ephemeral_letters Ephemeral Letters

Cuando Paula desaparece sin dejar rastro, su mejor amiga Alex se encarga de buscarla por Playa Aurora, encontrándose en su camino a tres jóvenes que la ayudarán a conseguir la información necesaria para saber lo que pasó la noche anterior. Sin embargo, su viaje los guiará de regreso al apartamento donde todo comenzó, topándose con una trágica noticia, ¿estará Paula involucrada en ello? . . . Historia registrada en Safe Creative Con licencia de Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 Código de registro: 1808108017499


Suspenso/Misterio Todo público.

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Buscando a Paula (One-Shot)

El punzante dolor en la cabeza me despertó aquella mañana del primero de julio, entre abrí los ojos cegada por la luz del día, mientras un escalofrío me recorre por completo causado por el aire fresco que entra por la ventana; había visto que sería caluroso este fin de semana, pero ya veo que la chica del clima se equivocó. 


Me quedé unos minutos acostada en la cama del pequeño apartamento que alquilamos Paula y yo, con la intención de pasar el fin de semana en la playa para celebrar nuestra gloriosa graduación de licenciatura; masaje mis sienes esperando apaciguar el tormento, sólo que no funciono. 


Sin muchos ánimos me levanto de la cama; encontrando a mi paso el tiradero que hicimos el día anterior en el cuarto. Busco entre nuestras cosas una pastilla para el dolor, mientras intento descubrir el causante de ello; el problema radica en que no lo recuerdo. 


Las últimas horas están borrosas, como cuando te emborrachas y al día siguiente no tienes ni idea de lo que hiciste. Sin embargo, estoy segura de que anoche no bebimos, tampoco fuimos a ningún bar, porque eso lo tenemos planeado para hoy, es que acaso ¿nos habremos drogado? No lo creo, sólo las probamos una vez, después de eso, juramos nunca más volver a intentarlo. Comencé a preocuparme por mi pequeña amnesia, ya que tengo el presentimiento de que algo pasó, pero no tengo ni la más mínima idea de qué. 


–¿Paula? –llamó a mi amiga, esperando que ella pueda darme respuestas, sólo que los segundos pasan y el silencio sigue presente en el apartamento. Salgo de la habitación para ir a la sala de estar, luego voy a la cocina, al baño, pero no hay rastros de ella–. ¿PAULA? –alzó la voz con la intención de que pueda oírme; sin embargo, aun así no obtengo réplica–. Paula, si esto es una broma no es divertido. ¿Dónde estás? –la sensación de pánico comienza abrumarme, corro a la habitación en busca de mi celular, encontrándolo tirado en el suelo. 


Lo más extraño, es que no tengo ni una llamada pérdida, tampoco ningún mensaje de texto o alguna notificación de mi redes sociales, es más ni si quiera tengo señal. Reviso el álbum de fotos, el último carrete es de nosotras dos en un restaurante italiano y antes de eso estábamos en la playa, ¿por qué razón no lo recuerdo? ¿A qué hora llegamos? Y lo más importante ¿dónde está Paula? 


Molesta, me colocó los zapatos y sin preocuparme a cambiarme de ropa, ya que al parecer había dormido con el vestido puesto, ¿tan mal estaba para no haberme puesto el pijama? Preocupada, salgo del apartamento para buscar a Paula en los alrededores, posiblemente fue a la playa a ver el amanecer. Sí, lo más seguro es que este allá. Camino sobre la arena blanca, mientras mis pies se hunden a cada paso que doy, dirijo la mirada a todas las personas a mi alrededor, pero ninguno de ellos es Paula. 


Luego de andar sin rumbo fijo sobre la orilla del mar, llego a la zona comercial, siendo las 10:00 de la mañana; los restauranteros comienzan sus labores del día, cerca no hay muchos turistas, incluso reconozco a un trío de jóvenes debajo de la sombra de una palmera. Me quedo cerca, pero a la vez un poco alejada de todos; cansada con frío y frustrada vuelvo a mirar mi celular, pero éste sigue sin señal, alzo mi rostro hacia las grandes olas que chocan entre sí. Sin embargo, al hacerlo siento una fuerte presión en mi pecho, las punzadas martirizan mi cabeza y entonces comienzo a hiperventilar. 


El miedo se apodera de la parte racional de mi cerebro, siento que todo me da vueltas como si fuese a desmayarme, mi corazón se acelera a un ritmo descontrolado, mientras mis piernas comienzan a flaquear por lo que tengo que agacharme para no caer de bruces, la desesperación de no poder respirar me sobrepasa, intento desesperadamente inhalar por la boca, pero no logro calmarme.


–¿Oye estás bien? –escucho detrás de mí la voz de una chica que toca mi hombro para cerciorarse de mi salud, pero cuando me ve, su expresión es de temor–. Mírame, vas a estar bien, haz lo mismo que yo. –Hice lo que dijo, vi el marrón de sus ojos conectados con los míos, de repente comienza hacer ademanes con sus manos, bajándolas y subiéndolas al mismo ritmo que decía–. Inhala y exhala. 


–Maru, ¿ella está bien? –pregunta el chico de tez morena agachándose para quedar a nuestra altura. Mientras que yo sigo agitada y desesperada por no poder respirar. 


–Creo que tiene un ataque de pánico –responde la chica con el cabello trenzado y tez blanquecina. 


–¿Cómo? Eso no es pos…


–¡Quítate! Yo tome una clase de primeros auxilios –dijo el segundo chico interrumpiendo a su amigo y empujándolo un poco para hacerlo a un lado. 


–Por supuesto que lo harías Mr. Ñoño –comento de manera burlona el primer chico. 


–¡Ya cállense los dos! –recrimino la chica, pero eso sólo dio pie a que los tres comenzaran a discutir entre ellos. Escucharlos, me ayudo a distraerme, lo que provoco que poco a poco el miedo se desvaneciera y mis vías respiratorias dejaran entrar el aire faltante a mis pulmones. Sin embargo, mi corazón siguió golpeando con fuerza mi pecho, los temblores se convirtieron en un estremecimiento, además la agitación del momento me dificulta el poder entablar una próxima conversación.


–¿Te sientes mejor? –me pregunto el segundo chico de tez olivácea y ojos color esmeralda. A lo que respondo asintiendo con la cabeza–. ¿Puedes levantarte? –yo lo negué, aun no estando lista para volver a enfrentarme a la realidad. 


–No la abrumes Elías, apenas se está recuperando –dijo la chica de nombre Maru.


Abrace mis rodillas para poder esconder mi rostro sobre el hueco creado por ellas, cerré mis ojos tratando de normalizar mi respiración y queriendo que todo esto fuese sólo una pesadilla. Sin embargo, no parece que vaya acabar ahí, la incertidumbre de lo que pasó la noche anterior hace que el dolor de cabeza sea persistente. 


–Paula –murmuro entre dientes su nombre. 


–¿Qué dijiste? –demando saber Elías, ya que es el más cercano a mí. 


–Estoy buscando a mi amiga Paula –susurro. 


–¿Estás buscando a tu amiga Paula? –pregunta Elías para cerciorarse de que escucho bien. Yo asentí, levantando mi rostro por primera vez después de varios minutos, enfrentándome a los tres chicos que se miraron entre ellos, para finalmente acabar posando sus ojos sobre mí. 


–¿Qué fue lo que paso linda? –me interroga Maru, poniéndose de nuevo frente a mí y limpiando gentilmente con la yema de sus dedos mis lágrimas, las cuales no había notado hasta ese momento. 


–No lo sé. –digo–. Desperté esta mañana y Paula no estaba, intente llamarla pero la señal es muy mala. 


–Sí, tendrás que intentarlo en otra parte, ya que aquí no hay señal –dijo Elías. 


–¡Pues ya está! –exclamó el chico de tez morena incorporándose con rapidez–. Te ayudaremos a buscar a tu amiga. –De pronto los otros dos chicos también se levantaron, entonces tuve de nuevo tres pares de ojos fijamente sobre mí, expectantes sobre mi próximo movimiento. Maru me extendió su brazo esperando a que yo lo tome y así lo hice, porque después de todo estoy agradecida con su amabilidad–. ¿Y bien? ¿Por dónde empezamos? –cuestiono cuando todos estuvimos de pie. 


–¿Tienes alguna idea de dónde podría estar? –se dirigió Elías a mí. 


Trate de hacer memoria, antes de venir a Playa Aurora, Paula y yo habíamos creado todo un itinerario de las cosas que queríamos hacer, entre ellas está la visita a las aguas termales, luego íbamos a ir a comer algún restaurante; por la tarde caminaríamos en alguna plaza, para finalmente terminar en el Bar Conga, donde se presentara uno de mis DJ´S favoritos. La cuestión es, si Paula comenzó el recorrido sin mí. 


–Bueno, tal vez pueda estar en las aguas termales –respondo después de analizarlo unos segundos. 


–Entonces vamos allá –expreso Maru de forma infantil estirando su brazo derecho como lo hace Superman al volar, y dando pasos agigantados hacia el lado opuesto al mar. 


–¡Yo manejo! –grito el chico de tez morena, lo que provoco que Maru se regresara sobre sus pasos con premura. 


–Por supuesto que no Daniel, ¿acaso ya olvidaste lo que paso la última vez? –cuestiono Maru al chico de ojos marrones. 


–No, porque jamás dejas de recordármelo –se quejó Daniel. 


–¿Qué cosa? –me atrevo a preguntar de camino hacia el estacionamiento e intentando entablar una conversación con los chicos. 


–Maru no me deja manejar sólo porque choque la última vez. – respondió Daniel restándole importancia al asunto. 


–¿Esperabas una segunda oportunidad? 


–Quizás. Además eso paso hace tres años, supéralo. 


–Y aunque pasen 100 años, nunca más volverás a manejar –en respuesta, Daniel le saco la lengua a Maru como un niño pequeño lo haría con la única intención de molestarla. En venganza, la chica golpeo su cabeza para luego salir corriendo, siendo perseguida por el moreno. 


–Tienes que disculparlos, no siempre se comportan así –expresó Elías alcanzándome para caminar a mi lado.


–No tengo ningún problema con ello. –Expongo–. En realidad me ayudan a distraerme de todo lo que está pasando. 


–No te preocupes… –comenzó a decir Elías, pero luego hizo una pausa y se detuvo de repente como si algo le golpeara la cabeza–. ¿Cómo dijiste que te llamas? 


–No lo dije. –Recalco–. Me llamo Alexia, pero todos me dicen Alex. 


–Es un gusto conocerte Alex. –dijo el chico de mirada esmeralda ofreciéndome su mano en un cordial gesto, así que la estrecho por cortesía–.  Soy Elías, la chica es Maru y el zopenco de allá es Daniel, pero eso ya lo sabías. 


–Sí, muchas gracias por ayudarme. Realmente no sé qué haría estando sola. 


–No estás sola. Me tienes a mí… bueno a los tres –declaro Elías, desviando su mirada, sintiéndose avergonzado. 


–¿Qué están esperando tortugas? –nos gritó Daniel desde la camioneta 4x4 para después abrir la puerta trasera y meterse junto a Maru, dejándonos los asientos del conductor y copiloto disponibles. 


Aceleramos nuestros pasos llegando a la camioneta en un santiamén. De manera muy caballerosa Elías abrió mi puerta, cerrándola luego de subirme en ella, produciendo algún tipo de sentimiento muy en el fondo de mi corazón. Cuando los cuatro estuvimos dentro, el chico puso en marcha el vehículo, manejando sobre las supuestas calles calurosas de Playa Aurora y digo supuestas porque aunque los rayos del sol estén en su máximo esplendor, ninguno de nosotros padece sufrir de las ondas de calor. 


Tardamos más de media hora en llegar a las aguas termales, debido a que al ser un sitio de explanadas naturales, se encuentra retirado de las zonas comerciales. Sin embargo, la fila de personas para entrar es enorme y la paciencia no es una de mis virtudes, mucho menos con la desesperación que tengo en este momento de encontrar a Paula, de saber que está bien, porque ella nunca se hubiera ido a ningún sitio sin mí. 


–¿Cuál es el plan? –pregunta Daniel cuando nos hemos agrupado en la entrada. 


–Distraer a la encargada para que pueda entrar y echar un vistazo rápido –menciono, habiendo ya planificado todo en mi mente. 


–Maru puede hacerlo, mientras nosotros tres buscamos a Paula –expuso Elías. 


–Cuenta conmigo Capitán –dijo Maru haciendo un saludo militar. 


–Alex, ¿tienes alguna foto de Paula que puedas mostrarnos? –pregunta Elías; rápidamente saco mi celular del bolsillo delantero de mi vestido para desbloquearlo al instante y mostrarles la foto que tengo con ella de fondo de pantalla.  


Cuando Maru se acercó a la recepcionista para pedir informes sobre Dios sabe qué, fue el momento perfecto para poner en marcha nuestro plan. Con sigilo nos adentramos por las grandes puertas del lugar, corriendo a toda prisa para evitar a los trabajadores o a los de seguridad, pero tuvimos que parar en el instante que nos topamos con dos distintas direcciones. 


–Separémonos –opino Daniel. 


–Está bien, yo iré por este lado –digo caminando ya sobre la puerta de piedra de la derecha. 


–Espera, yo te acompaño –expresó Elías yendo detrás de mí. 


–¿Van a dejarme ir solo? –lloriqueo Daniel apuntando al letrero donde se puede leer claramente la palabra “sauna”.


–¡SÍ! –gritamos los dos al unísono caminando a toda prisa por el pasillo. 


Dimos una enorme caminata sobre el pequeño bosque que cubre una parte del lugar, mientras las personas se refrescan en las grandes tinas de roca de las aguas termales. Buscamos con la mirada a Paula en cada rincón, incluso en los vestidores y baños, pero no obtuvimos rastros de ella. Decepcionados volvimos a la entrada en donde ya nos esperaban Maru y Daniel. 


–Paula no está aquí –menciono a los chicos, dejando entrever mi preocupación. 


–Tampoco la han visto entrar –confirma Maru. 


–Entonces, ¿a dónde vamos ahora? –cuestiona Daniel colocándose una gorra roja que no le había visto puesta antes. 


Nuestra siguiente parada fue a las plazas comerciales de la zona, parecíamos un grupo de jóvenes exploradores cada vez que llegábamos a un nuevo destino. Los chicos trataban de animarme con su buen humor y admito que aunque el viaje cada vez se torna más extraño, tenerlos a mi lado amina el momento. Sin embargo, ir a esos lugares sólo fue una completa pérdida de tiempo, debido a que Paula no se encuentra por los alrededores y eso sólo hace crecer mi miedo.  


–¿Recuerdas algo más? –me pregunta Maru con una voz tan tranquila que cierro mis ojos mientras intento traer los últimos recuerdos al presente, aunque eso sólo me provoca más dolor de cabeza. 


¿Dónde estás Paula? Ella nunca me habría dejado sola, nunca se iría a algún sitio sin mí, nunca me mentiría, pero sobre todo nunca escaparía así y el hecho de no pronunciar las palabras sólo crea la ilusión de que todo está bien. Pues el plan no era separarnos a pesar de haberlo hecho, ella sigue siendo mi mejor amiga aun cuando tengo miedo de decirlo incluso en mis pensamientos, porque ahora cada segundo que pasa la idea se hace más fuerte y la verdad es que Paula está desaparecida. 


¿Cómo podría darles una noticia así a sus padres? ¿Qué dirían los míos? ¿Debería ir a la policía? Pero si no recuerdo nada ¿Qué les diré? ¿Por qué ahora? ¿Por qué a nosotras? ¿Acaso cometimos un error al venir aquí? 


Esas eran las preguntas detonantes que llevaron todo mi autocontrol a la mierda. No había querido traer esa idea a mi mente, pero ahora que la semilla está implantada, el pánico se apodera de todo mí ser. Comienzo a impacientarme en el vehículo, mis piernas no dejan de moverse y con desesperación busco por la ventanilla a la chica castaña de 1.55 cm, entonces lo reconozco.


–¡PARA! –grito de repente espantando a los chicos en el acto. 


–¿Qué? –pregunta Elías desconcertado. 


–¡PARA EL AUTO! –vuelvo a gritar poniéndome un poco histérica–. Ese es el restaurante al que fuimos anoche –señalo al lujoso local de la esquina con una carpa roja cubriendo sus ventanales. 


En un rápido movimiento Elías dio la vuelta a la camioneta con brusquedad, no sin antes obtener uno que otro enojo, así como maldición por parte de los conductores que manejan tranquilamente sobre las calles de Playa Aurora. La ansiedad provoca que mi corazón lata acelerado y es que si alguien, además de Paula podría tener información de lo que había pasado anoche, esos probablemente sean los del restaurante italiano. 


–Bienvenue, ¿mesa para cuatro? –consulto el hostess de la entrada, un señor regordete de sonrisa amable y ojos cansados. 


–¿Estuviste trabajando anoche? –cuestiono con cierto tono demandante. 


–No entiendo su pregunta madeimoselle –dice el señor mirándome atemorizado.


–Anoche mi amiga y yo venimos a este restaurante, ¿me recuerda? 


–Claro que sí madeimoselle, ¿en qué puedo ayudarla? 


–Necesito información. Yo no recuerdo mucho ¿sabe usted si estuvimos bebiendo? O ¿Platicando con alguien? 


–Am, la verdad es que no me fijo mucho en esas cosas madeimoselle. –dijo el señor tocando su barbilla con el dedo índice–. No recuerdo que hayan hablado con alguien más que ustedes. Tampoco se veían tomadas cuando salieron de aquí. 


–¿Puede decirme en qué nos fuimos? ¿Sí tomamos algún taxi o alguien más nos llevó? 


–Se fueron en un taxi, si mal no recuerdo Carlos el del valet parking les ayudo a conseguirlo. 


–¿Y quién es? ¿Puedo hablar con él? 


–Lo dudo mucho, madeimoselle.


–¿Por qué? –cuestiono con desconcierto.  


–Bueno, usted ya lo sabe madeimoselle, es muy difícil hablar con esas personas. 


–No entiendo. 


–Es por su trabajo Alex, ellos están yendo y viniendo, no puedes molestarles –interrumpe Elías, inmiscuyéndose en nuestra conversación, por lo que no puedo evitar mirarle de mala gana. 


Doy media vuelta, bajando los tres pequeños escalones de la entrada, cruzándome de brazos, decepcionada y por supuesto nada conforme con la información del hostess.  


–Gracias por su ayuda Monsieur –dice Elías, despidiéndose del señor y junto a sus amigos volvimos a la camioneta en un silencio abrumador. 


–Tengo que volver al apartamento. –Anuncio molesta, desanimada, con la mirada fija al frente y sintiendo una nube negra sobre mi cabeza–. Tal vez Paula esté ahí –agrego sin creer del todo mis palabras. 


–Está bien, ¿puedes decirme dónde es? 


Le indique a Elías el camino, realmente no estábamos lejos de la playa, pero tardaríamos unos veinte minutos en cruzar el tráfico desmedido de nuestra zona. El dolor de cabeza no disminuye y el miedo crece con cada latido de mi corazón; saco de nuevo mi celular, miro la pantalla esperando encontrar alguna notificación o de paso conseguir llenar las barras blancas de la línea, sólo que ninguna de esas opciones sucede, por lo que decido enviarle un mensaje de texto a Paula con la esperanza de que en algún momento tenga señal y se envíen. 


«¿Dónde estás Paula?».

«Estoy muy preocupada».

«Llámame. ¡Me urge saber de ti!».

«Sí llegas a leer mis mensajes, nos vemos en el apartamento». 


Cuando nos acercamos al apartamento, notamos como las personas salen de sus hogares para reunirse muy cerca unas de otras, susurrando entre ellas con las caras pálidas, llenas de preocupación. El pánico se apodera de mí en el momento que las luces rojas y azules nos deslumbran tan sólo dar vuelta a la calle. Ver las patrullas de policía estacionadas fuera del lugar donde nos hospedamos junto a una cinta amarilla rodeando la zona hace que mi respiración se vuelva irregular, convirtiendo el miedo en terror. 


En cuanto Elías frena la camioneta yo bajo de ella, escuchando el grito de Maru a mi espalda llamándome, pero yo no me detengo, corro a toda prisa hacia el apartamento, chocando con una mujer de mediana edad a mi paso, ni si quiera tengo la decencia de disculparme con ella, porque en ese instante mi única preocupación es la de saber lo que le paso a Paula. 


Rodeada de personas desconocidas, periodistas y policías es que me hago un hueco para pasar hasta el frente, todas las luces del apartamento están encendidas, a pesar de todavía contar con un poco de luz solar antes de que el atardecer termine trayendo consigo a la oscuridad. Con atrevimiento paso la cinta amarilla por debajo, sabiendo que tendré que dar muchas explicaciones después, entro al lugar donde varios detectives examinan nuestras pertenencias. 


–¡Hey! –me quejo ante la intromisión del policía, pero una voz detrás de mí se me adelanta. 


–Esa es su maleta –lloriquea la pequeña mujer de cabellos castaños que reconozco al instante. 


–¡PAULA! –grito su nombre aliviada mientras camino hacia ella para abrazarla, sintiendo el mar de emociones que me embargan en ese momento. Sin embargo, algo extraño pasa. Sus ojos están rojos e hinchados, su cabello despeinado y al igual que yo trae puesta la misma ropa de anoche–. Paula –llamo a mi mejor amiga una, dos, tres veces pero parecer ser que mi voz no llega a ella, ni a nadie. De pronto, junto a nosotras pasan dos personas empujando una camilla, la cual lleva consigo una enorme bolsa negra, aquella que se utiliza para cubrir un cadáver… mi cadáver.  


–Mujer de 22 años, fue abusada sexualmente, su cuerpo presenta marcas de asfixia y lesiones en la cabeza –informa un detective a otro que acaba de entrar a la escena del crimen, mientras el llanto de Paula se hace más fuerte, por lo que una policía tiene que llevársela al sillón para intentar tranquilizarla. 


–¿Qué está pasando? –pregunto, sólo que la respuesta nunca llega a mis oídos. 


Me quedo paralizada en medio de todo el alboroto, veo a las personas pasar a mi lado, pero ninguna de ellas hace contacto conmigo. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y tengo que entreabrir mi boca para dejar pasar el aire a mis pulmones. Este definitivamente es el día más extraño de mi vida, seguramente Paula y yo bebimos mucho anoche, estoy en mi cama, teniendo una pesadilla producto de mi imaginación, si seguro mi mente se montó todo este espectáculo para que nunca más vuelva a emborracharme de esa manera. 


–¡Alexia! –alguien me llama y alguien más me zarandea. 


–Esto es un sueño. Estoy soñando –digo de la manera más lógica que existe, como si todo esto se tratara de un juego y para poder despertar sólo debo decirlo en voz alta.  


–No Alexia, esto no es un sueño, es real –me explica Maru utilizando un tono de voz suave y tranquilo para evitar que me sobresalte.  


–Claro que sí, porque yo no estoy muerta. No lo estoy –afirmo completamente segura de mi existencia, olvidando que hace sólo unos segundos transportaban mi cuerpo inerte en una camilla de hospital. 


–Alex mírame. –Demanda Elías con una voz autoritaria y por alguna extraña razón me siento atraída por el par de esmeraldas de sus ojos, él toma mis manos entre las suyas y con gentiliza vuelve hablar–. Tú moriste, al igual que todos nosotros. 


–¿Por qué están mintiéndome? –cuestiono molesta por su falta de sinceridad, soltando nuestras manos con brusquedad–. Yo ya los conocía de antes. 


–Lo más seguro es que vieras algunas fotos nuestras en las noticias, porque nosotros nunca nos habíamos visto hasta esta mañana –dijo Maru viéndome con una expresión de tristeza sobre su rostro. 


–Es cierto Alex, ¿recuerdas el accidente del que te hablamos? –en un instante asiento con la cabeza a Daniel, trayendo a mi mente los fragmentos de aquella pequeña conversación de la mañana–. Pues, así fue como morimos. Hace tres años, yo iba manejando para llegar a Playa Aurora, a 15 minutos de llegar, unos tipos del carro continuo me estaban molestando, Maru me dijo que lo dejara pasar; pero en lugar de parar, aceleré aceptando su reto. El problema fue que yo no pude frenar a tiempo antes de estamparnos contra la parte trasera de un tráiler y creme no fue muy bonito ver nuestros cuerpos destrozados. 


–Ok, lamento lo que les paso; pero no entiendo, sí de verdad estoy muerta ¿por qué no me lo dijeron esta mañana? ¿Por qué no decirme la verdad desde un principio?


–No es tan sencillo –dice Maru–. Es una situación como la de los sonámbulos, todos saben que no es bueno despertarlos porque ellos están dormidos, así que lo único que puedes hacer por ellos es guiarlos de vuelta a la cama. 


–Lo que Maru quiere decir, es que no todas las personas son conscientes de su muerte y lo mínimo que podemos hacer por ellas es ayudarlas a comprenderlo –explica Elías. 


–¡YA BASTA! Por favor. –Suplico haciéndome más pequeña conforme el torbellino de emociones me aflige, doblo mis rodillas para terminar abrazándome a ellas de modo protector–. Yo sólo quiero despertar. 


–Tienes que afrontarlo Alex, porque ya no puedes hacer nada más –termina por decir Daniel, dando media vuelta para después salir del apartamento. Por otra parte, Maru sólo me regala una media sonrisa, marchándose también junto al chico de la gorra roja. 


–Cuando estés lista, puedes venir a la playa con nosotros, ahí te estaremos esperando. –Agrega Elías acuclillándose frente a mí para poner una mano sobre mi hombro en señal de apoyo–. Recuerda Alex no estás sola –finalmente el chico de los ojos esmeralda se levantó caminando hacia la entrada para seguir a sus amigos. 


Por primera vez en todo este tiempo me permito llorar siendo consciente de ello, no es algo que haga muy a menudo, ni si quiera lo hacía de niña cuando me caía al suelo y me lastimaba; mi madre siempre jugaba diciendo que no tenía sentimientos, me pregunto ¿qué diría ahora viéndome en este estado? ¿Estaría llorando como yo? 


–¿Cómo voy a verlos a la cara y decirles lo que paso? ¿Cómo voy a decirles que Alex me salvó la vida, pero que yo no pude salvar la de ella? –se cuestiona entre sollozos la chica del cabello castaño, sorbiendo por su nariz mientras la policía de su lado acaricia su espalda en círculos para calmarla. 


Entonces algo pasa, la burbuja de la fantasía explota en mi cara, golpeándome duro con la realidad y poco a poco las cosas comienzan a cobrar sentido, el dolor de cabeza, el frío, la señal de mi teléfono, las conversaciones, los mensajes que le envíe a Paula nunca serán enviados, ni recibidos, todo estaba hilado para llegar a este momento. Sin darme cuenta había creado toda una historia detrás de la búsqueda de Paula, cuando ella estuvo buscándome a mí, ¿habrá sentido el dolor y la angustia que yo sentí? 


¿Qué va a pasar conmigo? ¿Qué dirán mamá y papá? Estoy segura que mamá se culpará por haberle insistido a papá que me dejara venir, por otro lado mi padre estará enojado consigo mismo por no haber podido protegerme y mi hermanito, él no comprenderá lo que le pasará de ahora en adelante a nuestra familia. 


Aunque aún me cuesta creer que estoy muerta, lo que dijo Daniel es cierto, ya no puedo hacer nada más que afrontarlo. De modo que como mis padres me enseñaron, me pongo de pie con la frente en alto, limpio mis lágrimas con el dorso de mi mano e intento controlar los latidos de mi corazón cuando me acerco a Paula, coloco mis manos sobre las suyas, esperando que ella de alguna forma pueda sentirme junto a ella. 


–Tú siempre serás mi mejor amiga, mi hermana –susurro para después besar su frente dejando ir todos nuestros buenos recuerdos. Me alejo de ella y todos con el más profundo dolor en mi corazón, porque no quiero estar ahí, no quiero estar presente cuando mis padres lleguen y me vean, no quiero verlos llorar, no quiero verlos sufrir por mi culpa. 


Camino sin prisa alguna hacia la playa teniendo de testigo al atardecer, me quedo un poco más atrás de donde vi a los chicos en la mañana, tomándome unos minutos antes de reencontrarme con ellos; porque después de todo, no tengo a donde más ir. Me quito los zapatos para dejar que el agua espumosa toque mis pies, con el único propósito de volver a experimentar el placer que provoca aquella acción; sin embargo, no lo siento. Decepcionada, cierro mis ojos, respirando el frío aire del otro lado, mientras los rayos naranjas desaparecen frente a mí.  


En lo más profundo de mi mente deseaba que está aventura terminara como un típico romance de verano en la playa, en donde encuentras al amor de tu vida, se pelean pero vuelven a reconciliarse, sólo que aquí no hay amor, no hay sueños por cumplir, no más metas, no más logros o fracasos porque simplemente no hay futuro, porque esta historia es sobre mi muerte o mejor dicho sobre el día que me asesinaron. 


No recuerdo lo que sucedió esa noche, pero lo prefiero de esa manera, no quiero guardar en mis memorias como él se abalanzo sobre mí, profano mi cuerpo, me golpeo y luego me asfixio hasta matarme. Lo que sé, fue que salvé a Paula, aunque nadie pudo salvarme a mí. Lo siento mamá, lo siento papá, nunca fue mi intención hacerlos sufrir, espero puedan perdonarme algún día.


Los ama Alexia.


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Hola lectores!!

Espero les haya gustado lo han leído, me emocionaría mucho saber qué piensan de la historia ya que la escribí con todo el respeto que merece, debido a que hay muchas Alexias en el mundo (lo cual no debería suceder). 

Me gustaría saber si alguien se percato de las pequeñas pistas que iba dejando a lo largo de la historia sobre el estado de Alexia. 

Por último, aunque no se si sea correcto, pero les dejaré algunos datos curiosos de la historia. 

Dato 1: El nombre de Playa Aurora, quise ponerle este nombre porque "Aurora" significa amanecer o inicio y aunque la historia termina con un atardecer y éste hace referencia al final del día o en este caso el fin de su vida, pero que traerá un nuevo comienzo. 

Dato 2: Alexia es el único personaje que no tiene descripción física, la razón es que ella representa a todas las mujeres que han pasado por una situación similar a esa.

Dato 3: Los nombres que elegí para los personajes tienen un significado que les representa a cada uno. 

Paula: La que es pequeña (Fue la persona que Alexia protegió porque sintió que lo necesitaba más que ella, como lo haría una persona mayor con alguien menor).

Alexia: La que es protectora (Creo que no necesito dar explicaciones). 

Elías: El instrumento de Dios (Significa persona solidaria, es uno de los que ayuda a Alex a encontrar a Paula). 

Maru: Amada de Dios (Significa persona gentil, es la primera que se acerca a Alex cuando necesita ayuda). 

Daniel: Divina justicia (Significa fiable y generoso, es quien toma la decisión de todos de ayudar a Alex).

18 de Septiembre de 2018 a las 00:06 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Ephemeral Letters 10•Abril•95 Está cuenta se compone prácticamente de historias cortas, porque a veces son necesarias las palabras que acompañen los pocos minutos libres del día. •Me encanta los One-Shot, porque no se necesitan miles de capítulos para contar una buena historia. •Enamorada del cine y las series de televisión. •Comunicóloga, Community Manager, Social Media Manager y practicante del Diseño Creativo Digital. Además de la edición, la fotografía y la escritura.

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