Durante esa noche, en la cual las estrellas brillaban como las luces que adornaron la cena de victoria, Derio observaba como ese hermoso manto estelar le acompañaba desde arriba, mientras las espadas de Targorá sellaban su cuerpo. El dolor se había vuelto una suave caricia, y poco a poco, se iba desvaneciendo, como la propia sensibilidad. Cada espada petrificaba el cuerpo de Derio, en aquel valle el cual sería su ultima morada en esta vida.
Alzo su mano en dirección hacia aquella estrella fugaz que surcaba los cielos nocturnos de Covertia, anhelando el poder de volar libremente y llegar hacia ese lugar, en el cual le esperaban. Pero poco a poco, su humanidad desaparecía. Todo lo que quedaba eran simplemente un par de pensamientos e ideas que hacían eco en su cabeza.
Derio giro su cabeza a su derecha. Fueron pocos segundos, pero mas que suficientes para observar como aquella arquera, tomaba su arco y guardaba las flechas que se habían dispersado en el campo de batalla, a la vez que caminaba junto al hechicero que había llegado hace escasos segundos a auxiliarla. Su ruta era mas que clara: Covertia, y aunque el hechicero había usado gran parte de su poder en encantar las espadas de Targorá, aun podía caminar.
Poco a poco, los ojos de Delio, se sentían pesados. El sueño eterno tocaba la puerta de su existencia, y, aunque con todas sus energías no deseaba descansar, la fuerza de aquel encantamiento se hacia cada vez mas pesada para sus hombros. Vio como su manto heroico se iba evaporando poco a poco, el cual era expulsado de su cuerpo petrificado, similar a como las cipselas de un diente de león se dispensan con el viento.
Una lagrima cayo lentamente, la cual indicaba la aceptación de Derio a su destino, odiando cada vez mas el no poder verla de nuevo. El no poder sentir sus manos. Lo único que quedaba era aquel beso que se plasmo bajos las puertas del ala norte de la ciudad, recuerdo con el cual Derio deseaba descansar.
En el bosque de los ángeles, Vilena, Kartar y su escuadrón observaban en el cielo, aquella hermosa estrella fugaz que adornaba el cielo nocturno, dándole un toque mágico y especial. Los soldados alzaban sus ojos, admirados de aquel fenómeno que brindaba una sensación de calma y esperanza. Pero Vilena no sintió lo mismo. Alzo su mano, con mucha preocupación, como si la estrella fugaz llevara algo preciado para ella. Empezó a correr en dirección de la trayectoria de la estrella. Kartar intento detenerla, pero era inútil. Vilena siguió corriendo, sin importarle su entorno. Las lagrimas empezaron a brotar, mientras ella observaba como la imagen de Delio, aparecía en su memoria, acompañada de una sensación de dolor.
Vilena tuvo que detenerse de golpe, habían llegado al limite de la ciudad de Covertia, en la cual, las luces de las casas y calles, brindaban un verdadero espectáculo para los viajeros. La noche, está por comenzar...
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