drk0027 Holguer Beltrán

La flota Galileo, una de los cinco proyectos de supervivencia humana ha encontrado finalmente un planeta habitable después de un largo periodo de tiempo en el que han pasado diez generaciones de los humanos progenitores. La situación es desesperada para la tripulación por lo que ante la duda de ciertos mandos, aceptan descender y comenzar la colonización de este planeta que parece totalmente desprovisto de una civilización.


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Nadando en el Aire

Después de muchos años de búsqueda, finalmente los exploradores llegaron a un apacible lago rodeado de hermosas montañas revestidas de exuberante vegetación. Las orillas estaban bordeadas por delicadas construcciones de piedra resquebrajada que asemejaban un puerto, pero debido a la existencia de volcanes cerca daban la impresión de haber sido creadas de forma natural. Los árboles, más grandes de lo normal, presentaban un aspecto muy saludable y producían muchas frutas comestibles que atraían animales para cazar. Sin duda, después de años de búsqueda, encontraron un lugar para habitar.

La primera colonia se estableció pocos años despues de la llegada de los exploradores. Los recursos abundantes y el paisaje relajante invitaban a hacer del lugar un paradero de descanso. Hubo quienes dijeron que de haber más personas en el mundo, podrían crear un atractivo turístico pero la población era muy reducida como para poder aspirar a tanto. El mundo seguía siendo un lugar enorme y los medios de transporte, primitivos.

Los exploradores sin embargo, consideraban que no era adecuado habitar por tanto tiempo ese lugar. Su experiencia les indicaba que cualquier terreno en las cercanías de un volcán era potencialmente peligroso, aunque este en cuestión no parecía especialmente activo. Exploraciones posteriores encontraron un grupo de aguas termales cuyas propiedades curativas eran asombrosas, pero pequeñas estructuras daban a entender que hubo habitantes en el pasado.

— ¿No está este planeta totalmente deshabitado? — Preguntó el jefe de los exploradores.

— Lo está — respondieron apresuradamente los miembros de su equipo — Hemos viajado según las coordenadas del sistema Galileo, muy lejos desde la tierra por generaciones. No hay posibilidad de que encontremos otras civilizaciones. Los precursores nos informaron de que investigaciones del pasado han determinado que somos la única forma de vida inteligente en el universo.

El jefe sabía que lo que decía su equipo era cierto, por su experiencia y conocimientos no podía dudar de esta información, pero por la misma razón había tenido una extraña sensación de familiaridad.

De la misma forma que investigaciones del pasado habían determinado que los humanos eran la única forma de vida inteligente en el universo, también se había determinado que la tierra era el único lugar en el mundo con formas de vida compleja. El llegar a un planeta con una vegetación exuberante y un ambiente adecuado para la vida es una fortuna que solo se podría explicar cómo fantasía. Pero no había forma de continuar explorando el espacio. La flota Galileo estaba ya sin recursos para cuando encontraron este planeta.

— Jefe, encontramos algo.

El llamado de uno de los miembros de su equipo le hizo reaccionar y con la misma curiosidad con la que había estado explorando, se acercó para ver de lo que le hablaban.

Una pequeña tabla de madera se podía ver al fondo de una de las charcas de las aguas termales. Por su apariencia, daba la impresión de estar mineralizada, pero uno de los miembros del equipo, al tratar de alcanzarla disolvió un trozo con solo mover el agua.

El jefe hizo retroceder a todos para evitar causar más daños. No era raro que trozos de madera fueran arrastrados por animales a estas charcas, pero esta tenía algo diferente aparte de su aparente antigüedad.

Tenía una parte aplanada, como si intencionalmente la hubiesen cortado para ese propósito. Unos agujeros en los costados contenían una sustancia rojiza, como oxido de algún metal. Pero los pigmentos en la superficie eran definitivamente intencionales. Eran dibujos que recordaban a algunos símbolos que había en la flota Galileo. Esto sin duda era obra humana.

Fascinado por el descubrimiento, se disponía a ir al campamento por más herramientas para analizar, pero no reveló sus corazonadas a nadie de su equipo, quienes le seguían ciegamente deslumbrados por su experiencia. Sin embargo, una explosión muda y luego el salpicar del agua se escuchó a lo lejos.

El silencio posterior fue desconcertante. El campamento debería estar lejos por lo que sería razonable que el bullicio no se oyera, pero el sonido de los animales también cesó.

Imaginando lo peor, recogieron rápidamente todos sus equipos y corrieron para averiguar que sucedía.

El silencio se acentuaba conforme el ruido de las aguas termales se alejaba. El cielo continuaba despejado pues aún era temprano.

Cuando llegaron al barranco que separaba el lago de las montañas, observaron a lo lejos. Todo parecía estar igual a como lo dejaron. Los campamentos estaban en su lugar. Las luces dentro seguían encendidas y las aguas del lago parecían tranquilas, pero no se oía a nadie, era como si todos hubiesen desaparecido.

Pensaron en toda clase de posibilidades, pero la que más les aterraba era que una criatura desconocida, tal vez en manada, arrastrara a todos los colonos sin darles tiempo a dejar rastro. El jefe meditaba en todas las posibilidades a pesar de que no tenía experiencia lidiando con otros seres aparte de humanos, mientras que su equipo se mostraba desconcertado.

Uno de ellos se aventuró hacia la orilla, tratando de bajar, pero una suave brisa le hizo dudar. Mirando hacia el jefe, que aún se mantenía distraído en sus meditaciones, le llamo la atención:

— ¡Sal de ahí! — Gritó el jefe.

El hombre ante esto rápidamente salió, pero tan pronto llego con los demás cayó víctima de un inexplicable mareo.

— Llévenlo a lo más alto y pónganle oxigeno, los demás, síganme, observaremos desde un lugar más alto.

Todos sintieron un leve mareo pero tan pronto regresaron a las aguas termales empezaron a sentirse mejor. El jefe por su parte, cubriendo su rostro se acercó una vez más y, con curiosidad, dejó caer una hoja de un árbol cercano que flotó por un momento hasta que el la volteó.

Sorprendido por el extraño comportamiento de la hoja, corrió hasta donde encontraron el fragmento de madera y, arriesgándose a dañarlo, lo limpió con cuidado para observar toda la superficie.

Como imaginaba, los símbolos correspondían a lo que ya había visto en la flota Galileo. Un letrero de advertencia.

Todos le observaron mientras reflexionaba en estas cosas, pero ya sabían en que estaba pensando. Sospechaban que no habían llegado tan lejos como el sistema Galileo les había dicho. Fueron entrenados para analizar posibles civilizaciones usando como modelo la humana y todo apuntaba que esto era obra humana.

El jefe accedió a una base de datos secreta que le había regalado su padre antes de morir y apuntando las coordenadas en un precario y primitivo aparato lo vieron: “Lago Nyos”.

El equipo entero decidió guardar silencio sobre sus sospechas. El resto de la población ya estaba muy desmoralizada y descubrir que no habían encontrado un nuevo mundo como esperaban podría romper sus ánimos. Pero los peligros que los humanos anteriores intentaron advertir, seguían vigentes así que levantaron un letrero como antaño. Uno muy primitivo que tal vez no dure los milenios que dure la tierra. Uno que advierta de algo muy simple: “Peligro, zona volcánica, estancamiento de gases tóxicos”

El jefe continuó con su equipo después de rescatar lo que pudieron. Dejaron el campamento como prueba adicional de lo fatal de la zona y reanudaron la búsqueda de un buen lugar para colonizar, pero adicional a esto también investigarían sobre los peligros que dejaron los antiguos residentes de este planeta.

14 de Marzo de 2018 a las 18:32 0 Reporte Insertar Seguir historia
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