Era solo un crió de ocho años, cuando todo ocurrió, los medios de comunicación me llevaron de la mano para contemplar las inenarrables escenas que al mundo acaeció.
La tierra se desquebrajo por los masivos terremotos tragándose consigo las más gigantescas montañas del planeta, enormes bosques desaparecieron en un parpadeo y ciudades completas fueron reducidas a simples ruinas, ni las metrópolis mejor preparadas soportaron la inclemencia, y sucumbieron impotentes ante la furia de la implacable naturaleza.
Volcanes viejos despertaron enfurecidos, y nuevos nacieron iracundos para que de ellos salieran embrutecidas y coléricas columnas de magma que amenazaban cubrir para siempre el firmamento. Ríos de fuego se abrieron paso sobre asfalto y concreto. Dejando tras de sí una estela de humo, cenizas, ascuas ardientes y un olor a azufre sofocante.
El cielo se abrió para que de en medio de el, un agujero negro y colosal vomitase monstruosas piedras incandescentes que Llegaban, impactaban y explotaban causando en el suelo agujeros tan horrendos y tan profundos que uno creería que habían llegado a tocar el interior del planeta. El aire se volvió tóxico tanto para humanos como para bestias y las tormentas negras, eléctricas y ácidas arrasaban con todo y a todos cuantos había bajo de ellas.
El océano embravecido, creo olas descomunales que se tragaban sin miramiento playas, puertos, barcos incluso islas completas. Dejando detrás despojos flotantes de lo que una vez fue una civilización en pleno apogeo. Y cuando el agua retrocedió, bestias ciegas, de aspecto casi humano, pero mucho más pavoroso quedaron encalladas tierra adentro, las había traído la marea dejándolas como muertas. Pero no tardaron mucho quietas pues al cabo de un rato se movieron, se arrastraron, reptaron y luego se levantaron enfurecidas y enloquecidas por devorar sangre y carne humana.
Y todo aquello no era más que el inicio de un final anunciado con antelación, Pues no fueron pocos quienes gritaron a los cuatro vientos las desdichas que se cernirían sobre mundo; nadie se imaginó que las profecías serían tal y como en su tiempo las habían descrito, pero todos aquellos pobres hombres solo fueron tildados de locos o simples alborotadores...