errante-dist1548368592 Matias Cevilan (Errante Dist)

Alzando el siniestro, que empuña el fuego. Purgará a las almas, que por el mal se arrastran. Escudriña el corazón, que confiesa por la emoción. Y el nudo en la garganta, silenciando toda farsa. Que escupe el veneno, culpable del sufrimiento. ¡Alza tus manos! ¡Y regocijaros! Porque Él está llegando. El verdugo de la verdad, Se aproxima a castigar. A los puros e impíos por igual. El Día y la Noche, de rodillas quedarán. .............................................................................. Como parte de una serie de cuentos cortos que vengo escribiendo y publicando en otra pagina (Este fué publicado específicamente el martes, ‎29‎ de ‎diciembre de ‎2015. Según San Word), "El verdugo de la verdad" relata la historia de uno de los fenómenos que forman parte del folclore de Lourdes: un modesto pueblo edificado entre los cerros de Limbus Sud.


Drama No para niños menores de 13. © Propiedad del autor

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CAPITULO 1

William y Maximilian LourBrige, eran dos intrépidos y picaros hermanos. Huérfanos, producto de un abandono, vivían sus días de niñez haciendo toda clase de travesuras; desde hurtos hasta fraudes acorde a su edad temprana. Nadie se salvaba de sus artimañas. Conforme fueron creciendo, sus audacias iban a la par; asimismo, su mala reputación. Para escapar del justo juicio, corrían de pueblo en pueblo escapando a hurtadillas por los vagones del tren.


Todo eso fue cambiando al llegar a Lourdes; un pueblo construido dentro de unos pocos cerros. Con bastos caminos empedrados y rusticas casas de piedra y barro. Si bien, la electricidad ya estaba presente el en lugar, mantenían fielmente su antigua infraestructura. Con un ancho río que lo atraviesa; llamado El Hefestos.

Para atravesar el río, existen tres puentes perfectamente separados uno del otro: En el norte “El escarabajo”; llamado así por su forma ovalada, y brillo de sus piedras pulidas. En el sur El “Colorado”; que, al llegar el atardecer, sus piedras reflejan el color del ocaso, y el camino se ilumina con un sutil rojo Fuego; y donde al cruzar hacia el oeste, se puede disfrutar de un maravilloso y confortante destello del sol despidiéndose entre los cerros. Y el más antiguo de todos: “El Lazos del Alma”; Un puente creado a partir de un viejo roble caído, ubicado en el centro del pueblo. Lo curioso de este puente es que ha sido el único que ha resistido las grandes tormentas que han azotaron la región; y los más intrigante es que, por cada tormenta o desastre natural, se vuelve más fuerte. Con el tiempo, han crecido ramas de entre sus soportes, anunciando al mundo que dicho árbol aún seguía vivo. En la primavera, florece con opulentas hojas de color verde claro; creando un alta arcada que salva a los ciudadanos del calor abrazador. Ya en invierno, sus ramas permanecen entrelazadas protegiendo a los transeúntes de los fuertes vientos.

Existe un cuarto puente, uno que se encuentra más al sur, a las afueras; y que antes conectaba a Lourdes con el lejano pueblito de “Carmela”: “El renacimiento”, de unos pocos años más joven que el puente más antiguo. Su nombre proviene de un fantástico mito: Se dice que, aquella persona que desea comenzar una nueva vida, o simplemente cerrar un capítulo de la misma, debe cruzar este puente en dirección opuesta al pueblo a las nueve de la noche Y, según el mito, este lo conduce hacia un nuevo camino. En algunas ocasiones regresarán con las fuerzas totalmente renovadas al cabo de algunas horas. Debido a su deplorable estado, decidieron clausurar ese camino, y seguir por el costado. Autos de eso, deben pasar por el centro de la ciudad. A veces suele visitarse cuando se realizan a su alrededor diversas ceremonias religiosas, o fiestas de despedidas: Todos estos actos, se realizan siempre en horarios diurnos. No por el miedo, más bien, por respeto al mito en sí.



Los hermanos llegaron de un salto. Impulsados por la velocidad del tren, aterrizaron en un cumulo de paja ubicado a pocos metros de la estación. Se colaron en el mismo edificio como vendedores de unos diarios que habían robado hace días atrás, y salieron por la puerta principal. Frente a ellos estaba el puente de roble, que cruzaron haciendo toda clase de piruetas. Atravesaron a la muchedumbre del mercado, y llegaron a la plaza principal; donde quedaron impresionados con una enorme estatua de un hombre alto, corpulento y cubierto con harapos. Este, portaba un estoque marcado por unas llamas simbólicas en su mano izquierda, y una soga con el nudo de la horca en su mano derecha, alzándola hacia el cielo. A los pies de gigante, había una inscripción tallada en la piedra que les era ilegible. Restándole importancia a la lectura, tomaron unas monedas de cobre que dejaban los ciudadanos en el estanque, y siguieron su camino.



Haciendo una caminata delictiva por los angostos pasajes, dieron con la presencia de Victoria Ivanovich; Una joven que ayudaba a sus tíos en una verdulería. Servicial y de un notable, pero culto atractivo físico. Esto acaparó la atención de ambos hermanos; Y al mismo tiempo, nació una necesidad de competencia entre ellos.

A los empujones se presentaron como ayudantes en la verdulería. En medio de las labores, no se hacían esperar algunos juegos acrobáticos y bromas livianas; todo para captar la atención de Victoria. Mientras Maximilian acomodaba las mandarinas, William las ordenaba haciendo castillos y otros monumentos; para luego ser derrumbadas por alguna manzana. A veces resultaba tener efecto en la muchacha, y cada tanto se daba alguna que otra charla con ella. Mediante la plática conocieron su vida:


Los padres de ella eran enfermeros militares, y en una noche lluviosa fueron reclutados para cumplir con su deber; dejándola con sus tíos a los Diez años. Tenía un hermano con síndrome de Down: Harold; a quien visitaba todos los días en el centro de salud religioso llamado “Lavide”: ubicado al norte del pueblo. El amor que tenía por él era fuertemente notable a simple vista. Basta decir, que estuvo toda una tarde hablando de él. Y, para alegría misma desgracia de ambos, se encontraba soltera, pero sin necesidad buscar pareja. Sin embargo, aumentó aún más las intenciones de aquellos dos.


Queriendo simpatizar aún más con vitoria, a William se le ocurrió una idea desalmada. Consistía en traer a Harold, como una sorpresa para la joven. Maximilian desistió pensando en lo complicado del plan. Todos en Lourdes sabían que, Nadie sale de “Lavide”. Sin embargo, Su hermano mayor logró convencerlo. Esa misma noche, se reunieron en los gruesos portones del centro médico. Tras dar catorce vueltas alrededor del recinto, dieron con un rosal dañado que formada una pequeña arcada por debajo:


-Vayámonos de aquí, se van a dar cuenta. –Le decía Maximilian picándole con un palo.


- ¿Ya te acobardaste? Vete si quieres, puedo solo. – Le respondió William, remarcando su molestia ante las dudas de su hermano. Al pasar el cerco, escalaron una enredadera que adornaba la pared de la cocina, logrando entrar por la chimenea. Para recordar el aspecto de aquel joven, trajeron consigo una de las tantas fotografías que había en un gran mural de la verdulería. Ni bien se adentraron, se perdieron al transitar por un pasillo largo; Llevándolos a la misma cocina de dónde venían. Entre empujones y susurros, dieron con un plano. Tras silenciosas discusiones, encontraron los cuartos. Al llegar, se vieron envueltos en un laberinto de puertas entreabiertas. En cada una de ellas, había pacientes y empleados del recinto que descansaban. Excepto una persona, el Teniente Coronel “Emilio Gonzales”; Un paciente que se jactaba de haber combatido en mil guerras. Donde en todas ellas, se batía a muerte con dos escarbadientes; mismos que desechaba de su boca cada cinco minutos. Para evitar toda sospecha, los hermanos fingieron ser enfermeros. Sin embargo, sus disfraces los condenaron a una sesión de largas y delirantes historias con el Coronel. En una de sus extensas anécdotas, el hombre se distrajo al querer buscar una reliquia fantástica que, según él, la Reina de Inglaterra le encomendó proteger:


-Por eso estoy aquí. Si deseas esconder un árbol, llévalo al bosque. Y… ¡SEGURAMENTE! Aquí… ¡jamás la encontrarán! –Decía mientras se adentraba debajo de su cama distendida - ¡Yo no estoy loco! Finjo serlo para cumplir con la labor de su majestad… - Exclamaba con ese indice derecho levantándolo con su Fe. Al llegar al fondo de su cama cayó en un sorpresivo sueño, asegurando la libertad de esos falsos empleados:


- Oye Willy, ¿Qué es Inglaterra? – Preguntó Maximilian.

- No tengo idea… – Respondió William – No le des importancia. Recuerda que aquí hay solamente seres dementes. -



En un acto de absoluta torpeza, producto de una quisquillosa disputa, tropezaron por unas escaleras; que daban a un cuarto con poca iluminación; haciendo que entraran con trompos al lugar. Queriendo sobar sus dolorosos golpes, ambos fueron sorprendidos por la presencia de un joven. Este, se encontraba encogido en una esquina del cuarto, y los miraba con curiosidad. Al erguirse, sembró en William y en Maximilian un indisimulable pavor. Era más alto que ellos, corpulento, de ojos claros y cabello rizado:


-No… te muevas… - Le decía William a su hermano. A Maximilian le temblaban las piernas por la sorpresa del momento. Logró divisarlo a viva luz, y con temor sacó de su suéter la foto que robó en un intento de reconocerlo. Si bien en la cara se parecía, el resto pasaba por encima de las suposiciones:


-ha… ¿Harold? – le preguntó titubeante. El sujeto centró su mirada en Maximilian. William notó su reacción y lentamente se acercó al misterioso hombre. Al susurrar nuevamente el nombre, logró captar la atención del sujeto:


- ¿Tu eres Harold? – Le preguntó. El muchacho asentó con su cabeza. Finalmente lo habían encontrado. Sin embargo, no era momento de deleite, había que convencerlo de que no eran extraños. Mientras que Maximilian rogaba a versos que nada malo ocurriera, William se acercaba con cautela:


- Somos amigos de tu hermana, victoria. –Le respondía mientras extendía su mano con extremo cuidado. Harold tomó de su mano y lo arrastró hacia él, para estrujarlo con un abrazo. Evidentemente era el hermano de Victoria.

- Vinimos a buscarte, y te llevaremos con tu hermana. – Le decía William mientras trataba de zafarse de los grandes brazos del gigante. Tras varias insistencias y empujones, lograron convencerlo:


-No hagas ruido, esto es un secreto, una sorpresa – Le recordaba William. A Harold le gustaban las sorpresas, e imitó las señas del silencio. Evitando todo escándalo, lograron retornar a la cocina. Ahí tuvieron problemas al querer entrar por la chimenea. A diferencia de los hermanos, que lograron entrar por allí sin inconvenientes, Harold era muy grande. Afortunadamente dieron con una puerta que daba al patio trasero. Al querer abrirla fueron sorprendidos por Sor Ingrid, la Madre superiora del instituto:


- ¿¡Pero en nombre del Eterno que es lo que están haciendo?!

- ¡nos jodimos! – Exclamó Maximilian a medida que forcejeaba la puerta. La madre quiso correr para dar la alarma, pero William la contuvo en la cocina:


- ¡Señora no somos delincuentes! ¡Cálmese! – le decía tratando de negociar una paz, pero esto solo aumentó el miedo de la mujer. El mayor de los LourBrige, sin hacer mucha fuerza, la empujó hacia las mesadas. La mujer, al chocar con su espalda, fue sorprendida por un cuchillo que estaba suspendido en la campana de ventilación, este cayó, y se incrustó en su cráneo; matándola al instante. Ambos quedaron estupefactos por el suceso:


-La has matado… - Titubeaba Maximilian. William permanecía inmóvil, mientras Harold se acercó al cuerpo, retiró el cuchillo de la cabeza y se quedó cerca de ella, mirándola anonadado. El escándalo despertó a todos en el lugar.


- ¡Déjalo tenemos que irnos! – le gritaba a William. Tomó la mano de su hermano menor impactado y ambos escaparon abandonando a Harold. Los doctores, pacientes y autoridades religiosas quedaron alarmados al contemplar tal atrocidad; donde un joven empuñaba una culpa que no le correspondía.

25 de Enero de 2019 a las 00:26 0 Reporte Insertar Seguir historia
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