flavii_mb Flavia M.

Edwin es prisionero por perseguir sus ideales, pronto comienza a olvidarse de ellos mientras es testigo de su propio desmoronamiento dentro de una curiosa celda


#59 en Cuento No para niños menores de 13.

#uncuentoespecial #prisionero #drama
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El hombre del espejo

¿Qué nos ha pasado?”. Le preguntó el hombre a su reflejo con tono resignado. Le miraba a los ojos, como si en ellos se encontrara la respuesta, sin embargo, el rostro de mejillas hundidas y con la palidez de un muerto, solo le devolvió una mirada vacía.

En aquel mísero cuadrado, sin ventanas y de paredes oscuras, los únicos muebles consistían en un colchón mugriento en el suelo y un espejo de cuerpo entero en un rincón. Estaba colocado de tal forma que la luz eléctrica del pasillo, que se colaba por las rendijas de la puerta, iluminaba la zona y así quien estuviese dentro no podía escapar nunca de su doble.

Al principio le había parecido ridículo, ¿qué clase de función tendría ese espejo? No lo podía comprender, aunque tampoco le interesaba, por lo que se dedicaba a ignorarlo dándole la espalda o contando cada una de las grietas de las paredes para que el tiempo pasara.

Un día, sin saber bien cuando, ni cuanto hacía que estaba ahí, descubrió que lo odiaba, deseaba arrancarlo, romperlo, estrujarlo hasta que le sangraran las manos, pisotearlo, gritar, pero apenas si le quedaban fuerzas para abrir los ojos.

Entonces entendió la gran estrategia.

Tener que soportar ver como le despojaban cada centímetro de sí o ser testigo de como su cuerpo se desgranaba hasta dejar de ser cuerpo, era peor que cualquiera de las torturas que hacían en la habitación contigua.

De todas formas lo más insoportable era ser obligado a observar minuto a minuto el rostro del traidor y como se iba apagando con una lentitud dolorosa. Ver los labios resecos, que habían gritado a viva voz cada uno de los nombres y lugares que había jurado proteger, pero que callaban las injurias que realmente quería decir porque tenía miedo. También odiaba esos ojos, alguna vez llenos de convicciones por las que valía la pena luchar y que siempre se habían mostrado confiado incluso pedantes, pero que ahora ante el mínimo dolor se retorcían, lloraban y suplicaban desconsolados hasta quedar secos.

Y así se fue vaciando.

Al punto que le era imposible recordar quién fue… si es que alguna vez fue algo.

No se reconocía dentro de los harapos roñosos y agujereados de los que se asomaban alguna costilla, o un pedazo de piel flácida. Ni siquiera habían rastros de él en sus pensamientos, ya no quedaban de esos que le encendían el alma o de los que fueron el motor de la rebeldía, estaba seguro de que alguna vez estuvieron ahí dentro, pero no porque se acordara de ellos sino porque habían dejado un hueco al desaparecer.

Solo quedaban deseos de que terminara todo rápido y que sus súplicas fueran escuchadas. Que al rostro sin nombre, ese que le provocaba dolor, se le fuera la mano y lo friera con un solo choque eléctrico. Pero no. Eso no pasaría, era una esperanza en vano, porque el rostro sin nombre sabía muy bien lo que hacía y era capaz de controlarse, no tenía nada en contra de él, solo le gustaba tomarse el tiempo para ser más efectivo. Había visto y sentido como disfrutaba haciendo daño.

¿Cómo fue que pasó esto?” volvió a preguntarle al espejo.“¿Cómo fue que llegamos a esto?”

Tu la entregaste” acusó con voz ronca el doble.

Aquella afirmación fue un golpe seco en el medio del pecho, pero no le dolía, le asqueaba. Era consciente de eso. Había gritado su nombre, en el medio del caos. Lo había dicho. Aquel nombre que quería proteger se escapó de sus labios y ahogado en medio de lágrimas había deseado que fuese ella la que sufría en esa mesa helada.

Luego todos los sonidos se apagaron, pero ya no había vuelta atrás, el rostro sin nombre se burlaba de él, reía triunfal, de seguro viendo su mirada consternada al darse cuenta del error. Una y otra vez le preguntó si esa era su chica, y sobre lo que pensaría cuando se enterara de quien la había vendido. Le dijo que ella sería la próxima y él solo pudo rugir de rabia, pero la risa fue más potente. Después todo se apagó.

Te odio” le dijo el doble

Lo sé...yo también”

Se sumieron en el silencio, sin dejar de mirarse. Ambos parecían esforzarse en olvidar, pero en sus mentes aparecía una mañana de primavera, promesas, un futuro; quizá eso había sido ella para él.

Solía decirlo en voz alta, en la soledad de la habitación, y eso bastaba para que una pequeña llama de esperanza surgiera dentro de él, o sino también, aparecía en sus sueños, los llenaba de color. “¿Cómo pudo corromper algo tan puro?” Se recriminaba. Nunca se hubiese imaginado entregándola solo para que el dolor se detuviera, y si evitar el dolor era lo que pretendía lo que vino después fue mucho peor.

Se lo merecía. Ahora el nombre estaba manchado con culpa y si lo pronunciaba, más terribles eran las pesadillas.

La imaginaba como él, los ojos ámbar observándolo desde el espejo con desprecio y rabia, mientras los harapos se le pegaban a un cuerpo sin carne. Veía los huesos de la espalda sobresalir al encorvarse por el dolor, sentía su dolor. Aunque quizá lo peor eran el movimiento de sus labios que le repetían una y otra vez la misma frase “yo nunca te traicionaría, no a ti”. Una expresión mentirosa que en algún momento había salido de sus propia boca, pero ahora la decía ella, le hacía acuerdo y lo mantenía en vilo en lo más profundo del vacío, hasta que se dormía cansado.

Un chasquido metálico hizo que el cuerpo se le tensara. Conocía muy bien ese ruido, significaba más dolor. No era consciente del tiempo, pero supo que habían pasado varias horas, porque el rostro sin nombre regresaba con olor a limpio y ropa nueva.

“Dichoso de él”.

Dos guardias lo tomaron de las axilas y lo arrastraron fuera del cuadrado. No ofreció resistencia, no tenía sentido hacerlo, dejó caer la cabeza y cerró los ojos para evitar que la luz del pasillo le lastimara. Hizo caso omiso a las burlas del sin nombre.

No tardó en darse cuenta de que no se dirigían a la habitación de siempre, lo siguieron arrastrando por el pasillo hasta que pararon.

“Es un ascensor” pensó al sentir que se precipitaba hacia arriba, dándole un vuelco en el estómago por la sorpresa.

En ese momento, alguien se encargó de ponerle una bolsa de tela en la cabeza. La reconoció. Con ella había terminado en ese agujero, y por ello se dio cuenta que lo iban a trasladar. Una pequeña esperanza se arremolinó en su interior. ¿Era hoy el día? ¿Iba a terminar todo?

El aire frío lo tomó por sorpresa e hizo que su cuerpo temblara sin control, era invierno y había llovido. Saber eso le tranquilizó, se dejó llevar por el aroma a tierra mojada que lo impregnaba todo, saboreándola con deleite, por entre la bolsa, hasta que los guardias lo arrojaron dentro de un auto. Se alejaban.

No importaba ya.

El trayecto no fue muy largo, aunque si lo suficiente como para saber que se encontraba en la parte de atrás de un camión junto con otros presos y se dirigían al centro de la ciudad; lo más probable era la plaza.

Dejó que lo arrastraran por entre el barro, mientras unos micrófonos anunciaban cada cosa que ocurría y una multitud aplaudía y abucheaba a la vez. Subió a los tumbos por una escalinata hasta que la bolsa le descubrió la cara.

Toda una ciudad descargaba odio contra ellos. Eran cinco, aparte de él, parados en fila. Ninguno aparentaba estar consternado, es más, quizá también se sentían aliviados de que pronto terminaría todo. Los micrófonos volvieron a resonar, decían algo sobre los crímenes que habían cometido y los nombres de cada uno para luego dejar espacio a que los participantes descargaran sus insultos y los humillaran.

—Gabriel Edwin —anunció el micrófono.

Ah” pensó acordándose de algo importante “Ese es mi nombre”.

La máquina siguió diciendo cosas y la gente respondía con más violencia. Como pudo los siguió con la mirada, mujeres, niños y hombres de toda clase, hasta que...

Se topó con una familiar y sintió como su respiración se agitaba. Pese a haber deseado olvidar todo, le era imposible borrar aquellos ojos.

Estaba distinta, su cabello, más delgada y también en su rostro se asomaban nuevas arrugas. Daba la impresión de que hacía mucho que no dormía bien y se notaba exhausta. Hacía como si fuese indiferente a la escena, pero había tensión en su mandíbula y eso evitaba que se pusiera a llorar; a pesar del tiempo él la conocía.

Aquellos ojos... si ella supiera cuanto les había temido, lo mucho que se odiaba por eso. Había dejado de ser Gabriel, el que ella quería, y él ya no la merecía porque había dejado de ser él, porque al verla afloraba culpa.

El ámbar en su mirada estaba lleno de desconsuelo y tristeza. Estaba claro que no lo odiaba, pero eso no borraba lo que había hecho, la había traicionado, por un momento había deseado y gritado que la lastimaran a ella y no a él.

Una trémula sonrisa se asomó en los labios cortados, sentía vergüenza. Quería pedirle perdón antes de que todo acabara, decirle que no se rindiera o algo que fuera importante para que no lo olvidara, después de todo seguía siendo egoísta, pero la bolsa volvió a cubrir su rostro.

Sumido de nuevo en la oscuridad llenó de aire los pulmones. Hacía tiempo que no respiraba tan profundo. No iba a dejar que le arrebataran la última oportunidad.

Se precipitó al vacío con brazos extendidos, al mismo tiempo que algo retumbaba a su lado. Imaginando su facciones y la mirada ámbar, dejó que aquel reflejo se desprendiera del cuerpo y fuera a abrazarla. Por fin libre del espejo, pudo estar a su lado.

Recuerdos de una escena cálida y un paisaje primaveral lo recubrieron todo.

Minutos, gritos, el mundo, se detuvieron… hasta que... al fin dejó que el aire que estrujaba en el pecho fuese libre también.

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6 de Enero de 2023 a las 16:57 8 Reporte Insertar Seguir historia
9
Fin

Conoce al autor

Flavia M. Las historias son parte de mi vida desde los cuentos en los almuerzos familiares. Para mí, narrar es una búsqueda y algunas de esas historias las publico por acá

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Justina Viccenzo Justina Viccenzo
¡Muy bueno! conciso y brutal. Un cuento que sin apelar al exceso de descripciones transmite las emociones y la historia del protagonista. Gracias por compartirlo.
February 19, 2019, 20:47

  • Flavia M. Flavia M.
    ¡Al contrario, gracias a ti por tus palabras! February 19, 2019, 21:49
Enhorabuena. Tu relato revela que tienes grandes dotes de narradora y mucho potencial. Te aconsejaría, no obstante, que lo sometieses a una pequeña revisión gramatical para que te quedase impecable. Un saludo.
February 15, 2019, 10:42

  • Flavia M. Flavia M.
    ¡Muchas gracias por tus palabras y tu consejo! February 15, 2019, 13:50
Marcela Valderrama Marcela Valderrama
Hola, Flavia. Primero que todo vengo a felicitarte por el gran cuento que has escrito. Realmente me sorprendiste, me gustó mucho. Venía a avisarte que la reseña solicitada ya se encuentra disponible en inkspired, wattpad y mi facebook de escritora. Ha sido un placer.
February 15, 2019, 02:58

  • Flavia M. Flavia M.
    ¡¡Muchas gracias!! Ya lo leí y me encantó :3 February 15, 2019, 13:46
Calzochico Calzochico
Un muy buen texto, inquietante y muy bien escrito. Felicitaciones.
October 21, 2018, 21:41

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