Con su falda corta, su sonrisa semi abierta, sus labios con brillo labial, sus ojos color marrón. Margaret, así era como se llamaba, así la recuerdo antes de lo sucedido.
Lunes en la mañana:
Iba a recoger a mi sobrino al instituto y mientras lo esperaba ella se me cruzó por el frente y se quedó inmóvil allí.
—¿Me compra caramelos? son para reunir fondos en la escuela — lo dijo de una manera efímera, y no sé qué sensación extraña causó en mi. Desde ese mismo instante una locura gigantesca se apoderó de lo poco que era.
—Dame 3 — respondí, con un tono un tanto grotesco.
Agarró la funda y me dio 3 caramelos: 2 de menta y uno de coco.
Mi sobrino llegó y tuve que irme.
Martes en la tarde:
Quería ver a aquella muchacha, no podía sacarla de mi testaruda cabeza. Sabía que era una chica de entre 18-19 años. Yo apenas tengo 20, pero eso no me quita el hecho de ser un adulto enamorado de una muchacha de preparatoria.
La busqué y allí estaba: caminando rumbo a casa.
—¡Hola! ¿te acuerdas de mi? — le dije esperando que su respuesta fuese si.
—Si, usted me compró 3 caramelos ayer. Su rostro no es tan peculiar, y se me hizo sencillo recordarlo. — me respondió.
«Dios, que incesante deseo hacia esa pequeña y dulce mujer»
No era tanto el delito si lo vemos así: uno o dos años de diferencia no era tanto.
—¿Te acompaño? — pregunté.
—Mmm. No sé, mi madre dice siempre que no me fie de desconocidos — dijo con vos temerosa.
—Ayer nos conocimos y hoy volvemos a charlar, eso ya me hace un conocido. Me llamo David — dije.
Se quedó en silencio por un minuto o más.
—Bueno está bien. Soy Margaret — lo dijo mientras sonreía y sus mejillas poco a poco se enrojecían.
Mientras caminamos un impulso desalmado se apoderó de mi mente. Me había consumido la locura y el deseo.
—Por acá es un atajo —decía mientras ella sin resistirse iba conmigo.
«No puedo creer que lo haya hecho ¿cómo pude enamorarme en un día?
El atajo tenia que atravesar el bosque y ya estaba anocheciendo.
—Eres hermosa — le decía apretando con fuerza sus manos, me había perdido en sus mirada, en sus labios, en sus piernas blancas color leche; me había perdido en su inocencia, y cuando cobré razón propia: la había lastimado.
Fui un animal, un idiota poco hombre que acabó violando a una muchacha cuya pureza era única.
Domingo en la noche:
Antes de ser transportado a la cárcel federal, he escrito esto quizá como prueba de falta de cordura.
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.