camila Camila Ailen

Esta historia está lejos de ser un simple cuento. Se calcula que el 10% de las personas diagnosticadas con alguno de estos trastornos, muere. Esto es un 5% a comparación de lo que en realidad viven las chicas con problemas de alimentacion. Y a veces todo empieza como empezó acá. Basta de condenar a los cuerpos alejados de los estereotipos. Para terminar con estas enfermedades, primero hay que terminar de fomentar modas y cuerpos perfectos, y, por supuesto, callarse la boca.


Cuento Todo público.
Cuento corto
1
6.4mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

Ana y Mia

Asco. Esa fue la primera impresión que le surgió. Rechazo, fue la segunda. Las que vinieron después, ni siquiera pudo mantenerlas en su cabeza. Al verse ahi, en ese espejo tan grande, con las luces que remarcaban hasta el mínimo detalle de su cuerpo, lo único que quería era irse, y no volver. Refugiarse en su habitación (o su cueva), para nunca salir. ¿Por qué se le había ocurrido a sus amigas salir esa noche? El motivo era su cumpleaños, pero ¿No la conocían ya ellas muy bien como para saber que no quería salir a esos lugares? Por supuesto que ella se había negado ya muchas veces, con hasta excusas que a nadie se le hubieran ocurrido. Pero esta vez era diferente, ¿Hacia cuánto que no se permitía traspasar una puerta que no sea la de su pieza a la cocina, y viceversa? ¿Hacia cuánto que, la única música que se permitía bailar, era la que sonaba en su celular, en la soledad? Era un sábado, de enero. Un asqueroso enero, con un asqueroso calor. El maldito calor de mierda, que no le permitía usar las prendas largas, sueltas y anchas, que le tapaban hasta el último centímetro de su cuerpo. Había cedido a la propuesta de sus amigas, cedido por cansancio, por supuesto. Pero también necesitaba permitirse esa noche. Y ahí se encontraba, en ese probador, con una pila de vestidos y polleras que la chica de la tienda le había dado. Seguro estaba riéndose de ella. Ella ya sabía que nada me iba a entrar. Pero la maldad y las ganas de reírse de la tristeza vive en muchas personas. ¿Hace cuánto estaba metida ahí adentro? ¿Más de media hora? Esa tienda era su última opción, y se la había recomendado una amiga de su mamá "tenés que ir a ese, hacen talles especiales, para gorditas". Las ganas de darle unas cachetadas le brotaban desde lo más profundo del corazón, pero se contuvo con sonreírle y agradecerle. En fin, ahí estaba ahora. Y se había decido por un pantalón largo y una remera. La verdad, no le gustaba, pero era eso, o nada. Ahora lo único que quería era irse a su casa, dormir, y rezar para no despertarse a la noche. Si, eso quería. Morirse en ese instante, y así ya tenía la excusa perfecta para no salir y ahorrarse la incomodidad de ser una gorda, entre tantas flacas. Una muñeca pepona en un mundo de Barbies. Pero eso no pasó. A las 12 pm, el timbre de su casa sonó. Eran sus amigas. Tan felices, y tan lindas. Y sus vestidos...tan cortos, y tan perfectamente ajustados a sus cuerpitos chiquitos. Sintió vergüenza de ella misma, sintió vergüenza de la ropa que usaba. Parecía que iba a asistir a un domingo de iglesia, en vez de a un sábado de baile. Pero había algo que podía curar todo, en ese momento. El alcohol. Tomar, y no acordarse de nada. Tomar, y no tomar conciencia de lo que iba a pasar en unos instantes. Y eso hizo. 

 7 tragos después, se vio entrando a un boliche de Quilmes. A pesar del alcohol que llevaba encima, se sentía alerta de todo. Alerta de las miradas, de las risas. ¿Que nunca nadie había visto una gorda en un boliche? Pudo ver qué, casi todas las chicas del lugar (¿O todas?) tenían el aspecto que ella tanto deseaba. Delgadez, belleza, ropa corta y ajustada. "Necesito seguir tomando" dijo. Parecía que, con el alcohol, las cosas no iban a ser tan graves. Lo que iba a pasar después, no iba a afectarla tanto, no iba a afectarla al punto que hubiera preferido morirse. El sonido del celular la distrajo de sus pensamientos. Un mensaje. Era mamá. Con la máxima precaucion y delicadeza para que no se note el alcohol en su escritura, le respondió que si, que estaba bien. Se quedó con las ganas de decirle también que vaya a buscarla. Le hubiera ahorrado lo que pasaría después.

 4 am, decía la hora del celular. Y sonó el tema. El tema que tanto le gustaba a ella y sus amigas. Y se agarraron, y empujaron a todos hasta llegar al centro de la pista. "Uf, hay tanta gente, tantas miradas, ¿Justo acá tenían que venir?" Y se permitio bailar. Así como bailaba en su casa, cuando nadie la veía. Hasta que sintió algo atrás. Una mano que la tocaba, y recorría la espalda de arriba a abajo. Se dio vuelta rápido, y lo vio. Los vio. El famoso grupo de chicos que una gorda tanto odiaría. El famoso grupo de chicos que, si uno de ellos se levanta a una de mas de 50 kilos, es un come gordas. "¿Que haces acá, gorda? Si lo único que te podés comer vos son postres" dijo, como si hubiera ido con la intención de estar con hombres. Dio la vuelta con la intención de buscar a las amigas, pero no estaban. Y ahí estaba ella, sola, con la situación que podría haber evitado si se hubiera quedado en casa (¿Comiendo?). No pudo entender todo lo que le seguían diciendo, la cabeza le daba vueltas y las luces del lugar no favorecían. Lo último que recordaba ver eras las caras de los chicos, riéndose. 

Cuando abrió los ojos, la luz tan fuerte de su habitación la cegó. Los recuerdos de la noche pasada surgían como flashes. Recordaba los gritos de su mamá, desesperada, asustada. La ducha de agua fría. Y a los chicos. Lo que más le dolía, era que le gustaban. Le gustaban las mismas personas que la destrozaron por dentro. Bueno, ella era humana, también tenía deseos y necesidades. Y por eso le dolía. Le dolía ser tan fea y gorda para ellos. Le dolía que la miren solo para reírse, de ella, de su cuerpo. Necesitaba morirse, no aguantaba más. No era la primera vez, ni tampoco la última. Ya no soportaba las palabras hirientes, las risas, como si tener sobrepeso fuera un pecado mortal. La condenaban por no tener el estereotipo deseado por todos. La odiaban como si ella le comiera la heladera a los demás. Pero lo que ya no aguantaba más, era las miradas que prejuzgan. No poder comer una ensalada en público porque "mira la gorda, se hace la que se cuida" ni tampoco una hamburguesa, porque "mira la gorda lo que come, ¿Por que no come una ensalada?" Ella ya sabía lo que tenía que hacer. Había guardado páginas de internet, "Ana y Mia" se llamaban. Anorexia y Bulimia. Las fotos de las páginas eran tan lindas. Chicas de 40 kilos, con las costillas y las clavículas casi sin piel por encima. Y era todo tan fácil. Lo único que tenía que hacer era vomitar. Podía comer todo lo que quisiera y, solo tenía que vomitarlo unos segundos después. Y sonrió. Sonrió pensando que lo bueno, estaba por venir. Lo que ella no sabía, era que todo lo que venía después, era lo más cercano a la muerte, que a la propia felicidad. 

5 de Abril de 2018 a las 00:35 0 Reporte Insertar Seguir historia
1
Fin

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~