always_youandme Effy Stonem

"Tragó saliva cuando sus ojos se toparon con los de él, del mismo color que el caramelo fundido. Si él le hubiera pedido en aquel momento que se desnudara por completo, lo habría hecho. Y no porque aquel fuera su trabajo, sino porque quería hacerlo."


Fanfiction Bandas/Cantantes No para niños menores de 13.

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Aquella noche, el Club Edom estaba lleno hasta los topes. El alcohol corría como agua y el dinero como si se tratase de papel mojado. Elizabeth subió las aparatosas escaleras de metal, cargada con varias bolsas, intentando no llamar demasiado la atención.

Esa noche se encargaría de la zona VIP del club, pero todavía no sabía a quién le habían asignado, ni cuantas horas tendría que pasar allí entreteniendo a los clientes.

Cuando llegó al backstage, o al menos así les gustaba llamarlo a las chicas del club, posó las bolsas encima de su tocador y se deshizo el moño despeinado que se había puesto al salir de casa, por culpa de las prisas. Su larga melena rubia le cayó por la espalda en forma ondulada, se puso de perfil ante el espejo y se miró en él; necesitaba un buen corte.

-Deja de tanto mirarte y prepárate Cole, sales en media hora - le dijo su jefa inmediatamente superior, pasando por su lado. Alisha Brown no solía ser demasiado amigable con ninguna de las chicas, pero con ella era especialmente dura.

Quizá porque solo llevaba trabajando en el Club Edom un par de meses y algunas de las chicas pensaban que gozaba de algún que otro favoritismo.

Elizabeth Cole se apartó el pelo de la cara y se deshizo de la ropa que llevaba puesta, para enfundarse en un vestido de gasa negra que le llegaba hasta los tobillos, en el lado izquierdo tenía una abertura que le subía hasta pelvis y dejaba al descubierto su pierna; aunque la gasa no es que tapara demasiado.

El corsé del vestido estaba repleto de pequeñas piedras brillantes y alguna que otra lentejuela. Bajo el vestido, llevaba un conjunto de ropa interior de color negro, también con pedrería.

Cuando terminó de vestirse, se sentó de nuevo frente al tocador y comenzó a maquillarse. Por lo general, los hombres que visitaban el club no querían a chicas excesivamente maquilladas; les gustaba lo natural y cuanto más cara de niña buena pusieras, mejor.

Por eso no se echó demasiados potingues. Un poco de base, polvos compactos, algo de colorete color coral y rímel en las pestañas para resaltar sus ojos color verde. Terminó por ondularse el pelo y dejárselo suelto, se calzó los tacones de aguja también negros y volvió a bajar por la misma escalera que había subido, intentando no romperse la crisma contra uno de los escalones.

Pasó por delante de la zona común, donde se congregaban la mayor parte de los clientes. La mayoría bebía whisky solo mientras miraban a las chicas bailar desde la barra. Otros, los que ya habían bebido de más, se acercaban al escenario para tirar algún que otro billete al suelo y mirar con ojos de cordero degollado hasta que la bailarina de turno los recogiera; pues tenían prohibido tocar a cualquiera de las chicas.

No era el primero que lo había intentado y había terminado con un par de dedos rotos; por suerte, los porteros estaban siempre alerta. Había uno en cada esquina, vigilando todos y cada uno de los movimientos que ocurrían en la sala y en los reservados o salas VIP, había un portero en cada puerta; solo hacía falta levantar la mano y el cliente desaparecería de allí en un parpadeo.

Aquella noche, su amiga Kat se encargaba del escenario principal, sus miradas se cruzaron unas décimas de segundo, mientras Elizabeth se dirigía a la zona VIP y no hizo falta que dijera nada mas. El escenario principal era lo peor, al menos para ella.

Jordan también la saludo al entrar a la zona VIP, siempre era el encargado de vigilar esa zona y por suerte o por desgracia, ella solía pasarse la mayoría de las noches asignada allí. Al entrar, el olor dulzón del alcohol y de las colonias amaderadas le dio en la cara, haciéndola arrugar la nariz hasta que se acostumbró a él.

Notaba las miradas posadas en ella a través de las cortinas que separaban cada reservado, subiendo lentamente por sus largas piernas hasta llegar a sus pechos y después, dando un vistazo a su cara.

Si pudiera, se bebería el mini-bar entero para que aquella sensación de nerviosismo y excitación desapareciera. Pero como no tenía permitido beber ni una gota de alcohol, tamborileó su muslo desnudo con la punta de las uñas mientras esperaba que su cliente saliera a buscarla y no cometiera el error de adentrarse en un reservado en el que no la habían pedido como compañía.

El tiempo parecía pasar mas lento por momentos, pero finalmente escuchó como una voz conocida y un acento muy característico pronunciaba su nombre, haciendo que se le helara la sangre y se le erizara todo el vello del cuerpo.

Se giró lentamente, sin llegar a entender qué hacía él allí o porqué la estaba reclamando.

-Elizabeth - volvió a repetir, con el mismo tono calmado.

Tragó saliva cuando sus ojos se toparon con los de él, del mismo color que el caramelo fundido. Si él le hubiera pedido en aquel momento que se desnudara por completo, lo habría hecho. Y no porque aquel fuera su trabajo, sino porque quería hacerlo.

Pero él jamás le pediría una cosa así. La elegancia y la caballerosidad emanaba por cada uno de sus poros. Aquella noche vestía un traje negro con camisa y corbata del mismo color. Nada en él desentonaba, nada parecía estar fuera de lugar; ni siquiera la barba de varios días que se había dejado.

Le hacía parecer mayor, pensó Elizabeth, a pesar de que no llegara a los veinticinco; pero seguía estando tremendamente guapo. Era el hombre más guapo que habían visto sus ojos y en los pocos meses que llevaba trabajando en aquel club de strip-tease londinense, había visto muchos.

-Acompáñame, por favor - le pidió, extendiendo el brazo derecho, con la mano abierta.

Elizabeth caminó con paso decidido, tragándose los nervios, sin decir una palabra. Aunque pudiera controlar la mayoría de reacciones de su cuerpo, no podía controlar los que éste hacía sin previo aviso y por eso se estremeció cuando la mano del chico fue a parar a la parte baja de su espalda, y su dedo meñique rozó levemente su trasero.

La mano estaba fría y supuso que era a causa de la cantidad de hielo que había en el vaso de whisky que portaba en la mano izquierda. No pudo evitar mirarle a través de sus largas pestañas, él también la miraba, sin vacilar.

-Estas preciosa esta noche - le dijo, y ella se mordió el labio inferior casi sin darse cuenta.

-Gracias - respondió, en apenas un susurro.

Él sonrió de medio lado, sin mostrar los dientes. Después dejó de mirarla y siguió caminando, hasta pararse delante de una cortina de color rojo perteneciente al reservado con más metros cuadrados de todos.

-Es un amigo muy importante de mi padre - le informó, volviendo a clavar sus ojos dorados en los de ella - Te ha pedido expresamente a ti para acompañarle esta noche.

Elizabeth suspiró, solo le habían hecho un par de días trabajando allí para saber lo que significaban las palabras “esta noche”, que en el Club Edom pasaban a ser sinónimo de “toda la noche”.

-Lo siento - volvió a decir él - No he podido hacer nada.

-Da igual - le respondió ella, encogiéndose de hombros - Es mi trabajo.

Notó como el chico apretaba la mandíbula tras decir aquellas palabras. Era su trabajo sí, pero su padre había cogido la manía de mandarla en “amigo” en “amigo”, como si fuera el trofeo del club. Y ella no era ningún objeto que pudiera pasar de mano en mano. Solo de pensarlo, le entraban ganas de vomitar.

-Volveré a las cinco - añadió, pasando su mano de la espalda al hombro. Ella volvió a estremecerse.

Ningún hombre o mujer que entrara al Club Edom como cliente podía tocar a ninguna de las chicas, pero él no era ningún cliente; era el hijo del dueño.

-No hace falta que… - empezó ella, pero él la cortó.

-Quiero venir. Vendré - dejó de tocarla y agarró la cortina que cerraba el reservado - Espero que te pase rápido el tiempo, Elizabeth.

Ella asintió y cuando él abrió la cortina, se introdujo en el reservado sin volver a mirarle. Él no dejó caer la cortina hasta unos segundos después, cuando se hubo cerciorado de que aquel hombre había adquirido la postura de seguridad y no la tocaría, ni siquiera para saludarla.

-Vigila esta sala con tu vida - le dijo a uno de los porteros.

-Como siempre, señor Malik.

Y solo así, se fue de allí, para seguir dando vueltas por el club, vigilando y hablando con la gente más pudiente o simplemente con amistades de su padre, mientras se dejaba los pulmones al fumar un cigarro tras otro.

El cliente de esa noche resultó ser un hombre de más de cincuenta años pero menos de sesenta, o al menos eso le dijo él, mientras le indicaba que se sentara a su lado en uno de los sofás. Mientras él bebía, ella sonreía, asentía y decía alguna que otra frase, sin extenderse demasiado. Él parecía satisfecho.

La mayoría de hombres que iban a pasar la noche al club no quería chicas que hablaran, simplemente que alguien les escuchara; con la certeza de que todo lo que allí se decía era privado.

Habían pasado dos horas cuando él, tras beberse varias copas de whisky, le pidió un baile. Ella se levantó del sofá y caminó hasta el pequeño escenario que había en el centro del reservado. Como si hubieran escuchado la petición de aquel hombre, la música comenzó a sonar y Elizabeth no tardó en empezar a moverse de la manera mas sensual que sabía y que hasta el momento, parecía gustar.

No era una experta en pole dance, pero se las arregló para quitarse el vestido y mientras lucía su precioso y carísimo conjunto de lencería negro, encaramarse a la barra de metal y comenzar a bailar allí. El hombre parecía encantado, pero claramente, estaba esperando por su desnudo integral.

Pero si querías que pagaran un baile más, debías desnudarte en el último segundo, dejándole con ganas de más. Además, todavía quedaba mucha noche por delante.

Tenía controlado perfectamente el ritmo y duración de aquella canción, por lo que cuando se acercaba el final, miró al hombre a los ojos, intentando descifrar que deseaba ver primero, si sus pechos o su parte inferior.

Por como sus ojos brillaban al mirar su escote, decidió que eran los pechos. Así que se deshizo del tanga sin dejar de bailar. Se levantó y apoyó la espalda contra la barra mientras se llevaba las manos al cierre del sujetador. El hombre se removía en el sofá, con las manos fuertemente pegadas a las rodillas; los nudillos blancos.

Quería tocarla, quería mas de ella y Elizabeth lo sabía, pero no podría tenerlo. Quizá esa clase de placer era la que más les gustaba a los hombres, la de las cosas o personas que no podían tener.

Le dio la espalda a su cliente, sin despegarla de la barra de metal y bajó los tirantes del sujetador. Mientras hacía aquello, prefería no mirarles a los ojos; no quería que se dieran cuenta de lo incómoda que estaba.

Se deshizo del sujetador y lo tiró al suelo, se tapó los pechos con las manos y siguió contoneándose. Solo cuando estaba a punto de sonar la última nota, quitó las manos y dejó que aquel hombre la viera tal y como había llegado al mundo; completamente desnuda.

La canción terminó, y con ello su baile y por consiguiente, su desnudo. Agarró la ropa del suelo y caminó hasta un pequeño vestidor para volver a colocarse todas las prendas. Cuando estuvo presentable salió del vestidor y volvió a sentarse junto a aquel hombre de ojos vidriosos.

A ese baile le siguieron otros dos durante las horas siguientes, pero Elizabeth ya había perdido toda clase de pudor. El primer baile siempre era el peor, después se generaba una especie de aura de confianza entre ella y el cliente que hacía que desnudarse y bailar fuera más fácil.

En el último baile, cuando ya se encontraba en ropa interior, la cortina del reservado se abrió, para dejar paso a Zayn; que había prometido que volvería a buscarla. El tiempo había acabado.

Su cliente, que resultaba llamarse Robert Carlton, sonrió al chico pero en seguida volvió a posar los ojos en ella, que no había dejado de bailar. La música todavía no se había detenido.

-Hijo - le dijo a Zayn, haciendo un gesto en el sofá para que se sentara a su lado - Tu padre no mentía. Esta chica es una delicia.

Zayn se vio obligado a sonreír mientras se sentaba a su lado y volvía la cabeza para mirarla. Sus miradas se cruzaron y Elizabeth notó como un escalofrío le recorría la espina dorsal y la hacía estremecerse. Era increíble lo que él era capaz de hacerle con una sola mirada, no quería ni imaginarse lo que podría hacer con una caricia si el simple y breve tacto que habían mantenido la hacía sentirse así.

-Es maravillosa - le respondió Zayn a Robert, sin apartar la mirada de ella - Pero las cinco horas han pasado y ya sabes cuáles son nuestras reglas.

-Oh, por favor, déjala terminar - le pidió, mientras Elizabeth seguía bailando en la barra y comenzaba a jugar con los pequeños pedazos de tela que componían su tanga.

-Robert, no me hagas tener que echarte - dijo Zayn. Su voz se había vuelto dura y su semblante estaba serio, sin rastro de ninguna sonrisa.

-Terminaré - soltó Elizabeth, haciendo que ambos hombres clavaran los ojos en su cara, en vez de en su cuerpo.

-Elizabeth… - le advirtió el chico, con la mandíbula tensa.

-Pagaré lo que sea, pero déjala terminar. Incluso te invito a quedarte, pagaré por ti también - dijo Robert, dejando caer una amplia cantidad de billetes altísimos sobre la mesa de cristal - Continúa, por favor.

Zayn no se movió, apoyó los codos sobre las rodillas y juntó las manos mientras la observaba bailar. Aquella sin duda no era la posición de seguridad que debían mantener los clientes, ¿pero quién iba a decirle nada a él?

Elizabeth dejó de jugar con las tiras que se encontraban sobre la piel de su cadera, se puso de espaldas a ambos, abrió levemente las piernas y comenzó a tirar de ella hacia abajo, no dobló las rodillas ni un momento mientras su tronco bajaba y sus manos se deslizaban por sus piernas hasta llegar a los tobillos y una vez ahí, volvían a subir lentamente, hasta el broche del sujetador.

Se deshizo del tanga con un simple movimiento de pie y se desabrochó el sujetador por cuarta vez aquella noche, dejó que los tirantes resbalaran por sus hombros y después, volvió a dejarlo caer al suelo. Esa vez se tapó los pechos con el pelo mientras se daba la vuelta y volvía a darles la cara a los hombres.

Miró a Zayn, que seguía en la misma posición, pero su pierna izquierda había comenzado a moverse en un tic nervioso. Su mirada bajó lentamente de sus ojos a lo que tenía entre las piernas y para sorpresa de la chica, se lamió los labios.

Notó como su corazón se paraba durante unos segundos para después comenzar a bombear de forma desbocada.

La canción estaba a punto de acabarse, así que se apartó el pelo poco a poco, hasta retirarlo completamente y dejar su cuerpo completamente desnudo a la vista de ambos. Si obviaba el hecho de que Robert también estaba allí; aquella habría sido la situación más erótica que habría vivido hasta la fecha.

La música terminó y Zayn se levantó del sofá como un resorte. Mientras Elizabeth bajaba del escenario y recogía su ropa, el chico agarró una prenda que no distinguió hasta que la tubo por encima. Era una bata de color negro, con bordados dorados.

-Vístete, por favor - le pidió.

Elizabeth le miró pero él ya había apartado la cara, así que caminó hasta el vestidor para, de nuevo, colocarse la ropa. Cuando salió de allí, no había rastro de ninguno de los dos hombres y junto a los billetes que Robert había tirado sobre la mesa de cristal, había otra pila de ellos, perfectamente colocados.

Agarró todos los billetes, se guardó los de Robert en la cartera cuando llegó al vestuario y dejó encima del tocador los de Zayn; no iba a aceptarlos.

Mientras se quitaba aquel maldito vestido semi-transparente y la ropa interior, notó como su sangre hervía lentamente. ¿En qué coño había estado pensando al desnudarse delante de Zayn? ¿Y en qué coño había estado pensando él cuando había posado esa cantidad de dinero sobre la mesa?

Se recogió la melena en un moño y tras ponerse ropa interior limpia, se subió los vaqueros de un tirón y se colocó la camiseta básica de color blanco que se había puesto al salir de casa. Estaba a punto de irse, pues ya se había colocado la chaqueta de cuero negra por encima, cuando Kat entró en el backstage; seguida de más chicas.

Se miraron.

-Uy, ¿a qué viene esa cara? - le preguntó Kat - ¿Tan mal ha ido con los VIP? Si suelen ser los que mejor se comportan…

-No, no, ha ido bien. Es solo que… - su mirada vagó hasta posarse en la pila de billetes. Kat también los miró y abrió mucho los ojos.

-¿Te ha pagado todo eso? ¿Cuánto hay ahí? - agarró los billetes y comenzó a contarlos. Diez mil libras - ¿Se la chupaste?

-Oh, por favor, no seas idiota - le respondió la rubia, quitándole el dinero de las manos y bajando la voz hasta convertirla casi en un susurro - Me lo ha pagado Zayn.

Kat volvió a abrir los ojos, esta vez estaban a punto de salirse de sus cuencas.

-¿Zayn ha pagado por ti? ¿Has estado toda la noche bailando para él? Pero si…

-No, es… es largo de explicar y no quiero hablar de ello aquí - Elizabeth echó un vistazo a la sala, repleta de bailarinas abandonando sus atuendos y poniéndose su ropa de diario.

Una cosa eran los cuchicheos y rumores sobre sus favoritismos por parte del dueño del local; otra muy diferente era que supieran que los favoritismos eran reales gracias a Zayn.

Kat asintió; era en la única que confiaba de todo el club.

-Nos vemos mañana a la hora de comer y me cuentas todo, ¿de acuerdo? Ahora vuelve a casa, no tienes buena cara.

Se despidieron con un abrazo y Elizabeth agarró de nuevo sus bolsas para salir de allí. Mientras bajaba por las escaleras, se llevó un codazo por parte de una de las chicas que subían en aquel momento. Miranda Hastings.

-Aparta, enchufada - le dijo entre dientes. El resto de su grupito rió.

Elizabeth puso los ojos en blanco, ignoró el comentario y salió por la puerta de atrás. Sabía que encontraría allí a Zayn, fumando en el callejón, como siempre.

El chico alzó la mirada nada mas escuchó que la puerta se abría. Tiró el cigarro al suelo, lo pisoteó y tras expulsar el humo, se acercó a ella. No llegó a tocarla, pues le dio con los billetes en el pecho y tuvo que agarrarlos.

-¿Pero qué haces? - le preguntó, frunciendo el ceño.

-¿Cómo se te ocurre? - le respondió, ofendida.

-Yo… bailaste para mi y… - Zayn se pasó una mano por el pelo, visiblemente desconcertado. Jamás le había visto así. Él siempre tenía amplio control de todo tipo de situación.

-No eres mi cliente para pagarme - dijo Elizabeth - No quiero tu dinero, Zayn.

Y pasó por el hueco que había entre la pared y el cuerpo del chico, para salir del callejón y poder dirigirse a la parada de metro más cercana; le dolían los pies y quería llegar a su casa para descansar. Había sido una noche muy larga.

Escuchó como Zayn decía varias palabrotas antes de salir detrás de ella y enredar sus dedos en su muñeca, haciéndola detenerse.

-Elizabeth, por favor…

-Quiero irme a casa Zayn, estoy agotada - le dijo, bajando la mirada.

-Déjame llevarte, tardarás más de media hora en llegar si coges el metro y además, no es seguro a estas horas.

-Llevas toda la noche bebiendo whisky, ¿crees que no lo huelo?

-Pero estoy perfectamente - en un movimiento, le quitó las bolsas de ropa y comenzó a caminar - Vamos.

Elizabeth le siguió hasta su coche, un deportivo negro que a juzgar por la tapicería de piel, la casa a la que pertenecía y la cantidad de botones que tenía, debía ser muy pero que muy caro.

Zayn le abrió la puerta y después guardó las bolsas de la chica en el maletero. Mientras ella se abrochaba el cinturón de seguridad, se introdujo en el coche para volver a mirarla.

-¿Sigues viviendo por Finsbury Park? - le preguntó, mientras arrancaba el coche.

-Sí.

-Venga, por favor, no te pongas así. No quería ofenderte.

-Lo sé, lo sé es solo que… - Elizabeth se llevó una mano a la cabeza - No tenía que haberlo hecho.

-¿El qué? - le preguntó él, aunque ya sabía a que se estaba refiriendo.

-Ya sabes el qué, Zayn. Desnudarme delante de ti.

-Tampoco es para tanto… - Ella clavó los ojos en él - Desnudarse, digo, no tu cuerpo. Tu cuerpo es…

-Ya vale, no hablemos de eso por favor. Olvidémoslo.

-Se me va a hacer difícil olvidarlo, la verdad, Elizabeth…

Zayn conducía a gran velocidad por las calles de Londres. Con movimientos elegantes y firmes. El coche olía a él, a tabaco, whisky y menta. Reprimió el impulso de recostarse contra el asiento mientras le observaba hacer todos esos movimientos.

Aquella noche había sido demasiado, no podía soportar mirarle ni un minuto más. Porque si seguía haciéndolo, no podría soportar no besarle; y eso sí que no podía hacerlo. Era imposible.

-Puedes dejarme por aquí - le dijo la chica, mirando por ventanilla - Ese es mi portal.

Zayn paró el coche en doble fila, quitó la marcha y puso el freno de mano. La situación se había vuelto terriblemente incómoda, tanto que hasta se podían escuchar sus respiraciones. Elizabeth se desabrochó el cinturón y colocó una mano sobre la manilla de la puerta.

-Espera - le pidió Zayn, y ella se giró para mirarle, si quitar la mano de la manilla - Lo de hoy…

-Déjalo, en serio. Fue un error y no quiero hablar más del tema. No sé en qué estaba pensando - admitió ella - Supongo que… no sé, deseaba que me vieras desnuda.

Y se arrepintió de decirlo nada más las palabras salieron de su boca, pero como ya no había marcha atrás. Simplemente tiró de la manilla de la puerta para salir del coche. Dio la vuelta al vehículo, hasta llegar al maletero para sacar sus bolsas, pero antes de que pudiera abrirlo, una mano apartó la suya y cuando se quiso dar cuenta, estaba arrinconada contra el maletero.

Notaba el cuerpo de Zayn contra el suyo, como su pecho subía y bajaba agitado, los labios entreabiertos…

-¿Qué haces? - le preguntó, sin voz.

Y él no respondió, simplemente apoyó una mano en su cuello y posó los labios sobre los suyos. Elizabeth gimió al notar la boca del chico contra la suya, su lengua enredándose con la de ella. La barba le hacía cosquillas contra la piel y labios, pero solo deseaba más y más.

Llevó la mano derecha hasta la nuca de él y le atrajo más hacia ella, si aún era posible. Recientemente se había cortado el pelo en esa zona, pero seguía llevándolo largo en el flequillo, peinándolo en una especie de tupé levemente ladeado hacia la izquierda.

Su otra mano agarró la corbata del chico. Solo quería deshacer el nudo, quitarle la chaqueta del traje y desabotonarle la camisa. Solo quería estar con él.

Zayn comenzó a besarle el cuello, sin apartar la mano de su cuello, reteniéndola.

-Ven a casa conmigo - le pidió en un susurro, cuando pasó del cuello a la oreja.

Estuvo a punto de decir que sí, que iría a casa con él y a cualquier sitio que le pidiera. Pero luego recordó que no podía. No, era imposible. No iba a ser la otra.

-En casa te está esperando tu novia - le respondió, soltando la corbata y apartándole de ella. Zayn tensó todo el cuerpo, mientras observaba como Elizabeth recogía sus bolsas y se alejaba del coche.

-Elizabeth, espera - le pidió, pero ella ni se giró.

No la siguió, porque sabía que aquello empeoraría las cosas. En lugar de eso se pasó una mano por el pelo, echándolo hacia atrás. Sacó la cajetilla de tabaco y encendió un cigarro, cuando volvió a subir al coche para volver a casa, superó la velocidad de la mayoría de radares de la ciudad pero unas cuantas multas eran el menor de sus problemas en aquel momento.

La situación se le estaba yendo de las manos, lo sabía; pero no encontraba una manera de arreglar lo que estaba pasando.

12 de Junio de 2018 a las 00:13 1 Reporte Insertar Seguir historia
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