jagu Jaguara Denoche

Cuando se viene una agotadora sesión en una sala de espera, la mejor compañía es un libro. Pueden pasar horas, y todo estará bien. Este es un corto relato de todo eso que pasa cuando todo sale mal.


Cuento Todo público.

#tuf #lectura #espera #tragedia #novelas
Cuento corto
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Tragedia en una sala de espera

Tomé mi ficha, busqué la silla más alejada del ruidoso televisor y me senté con una gran sonrisa. Sabía que iba a pasar más de 3 o 4 horas en aquel lugar, pero para mí era como llegar a una sala de cine. Me puse mis gafas y saqué mi tableta, un aparatito lleno de mis libros favoritos, un océano de dicha, un universo de mundos diversos que me envolverían en una experiencia casi espiritual, mientras los demás se ahogaban en un infierno terrenal de espera, impaciencia y desesperanza.
Me sentía casi iluminado, libre de todo sufrimiento. Presioné el botón de inicio, la pantalla se iluminó, de pronto, en lugar de entrar al menú, escuché un bip que me aterrizó de golpe a la sala de espera.
La tableta estaba descargada. La noche anterior había cometido el imperdonable error de dejarla encendida mientras atendía una llamada. Horas después de charlas, asaltar la nevera y cualquier otra cosa, me fui a dormir sin apagarla.
No todo estaba perdido, sólo necesitaba detectar una fuente de energía. Por alguna maligna razón ninguna funcionaba:
-”Aquí son tacaños”, dijo un señor, -”Yo quedé en las mismas y necesito hacer una llamada urgente”.
De iluminado pasé a miserable. Ya no importaba mucho en qué silla sentarme. Mis ojos, como insectos atraídos por la luz, me hacían girar hacia la pantalla más cercana. Estaba ante el riesgo de sumergirme en la vida de María Luisa, su amante José Iván y su hijo Tomasito, robado justo después de nacer y recluido en un orfanato parecido a un campo de concentración. María Luisa no sabía donde estaba pero su corazón tenía muy claro que aún estaba vivo.
Por otro lado socializar no era mi talento. Siempre he admirado aquel don innato de los seres de la tercera edad que con una sola frase inician conversación con cualquier extraño. Las improvisadas charlas en el banco, el hospital, el bus y el baño público, se vuelven tan amenas que les toma por sorpresa la llegada del turno y les toca despedirse rápidamente sin olvidar expresar los buenos deseos.
Yo en cambio soy incapaz de participar en ese extraño ritual. Basta con escuchar un “ha llovido toda la semana” para entrar en temblorosos nervios y levantarme a recibir una llamada imaginaria.
Mi turno superaba los cien números.
Me acerqué a una ventana y miré al cielo. Miré la calle en ruidoso tráfico y gente con afán. Estaba a punto de empezar a contar autos del mismo color cuando noté una cafetería justo al frente. Sólo tenía que cruzar la calle. Algo mejor podría suceder allí. Podría mirar mi bebida, beberla lentamente y evitar perder mi integridad descubriendo si María Luisa iba a encontrar a Tomasito antes de que lo adoptaran.
Al llegar al lugar encontré una silla cómoda y un delicioso aroma de café recién hecho.
Se me ocurrió preguntar si podía conectar mi tableta en alguna fuente de energía y la amable mesera extendió su mano y se llevó mi dispositivo para cargarlo en la barra. No necesitó hacer más para ser mi heroína.
El nuevo plan era pasar unos veinte minutos disfrutando mi café caliente y obtener suficiente carga para leer el libro que quisiera.
Aunque los sabios dicen que saber esperar es la clave del éxito en la vida, en lo terrenal la espera hace miserable a cualquier hombre libre. El sólo saber que todo estaba resuelto hizo mi cuerpo tan ligero como una pluma, volví a contemplar la belleza de mi entorno, disfruté el sabor de mi bebida, me sentí otra vez iluminado.
Pasados los veinte minutos me acerqué a la barra para revisar el porcentaje de carga y ya tenía un ochenta por ciento de batería.
Pagué mi cuenta y regresé a la oficina lleno de gratitud.
Las sillas más cercanas a los cubículos de atención, estaban vacías. Me senté, limpié mis gafas, encendí mi tableta y elegí el libro.
En lugar de María Luisa, me sumergí en una nave tan grande como un planeta, donde el Capitán Tuf andaba creando el clon de su gato muerto.


La vida me sonreía de nuevo.
4 de Agosto de 2018 a las 00:24 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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Jaguara Denoche Siempre me ha encantado ese momento en que todo se detiene y el corazón le grita a la mente que eso que está escribiendo es el comienzo de una buena historia.

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