mannymunoz Manuel Munoz

Dos jóvenes, uno de 17 y otro de 19 deciden cruzar la frontera de Estados Unidos ilegalmente; sin realmente saber que hasta tendrían que huir de la policía en una aventura inolvidable por cumplir sus sueños.


Aventura Todo público.

#aventura #policias #suspenso #frontera
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Capítulo 1

Danilo estaba esperando con ansias la llegada de su vuelo. Acompañado por sus familiares que habían ido a despedirse de él.

Era un día soleado de verano en la ciudad de Santiago de Chile. Las temperaturas alcanzaban los 35 grados. Alrededor, se veía como pasaban personas de un lado para el otro arrastrando sus maletas. Unos llegando y otros yéndose. Otros trabajando sin prisa, aunque sin pausa de sol a sol en sus puestos, mientras los del área de la limpieza sudaban trapeando los pisos. Claudio, el hermano de Danilo, estaba igual de ansioso porque los dos emigrarían juntos hacia los Estados Unidos. Pero lo harían de una manera poco común. Cruzarían la frontera ilegalmente por México. Es decir, como mojados.

Claudio tenía 19 años y era más alto que Danilo, quien solo tenía 17. Ambos tenían el pelo castaño claro y los ojos café oscuro. La gente decía que los dos eran bien parecidos. Lo que más los diferenciaba era la barba. La de Claudio era rojiza y gruesa, mientras que su hermano menor solo podía enorgullecer una hermosa pelusa rubia.

Pronto tendrían que despedirse de sus familiares y tomar rumbo al proceso de migración. Eran las 9:54 am y Danilo sin poder apartar la vista de su hermano menor Ricardo, fue y le dio un abrazo con todas sus fuerzas. Enseguida se despidió del resto de sus familiares. Claudio ya había terminado aquel ritual y lo estaba esperando para entrar al área de migración.

–Vamos, llegó la hora –le dijo Claudio a Danilo.

–Te acompaño –le respondió.

Tenían los boletos de embarque en las manos, entonces se fueron directo a la fila de policía internacional. Danilo ya había pasado por ahí unas tres veces anteriormente, pero para Claudio era algo totalmente nuevo. Entonces le dio algunas advertencias mientras avanzaban. Al caminar, agitaban sus brazos de lado a lado despidiéndose de sus familiares; sabiendo que no los verían en un largo tiempo.

Después de un rato esperando llegaron al frente de la fila. Le designaron una caseta a Claudio y un par de segundos después una a Danilo. Éste, no estaba para nada nervioso, pero sí estaba con una tristeza enorme. Solo pensaba en su hermano menor, Ricardo. Sentía que lo había abandonado. Pero por otro lado sabía que trataría de llevarlo a Nueva York en un futuro cercano.

Danilo avanzó hacia la caseta donde se encontraba el policía de investigaciones. Con su pasaporte y boleto de embarque en la mano.

–¡Hola! ¿dónde viaja? –consulto el policía a Danilo.

–Voy a México –contesto con seguridad.

–¿Cuánto tiempo estarás en México?

–Dos semanas.

–¿Cuál es el motivo de su viaje?

–Vacaciones.

Danilo había instruido a Claudio a decir las mismas respuestas para no tener problema para salir del país. Entonces en la ventanilla de atrás, vio a Claudio comenzar a avanzar. A la misma vez sintió el golpe del timbre en su pasaporte que le permitía salir de Chile.

–Buen viaje –le dijo el policía.

–Muchas gracias, que usted tenga una linda jornada de trabajo.

A Danilo le dio un poco de relajo, pero ya sabía que todo debería estar bien, pasar la policía para salir de Chile era la parte más fácil de los que les esperaba. Ahí, se encontró con Claudio y juntos comenzaron a buscar la sala de embarque que les habían designado.

Ya sentados en aquella sala, a Danilo se le pasaba por la mente las horas que tendría que caminar para conseguir cruzar la frontera, y además en el riesgo que correrían. Había visto reportajes sobre personas que por intentar cruzar como mojados, morían en el intento de distintas formas; unas de sed, otras de hambre e increíblemente algunas por disparos desde los helicópteros que sobrevolaban los alrededores. Danilo tenía buen estado físico, por los entrenamientos que había tenido cuando era seleccionado de escalada. Lo hacían correr por largos trayectos antes de comenzar a escalar. Él se sentía capaz de caminar toda esa distancia sin problemas y arrancarse corriendo en caso se viera en la obligación. Pero lo que más lo inquietaba, era Claudio.

Claudio, al contrario que él, no hacía nada de deporte. En otro tiempo había trabajado en una empresa de buses como mecánico. Su tiempo libre lo gastaba en casa viendo televisión, comiendo hamburguesas y toda clase de comida chatarra. Entonces su estado físico no era el más adecuado para una caminata larga.

Su preocupación se fue cuando llegó el momento de embarcar, tenían asientos adelante, entonces no demoraron mucho en abordar. Para Danilo no era nada nuevo estar dentro de un avión, con esta sería su octava vez. Pero para Claudio era la primera, se notaba en el brillo de sus ojos la emoción de poder volar. El saber que se siente y no tener que escucharlo de los labios de los otros. Estaba a punto de vivir esa experiencia, su rostro solo reflejaba alegría, pero bien en el fondo estaba preocupado por lo que les esperaba.

Era un vuelo de día y Claudio estaba sentado del lado de la ventanilla. Danilo de su lado se veía cansado, estaba con los nervios de punta, su mente estaba trabajando a mil pensando como seria el cruzar la frontera. Y qué les pasaría en caso los llegasen a pillar. Miró a su izquierda y vio cómo su hermano también estaba con un rostro pensativo, se imaginó que estaba pensando lo mismo que él.

Cuando comenzó el despegue, Claudio miraba por la ventana como la ciudad se hacía cada vez más pequeña y los autos en la carretera se transformaban en solo pequeños puntos de colores en la lejanía. Al estabilizarse el vuelo, pidió permiso a Danilo y a una señora que estaba sentada en el asiento del pasillo para ir al baño. Al entrar a éste, quedó mirándose al espejo un rato. Se había autosugestionado la ida ilegal a Estados Unidos. Pero ya no había vuelta atrás. Abrió la llave del lavamanos y se mojó el rostro con sus manos tiritando de nervios. Tomó una toalla de papel y se secó con ella. Salió del baño tratando de no verse nervioso y se dirigió hacia su asiento.

–¿Estás bien? –le interrogo Danilo.

–Sí, solo estoy preocupado por lo que se nos viene.

–Yo igual. –Afirmó Danilo–. –Pero tenemos que pensar positivo y esperar que todo nos salga bien.

–Tienes razón, pero siento una sensación en el pecho de angustia, y me tiritan las manos de nervios. Mejor voy a tratar de dormir un poco, tu deberías hacer lo mismo –aseguro Claudio.

–Sí, voy a tratar de dormir también.

Los dos jóvenes sin saber lo que les esperaba en su viaje cayeron dormidos. Claudio se durmió apoyando su cabeza en la ventanilla sobre un polerón de algodón que utilizó como almohada y Danilo apoyado en su hombro.

En menos de un abrir y cerrar de ojos el capitán informó a los pasajeros que comenzarían el aterrizaje. Claudio despertó a Danilo quien se había dormido profundamente.

–Danilo, Danilo, despierta, ya comenzaremos a aterrizar, avisaron que tenemos que colocar los asientos en posición vertical.

Danilo un poco desorbitado se refregó los ojos con intención de despertar mientras pasaba la azafata por cada una de las sillas verificando que los asientos estuvieran rectos y las mesas guardadas en su compartimiento.

–¿Qué se siente cuando aterriza? ¿duele mucho el estómago? –preguntó Claudio.

Es super entretenido, le respondió Danilo, dando una risada y limpiándose las lagañas de su ojo izquierdo. Es como una montaña rusa, la única diferencia es que aquí baja super lento y no siempre se siente adrenalina. Lo que sí, se mueve harto, pero no es nada de qué preocuparse.

–Dale, no me preocupo entonces –le comentó Claudio con una sonrisa.

Cuando el avión comenzó a descender, la preocupación de ellos volvió. Cada vez estaban más cerca de tener que enfrentarse a la situación más riesgosa que hayan tenido que enfrentar en sus cortas vidas.

Aterrizaron en el aeropuerto de la Ciudad de México con éxito. Ahí, los jóvenes tenían que esperar al día siguiente para tomar otro vuelo con destino al norte de México. Donde después tendrían que abordar un bus por 17 horas hasta la ciudad de Chihuahua.

Al bajar del avión, se despidieron cordialmente de los atendedores de vuelo y tomaron rumbo a la fila para pasar policía internacional.

Cuando estaban en frente de la fila, un policía les preguntó si estaban juntos y Claudio afirmó moviendo su cabeza de arriba abajo. Entonces les pidió que avancen juntos a la ventanilla número 8, le dieron sus pasaportes al policía y los boletos de avión.

–¿Cuánto tiempo se quedan en México? –dijo el policía.

Danilo trato de responder, pero el policía le pidió a Claudio que respondiera.

–Un mes –le respondió Claudio.

–¿Traen maletas?

–No, Solo la mochila.

Danilo trato de decir algo, pero el policía le dijo que no estaba hablando con él.

–¿Por qué ustedes vienen por un mes y traen solamente una mochila pequeña?

Claudio se quedó callado por un largo tiempo y no sabía qué responder. El policía salió de su caseta y les pidió que lo acompañen. Los sentó en un espacio cerrado por cintas y les pidió que esperaran ahí. El policía había encontrado sospechoso que dos jóvenes viajaran por un mes con unas mochilas tan pequeñas, y que al día siguiente tuviesen un vuelo al norte de México.

–Parece que no nos van a dejar entrar –dijo Danilo.

–Ojalá que nos permitan, sino nuestro sueño morirá aquí –le respondió Claudio.

–Sí, eso sería una pena –afirmó Danilo.

En un par de minutos, llegó otro policía con rostro de serio y les dijo:

–Me acompañan por aquí, por favor.

En ese momento se les cayó el mundo encima a los pobres muchachos. Danilo frunció el entrecejo, preocupado, se negaba a admitir que aquello fuera verdad. Ellos sabían que serían interrogados y quizás no les permitirían la entrada a México. Los llevaron a un cuarto donde había otras personas, todas con rostro de preocupación. En frente de ellos había una señora con una niña de no más de 5 años. A su derecha un joven con sus dos manos apoyadas en la cabeza. Mientras Claudio y Danilo, estaban sentados separados sin poder hablar entre ellos.

Desde dentro de un cuarto al final del corredor sonó una voz ronca llamando el nombre de Danilo.

–Danilo, pase por aquí por favor.

Era como cuando llaman a un paciente en un hospital para ser atendido, pero esta vez era para una interrogación. La cual ni Danilo, ni Claudio sabían cómo sería.

Danilo miró a su hermano y le sonrió para darle un poco de tranquilidad. Partió rumbo al cuarto de interrogación. Al entrar observó a su alrededor y notó que solo era una habitación con un escritorio en el centro, una silla y un policía sentado atrás del escritorio. Nada de cuadros ni adornos.

–Siéntese por favor, Danilo –dijo con voz ronca el policía que estaba sentado en una silla de cuero café.

–Gracias –respondió Danilo y se sentó.

–¿Cuál es el motivo real de su visita a México? –preguntó el policía.

–Vengo a escalar al norte de México, soy de la selección de escalada de Chile y voy a un entrenamiento con unos amigos mexicanos, y Claudio me acompaña para ayudarme con las cuerdas mientras escalo.

–Que bien –¿y por qué traen una mochila tan pequeña si piensan quedarse un mes?

–La verdad es que me patrocina una marca de ropa internacional, la cual, aquí en México nos va a proporcionar ropas y equipos de escalada para poder hacer este entrenamiento.

–¿Y Claudio también es escalador?

–Él escala como hobby, pero es bastante bueno asegurando la cuerda del escalador, y mis padres no me permitieron venir solo, entonces él me acompañó.

–¿Cuánto dinero trae para este viaje?

–Dos mil dólares cada uno.

–Gracias Danilo, puedes volver a la sala de espera.

–Gracias a usted.

El policía estaba rellenando un formulario de preguntas con las respuestas que Danilo le había dado. Cuando salió del cuarto de interrogación, Claudio venía caminando hacia él. Danilo miró rápidamente al policía que estaba en la sala de espera y notó que estaba mirando hacia otro lado. Aprovechó el momento y le susurró a Claudio rápidamente cerca del oído:

–Venimos a escalar al norte y me acompañas porque nuestros padres no me dejaron venir solo. Soy auspiciado por una marca internacional y ellos nos darán ropa; traemos dos mil dólares cada uno.

Claudio entró al cuarto y Danilo volvió a su silla. El policía no se había dado cuenta que le había dado esa información. Ahora solamente faltaba que a Claudio le hagan las mismas preguntas. Esos fueron momentos muy tensos para los jóvenes aventureros, porque decidirán si les permitieran ingresar a México o tendrían que volver a Chile derrotados.

Después de un rato, finalmente Claudio salió y se sentó del lado de Danilo. Pasaron unos 20 minutos cuando el policía que los había interrogado salió de su cuarto y les pidió que lo acompañen. Les había creído la historia, entonces le permitiría el ingreso al país. Los jóvenes no podían parar de sonreír por la buena noticia, entonces el policía timbró sus pasaportes y les comento:

–Disculpen jóvenes por haberlos hecho pasar por ese momento incomodo, pero me pareció muy extraño un viaje largo sin maletas. Pensé que podría haber sido un caso de jóvenes pretendiendo cruzar para USA ilegalmente. Llamamos a Chile y nos confirmaron que usted, don Danilo, es seleccionado chileno. Entonces le pido mil disculpas por la confusión.

–Danilo se adelantó a Claudio y le respondió que no se preocupe, sabían que él, solo estaba haciendo su trabajo.

El policía se despidió de los jóvenes y les deseó suerte con su escalada. Los dos jóvenes se despidieron también y partieron hacia la salida del aeropuerto.

Con dos mochilas pequeñas Danilo y Claudio salieron a la gran Ciudad de México, eran como las 8pm y aún tenían que encontrar un hotel para pasar la noche y al otro día tomar el vuelo con destino al norte de México.

Era una noche estrellada y había una luna inmensa que iluminaba toda la ciudad. Antes de encontrar un hotel, se adentraron en las primeras calles que estaban cerca del aeropuerto. Necesitaban encontrar un ciber café, porque en esa época no había celulares con wifi. Caminaron por una calle muy oscura, la mayoría de los focos estaban rotos. Se parecía un poco a esas calles del barrio donde se habían criado en Santiago de Chile. Solo podían ver por la luz que les entregaba la luna llena de aquella noche.

Aunque ellos eran de un barrio pobre, éste, parecía ser más aún, no podían imaginar como una ciudad tenía un lugar como aquel tan cerca del aeropuerto.

Le preguntaron a una señora que estaba en la puerta de la entrada de su casa, sentada en una silla de playa escuchando música en una radio antigua a pilas, con una antena reemplazada por un cable pelado. Tenía el pelo negro con muchas canas y amarrado con un cole. Su casa tenía las paredes hechas de barro. Una ventana con pintura desgastada que con el más mínimo movimiento podría caerse.

–Hola señora –¿sabe dónde hay un ciber café?

–Hola jóvenes –¿Qué es eso? –Le respondió humildemente la señora.

–Un lugar donde haya un computador que podamos usar.

–Ahora entiendo. Allí tienen uno; en aquella casa de puerta amarilla –dijo la señora.

–¡Muchas gracias! –Le respondieron los jóvenes.

Iban caminando hacia aquella casa cuando la señora les gritó desde atrás:

–¡Ah! muchachos, tengan cuidado; no anden caminando mucho en estas calles. –Es fácil notar que son extranjeros y les van a querer robar.

Aparte de sus mochilas con un poco de ropa, tenían cuatro mil dólares en efectivo, que era el dinero que debían entregar al coyote. Quien les ayudaría a cruzar la frontera. Entonces se miraron y comenzamos a caminar más rápido.

–Gracias –le gritaron a la señora.

–De nada –respondió con una linda sonrisa en su rostro.

Llegaron a la casa donde estaba el supuesto ciber café. La cual era de adobe y muy baja. Danilo podía ver lo que había en el techo y créanme que él es de estatura baja. Golpearon la puerta y salió un señor de unos cuarenta años con un vaso en la mano.

–¿En qué les puedo ayudar jóvenes?

–Queremos usar su computador, ¿cuánto vale la hora?

–4 dólares la hora –respondió el señor.

–Lo queremos usar, por favor.

–Sí, por supuesto; pasen.

–¡Gracias! –le dijeron al mismo tiempo.

Al entrar, vieron que el ciber café estaba instalado en el comedor de la casa y que solo había un computador.

–Ese ahí, es el computador, pueden usarlo cuanto tiempo quieran –dijo el dueño de la casa. Mientras se rellenaba el vaso con Mezcal barato–. –Siéntanse como en casa.

En aquella época se usaba el Messenger, que era lo mejor en la tecnología de chat. Lo primero que hicieron fue avisar a su familia, quienes estaban demasiado preocupados. Se quedaron conversando con ellos un rato y les dijeron que los llamarían apenas encuentres un hotel donde alojar esa noche. Entonces, comenzaron a buscar en internet hoteles cerca del aeropuerto que tuvieran un precio razonable. Había varias opciones cerca. Anotaron en un papel todas las que estaban en la avenida enfrente del aeropuerto. Llamaron al señor para preguntarle cuánto había salido la cuenta por usar el computador.

–Estuvieron 1 hora jóvenes. Son 4 dólares.

Danilo le dio 10 dólares porque sintió que le había sido de mucha ayuda. Se despidieron del señor y comenzaron su rumbo al hotel.

Volvieron a caminar en esas calles las cuales les daba un poco de escalofríos, no querían que les robaran el dinero que tenían guardado para el coyote. Pero llegaron sanos y salvos al hotel. Consiguieron un cuarto doble y le pidieron al conserje que los llame a las 6am. Era el horario que tenían que despertar para ducharse y salir a tomar el siguiente vuelo con destino el norte de México.

Al día siguiente como era un vuelo nacional, llegaron al embarque del avión rápidamente. Fue un vuelo mucho más tranquilo y corto que el anterior.

Sin darse cuenta ya habían llegado al norte. Ahí tenían que encontrar el terminal de buses que los llevaría hasta chihuahua. Allí, estarían a pasos de Juárez, que limita con El Paso, Texas.

Tenían suficiente dinero, entonces se fueron en un taxi hasta el terminal de buses, el taxista conocía la ruta perfectamente. Bueno, esos ellos creían, porque podría haber estado paseándose por toda la ciudad de Durango sin ellos darse cuenta.

Finalmente llegaron al terminal. Estaba en el centro de la ciudad. Eran como las 11 am, estaba repleto de vendedores ambulantes ofreciendo a voz de cuello sus productos y todo tipo de chucherías. Como una feria de sábado. En las otras calles estaba lleno de tiendas. Varios puestos de comida y las infaltables cadenas de restaurantes de comida rápida.

–¿Quieres comer algo Claudio?

–¡Feliz! pero primero averiguaremos sobre los buses hacia Chihuahua –respondió.

–¡Me parece una buena idea! –afirmó Danilo.

Le pagaron al taxista veinte dólares, que obviamente era demasiado, pero no tenían ninguna intención en pelear con un taxista. Menos en un pueblo de México conocido por los carteles del narcotráfico. Entonces le pagaron y dieron las gracias por el servicio. Al menos los había llevado al terminal. Había casos de extranjeros que llegaban a ese pueblo. Y habían desaparecido.

Entraron al terminal y rápidamente se les acercaron tres personas preguntando.

–¿Dónde viajan?

Claudio es serio, entonces ni los miró y Danilo siguió su ejemplo. Caminaron directo a las ventanillas de las empresas de buses. Y preguntaron a la primera que tenía escrito en la ventanilla; ¡Chihuahua!

–¿Cuánto vale el pasaje hasta chihuahua y cada cuanto tiempo sale? –preguntó Danilo.

–25 dólares por persona. –Le respondió el joven de la ventanilla–. –Sale a las 3 de la tarde.

–¿Cuánto tiempo demora hasta allá? –Claudio preguntó.

–Quince horas aproximadamente.

Quince horas, Danilo pensó. Pero bueno, que iba a hacer. Quince horas era poco comparado con lo que les tomaría llegar hasta Nueva York, que era su destino final.

–Queremos dos asientos –dijo rápidamente Claudio, y le dio los cincuenta dólares.

Les entregaron los boletos del bus. Se retiraron triunfadores al saber que habían conseguido un bus. Y dentro del mismo día.

–Tengo hambre –objeto Claudio.

–Yo también –le respondió Danilo.

A Claudio le encantan las papas fritas y todo lo que tenga que ver con grasas saturadas y a Danilo también.

–Vamos a dar una vuelta y vemos que podemos comer –dijo Claudio.

–Te sigo.

Entonces caminaron solo una cuadra y ya estaban sentados en un lugar que vendía pollos asados con papas fritas. El local tenía grasa en todas las paredes por el tipo de comida que vendían y la falta de limpieza. Pero no podían pedir más en ese momento. Se les acercó una joven que amablemente preguntó.

–¿Qué les gustaría comer? –Claudio no dejó a Danilo ni pensar y respondió:

–Una porción de pollo con papas fritas, por favor.

Danilo lo miró y le dijo:

–¡Buena! yo estaba pensando en la misma opción.

–¿Qué les gustaría beber? –cuestiono la mesera.

–Yo quiero una gaseosa –respondió Claudio.

–Yo quiero un jugo natural de naranja –intervino Danilo.

No pasaron ni cinco minutos y ya tenían la comida en la mesa, no dijeron ni una sola palabra mientras comían. Estaban preocupados por lo que les esperaba al llegar a Chihuahua.

Al terminar de comer, Danilo le dijo a Claudio que podrían comprar un Pendrive y ponerle música para distraerse en el viaje del bus. Él concordó. Entonces pidieron la cuenta y salieron en búsqueda de un aparato reproductor de música. No tenían computador portátil ni nada en esa época, entonces después de comprar el pendrive tuvieron que ir a un ciber café y descargar la mayor cantidad de música posible.

Después de concluir en el ciber, se dirigieron al terminal de buses. Entre comer y descargar música, no tuvieron mucho tiempo para hacer turismo en el área, pero no había mucho que ver. Durango está ubicado en la región noroeste del país, limitando al norte con Chihuahua, es el cuarto estado más extenso. Aunque su nombre oficial es Victoria de Durango en honor al primer presidente de México.

Llegaron al terminal cinco minutos antes de la salida del bus y sus asientos predeterminados eran el quince y dieciséis. Estaban del lado derecho. Danilo le pidió a Claudio que lo dejara sentarse del lado de la ventana para poder ir mirando el paisaje. El pendrive tenía tres horas de música y un par de pilas extra en caso de que se acabaran las que ya tenía el reproductor. Entonces Danilo sabía que tendría que darle vuelta a toda la música unas cinco veces antes de llegar a su destino.

Al comienzo para Danilo era entretenido el viaje. Le gusta ver lugares nuevos y los paisajes de México son maravillosos. Pero después de las primeras tres horas de música, su cabeza no aceptaba el sonido con el mismo gusto que al comienzo. Mientras avanzaban, Danilo iba pensando en el departamento que un día construiría. Como siempre, empieza por imaginar un pent-house en el último piso de un edificio. Era algo muy sencillo: un jacuzzi cuadrado para 8 personas y unos muebles de terraza de madera con cojines de color blanco. Esa era la esencia de su terraza. Luego intentó visualizar cómo sería el interior del departamento, Pero ahí Claudio lo interrumpió y le dijo que intentara dormir.

Apagó un rato el Pendrive e intentó descansar. La noche anterior no había conseguido dormir muchas horas, entonces se durmió con facilidad por el cansancio acumulado.

Danilo despertó un poco desorbitado, el bus estaba detenido, miró hacia su izquierda y Claudio estaba dormido, ya era de noche y no sabía cuántas horas había logrado dormir, pero se imaginaba que durmió por unas seis horas. Al mirar hacia afuera se dio cuenta de que había muchos policías acompañados por perros, algunos habían comenzado a abordar el bus.

–¡Claudio! ¡Claudio! Despierta, la policía.

Claudio despertó desorbitado y en ese instante el policía comenzó a gritar con una voz autoritaria.

–Sus identidades en las manos por favor –¿hay algún extranjero en el bus?

–Ahí, levantaron la mano.

–¿De dónde son ustedes? –les preguntó el policía.

–De Chile –respondió Danilo.

–Todo el bus tiene que bajar y dejar sus bolsos en sus asientos, solo tienen que llevar sus identidades.

En ese momento Danilo pensó que les preguntarían lo mismo que en el aeropuerto de Ciudad de México, donde los interrogaron y preguntaron por qué viajaban con tan solo una mochila y sin equipaje. Pero esta vez fue todo lo contrario, no les preguntaron nada al bajar del bus, otro policía que estaba en la parte de afuera les dijo que se colocaran a la derecha y que esperaran ahí.

Danilo y Claudio se miraron y no dijeron nada, solo esperaban a que llegara el momento que les preguntaran algo o si solo los dejarían ir. Cuando Claudio miró a su izquierda vio pasar un policía con un perro labrador amarillo con una capa de policía, el cual estaba oliendo cada uno de los bolsos que estaban en la parte inferior del bus en el compartimiento de los equipajes. Mientras otro subía al bus para oler el resto de los equipajes. Fue ahí cuando un policía se les acercó y les preguntó:

–¿Ustedes de dónde son?

–De Chile –le afirmó Claudio.

–Yo tengo un amigo chileno, él siempre me invita para ir a conocer; pero nunca he ido.

–Debiera ir –Danilo le respondió–. –Es un lugar muy lindo y vale la pena conocer.

La verdad estaban super nerviosos porque a poca distancia estaban interrogando una familia mexicana, y les preguntaban si sus intenciones en viajar a chihuahua eran cruzar la frontera como mojados. Daba para ver que era una familia super humilde, sus ropas estaban desgastadas y sus bolsos sucios. Creo que los policías eran prejuiciosos al momento de elegir a quienes interrogar.

Claudio y Danilo vestían ropas nuevas y mochilas de buena calidad, en realidad los prepararon para parecer americanos. Y así, no levantar sospechas.

–¿Ustedes van de vacaciones a Chihuahua? –les preguntó el mismo policía que seguía del lado de ellos.

–No –Danilo le respondió–. –Nosotros estamos volviendo a NY. Vivimos allá hace varios años.

–Qué debe ser lindo NY, nunca he ido; ojalá un día poder ir. Pero bueno no los molesto más. Un placer –dijo el policía.

–Un placer. –le dijeron.

Imagínense, Nueva York, nunca ni siquiera habían estado allá y se le ocurre a Danilo decir eso. Claudio lo miró con cara de estar diciendo; ¡que eres tonto!

Ahí el policía fue y les gritó a sus compañeros quienes estaban interrogando a las personas del bus: Ellos son chilenos, pero viven en Nueva York.

–¿Nueva York? –Danilo se preguntó a sí mismo.

Allí el jefe de los policías le grita al otro quien estuvo hablando con los jóvenes:

–A ellos súbanlos de vuelta al bus, y ven a ayudarme a interrogar a los demás.

–¿Qué? –¿nos están dejando subir al bus sin preguntarnos nada? –se preguntó Danilo.

Con un gesto super amigable, el policía que estaba conversando con ellos les dice:

–¡Suban! –la verdad es que nosotros estamos buscando mexicanos con drogas y gente que sea ¡sospechosa! de querer cruzar la frontera, entonces pueden esperar tranquilos mientras terminamos. Ah y espero les haya gustado México, tenga un buen retorno a Nueva York.

No les pidieron ni los pasaportes, ni les preguntaron nada, creo que un ser supremo los estaba cuidando en ese preciso momento. Cuando subieron al bus, los policías con los perros ya habían terminado de revisar, y ya estaban todos los policías abajo, algunos todavía entrevistando gente, otro mirando las identidades de las personas. Mientras otros solo miraban alrededor como si estuvieran cuidando de algún tipo de atentado.

Pasaron unos diez minutos cuando todo el mundo comenzó a volver al bus, menos una familia la cual aún seguía siendo interrogada, un policía subió de nuevo al bus y comenzó a caminar en dirección hacia Danilo y Claudio. Era otro policía, no aquel que había estado conversando con ellos sobre Chile. Pensaron que pararía de su lado y les diría:

–¡Mentirosos! –ustedes no viven en New York; bajen del bus.

Pero no, paró en los asientos de atrás de ellos, justo donde venían sentados los integrantes de esta familia mexicana, la cual estaban interrogando.

El policía sacó su cabeza por la ventana y preguntó para los integrantes de la familia si aquellas eran sus pertenencias y la familia afirmó con un rostro de tristeza. El rostro del padre reflejaba desesperación, era ahí que acababa el sueño de esta familia. Danilo se colocó los audífonos para mostrar que estaba relajado, pero por dentro estaba sintiendo el dolor de aquella familia, la cual quizás estaba viajando hacia los estados unidos con el fin de tener una vida mejor, créanme era exactamente el mismo sueño por el cual Danilo y Claudio estaban sentados en esas sillas de aquel bus.

El policía comenzó a bajar con varias mochilas en sus brazos, apenas dio un paso fuera del bus, el conductor dio marcha, cuando el bus comenzó a avanzar Danilo sintió que le sacaron de encima un saco de piedras que lo estaba aplastando en ese momento, sentía impotencia por esa familia que había quedado atrás, pero a la vez estaba feliz, porque a ellos los dejaron seguir su camino.

Claudio se acercó a la oreja de Danilo y le dijo:

–¿Nueva York? –lo miró y juntos comenzamos a reír como si hubiese sido uno de los mejores chistes de la vida.

Ya había pasado ese momento tenso. Entonces Danilo viró la mirada hacia la ventana, y Claudio cerró los ojos para intentar dormir otro poco.

Danilo miraba por la ventana como si pudiese ver un paisaje fuera, pero la verdad era de noche y no conseguía ver nada. Estaba con los dos audífonos porque Claudio no quería escuchar música, sino que dormir. Coloco unas de sus canciones favoritas y comenzó a recordar a sus amigos y familia. Quienes estaban en Chile, quizás con la incertidumbre de no saber dónde estaban y qué les esperaba en este viaje. Sin darse cuenta se durmió y al despertar finalmente habían llegado al terminal de chihuahua. Eran como las seis o siete de la mañana, aquella parada inesperada de la policía en el cambio de pueblo retraso el viaje de bus un par de horas. Estaban super cansados, normalmente Danilo no consigue dormir bien en los buses, pero bueno ya estaban ahí, en chihuahua.

El día estaba precioso, un sol radiante, mucho calor. Comenzaron todos a bajar del bus, Danilo tenía una cara de que no había dormido como en tres días, con el pelo desordenado y unas ojeras gigantes. Claudio estaba del mismo estilo, pero eso les daba lo mismo.

Cada vez estaban más cerca de la misión más difícil que era hablar con el coyote para ver cómo iban a concretar el pase irregular de la frontera. Le preguntaron a un guardia de la estación de buses cómo llegar al Río Bravo, que es el río que divide a Juárez con El Paso. Les dijo que era super cerca, que solamente tomando un bus urbano podrían llegar allá. Estaban tan cansados que decidieron tomar un taxi que los llevaría a un hotel cerca del Río Bravo.

Llegaron a su destino y se bajaron del taxi, miraron alrededor y tenían varias opciones de hoteles. Se dirigieron a un hotel 5 estrellas, porque les habían advertido que tenían que alojar en un hotel de lujo, para no levantar sospechas de sus intenciones reales. Entraron al hotel y pidieron un cuarto con dos camas. Entregaron sus pasaportes y la señorita de la recepción comenzó a llenar la ficha de entrada al hotel. Les hicieron un par de preguntas, pero nada muy fuera de lo común.

Después de hacer el Check In, caminaron hacia el ascensor con sus mochilas en las espaldas, tenían que subir al tercer andar para encontrar su cuarto. Al llegar, lo primero que tenían que hacer era llamar a su contacto para informar que ya estaban ahí, y que estaban esperando sus órdenes para saber cuál era el siguiente paso.

Llamaron a su contacto en Chile, porque él era quien hablaba directamente con el coyote. Y les dijo que esperen ahí tranquilos y que él se comunicaría con ellos. Le dieron los datos del hotel y el número de cuarto donde se estaban alojando aquel día. Él se encargaría de dárselos a quien nos ayudaría a pasar la frontera.

En tan solo cinco minutos recibieron una llamada a su habitación. Era el coyote. Les dijo que les tocaba esperar un poco para así poder hacer todos los trámites necesarios, pero que antes los quería ver para conversar en vivo y en directo. Les dijo que pasaría a buscarlos al hotel ese mismo día en la noche, tipo 10 pm, y que, si querían salir a pasear para conocer la ciudad, no había ningún problema porque aún estaban dentro del territorio mexicano.

Decidieron salir un rato para comer y también aprovechar de conocer la ciudad. Fueron al centro en un taxi y caminaron por las calles del centro de Chihuahua por un par de horas. Tipo ocho de la noche volvieron al hotel para esperar al señor ¡coyote! y así ya ver cómo les iría con él.

Al llegar al hotel, Danilo se dio una ducha para poder relajarse un poco mientras Claudio estaba viendo televisión, Danilo estaba nervioso, no sabía qué tipo de persona era el coyote. ¿Sí es que les iba a robar o qué? Pensaba muchas cosas en aquel momento, de cómo iba a ser caminar por tantas horas para llegar a Texas y si los pillaban, e inclusive pensaba que quizás les podrían hasta disparar desde un helicóptero mientras estaban caminando si los descubren. En fin, él tenía muchas preguntas las cuales serían respondidas esa misma noche.

Danilo salió de la ducha y era el momento de Claudio. Danilo se recostó en su cama para ver un poco de televisión mientras Claudio se duchaba. Él estaba listo para bajar apenas sonara el teléfono. Apenas Claudio salió de la ducha, el teléfono comenzó a sonar. Fue Danilo quien respondió. Era el coyote, diciendo que estaba en la parte de afuera del hotel en una camioneta marca Jeep de color negro.

–Apúrate Claudio que ya llegó –dijo Danilo.

–Dale, me visto rápido –Claudio le respondió.

Apagaron todas las luces y la televisión. Agarraron la llave y caminaron juntos al ascensor para bajar al lobby y así finalmente conocer a la persona encargada de cruzarlos en la frontera.

Al salir se encontraron con una camioneta de lujo, toda negra y con los vidrios polarizados, era obvio que era la camioneta de un tipo mafioso con mucho dinero. El conductor bajó el vidrio y les dijo:

–Suban, uno adelante por favor.

Era un joven de unos 35 años, moreno, bien delgado y daba para percibir que era alto.

–Hola muchachos –¿Cómo les fue en su viaje? –les dijo el coyote.

–Bien gracias, un poco largo; pero aquí estamos. Gracias a dios todo salió bien. –Danilo le respondió.

–Vamos a un bar aquí cerca a tomarnos una cerveza y así conversamos tranquilos; yo los invito –dijo el coyote.

Aceptaron obviamente la invitación sin ningún tipo de problema, y partieron hacia el bar. Antes de ir al bar el joven les dio un paseo por una avenida grande la cual pasaba del lado del famoso Río Bravo.

–Ahí enfrente está Estados Unidos –expresó el coyote.

Tan cerca, pero a la vez tan lejos. Para muchas familias que sueñan con cumplir el sueño americano.

Cuando pasaron por allí, Danilo miró hacia el fondo y se dio cuenta porque los dejaron pasar en el aeropuerto de Ciudad de México, había una cantidad de rocas impresionante y personas iban a escalar mucho en aquellas piedras.

–Vamos al bar entonces –comentó el coyote.

Hicieron una parada en un bar que estaba bastante concurrido, era el típico bar bien lujoso, donde frecuentaban jóvenes con una buena situación económica.

–Entonces jóvenes. –dijo el coyote. El coyote nunca daba su nombre real, como saben lo que estaban planeando en ese bar era algo totalmente ilegal–. – Ustedes no tienen ninguna pinta de ser mexicanos, ni mucho menos de tener intenciones de cruzar la frontera como mojados. Creo que se nos facilitara la pasada con ustedes, voy a intentar ver unos contactos que tengo, para que no tengan que caminar; solo tendrán que pasar en frente de los policías. No se preocupen muchachos que todo va a salir bien, nosotros tenemos comprados a los policías. Solamente tendrán que esperar que les avisemos el momento indicado para poder hacer esta travesía. –Les dijo el coyote.

Dicho eso, se sintieron más relajados, les inspiró confianza. Se quedaron más o menos una hora en aquel bar. Danilo se tomó una cerveza y Claudio una bebida. Éste joven coyote estaba contactado por un señor chileno que conocía la gran parte de la familia de los jóvenes chilenos, entonces no les quedaba otra más que confiar en él.

Pidieron la cuenta y el coyote amablemente pagó todo. Los llevó de vuelta al hotel y se despidió de ellos. Al bajarse del auto les dijo que estén preparados, que en cualquier momento los podrían llamar y tendrían que salir en ese mismo instante.

Le dieron las gracias y él partió su rumbo en aquella hermosa camioneta. Danilo se imaginaba teniendo una de aquellas y manejar por su barrio mostrándola a todos sus conocidos.

Con Claudio volvieron a la pieza y se recostaron un poco en la cama, encendieron la televisión y rápidamente se quedaron dormidos.

Al día siguiente, no tenían certeza si los iban a llamar el mismo día o no, entonces se quedaron en el hotel por un rato, ahí decidieron salir a dar una vuelta para conocer un poco, pero algo rápido porque tenían que esperar aquel llamado tan importante. Esperaron por horas y horas dentro de la habitación, inclusive pedían comida del hotel para no tener que salir mucho.

Llegó la noche del segundo día y ya se comenzaron a preocupar, no tenían ninguna noticia del coyote, hasta pensaron los había abandonado y que tendrían que averiguar sobre otra persona que les ayude.

Mantenían comunicación constante con María, su hermana. Que estaba en New York esperándolos con ansias. También con su familia que estaba preocupada en Santiago.

En Chile, el señor que los había contactado habló con el coyote y les mandaron a decir que para el día siguiente ya estaba todo listo, que simplemente debían tener paciencia. Con Claudio se quedaron un poco más tranquilos después de saber que al día siguiente ya era el día. Aunque era una mezcla de tranquilidad por haber tenido noticias de él, pero a la misma vez unos nervios que se los comía por dentro.

Danilo se quedó pensando de cómo iba a ser aquella aventura y le costó dormir aquella noche.

12 de Abril de 2018 a las 02:06 0 Reporte Insertar Seguir historia
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