Aquel primer trago de chocolate caliente me puso en el ánimo adecuado. No había sido el mejor año en nuestra relación, pero agradecía tenerle conmigo una Navidad más. Su mano fue a la mía y me dedicó aquella sonrisa que me enamoró muchas navidades atrás, cuando nuestra ingenua juventud, nos dejó creer en el felices para siempre.
Joshua había sido mi primer amor y sé que mi corazón solo me permitiría amarle a él, por el resto de nuestras vidas; aun cuando la de él lo iba dejando con cada minuto que pasaba. Y aún así me parecía el hombre más apuesto sobre la tierra; con todos esos cables conectados a él que me hacían bromear todo el tiempo con que parecía un robot siendo cargado. Esas risas mal buscadas eran mejores que todas las noches en que me tenía que arrodillar en el ventanal de su habitación de hospital a rezar porque el amor de mi vida no me fuera arrebatado con tanta facilidad.
Nuestros padres tenían lástima, por vernos tan enamorados y tan heridos, que al final se acostumbraron a mí quedándome a su lado, aun cuando las medicinas lo noqueaban por horas y pasaba la mayoría del tiempo mirándolo de esa manera.
Pero aquella noche, no había medicinas arrebatandome esa sonrisa y había decorado la habitación para tener nuestra fiesta de navidad privada; y con la ayuda de las enfermeras lo había vestido con sus viejas ropas, para traer de vuelta un poco de la normalidad que el cáncer nos había arrebatado hace algunos años.
Besé la comisura de su boca reteniendo las lágrimas que siempre amenazaban con salir y volví a mi silla, al lado de su camilla para dar otro sorbo a la bebida caliente que era el pequeño capricho que me había dado ese día.
— Cásate conmigo- dijo aclarándose la garganta y arreglando el gorro que tapaba su cabeza, hace mucho desprovista del cabello que alguna vez soñé nuestros hijos heredarían.
—- Si- respondí dándole un leve apretón a su mano, con una solitaria lágrima deslizándose por mi mejilla.— Sabes que siempre diré que si.
Y esa era una realidad. Noche tras noche, siempre me pedía lo mismo; olvidándose de haberlo hecho el día anterior; y todas las veces le decía que si; como si creyera que eso alguna vez pasaría.
El doctor nos había dado una fecha límite, y no tenía más de un mes de vida disponible en sus manos, que desearía haber pasado de otra manera menos encerrada en una habitación de hospital.
— ¿Quieres tu regalo?- pregunté acariciando su mejilla mientras mi oído estaba enfocado en cualquier cambio en el pitido de las máquinas a su alrededor.
— No tenías que conseguirme nada-negó lentamente poniendo su mano sobre la mía y suspiró.— Yo sé que no tengo nada para darte.
— ¿Bromeas? Me has dado los mejores años de mi vida, y un amor que no podré olvidar nunca- la expresión de tristeza en su rostro fue suficiente para que lo perdiera y me sumergí en un llanto silencioso.
— Ni un día sin lagrimas puedo regalarte. ¿En qué clase de hombre me convierte eso?
— En el hombre que amo y que siempre amaré.
— ¿Para siempre?
— Para siempre.
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.