oswaldo-puchoc1540097014 Oswaldo Puchoc

Dos niños juegan en lo alto de una montaña de la sierra peruana, sin saber que algo está a punto de suceder. En la ciudad, un abuelo pasa tiempo con su nieto, sin saber que gracias a él algo maravilloso está a punto de suceder. ¿Cómo es que se entrelazan ambas historias?


Cuento Todo público.

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El secreto del abuelo


- ¡Sígueme! Te hago una carrera, el primero que llega al cementerio gana.

- ¡No vale! Tú eres más rápido, tú eres mayor, me vas a ganar…

Es un domingo soleado, las nubes blancas adornan el cielo azul y corre un viento fuerte y frío, raro para estas horas de la tarde. Pablo y Miguel corren colina arriba, la carrera la gana Pablo, Miguel reniega de ser menor y mucho más pequeño:

- Ya ves que te dije, tú tienes doce años y yo diez, eso no es justo.

- No seas llorón y juguemos otra cosa. ¿Hay que buscar lagartijas?

En el pueblo todo está tranquilo, todos caminan de un lado a otro como si fuera un domingo normal, en la plaza los niños corretean riendo y lanzando gritos que se escuchan hasta la última casa a las afueras del pequeño pueblo, en las casas las familias se agolpan alrededor de la radio intentando escuchar la transmisión de un suceso importante. Todo parece presagiar un domingo cualquiera, pero el viento sopla fuerte y es frío, eso es raro, no encaja con un día tan bello en donde el sol irradia su luz en un pueblo que alberga una tranquilidad rural, esa tranquilidad que sólo conocen las montañas y que muy pocas veces es alterada…

*****

El ruido de la ciudad ingresa a cada hogar, las bocinas de los autos en hora punta vuelven loco a cualquiera, en especial a los señores mayores de cincuenta años que no tienen mucha paciencia. Este es el caso del abuelo, un hombre que a sus sesenta y cinco años no aguanta pulgas, ni siquiera a sus nietos y eso que tiene siete. Aunque pensándolo bien, con su último nieto las cosas son un tanto distintas, el abuelo dice que Santiago no es malcriado como los otros, que no parece estar endemoniado, lo sientas en un lugar y no se mueve, le dices que no se mueva y ¡no se mueve! Es obediente y además risueño, pero tiene un defecto: es muy preguntón.

- Abuelito, ¿por qué cuando corro de noche la luna me persigue?

- No te persigue hijo, sino que es tan grande que parece que se moviera, pero el que se mueve eres tú.

- Y ¿por qué la luna es de color blanco?

- Ese no es su color, la luna no tiene luz propia, lo que en realidad sucede es que refleja la luz del sol. Es por eso que a veces la luna parece que cambiara de forma, pero lo que está sucediendo es que la luz del sol está llegando de distinta manera.

Santiago es muy curioso, pero el abuelo le tiene paciencia, sólo a él, sólo a él… El abuelo es un tipo serio, que sonríe poco y reniega mucho, la mayoría de veces Santiago es culpable de sus sonrisas y sus otros nietos son los culpables de que esté de mal humor y tenga el dilema de sacar o no la correa. Santiago adora escuchar las historias del abuelo, imagina cada palabra que él dice y se emociona con sus aventuras en la selva central o los peligros que pasó en el desierto de Sechura, sea cual sea el lugar, si el abuelo es el protagonista, Santiago está contento y disfruta el momento.

*****

- Miguel, ¿qué quieres ser cuando seas grande?

- Quiero ser profesor.

- Eso parece aburrido, ¿no te gustaría ser algo más emocionante?

- ¿Qué puede ser más emocionante que conocer de historia y de ciencia y hacer que los niños aprendan esas cosas?

- Creo que ser policía o soldado es más emocionante.

- No importa lo que lleguemos a ser, lo que importa es que seamos felices con ello, eso me dice siempre mi mamá.

Pablo y Miguel juegan en la colina de la montaña, muy cerca del cementerio del pueblo, el lugar más alto y con una vista increíble, pero también el lugar predilecto para buscar lagartijas entre las piedras. Pablo y Miguel son mejores amigos, son vecinos. Pablo es el mayor, es más grande y más fuerte, por lo que siempre defiende a Miguel de cualquier abusivo en la escuela. Cuando salen del colegio regresan juntos a casa, juegan cerca del rio, juegan a ver quién encuentra la flor más bonita.

- ¡Miguel!, acabo de recordar que tengo que ir a decirle algo a mi mamá.

- Entonces, ¿ya nos regresamos?

- No, no. Espérame aquí, yo regreso en diez minutos, y de paso traeré los dulces que hace mi mamá, ¿qué te parece?

- Si, son bien ricos. Entonces seguiré buscando lagartijas, no te demores.

Pablo desciende rápidamente la colina y va con dirección a casa, todo en el pueblo sigue tranquilo. En el campo las mujeres recogen las papas y las meten en un costal, mientras que los hombres remueven la tierra y empujan al buey. En las casas los niños juegan y corretean, siempre con la vista cuidadosa del hermano o la hermana mayor. Mientras tanto, aún en la colina del cementerio, Miguel se sienta y observa el hermoso paisaje del pueblo, admira la majestuosa cordillera blanca y se sorprende de la inmensidad del cielo azul, adornado con nubes blancas y pomposas. De pronto observa una lagartija saliendo de una piedra, mira con cuidado porque es la primera que ve en el día. Miguel se pone de pie y se prepara para atrapar al “chukulungu”, se acerca sigilosamente, se encuentra a centímetros de ella, cuando de pronto aparece otra lagartija, y otra más y otra más, todas corren desesperadamente. Miguel no puede creerlo, piensa que si Pablo estuviera con él se emocionaría mucho, de seguro que ya está por el camino, colina arriba. Se apresura a coger una lagartija, pero resbala, cae de bruces al pasto, abre los ojos y observa una lagartija a centímetros de su rostro, de pronto algunas rocas pequeñas ruedan, como si alguien las lanzara de la parte más alta de la colina, Miguel, aún boca abajo, observa como ruedan las piedras y pega su oído izquierdo al suelo, su abuelo alguna vez le habló de la voz de la montaña, Miguel cree que es el momento de escuchar lo que le quiere decir la “pachamama”. Cierra sus ojos y escucha en silencio, siente que algunas piedras siguen rodando, puede sentir a las lagartijas saliendo de sus escondites, pero Miguel intenta concentrarse sólo en la montaña y se esfuerza por llegar a oír el sonido del silencio, la montaña le va a decir algo…

*****

- Abuelito, ¿cuál fue el día más alegre de tu vida?

- No he tenido muchos, pero creo que podría ser el día que nació tu mamá, aún recuerdo su carita bonita y su cuerpito chiquito en los brazos de tu abuela, que en paz descanse.

- Entonces, ¿el día más feliz de mi vida será cuando nazca mi primer hijo?

- No necesariamente Santiago, puedes tener muchos días felices más y yo creo que tú serás una de esas pocas personas en la humanidad que tienen más días felices que días tristes.

- Abuelito, entonces ¿cuál ha sido el día más triste de tu vida?

De pronto la mirada del abuelo se perdió observando la ventana, era como si empezara a recordar algo y le doliera en lo más profundo de su alma, cerró los ojos y se esforzó mucho por no llorar, tragó saliva y le dio un beso en la frente a su nieto, lo abrazó y luego suspiró…

- He tenido muchos días tristes hijo, pero el más triste sin duda fue el día que...

El abuelo llora cada cierto tiempo, se sienta al lado de la ventana y mira el horizonte, recuerda su pasado y llora, nada lo calma, en la familia todos han intentado calmarlo, pero él siempre ha dicho que lo dejen en paz con su dolor, que cuando esté así no lo molesten. Ahora Santiago está a su lado, el abuelo está llorando, Santiago guarda silencio y espera una respuesta que le ayude a entender la tristeza de su abuelo. La curiosidad lo vence y entonces pregunta:

- ¿Fue el día que murió la abuela?

- Ese día fue triste, pero yo sabía que en algún momento ella partiría. De alguna forma, cuando sabes que algo es probable que suceda y te preparas para ello ya no te choca tanto, no te duele tanto.

- A veces te veo muy triste, abuelito. Mamá dice que tiene que ver con algo que siempre recuerdas, ¿qué es eso que siempre te pone triste?

- Nunca se lo he contado a nadie, es mi único secreto, tu abuela lo sabía, pero prometió jamás contarlo a nadie y sé que cumplió su promesa. Escucha atentamente lo que te contaré. Te he contado muchas historias y todas ellas han estado llenas de emoción y fantasía, pero esta historia es totalmente distinta, esta historia es mi vida y está guardada en lo más recóndito de mi corazón. Escucha atentamente hijo y disculpa si no aguanto el llanto. Yo era muy niño cuando esto sucedió…

*****

Un ruido estruendoso, seguido de un brusco y estremecedor movimiento del suelo, hace que Miguel abra los ojos muy asustado. Todo está en movimiento, la tranquilidad de la montaña es perturbada y el pueblo empieza a desesperarse, son los cuarenta y cinco segundos más largos para Miguel que se aferra al tronco de un árbol. La montaña le ha hablado con voz estruendosa, Miguel está muy asustado y espera que pronto termine el terremoto que es una pesadilla. El cielo azul es testigo de un pueblo sorprendido por el movimiento de la tierra, las casas de adobe han caído luego de ser fuertemente remecidas, se escuchan gritos y llantos de desesperación, las familias del pueblo están dispersas e incompletas, la madre busca a su hijo, el padre busca a su esposa, los escombros dificultan la búsqueda y la desesperación se acrecienta, los llantos se multiplican, es la desesperación del pueblo ante la voz estruendosa de la montaña. Miguel está llorando, desde la colina del cementerio puede ver como gran parte del pueblo ha sido destruido, piensa en su familia, puede ver a lo lejos que su casa también se ha caído. Piensa en Pablo, y espera llegue pronto para no sentirse solo en este momento tan terrible, pero Pablo no llega. Miguel sigue llorando, decide que debe volver a casa, pero antes quiere responderle a la montaña, desea reclamarle por tan terrible suceso, la montaña, y su voz estruendosa, es la culpable. De pronto, cuando parecía que la montaña recobraba su tranquilidad, un sonido muy fuerte hace su aparición. Los gritos y llantos del pueblo son superados por un sonido mucho más fuerte que la voz estruendosa de la montaña, es un sonido que se acrecienta y se asemeja al de muchos aviones acercándose al pequeño pueblo. Miguel está de pie mirando el pueblo destruido y escucha el fuerte sonido que se acerca, no sabe exactamente de dónde es que viene, pero sabe que es algo terrible. Observa asustado todo el paisaje, busca en cada montaña para saber de dónde viene tan fuerte ruido, de pronto se detiene en el Huascarán y nota que no es el mismo, algo le falta, algo va a suceder. En el pueblo todo es un caos, la gente corre de un lado al otro tratando de escapar de aquel sonido estruendoso que se acerca al pueblo trayendo quien sabe qué, los pobladores corren en distintas direcciones, el eco los confunde, no saben si ir para el norte o para el sur. Pero Miguel acaba de entenderlo todo y se queda inmóvil observando la escena tan horrorosa que va a tener lugar en el Callejón de Huaylas, Miguel observa cómo una gran masa de piedras, hielo y lodo, una masa negra se acerca a gran velocidad destruyendo todo a su paso. Miguel es testigo del poder destructor del aluvión, Miguel es un sobreviviente del aluvión que sepultó al pueblo de Yungay…

*****

- Pablo nunca regresó, yo jamás volví a ver a mi familia, todos fueron sepultados por el aluvión, todos menos yo. Yo creía que la montaña era la culpable, pero con los años comprendí que el verdadero culpable es Dios, él castigó a mi pueblo, él permitió que la desgracia llegara a Yungay, él quiso que yo sea un niño huérfano, que creciera sin mi familia, que guardara tan terrible imagen en mi memoria, él es el verdadero culpable de todo esto, él es el culpable de mi tristeza, de mi mayor tristeza.

- Entonces abuelito Miguel, ¿Dios es el culpable de todas nuestras tristezas?

Después del aluvión el abuelo Miguel jamás fue el mismo, la tristeza gobernaba su ser y el dolor casi siempre lo vencía, sentía que todo era injusto y muchas veces hasta quiso quitarse la vida. Pero conoció a la abuela Nilda y se enamoró de ella, decidió salir adelante junto a ella y logró formar la familia. Cuando la abuela murió, el abuelo cayó nuevamente en la más profunda tristeza, pero en verdad no le dolía mucho la partida de su esposa, lo que más le dolía era recordar aquel día, ese 31 de mayo de 1970, después del aluvión todo lo malo o triste que le sucedía era un buen pretexto para recordar el día en que la montaña gritó estruendosamente. El dolor de la partida de sus seres más queridos jamás fue curado, ni siquiera el amor de la abuela Nilda le pudo dar paz. Sin embargo, ya cuando no había esperanza, nació Santiago. El abuelo lo vio y supo por el brillo de sus ojos que él iba a ser muy especial en su vida. El abuelo Miguel se aferró a la única esperanza que le quedaba, el amor de un niño expresado en la persona de Santiago. Ahora el abuelo se enfrenta al pasado, pero no está solo, camina junto a su pequeño nieto.

El abuelo mira fijamente a Santiago, observa el brillo de sus ojos y entiende que si bien Dios permitió que todas estas cosas malas le sucedieran, ese mismo Dios le ha permitido conocer a Santiago. Ese Dios que permitió la muerte de su familia, es el mismo que permitió su vida y la de Santiago. El abuelo Miguel llora nuevamente, pero esta vez es un llanto distinto, como de alegría. Abraza a su nieto, lo besa en la frente y le dice:

- No mi niño, yo he sido culpable de mis tristezas, yo hasta hoy no había podido superar lo del aluvión y toda mi vida busqué un culpable, qué fácil fue para mí decir que es Dios, pero ahora entiendo que cada persona tiene momentos tristes y momentos alegres, pero depende de la persona el decidir si su vida se sustenta en los momentos tristes o en los momentos alegres. Yo sustenté mi vida en los momentos tristes, pero tú me has enseñado que hay felicidad en las cosas simples de la vida y tu vida para mí es valiosa; y ese Dios que permitió aquel aluvión de 1970, es el mismo Dios que me ha dado la vida para conocerte y saber que serás un gran hombre, un hombre de bien, sin resentimientos ni rencor, un hombre que se sobrepone a las distintas circunstancias que le ha tocado vivir. Ahora que sabes mi secreto, ¿qué harás?

- No se lo diré a nadie, a menos que tú quieras que yo lo cuente.

- Prométeme algo.

- Dime abuelito.

- Cuando yo me vaya de este mundo quiero que escribas mi historia o parte de ella, para que otras personas puedan entender lo que yo he entendido, para que dejen de complicarse la vida con su pasado y se pongan a vivir en serio el presente que es tan valioso.

- Abuelito, creo que Diosito está contento por ti.

Después de contar su secreto, el abuelo no ha sido el mismo, ya no llora cerca a la ventana, ahora juega con Santiago y con sus otros nietos, ya no se pone pensativo ni se encierra en su habitación, ahora sale a darle de comer a las palomas y camina por el parque buscando la flor más bonita. El abuelo Miguel ha decidido volver a estudiar, quiere ser profesor, dice que no hay nada más emocionante que enseñarle a un niño. Yo creo que el abuelo aprendió a vivir el día que entendió qué era en verdad la vida, después del aluvión él creía que la vida era dolor, tristeza y pena. Pero cuando conoció a Santiago comprendió que la vida era amor, perdón, paz, esperanza y fe, y es que así ve la vida un niño, no se complica, si quiere amarte te ama, y eso es lo que hizo mi padre (yo me llamo Pablo, soy hijo de Santiago y bisnieto de Miguel) con mi bisabuelo y esa fue la respuesta de mi bisabuelo con mi padre y con la vida. No he llegado a conocer a mi bisabuelo, pero mi padre siempre me habló de él y me ha contado todas sus aventuras, pero de todas ellas la más hermosa y maravillosa es esta, la historia de un hombre que volvió a la vida muy cerca al tiempo de su muerte. En palabras de mi padre Santiago: “Que el aluvión de tristezas no te quite la vida, sino que sea una oportunidad para gozar a plenitud de un aluvión de alegrías”.

*****

- ¡Sígueme abuelito! Te hago una carrera, el primero que llega al parque gana.

- ¡No vale Santiago! Tú eres más rápido, tú eres menor, me vas a ganar…

21 de Octubre de 2018 a las 05:22 0 Reporte Insertar Seguir historia
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