Las cadenas se mueven al son del viento extrañado de primavera. Las rosas con los brazos abiertos a un cielo cubierto con un velo gris, se quiebran ante los ecos de las tormentas del pasado.
No importa la belleza ni la juventud cuando lo celestial llora con tristezas invisibles, se ven lejanas las dolientes nubes, su sequía las espera con alegría.
El dolor se derrama en cascadas sagradas, quitan la miseria, alivian la sed, lavan las heridas, dan vida…
Se puede morir por exceso de agua, se puede morir por exceso de vida. Algunas rosas viven demasiado, y cuando llueve, aquellas lágrimas desmembran sus brazos abiertos, destrozan sus capas, le pudren el corazón.
Hay fuerzas destructivas y rosas que no sobreviven a la tormenta.
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