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En la encrucijada de todas las Europas

El QUE BUSCA ENCONTRARÁ

Les confesaré algo: Siento una desmedida pasión por la ciudad de Berlín. Si hubiera un punto de separación entre las ideas e identidades de Europa Occidental y Oriental, entre el mundo germano y el eslavo, si hubiera un lugar mayestático de aquello que los que vivieron y crecieron durante la Guerra Fría conocen como "El Este", el lugar donde comienza esa otra Europa sin duda es éste.

En la era del mundo globalizado existen algunos puntos, ejes donde hay una acumulación torrencial de ideas, tendencias, proyectos. Estas Metrópolis Post-modernas hace mucho tiempo que dejaron de ser entes anclados a un país o entidad política cerrada.Estas ciudades pertenecen al mundo, a la gente de todos los colores, de todas las ideas, de todos los sentimientos. Son lugares de encuentro, de intercambio, colosales terminales donde se encuentra, se sueña el mundo que existe hoy y el que está por venir mañana.

Son urbes, lo digo sin rubor alguno, a las que se va a aprender, a visionar, a robar ideas. Esta función la lleva ejerciendo desde hace décadas Londres, un verdadero imán para mentes inquietas. París, Nueva York también han ejercido éste liderazgo. En Berlín ésta posibilidad estuvo vedada hasta que la ciudad recuperó su Libertad en 1989.

LLegué a la ciudad por primera vez por una carambola, por una casualidad. Mi destino era Dresde, en Sajonia, una maravilla barroca, rococó, que ha resistido incluso los demoledores bombardeos que la redujeron a cenizas en 1945.

Abierta la voracidad viajera, el viaje continuó en la vieja capital prusiana.

Uno de los rasgos de Berlín es su desmesura, su escala colosal. Sin tener una población como la de París, Moscú o el citado Londres, su implantación en el espacio es mucho mayor que éstas. Y ello por una razón muy simple. Al igual que otras ciudades alemanas aquí no hay segregación entre naturaleza y espacio urbano. La ciudad está cruzada por grandes bosques, parques, cinco ríos y dos lagos.

Así es que cuando llegas a Lehrtel Banhof, la Estación Central de Ferrocarril, el recinto, las naves son colosales.

Otro rasgo es que la ciudad todavía no ha recuperado un centro, una punto central que podamos definir como su kilómetro cero. Esto es una consecuencia directa de la división de la ciudad en cuatro zonas de ocupación tras la segunda guerra mundial.

Christopher Isherwood, en su magnífica "Adiós a Berlín", la novela que serviría de base para la película "Cabaret" situaba ese centro en el Tiergarten, literalmente el Jardín de las Fieras, un maravilloso parque ubicado junto a la Puerta de Brandenburgo. A corta distancia, la Postdamer Platz fué en su momento la mayor concentración de líneas de transporte público de Europa continental.

Pero ésta simetría quedó rota por la destrucción y el horror de la Guerra. El infame Muro bordeaba la Puerta de Brandenburgo. Los combates, bombardeos y la separación impuesta por las potencias ocupantes convirtieron a la Postdamer Platz en una tierra de nadie, un solar, una tierra baldía a corta distancia del alambre de espino de cada bando.

Los distritos que ocuparon americanos, británicos y alemanes, teniendo sus puntos de interés, no tenían el patrimonio que quedó en manos soviéticas. El Ejército Rojo llegó primero y Stalin se quedó con la parte del león. Los primorosos edificios neoclásicos de la edad dorada prusiana, la Isla de los Museos, la Gendarmenmarkt, el Barrio francés quedaron en Berlín Oriental.

Mas allá de esta zona turística, de la legendaria avenida Unter den Linden y de Alexanderplatz, el corazón administrativo de la extinta Alemania comunista, los distritos del este de la ciudad son fascinantes. Prenzlauer Berg, Köpenick, Pankow presentan un fuerte contraste con la parte oeste de la ciudad. Junto a antiguos palacios o elegantes construcciones, quintas de caza, bosques y avenidas desmesuradas hay grandes espacios grises, las típicas construcciones de la era socialista. Este contraste entre el verde de la naturaleza, la perdida era prusiana y el teórico feísmo de la era comunista ejerce una fuerte fascinación. 

En Berlín hay sitio para todo el mundo. Hay un gran número de rusos, polacos, ucranianos. Legaron aquí por el devenir de los acontecimientos, por la marea histórica o buscando una nueva oportunidad. Pero se puede decir que ya son berlineses con solera. Hoy en la ciudad viven medio millón de turcos, legiones de ciudadanos del antiguo espacio post-soviético, sirios, árabes, africanos, caribeños, todos aquellos que sean capaces de aguantar el duro invierno, aquí muy frío, y encontrar su lugar en ésta llanura que se congela y encoge como un hierro retorcido de diciembre a marzo (ésta última cita es del magnífico Isherwood).

A diferencia de Munich, Hamburgo, Frankfurt, Stuttgart, Berlín este es pobre. Radiantemente pobre. Es habitual encontrar a gente vestida con ropa muy usada. Berlín es una ciudad para gente ingeniosa, para mentes libres, creativas. Una de las genialidades de la gente de aquí es que descarga arena en un solar, pone tumbonas y dice que éso es una playa. Ese es el ingenio berlinés.

"Pobre pero Sexy". Klaus Wowereit, antiguo alcalde definió así a su ciudad. El que busque encontrará. Dejen caerse alguna vez por Berlín Este. No les decepcionará

30 de Agosto de 2018 a las 00:01 0 Reporte Insertar Seguir historia
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