojecida y ardiente y luego se trasladó al otro lado y de nuevo la paleta cayó sobre mi nalga izquierda esta vez:

- Seis – gemí.

Otro nuevo golpe.

- Siete.

Mi voz se tornaba excitada y jadeante.

- Ocho

De nuevo mi sexo palpitó ansioso, dos golpes más y el castigo terminaría.

- Nueve – grité esta vez tratando de liberarme, pero el silencio de Paul me quemaba mas que los golpes que me daba.

- Diez.

Se detuvo por fin y oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Ni siquiera le miré. Sentí su mano hurgando en mi sexo húmedo y palpitante.

- ¡Uhm estas mojada, putita! Perfecto, porque ahora te follaré hasta que te corras – me dijo al oído.

Creo que fue en ese momento cuando empezó mi frustración, cuando empecé a echar de menos los juegos imaginativos de Armando y deseé que en lugar de Paul, fuera él el que estuviera allí. Inmersa en esos pensamientos sentí como Paul me penetraba y como empezaba a bombear dentro y fuera de mi, haciendo que me excitara con cada empujón, más por el hecho de que llevaba tiempo sin follar que porque realmente él lo hiciera bien, excitante y demoledor como a mi me gustaba. Empecé a gemir, también él gemía y empujaba sin parar una y otra vez, hasta que exploté en éxtasis. No fue ni de lejos el mejor orgasmo de mi vida, fue solo un orgasmo, una liberación a los meses de sequía que había pasado, nada más. Tras eso, Paul se levantó y se arregló, yo también me levanté. Me besó suavemente en los labios y me dijo:

- Gracias preciosa.

Luego salió de la habitación.

Tras eso yo había salido de la habitación y del local con ese maldito sentimiento de frustración al sentir que Paul no tenía lo que yo buscaba en un Dom.

- Así que fue una noche desastrosa – me preguntó Ana mientras cenábamos en mi casa

- Pues más o menos, la verdad que ese tal Paul no me va demasiado, me ha dejado dolorida y... buf, creo que voy a estar algunos días sin volver por el club. Y ¿tú que tal con Pedro y los preparativos de la boda?

- Bien, muy bien, genial. Ayer fuimos a ver el restaurante, es fantástico y los precios están muy bien. Por cierto, el sábado resérvate la mañana para mí, vamos a ir con mi madre y mi hermana a comprar el vestido de boda. ¿vale?

- Vale.

19 de Marzo de 2019 a las 11:08 3 Reporte Insertar Seguir historia
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Dulce deLeche Dulce deLeche
Muy caliente!!!! Me ha encantado la relación de sumisa y Dom. De verdad existe en la vida real? 😳
September 24, 2021, 05:21
H Hamlett
Hola, felicitaciones por tu historia. te invito a leer mi historia "fantasía de mis sueños", soy nuevo escribiendo este tipo de relatos, me gustaría saber tu opinión, gracias!
April 07, 2019, 15:12
H Hamlett
Excelente, felicitaciones! Te invito a leer mis historias
March 31, 2019, 11:52
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