I
Ignacio Joaqu�n


Siempre que estoy aburrido miro al cielo, pienso en la cantidad de cosas divertidas que estarán ocurriendo allá afuera. Tantas posibilidades y todas tan difíciles de alcanzar. Esta es la Historia que me enseño que hay que mirar más a la tierra, por que aveces lo que buscas no esta demasiado lejos de ti.


Ciencia ficción Todo público. © Todos los Derechos Reservados

#Futuro #viaje en el tiempo #paradoja #supervivencia #realidad #enfrentamiento #accion
1
7.0mil VISITAS
En progreso - Nuevo capítulo Cada 30 días
tiempo de lectura
AA Compartir

Registro #001 - Días de Libertad


Todo empezó un día de lluvia...



XX/XX/XXXX


Poco a poco se va extinguiendo el calor de mi cuerpo, cada vello sobre mi piel se va escarchando y cada partícula que me compone se deja de mover. Intentó no exhalar para mantener el aire caliente en mi interior y así retrasar lo inevitable. Estoy encerrado en un ataúd de metal con un vidrio inútil, pues ya se empañó por las bajas temperaturas. Voy quedando dormido, tranquilo, estático.

Mi cerebro empieza a dejar de funcionar, cada vez mis ideas se vuelven más difusas hasta que queda solo un remanente de lo que antes fue mi conciencia. Los odio, odio a todos y cada uno de ellos, ya no recuerdo las razones, causas o motivos que me empujan a un pensamiento así, pero tampoco me importan.

Ya solo queda una idea, solitaria y estéril, pero que sigue resonando en mi cabeza e impulsa mi último aliento para resistir esta condena, cuando salga de aquí cazaré a cada uno de los que me hicieron esto.



XX/XX/2015


Al empezar el recreo siempre vengo a la terraza, el conserje ya se cansó de que rompa el candado que bloquea la puerta así que la deja abierta, me encanta venir aquí. Se puede observar el cielo desde más cerca y sin ninguna molestia.

Me encanta ver el gigante celeste, me hace sentir tan pequeño, cualquier problema se vuelve insignificante al compararlo con su inmensidad ¿que podría ser más relajante qué eso? , la suave briza del viento me adormece, pero tengo que mantenerme despierto para la próxima clase.

¿Será que soy desafortunado? Me lo pregunto todos los días, a veces cuando me levanto y otras cuando me voy a dormir. Llevó dieciséis años en este orfanato, he visto pasar tantos rostros diferentes que posiblemente conozca a más de la mitad de la ciudad. Quizás simplemente sea eso, hay personas que tienen suerte y yo no soy una de ellas.

Alguna razón ha de haber, quizás no soy el modelo de niño que quieren los padres o no tengo aptitudes que destaquen. O tal vez exista una especie de bichito que llevan dentro todos los científicos, políticos y deportistas. Todos esos que se vuelven leyendas por lo que logran, algo que nosotros los normales no tenemos, algo que yo no tengo.

La señorita Diana ya me lo advirtió, va a ser difícil conseguir que te adopten teniendo esta edad, quiso ser sincera conmigo y lo agradezco. Por otro lado, el ser un vejestorio por aquí tiene cosas buenas, la gran mayoría de niños tienen como mucho diez años y soy una especie de líder aquí.

Miro a los niños jugando en el patio y recuerdo esas épocas de inocencia, cuando no tenía estas dudas. Yo era uno más de ellos, me revolcaba por la tierra, molestábamos a las niñas, huíamos de las clases y jugábamos en grupo. Yo era como ellos, pero ellos para mí son como extraños, todos con los que ingrese hoy en día ya no están, todos menos uno.

"Devuélveme mi juguete" gritó un pequeño en el parque, rápidamente lo vislumbre, era un niño de como mucho seis años. Enfrente a él se encontraba un joven que lo triplicaba en altura, era Sergio López que le había tomado su peluche de canguro. Él era el único que quedaba de mi grupo, en realidad del anterior al mío, puesto que ya tenía 20 años. Siempre había sido un abusón aprovechándose de su avanzada edad y relativa fuerza, pero estos últimos días parecía estar descontrolado.

"Ven a por el" dijo levantando el muñeco y zamarreándolo de lado a lado, el niño se acercó y trató de alcanzarlo saltando. Pero Sergio, aprovechando el momento en que este estaba en el aire, utilizó su rodilla para golpear el estómago del inocente.

Eso me llenó de ira, jamás me importó que él aprovechara su antigüedad en este orfanato, tampoco conocía al joven afectado, pero él dañar a una persona en un encuentro tan desigual, ese golpe tan injusto, no lo podía soportar.

Baje los dos pisos lo más rápido que pude y, tras pasar por la recepción, me cruce con Diana yendo a pedir ayuda a alguno de los profesores. No la culpo, su cuerpo de ya cinco décadas poco puede hacer en un enfrentamiento. Pero yo soy joven y tengo la necesidad de romperle la cara a este imbécil.

Ataque a traición, quizás fuera injusto, pero poco me importa, aprovechándome de que me daba la espalda atiné un gancho a su mejilla. Mi oponente se desestabilizó mandando a volar al peluche secuestrado por los aires.

El pequeño no aguantó más el dolor y rompió a llorar, mientras tanto yo me encontraba tenso observando el siguiente paso de mi oponente. Tras recuperar el equilibrio se volvió a mí intentando embestirme a lo que trate de esquivar inútilmente, pues logró impactarme y tirarme al piso. Antes de que lograra terminar de levantarme me golpeó con su brazo abierto en el costado derecho lanzándome contra la pared.

Sin embargo, no todo fue dolor, puesto que choqué de una forma en la que pude mantenerme parado, y aproveché la cercanía a mi rival para golpearlo con mi mano izquierda. mi puño fue al pecho y personalmente creo que me dolió más a mí que a él. Luego intente rematar con mi derecha pero sentí que algo la detuvo. Pronto note un brazo agarrándome por la panza, al mirar para atrás descubrí que era el conserje.

Nuestro alrededor se había llenado de profesores, cuidadoras y personal de limpieza durante la pelea. Poco a poco mi cuerpo se empezó a enfriar, y las heridas empezaron a sentirse. Diana, quien era casi como nuestra madre, pasó al lado mío, su cara estaba llena de emociones diferentes, tantas que no la podría describir. Fue caminando hasta donde se encontraba el peluche, lo agarro y se dirigió al pequeño que todavía no dejaba de llorar.

Mientras caminaba examinaba el peluche cuidadosamente limpiando cualquier mota de polvo que podría haber quedado en su pelaje, también examinando las costuras para asegurarse que no tenga ninguna herida fatal de la batalla. Casi pareciera que el peluche importaba más que la vida de cualquiera de los que estaban aquí, y de cierto modo era verdad, solo que nosotros no podíamos verlo.

Al estar cerca del niño le dijo "No te preocupes ya paso" y le entregó el muñeco, este se aferró fuertemente a él. Eso no detuvo su llanto, pero lo convirtió en uno mucho más calmado, como si solamente tuviera que desagotar las últimas lágrimas.

Luego le encargó "Pásate por la enfermería" a lo que el niño afirmó moviendo su cara verticalmente y se retiró de inmediato. Ella lo siguió por detrás, pero se detuvo al lado de Sergio y sin dirigirle la mirada le dijo "Vete a tu cuarto" para luego continuar su camino.

Sergio, renegando pero sin decir nada, se abrió paso entre los docentes que también ya empezaban a disgregarse. El conserje que me tenía retenido empezó a aflojar sus brazos permitiéndome moverme con libertad "Pásate más tarde por la enfermería" me remarco y luego me rasco la cabeza buscando probablemente que me calmara.

Las horas pasaron y más tarde transite por enfrente de la habitación de mi contrincante, no quería que todo acabe así lo conocía desde hace bastante y estas actitudes no eran normales en él ¿que lo llevaría a pegar a un chico así?

Empuje la puerta con fuerza, ni siquiera me preocupé de que estuviese abierta, tenía que aprovechar este impulso y resolverlo todo, si no lo hacía ahora el valor se iría de mi cuerpo y ya no podría hacer otra cosa más que huir. La puerta se abrió con una potencia tal que el viento generado movió las cortinas de la habitación, di mi primer paso firme dentro de la misma, golpeando el suelo y generando un estruendo.

Pero lo que vi destruyó toda mi presencia como si de un mero juego se tratase. En el colchón inferior de la cama cucheta, sentado, llorando. Así estaba aquel al que buscaba impactar, ni siquiera se había percatado de mi presencia, simplemente estaba allí tirando liquido por los ojos y frotándoselos. Creo que en todos estos años jamás lo había visto así, era prácticamente un niño, me sentí mal por haber entrado. Simplemente me quedé callado unos segundos esperando que captará mi presencia.

El aire se sentía pesado y el tiempo pasaba lento, estaba incómodo, quería que esto acabara. ¿Por qué estaba mirando a alguien en este estado? Yo no debería estar aquí, sin embargo tampoco podía largarme. "¿P-por qué?" fueron las únicas palabras que logre articular, sin embargo, estas no llegaron al destinatario. Abría la boca en un intento de explayarme, no obstante, esta no emitía sonidos, tras mucho esfuerzo pude exhalar un "¿Qué t...". Fui interrumpido.

Sergio se sacó las manos de la cara y las apoyó sobre sus rodillas dejando ver la hinchazón en sus ojos fruto del llanto, en voz baja empezó a hablarle al aire "El otro día después de comer Diana me llamó para contarme algo, al principio me costó creerlo pero..." dirigió su mirada hacia mí "¿Sabes que dentro de unos meses cumplo años verdad? Bueno, al parecer a partir de los veintiuno ya no se pueden hacer cargo de mí", a medida que avanzaba, el volumen de su voz y la rapidez con la que hablaba aumentaba, "ellos simplemente te dejan, obviamente te dan un diploma de secundario, pero te abandonan. Aparentemente a nadie le interesa adoptar chicos de más de veintiún años, ella me dijo que tristemente no podían hacer nada y que sea fuerte. Que puedo sobrevivir fuera. Que no me preocupe..."

Mientras oía su discurso pude entender su mirada, no era de tristeza ni de rabia, era de compasión, una mirada propia de ver a un animal moribundo y saber que no puedes ayudarle de ninguna forma o ver un paciente terminal, estábamos en el mismo barco eso me quería decir, a mí me faltaban unos años pero eso no cambiaba el hecho de que tarde o temprano llegaría a ese punto.

No pude escuchar más, el impulso ya se me había agotado y no fui lo suficientemente valiente. Huí. No podía hacer otra cosa. Simplemente le dije "Lo siento" y me fui de la habitación.



02/07/2015


Ya paso mucho desde que Sergio se fue, no volvimos a hablar después de lo ocurrido, ninguno de los dos quería, aunque fui yo el que lo evitó. Hoy es jueves, el primer jueves de julio, y como el primer jueves de cada mes el orfanato permite el acceso de familias al recinto. Es un día donde se juntan todas las visitas de aquellos que quieren adoptar, una especie de exposición para que los padres puedan conocer a los chicos del orfanato.

Antes, hace ya tiempo me emocionaba este día, era el día en el que podría ser adoptado, pero después de pasar casi 150 veces por lo mismo uno termina resignándose. Sin embargo, aun así lo hago, me levanto temprano y me preparo lo mejor posible. Había excompañeros que decían que el truco estaba en peinarse y lavarse bien los dientes, a mí nunca me funciono pero ellos fueron adoptados, así que algo de cierto tendrá.

La velada no era gran cosa, simplemente teníamos que estar en el patio y los padres paseaban, hablaban con algunos y jugaban con otros. Algunos se acercaban a mí y yo hacia el mayor esfuerzo por impresionarlos, pero parece que no fui muy bueno.

Desde los catorce ya ni siquiera me molestaba, me sentaba en una esquina y miraba que hacían los otros o hablaba con algunos de los que quedaban de los míos. Esta vez tampoco sería diferente, es cuestión de esperar unos años más y capaz el mundo exterior valga la pena.

Eso me digo a mí mismo, pero lo cierto es que tengo miedo, no recuerdo nada fuera de estas paredes y el único acercamiento que tengo al resto de la ciudad es una entrada grande que hay al patio en forma de garaje. Sin embargo, siempre que nosotros estemos fuera lo cierran con una reja, de pequeño me gustaba ponerme a husmear y hablarle a desconocidos por ahí, varias veces Diana me reto por eso.

"Ariel" gritó Diana, al mirar en su dirección note como gesticulaba invitándome a acompañarla. Yo me levanté del piso y tras sacudirme el polvo fui a su encuentro. Cuando llegue me costaba creer lo que veía, un hombre de mirada amable, relativamente bajo y con pelo rubio pero de un tono apagado. Su estructura física era envidiable, seguramente había realizado deportes toda su vida, venía vestido de camisa y Jeans. Se agachó para ponerse a la altura de mi cara "Hola" me dijo mientras estiraba la mano esperando la mía. No me esperaba esto y mucho menos ahora.

Correspondí su mano "Él es el señor Víctor y está interesado en ser tu padre adoptivo" expresó Diana con una emoción que no le cabía dentro de sí. "Ho-Ho-Hola" me costaba dirigirme a él, todavía no asimilaba la situación.

"Tranquilo, no muerdo" Dijo entre risas. Ya sabía lo que venía ahora, tocaba un tiempo de charla entre ambos para ver si nos llevábamos bien, vi a tantos compañeros hacer esto y hoy... hoy me toca a mí.

"Bueno, venid por aquí" Dijo Diana mientras nos dirigía a una habitación ubicada en el primer piso. Víctor no dejaba de sacar temas de conversación para mi " Y ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?", "¿Tienes preferencia por alguna materia en el cole?", "Y ¿alguna chica conquistó ese corazoncito?". Yo le escuchaba, pero todavía no podía organizarme, algo que pensé que jamás pasaría está pasando.

Víctor tampoco se enojaba porque no le respondiera, es más estaba contento de verme, entramos en el cuarto y él se sentó en el colchón primero, luego golpeó a su costado invitándome a acompañarlo, Diana se mantendría esperando fuera.

"y ¿Qué es lo que te tiene tan preocupado?" Dijo con una sonrisa de oreja a oreja, casi intentando calmarme. "¿Por qué?" Fui directo al punto. "por qué ¿qué?" interrogó de nuevo él, extrañado. "¿Por qué estás interesado en adoptarme?".

Víctor hizo una pausa y puso una pierna por encima de la otra "Judi y yo queríamos tener un hijo, pero no es tan fácil, estábamos ocupados con nuestras carreras y proyectos. Y el tiempo es limitado" Tomó una bocanada de aire "Hace unos meses sufrimos un accidente automovilístico, yo iba descuidado y sencillamente ocurrió. A mí no me paso nada, pero ella... ella ya no está con nosotros".

"Eso no responde a mi pregunta" Le increpó "Hay un montón de chicos allí en el patio, porque yo". Diana tomó la iniciativa de entrar a la habitación e intervenir pero Víctor la detuvo haciéndole un alto con la mano "Yo ahora trabajo, tengo que compensar lo que antes era un ingreso doble al hogar y no puedo estar criando un chico. Tú ya eres bastante mayor y eso me facilita bastante la subsistencia"

"Además, no te voy a mentir, todo esto no lo hago solo para llenar un vacío. No es solo cumplir esa meta que tuvimos con Judi, sino también tener alguien con quien compartir la vida." Se frotó su ojo izquierdo antes de que este empezara a lagrimear.

Me cae bien, no dio vueltas y fue sincero conmigo, eso lo aprecio y quizás con él valga la pena conocer al extraño resto de exterior. Con él, no tengo miedo a mostrar mis miedos, puedo ser yo. Puedo compartir mi carga.

El trámite se llevó a cabo rápidamente, fue ahí cuando me enteré que Víctor ya había averiguado por mí hace unos días y Diana me lo ocultó para evitar generarme otra frustración más. Aparentemente era un hombre adinerado y de mucha influencia. Diana me dio un beso en la frente al despedirme, no hacia eso desde que éramos chicos, algunos niños también me despidieron y felicitaron pese a no conocerme.

Mi nuevo padre me tomó de la mano y me llevó a un estacionamiento que estaba a unas pocas cuadras de allí, el mundo exterior era tan brillante, lleno de sonidos, colores y otra gente. Papa caminaba un poco rápido, pero me daba seguridad estar detrás de él.

Fue a unas tres cuadras del orfanato, las calles estaban vacías y Víctor soltó mi mano. De pronto él aceleró el paso y yo intente alcanzarlo, cuando se dio la vuelta y de su bolsillo trasero sacó un revólver. "¿Qué es eso?" Sin mediar palabra lo levantó de modo que el cañón ser dirija a mi cuerpo y yo ya sabía lo que iba a pasar.

Tampoco me importaba ¿soy desafortunado no? simplemente quería acabar esto lo mejor posible. Cerré mis ojos con fuerza y tape mis oídos usando mis manos, quizás en un inútil intento de no reconocer lo que pasaba.

Todo estaba negro, mi corazón iba a mil por hora, pero yo solo quería dejar de pensar, llegar al final, por lo menos pude ver el exterior. Escuche un estruendo, Ya está... ya acabo. Sin embargo, mi corazón no había dejado de latir, tenía miedo. No quería hacerlo, pero lo necesitaba, abrí los ojos y lo vi.

Pedazos de la cabeza de aquel que llamaba padre tirados en medio de la calle, su cuerpo sin vida, en la acera, del cual surgía un charco de sangre. La mitad de él estaba arrancado como si le hubieran pegado un mordisco. Levante la mirada y note a un segundo sujeto, tenía una escopeta en la mano, su cara llena de cicatrices, su cuerpo olía a podrido y poseía una barba de por lo menos cinco días.

Se acercó a mí y me tiro del brazo con su mano libre (la izquierda), destapando mi inútil protección auditiva "Ven conmigo" dijo mientras tiraba de mí. Un simple vistazo me basto para saberlo, Lo odio.

18 de Marzo de 2018 a las 05:27 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Continuará… Nuevo capítulo Cada 30 días.

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

Historias relacionadas