Recuerdos olvidados. Clack, clack, clack. ¿Habrá estado el grifo mal cerrado?
Me levanté, me vestí y salí a la calle. Quería olvidarme de ese sonido, quería sacármelo de la cabeza. Era demasiada tortura, no podía seguir soportándolo. Ya iban siete meses.
Encontré una ferretería abierta. Un milagro entre milagros. Casi las dos de la madrugada. Compré dos destornilladores y seguí caminando. Volví a mi casa.
Después de trabar todas las puertas y ventanas, apagué las luces y puse música. Usé el tocadiscos. El vinilo de Artaud, de Spinetta, iba a ser lo último que escuchara.
Entre risas y gritos ahogados y gracias a eso que había comprado, finalmente dejé de sentir ese aberrante sonido. Ya no oía la música y tampoco veía demasiado bien. Estaba mareado, tenía frío y sueño.
De pronto, desesperación. Sí, ya no oía la música, pero...
Clack.
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