Cuento corto
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Jardín de mis delicias

En mis puras horas de armonía puedo sentir al mundo entero girar lento y tranquilo como yo, aquí y ahora. Un momento de calma después de un día agitado y rebalsaste de sentimientos, en los que sola puedo regocijarme. Un cigarro que después de tanto tiempo vuelve a sostenerse sobre mis dedos. Un espejo echado a mis pies desnudos que me muestra la visión permanente del cielo salpicado que allí arriba me aferra a un bienestar que solo así puedo alcanzar. Observo los pastos mecerse por la suave brisa de agosto. Algunas abejas pasan sin escrúpulos en las flores que se confunden con piedras preciosas. Los pájaros curiosos caminan cerca de mí y se preguntan qué hago un soleado día de invierno, sentada y relajada disfrutando junto a ellos. Las majestuosas copas de los arboles nos alejan del corazón de la ciudad y trepando a sus espiraladas ramas puedo alcanzar el cielo. Descanso sobre el césped, las enredaderas me estiran los pies y la cabeza y me vuelvo gigante. Una diminuta araña se posa sobre mi brazo queriéndome asustar y no lo logra porque soy tan inmensa como el mismo cielo. Una flor de un color nunca antes visto me acaricia la espalda y mi fiel compañía se acomoda para volver a llenarse, después de estar en una ciudad agolpada y salvaje, camino hacia mi alma. Gran cantidad de hormigas e insectos vienen a mi encuentro y me siento contenta con su compañía que no altera mi mundo calmo. No necesito hablar, entienden mi presencia, entienden los ruidos hondos que cada vez los acercan más a mí. Y es así como me siento atraída hacia las cosas que tienen conciencia, hacia las cosas simples, como oler el café de la mañana. El sol brilla más a medida que mis sensaciones lo alcanzan, su amarilla presencia se refleja en las hojas de los árboles y provoca en mí un efecto de transparencia. Estoy llena de mis sensaciones que a medida que pasan los días me alejan del cuerpo superficial del mundo y me acercan más al corazón del universo y estos instantes de quietud, soledad y reposo es el pasaje de ida hacia el lugar que yo a veces tanto necesito. No soy absorbida en lo que distingue mi individualidad, si el amor divino es un testimonio dentro de mi corazón, y una sensación me dice más sobre el amor que un millón de palabras.

27 de Febrero de 2018 a las 00:06 0 Reporte Insertar Seguir historia
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