V
Victoria Ramos


Eva Dixon, una joven argentina de veinticinco años, toma la decisión de independizarse por completo de su familia mudándose a New York, donde vive Dana, su mejor amiga de la infancia. En un intento desesperado por demostrar que puede sola con todo, emprende la búsqueda de un nuevo apartamento, topándose así con Gino y Nick, dos agentes inmobiliarios rivales, que acarrean una misteriosa enemistad que excede lo laboral. Los celos, el odio y también el amor comienzan a entretejerse en esta historia llena de tempestades, en la que sus personajes deberán comprender que no hay que sentarse a esperar que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia.


Romance Contemporáneo Todo público.

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Capítulo 1

El sol comienza a asomarse a través de la ventana de la habitación. Si bien hoy no es un día como cualquier otro, opto por no sentirme nerviosa ni alterada y decido hacer las cosas como las haría una mañana cualquiera.

Abro los ojos, estiro mi brazo derecho y, con cuidado de no volcar el vaso de agua que yace en la mesa de luz, oprimo el botón de alarma de mi teléfono móvil, que ha comenzado a sonar hace dos minutos.

No es que me sienta demasiado ansiosa, pero vale la pena aclarar que no me ha costado mucho despertarme. Después de todo, solo he dormido tres miserables horas, y antes de que el reloj gritara, ya eran las seis de la mañana y estaba consciente pese a haber permanecido con los ojos cerrados.

Me desperezo sobre la cama y siento nostalgia de saber que no lo haré aquí otra vez.

Quizás para muchos mi habitación sea simple y corriente, pero para mí es mi santuario. En este espacio de cuatro paredes tengo mis rincones sagrados, donde cada día de mi vida, a lo largo de mis veintiséis años, he vivido millones de momentos y emociones...

Hago un repaso de la habitación con el fin de recordarla siempre de esa manera: el piso alfombrado de color carbón, las paredes blancas con pósteres de mi saga favorita, Harry Potter. Muchas veces tuve el pensamiento de que ya era mayor para seguir teniendo esos pósteres colgados en las paredes, pero eso reflejaba mi niñez y adolescencia. Jamás voy a olvidar el día de mi cumpleaños número seis, cuando mi abuela me obsequió con el primer libro del famoso mago. Aún no existían sus películas, y realmente cambió mi vida. Cada año esperé la publicación de un nuevo libro o de las tan ansiadas películas, que se asemejaban mucho a lo que me imaginaba en cada lectura.

Por fin decido levantarme de la cama. Miro la hora y son las seis y cuarto. Tengo que apresurarme, no quiero ser impuntual. Me dirijo al baño, hago mis necesidades y, después de darme una rápida ducha tibia, me sitúo frente al espejo.

Aquí estoy. Aunque sigo sintiéndome como una niña, está claro que soy toda una mujer.

Hoy es uno de esos días en los que me veo insulsa, tan blanca como la leche. Decido ponerme un poco de maquillaje, el infaltable corrector de ojeras y un delineado rápido; cosas que estoy acostumbrada a hacer con regularidad. Me coloco el rímel en las pestañas, que son la admiración de muchas mujeres y hacen que mis ojos color miel luzcan extraordinarios. Intento ordenar mi cabello rubio oscuro, secándolo y alisándolo. No es que necesite hacerlo, mi pelo es largo hasta los hombros y muy lacio, pero a veces decido alisarlo para eliminar el frizz.

Otra ojeada al espejo y ya me siento segura de mí misma. Ahora llega el momento de elegir la ropa. Corro a mi habitación y abro mi enorme armario casi vacío. Solo quedan algunas prendas fuera de las valijas, las más probables para vestir en el viaje. Decido ponerme un jean bien ajustado, una blusa de tirantes negra y una camisa de gasa manga tres cuartos. Por último, las botas negras sin tacón que me llegan a las rodillas y que quedan de lujo con este jean color azul oscuro.

Bajo las escaleras y voy directamente a la cocina para tomar el desayuno de todos los días. Para mi sorpresa, mi madre está despierta y con la mesa preparada. Desayunamos juntas té de manzana y tostadas con queso crema.

Cuando casi estamos finalizando, entra mi padre alegremente, alertándome de que ya son las siete y media y que en una hora debemos estar en el aeropuerto.

Subo a por mis maletas y envío un wasap.

Ya he salido para el aeropuerto. Nos vemos pronto.

OK. ¡Cuántos nervios! ¡Buen viaje!

Me despido de mi madre, quien me ruega que llame de vez en cuando. Me ha costado bastante poder convencerla de que quería volverme liberal, y a ella le ha sido difícil entender que ya no soy una niña, sino una mujer que necesita vivir su propia historia.

Subo al coche de mi padre. Tenemos un trayecto bastante largo. Pongo música y me relajo en mi asiento, pensando en la vida que dejo atrás.

23 de Septiembre de 2018 a las 21:46 0 Reporte Insertar Seguir historia
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