Le atrae la tristeza, el miedo, la oscuridad. Se apodera de todo ser invadido por cualquier emoción. No los podemos demostrar o ya no tendremos control sobre nosotros.
- Comamos o se enfriará la cena.- dijo mamá.
- Está bien.- asentí.
Mi hermano, mis tías y mis abuelos preparaban la mesa, mientras yo servía los platos con mamá. Fue entonces cuando las luces se apagaron y se encendieron rápidamente, para luego parpadear una y otra vez. Esto solo significaba algo...está aquí.
Me dirigí al baño sin ninguna expresión en el rostro. Me quedé de pie frente al lavabo, abrí el caño, lavé mi rostro y me miré fijamente en el espejo, pensando. Al terminar, giré para abrir la puerta y encontré, junto a la bisagra, la pierna huesuda de un humano, con la piel tan blanca como la nieve, llena de lo que parecían ser golpes. La miré con asco y temor, tanto que hizo que mi piel se erizara. Lo sentí. Sentí su presencia. Me controlé al instante, no debía demostrar nada.
Regresé a la cocina y les dije a los demás lo que vi. Les pedí que no se acercaran mucho a mí, pues lo sentía cerca mío.
- Ve y pídele a la Luna, ella te ayudará.- me susurró la abuela al oído.
Me dirigí al patio y me arrodillé, alzé la mirada y pedí a la Luna que me librara de este maligno ser.
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