El día en que nací no fue memorable.
El sol se ocultaba entre las nubes negras que cubrieron todo Londres, las radios eran difíciles de sintonizar y se prevé una tormenta eléctrica pasada las 8 de la mañana. Aunque la verdad, eso es lo que cuenta mi padre dado que estaba muy ocupado naciendo.
Soy el primer hijo varón de nuestra generación y heredero de una fortuna incontable. Pasaron algunos años antes de que pudiera entender lo que realmente significaba ser un miembro de la familia Black. Muchas ilusiones irrusorias estaban puestas sobre mi cabeza, algunas que ni siquiera comprendo hoy, pero que aun me siguen como los demonios.
Los primeros años de mi existencia fueron pacíficos, mi padre estaba abocado en su trabajo y agrandar la bóveda de Gringott por haber duplicado el oro familiar. Mi madre se mantuvo ocupada en fiestas de té con sus cuñadas, soltando de su boca mierdas sobre la pureza de la sangre, mientras me dejaba a merced de mis tres primas, hijas de mi tía Druella Rosier y el hermano de mi mamá, Cygnus II. Las tres eran tan diferentes entre sí, que parecían de distintas familias. Mi favorita siempre será Andrómeda, pues cuidaba de mi tan dulcemente que por un momento hubiera deseado que ella fuera mi madre, incluso si sólo tenía unos pocos años más que yo.
Luego de mi segundo cumpleaños y antes de fin de año nació mi hermano menor, Regulus. El peso familiar se equiparó justo en ese momento y me alivió la carga que llevaba en mis hombros. Él era una versión miniatura de mí mismo, incluso si sus ojos eran diferentes y el tono de piel mucho más pálida. Mamá le prestó más atención a este embarazo que al mío, según dichos del propio Kreacher —nuestro elfo doméstico—, aunque continuaba con su rutina de mujer de la alta sociedad mágica.
—¡Sirius! —ella me llamó y lanzó una mirada fría hacia mi dirección.
La ignoré un instante, pero es imposible dejar pasar las órdenes de Walburga Black, es un hecho que siempre tendrás en tu mente, incluso si no eres miembro de nuestra familia. Doy la vuelta y la miro, mientras doy uno, dos, tres pasos hacia ella. La mujer frente mio, mi madre, es una mujer misteriosa y con aires de diosa, la belleza de los Black es inexplicable y aunque heredé los rasgos más vistosos de la familia —como el cabello negro y los ojos gris claro— aun me faltaba lo que el frío corazón de mi madre llamaba “Postura Black”.
Cuando llego a su lado, Kreacher ya se encuentra allí, entregando un té a mi madre mientras ella sostiene a mi hermano entre sus brazos, quien duerme tan pacíficamente. Apenas tengo estabilidad para mantenerse de pie por mucho tiempo, pero ella no tiene compasión, incluso de su hijo, cuando tomó el bastón que era de mi abuelo —y se encontraba a su derecha— y simplemente me golpeó con él, haciéndome caer.
Escucho la asquerosa y molesta risita del elfo ante mi caía y aunque intento de alguna forma sostenerme para no caer nuevamente, ella volvió a azotar el bastón para que me mantenga en el piso. Soy un niño de seis años, todavía no puedo mantener mi estabilidad motora, pero aun así ella no se movió, no me consoló ni siquiera se dignó a mirarme a los ojos y verificar si estaba bien.
—Cuando te llamo tienes que venir inmediatamente —su voz es tan fría y apática como lo es siempre.
Trago mi bronca mientras me levanto, ella volvió a golpearme con el bastón, haciendo que mi cabeza rebotara en el piso. Kreacher rió una vez más.
Cuando dejó de parecerle divertido a mi madre tenerme besando el suelo, apartó el bastón de encima mio.
—Arriba —escupió como ácido y para no hacerla enojar me levanto con el impulso y la fuerza de mis delgados brazos—. Tu hermano está dormido, no quiero ruidos en lo absoluto ¿escuchaste, Sirius?
—S…si…
—¿Cómo? —preguntó en voz alta, lo cual casi perturbó el sueño de mi hermanito.
—Sí mamá —mi voz se escuchó mucho más clara, ella sonrió y se levantó del sillón para caminar escaleras arriba y dejar a mi hermano en su cuarto.
El veneno se acumulaba en mi corazón y lo bombeaba por todo mi cuerpo, tal vez, es el mismo veneno que viene cargando la familia Black desde hace años y se acumuló en mi. Deseo con todas mis fuerzas algún día descubrir por qué ellos me odian, por qué no soy digno para la familia, pero al mismo tiempo noto las ligeras diferencias que me separan de la familia a medida que crezco.
…….
En mi cumpleaños número siete mi mamá nos llevo a mi hermano y a mí, a visitar a mi abuela Irma. Ella vive en una casa con rejas negras y amplios jardines en el medio de la nada, usamos los polvos flu a través de la chimenea principal de Grimmauld Place 12 y terminamos en la mansión. Mi abuela no es tan diferente a mi madre, salvo por los cabellos grises y que utiliza el bastón netamente para caminar, dado que cojea del pie izquierdo. Sus huesudos dedos me apretaron las mejillas mientras saludaba y posteriormente realizó la misma acción con mi hermano pequeño, quien se ocultó detrás de la falda de mi madre. Mi abuelo Pollux se estaba fuera por motivos de trabajo y mi tío Alphard en su habitación terminando de escribir un pergamino extenso. En la mansión también se encontraban mis primas: Bellatrix, quien actualmente concurría a Hogwarts en su quinto año, su casa era Slytherin y se pretendía que yo fuera a la misma casa cuando llegara mi carta. Andrómeda también se encontraba sentada en un sillón con un libro en la mano, ella es dos años menor que Bellatrix y también se encuentra cursando en Hogwarts su tercer año, como todos los Black ella fue seleccionada a Slytherin.
Por último está Narcissa, quien este año ha recibido su carta y ha ingresado también a Slytherin también.
Era obvio esperar que yo fuese seleccionado a dicha casa, tal vez era la única opción que haría que mi madre me ame o al menos lo demuestre y se sienta orgullosa de mi, pero algo dentro mio me pronuncia que mi destino está lejos del legado familiar y sus ideas barrocas.
—Mi hermosa Narcissa ha sido seleccionada este año en Slytherin —comentó Druella a mi madre, ambas sentadas en el sillón mientras mi hermano y yo continuamos parados cerca de la chimenea—. Y mi Bella es una prefecta, como debe ser, he criado tres hijas maravillosas.
No me agrada Druella, si tuviera que elegir a la peor tía del mundo, ella se llevaría todos los galardones. Agradezco no tener la misma sangre que ella, pero me perturba por mi prima Andrómeda, cuya dulzura es mucho para esa familia tan fría y amarga. Mi madre asintió todo lo que sale de la boca de esa mujer, ella le comenta que faltan cuatro años, pero que ha sido muy estricta con mi educación y sabe que seré elegido Slytherin para mantener el legado familiar. No me siento tan de acuerdo con sus dichos, ni siquiera estoy seguro sobre la decisión del sombrero seleccionador, pensarlo me genera una ansiedad indescriptible, ¿seré el único Black que no pisará la sala común de Slytherin?
—¿En qué piensas, primo Sirius? —Andromeda recogió su cabello levemente ondulado mientras me habla, sus ojos se ven incluso más claros de lo normal, lo cual denota aún más su aura amable.
—Nada, Andromeda —mi voz suena normal, pero mi cuerpo denota el nerviosismo de los dichos—. Pienso en cómo será mi primer día en Hogwarts, las cosas que haré.
—Hogwarts es hermoso —indicó ella—. Te encantará, Sirius. Tú, que eres tan aventurero. Hay enormes patios con pastizales, una enorme cancha de quidditch, montañas y un gran castillo lleno de torres. La sala común de Slytherin puede ser oscura y fría, dado que se encuentra en las mazmorras, pero te acostumbrarás. Hay una enorme chimenea y sillones negros.
—¿Y si no voy a Slytherin? —pregunto con culpa, ella se detuvo un instante—. ¿Si quedo en otra casa? ¿Hufflepuff? ¿Ravenclaw? ¿Gryffindor?
—Sirius, ningún Black ha quedado en otra casa que no sea Slytherin, no te preocupes —me indicó y posó su mano izquierda en mi hombro.
—¿Y si soy el primero? —comienzo a sentirme un poco perturbado ante la idea—. Siempre me he sentido como un Doxy en una familia de Doxycidas.
—Qué comparación más significativa —murmuró ella, yo me aparto un poco—. Sirius, tranquilo, aún te faltan cuatro largos años para entrar a Hogwarts, es un recorrido complicado, pero debes tenerte fe. Yo estoy segura que estarás en la casa que debes estar.
—Ya, pero —observo de reojo a mi madre riendo con Druella, mientras mi abuela Irma camino con el bastón de regreso, trayendo a un elfo doméstico con ella—. Mi madre apenas nota mi existencia, si resultó en otra casa, tal vez hasta sea borrado del árbol familiar.
—Tonterías, no te borrarán por eso —soltó ella, tal vez intentando animarme, pero era difícil hacerlo en esta situación.
—Lo han hecho con otros Black ¿has visto el árbol genealógico que se encuentra en la habitación de mi casa? —Trato de bajar un poco la voz para que mi madre no me escuche, Andrómeda se acercó a mí para entenderme mejor—. Ellos quemaron los rostros de varios familiares, algunos, me ha contado mamá, por estar a favor de los derechos muggles o cosas así.
—Bueno —ella se separó de mí y me sonrió dulcemente, tratando de aliviar la situación—. Todo estará bien, Sirius. Feliz cumpleaños —saludó al final dándome un beso en la frente.
……..
Mi cumpleaños fue olvidable, no hicimos nada divertido y tuve que pasar la tarde sentado en una silla, viendo como mis primas hacen trenzas en el cabello mío y de mi hermano menor, por lo que luego del infernal almuerzo, le pedí a mi madre que fuéramos al callejón Diagon a comprar algunas cosas. El camino fue un poco atareado, a papá no le gusta que estemos tanto tiempo rodeado de Muggles y mamá está de acuerdo con ello, por lo que no suelen salir más que con polvos flú.
Ella miró para todos lados antes de alzar su bastón y golpear en un orden específico una pared de ladrillos que se abrió ante nuestros ojos. No es la primera vez que estoy aquí, pero como mamá no suele usar la magia en casa —salvo para cuestiones especiales— aun me es sorprendente saber que podemos hacer estas cosas. De alguna forma he sentido mi poder en las manos, he hecho —inconscientemente— levitar algunos objetos o incluso romperlos sin razón aparente, lo que me permitió descubrir mi propia magia y controlarla, mamá dice que con la varita podré adquirir más control, pero eso será cuando vaya a Hogwarts. También el hecho de poder empezar de a poco hizo que mi madre se sintiera orgullosa de que yo no fuera un squib. Squib, persona sin magia, a eso me refiero, usualmente de una familia mágica.
Regulus aún no ha manifestado tenerla, pero yo siento que él sí puede hacerlo. Mamá está preocupada que sea un squib y en ocasiones incluso lo golpea para que pueda levitar algún objeto ínfimo. Regulus es mucho más sensible que yo, fue muy mimado por mis padres cuando era un bebé; pero ahora las cosas cambiaron un poco, sobre todo una vez que pude hacer mi primer hechizo sin varita. La familia Black últimamente —y seguro por toda la endogamia que tenemos en la sangre— ha tenido problemas de reproducción y también hijos Squib, por lo que mamá y papá estaban muy preocupados que sus dos hijos no tuvieran facultades mágicas. Yo sé que si hubiera nacido “defectuoso”, como dicen mis papás, me hubieran eliminado inmediatamente del árbol, pero no se podían dar el gusto de borrar a ambos hijos, Regulus no soportaría un rechazo así.
—Miren —dijo mi madre Walburga, tomando su bastón y señalando a una mujer con su hijo, que miraban sorprendidos el lugar—. Muggles, y un sangre sucia.
—¿Qué es ser sangre sucia, mamá? —Regulus cuestionó a mamá con respecto al término, yo lo sabía, pero me negué a enseñarle a mi hermano al respecto.
—Sangre sucia es un mago cuyos padres no tienen magia, es decir, son muggles —ella miró con desprecio a la mujer y su hijo—. Ustedes no pueden mezclarse con esa clase de gente.
—¡Mira Reg, Ollivander! —trato de cortar esa incómoda conversación jalando a mi hermanito del brazo—. Aquí hacen todas las varitas, iremos por la nuestra cuando comencemos el primer año en Hogwarts.
—Eso me recuerda que debo ir a pagar las varitas, vamos, acompáñenme —indicó mi madre y con pasos elegantes en esos tacos filosos como cuchillos, se acercó a la tienda.
La puerta abrió con un chirrido espantoso y mamá ingresó golpeando con su bastón el mueble que separa al propio Ollivander de la clientela local. Con una extraña aura, un hombre de mediana edad sale de entre una torre de varitas acumuladas en medio de un pasillo interno, él se acomoda su traje de terciopelo negro y su sombrero, los cabellos parecen demasiado alborotados, pero se acomodan elegantemente atrás de sus orejas. Ollivander es él. Hombre de negocios, amable y virtuoso, creador de varitas desde hace añares y con una familia siempre dispuesta a ayudar. Mamá sabe que Ollivander es la mejor opción en varitas, por lo que no lo pensó dos veces a la hora de reservar una para cada hijo.
—Buen día, querido Ollivander. Vengo a dejarte los galeones para las varitas de mis hijos —comunicó ella, el hombre se colocó un par de gafas pequeñas y sacó un extenso libro.
—Buen día Walburga, bien, buscaré en mi libro la reserva —dijo y comenzó a buscar.
—Sirius Black, señor —hablo con un tono adulto, como si ya fuera a buscar mi varita el primer día. Él sonrió y movió su cabeza de forma afirmativa.
—Sí, sí, justo aquí está. Sirius Orion Black, muy bien, acá también tenemos a Regulus Arcturus Black. Bien —Ollivander se acercó a mamá y extendió la mano, ella coloca unas cuantas monedas de oro y el señor las cuenta—. Perfecto señora Walburga. Bueno pequeños, cuando entren a Hogwarts vengan aquí a buscar sus varitas.
—Sí, gracias señor —saludo. Regulus afirmó con la cabeza y salió detrás mio.
—Adiós, querido Ollivander.
—Adiós señora.
Una vez afuera, mis ojos se perdieron entre la gente. Observo la tienda de animales mágicos, donde habían gatos, perros, lechuzas, ratas, pero también otras criaturas como Kneazle, Puffskein, Knarl entre otros. No pude evitar acercarme al vidrio que me separaba de ellos y mi mirada se perdió en una pequeña lechuza color negro como la noche. Era diminuta pero perfecta, debía pedirle a mamá que me la comprara y esta fuera mi mascota, pero cuando giro el cuerpo para consultarle, sus ojos niegan firmemente.
—Aun no entras a Hogwarts, cuando lo hagas, si está todavía el ave aquí, la compraré —señaló mi madre y con el mismo ímpetu que sentenció con sus palabras, se giró sobre sí misma y caminó hacia la salida.
Me quedo mirando a la lechuza, pensando que tal vez cuando vuelva aquí en cuatro años, probablemente no esté.
……
Las cenas familiares en mi casa no suelen ser espacios de estimulación mental. Es usual que reine el silencio y apenas se escuchan el fluir de los cubiertos contra los platos de cerámica, pero en esta oportunidad mis abuelos se encuentran con nosotros y eso logra que circule la palabra en la vieja casa de Grimmauld Place. Regulus está sentado encima de dos libros enormes dado que por sí solo no llega hasta la mesa, eso vuelve mi estadía en ese lugar mucho más significativa, pues estoy junto a mi hermano pequeño con el cual murmuramos y nos pasamos juguetes por debajo de la mesa.
Mamá creyó que esta era la oportunidad perfecta para impartirnos una clase sobre los ideales de la familia y cómo ser dignos de llevar el apellido Black. Nuestra familia es una de los Sagrados Veintiocho, por lo que nuestro futuro era mezclarnos con los descendientes directos de dichas familias, evitando a los impuros.
Me pregunto si mamá sabrá que ninguna de estas familias son totalmente puras. Debe haber más de uno que cruzó con el hijo de Muggles antes que se establecieran las sagradas 28, pero para evitar que mi madre se pusiera furiosa y amenazara con golpearme con su bastón, decidí silenciarme, pero me mantuve expectante a la plática que los adultos estaban teniendo justo a mi lado.
—El joven Grindelwald tenía sus convicciones bien definidas —masculló mi madre y nos miró a Regulus y a mí—. Los magos deberíamos reinar, los Muggles se han apropiado de demasiadas cosas porque traidores a la sangre los han dejado.
—Efectivamente, mi querida Walburga —indicó mi padre—. Pero mientras haya traidores a la sangre y fanáticos de los muggles en el ministerio, seguiremos teniendo que escondernos ante ellos.
—Espero llegar al día donde los muggles sean sirvientes de las nobles familias, no tener la necesidad de cuidarnos de personas sin poderes —masculló mi abuela Irma, tanto mis padres como mi abuelo asintieron con vehemencia, mientras yo continuaba comiendo y manteniendo mi silencio.
—Hay familias sangre pura que traicionaron a sus propios hijos, hermanos, padres, para defender los derechos de esa gente —soltó con asco en sus palabras y continuó hablando—. Incluso en nuestra propia familia hay traidores a la sangre.
—¡Merlín no te oiga, cariño! —habló mi abuela—. No podría soportar mi corazón que uno de mis nietos sea un traidor a la sangre, es inaceptable.
—Pero cada vez hay más gente que los apoya —indicó mi padre—. Hay que educar a los niños y que nuestros ideales como familia se impriman en ellos.
—¿Cómo seres sin magia son capaces de gobernar un mundo donde los magos existen? ¡Tanta razón tenía Grindelwald! Pero ¿qué ocurrió? No comprendieron sus ideas, no estaban lo suficientemente evolucionados para entender lo que él quiso hacer —manifestó mi abuelo.
—Tienes razón, papá. A fin de cuentas, algún día los impuros van a caer, se irán al infierno con aquellos traidores de la sangre y los Blacks estaremos ahí para verlo —mamá extendió su huesuda mano para tomar mi barbilla y guiar mi rostro para que la vea a los ojos—. Mi pequeño Sirius y mi pequeño Regulus se casarán con mujeres de sangre pura y concebirán hijos que permitan que nuestra estirpe no desaparezca y se mantenga en los siglos próximos, es sin duda lo que debe pasar.
—Has tenido dos niños bonitos, mi pequeña Walburga —indicó mi abuela, yo me separé de mi madre y continuo comiendo, ignorando la conversación—. No tendrán problemas en contraer nupcias cuando sea la edad apropiada.
—Estaba pensando en Narcissa para Sirius, la diferencia de edad entre Bellatrix y Andrómeda con mi hijo mayor es muy grande, pero Narcissa será perfecta —dijo mi madre sonriendo, mi abuela asintió.
—¡Oh, sí, por supuesto! Narcissa es la mejor opción sin duda. Creo que la familia Rosier tiene una hija con quien puedes emparejar al pequeño Regulus.
—Bueno, es verdad Madre, pero aún son muy pequeños, creo que ellos sabrán cual es la mejor decisión para sus vidas —habló mamá, cortando el tema.
—Absolutamente, cariño. Absolutamente.
……
Cuando cumplí 10 años la situación en casa empeoró un poco más. Estaba más cerca de entrar a Hogwarts y eso me daba impulso para seguir rodeado de una situación familiar enferma e indignante. Era usual que me encerrara en mi cuarto toda la tarde y leyera algún libro de misterio, podía ir al patio y practicar con mi escoba, cualquier acción que me alejara lo más posible de mi familia era lo suficientemente divertida para mi.
Quien la pasa peor en estos momentos es mi hermano menor Regulus. A su edad, yo ya había comenzado a manifestar diferente actividad mágica, no es el caso de él. Mamá ha sido muy estricta, incluso cruel, lo cual lo ha vuelto más sensible de lo que ya era. Ahora, antes de dormir, él viene a mi cuarto y me pide que lea uno de mis libros. Personalmente le gusta el de “Quidditch a través de los tiempos” y piensa que podría ser un excelente buscador. Yo sonrió y trato de ignorar muchas veces los ruidos que vienen de la escalera mientras nos acurrucamos en la cama grande de mi cuarto.
Hoy tuvimos una especie de clase con mamá sobre la pureza de la sangre y por qué es indigno para nosotros —magos de sangre pura— mezclarnos con impuros o muggles. También nos habló de algunos miembros de la familia que fueron desplazados del árbol familiar —cuestión que repite cada vez que tiene oportunidad— por haber elegido estar del otro lado de la acera. Hay gente incluso que desprecia a los elfos domésticos, pero Regulus y mamá parecen estar muy felices con Kreacher en casa, por lo que no comprendo los estándares de mi familia. A diferencia de mi padre, que a veces golpeó con su bastón negro al elfo, mamá es muy cariñosa —incluso más de lo que es conmigo— con él, puede ser que sea porque ha servido a su familia desde que nació y siempre la ha tratado entre algodones.
Dejo mi drama familiar un instante para poder pensar lo que sería mi vida en Hogwarts el próximo año. Podía imaginar subirse por primera vez al tren de hogwarts, ver el hermoso castillo entre montañas nevadas, los botes que navegan por el lago donde se esconde el calamar gigante, caminar por los pasillos y entrar al gran comedor donde mi prima, Andrómeda, me dijo que había velas flotando por encima de uno iluminando toda la habitación. El techo encantado como si fuera un cielo abierto, los amplios escritorios, las frías aulas, el olor a pergamino y tinta. Podría alejarme de todo lo oscuro que emerge de mi casa, que me impiden respirar; quiero alejarme de mi madre, de mi padre, quiero dejar Grimmauld Place 12 para no volver.
En Hogwarts haré amigos, los amigos de mi vida, aquellos que elijo incluso sin tener en cuenta el espesor de su sangre, su apellido imponente, el nombre de sus padres. No me interesa nada más que una amistad duradera y profunda, verdadera, que me permita crecer como ser humano y abandonar todo esto que provoca pesadillas en mi conciencia.
Quiero escribir mi vida en tinta negra, pasear junto a mis compañeros de ruta montado en una moto con ruedas anchas, persiguiendo el destino de nuestra vida y corazones. Los protegeré con mi cuerpo, mi fuerza, mi espíritu y podré reconstruir mi familia, una familia sin prejuicios y con identidad propia, sin elfos domésticos, sin árbol familiar, sin sangre que nos una pero con un profundo sentimiento.
Y esperaré esos 365 días que tarda la tierra en dar vuelta al sol, para comenzar mi nueva vida.
Gracias por leer!
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