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Marisa Molina


Si aceptaba el trato sería libre Pero ¿ a qué precio?


Suspenso/Misterio Todo público.

#misteriosusoense
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El hombre misterioso


Pensaba que estar encerrado en una prisión era lo peor que podía pasarme

No debería estar aquí, era inocente, tenía 14 años, fue todo un accidente.

Pero esa historia no es la que os quiero contar, es demasiado dolorosa y me remueve por dentro pensamientos que prefiero tener ocultos en la mente.

Me habían condenado a 10 años por homicidio, por buena conducta y servicios sociales me habían reducido la pena a 7 años, todavía me queda uno para salir y ser libre. No aguantaba ni un día más, era una tortura, de hecho intenté suicidarme en varias ocasiones.

Viernes 13 de mayo, nunca olvidaré ese día, un desconocido vino a visitarme. No podía verlo porque estaba de espalda, era alto tenía la cabeza rapada dejando ver un tatuaje de serpiente en su nuca, su voz se escuchaba distorsionada, esta situación era surrealista. No pensaba perder más tiempo con un tarado. Así que me levanté para irme. En ese momento me dijo.

—No te muevas sin escuchar mi oferta.

Me di la vuelta y dirigiéndome a él le dije.

—No creo que tengas nada que me interese, así que no perderemos más tiempo, además no confío en tipos que no me muestran su cara.

— ¿y si te ofrezco tu libertad?

En ese momento los ojos se me pusieron como platos, era todo oídos.

— ¿Mi libertad?— le dije emocionado.

—SI, pero como todo trato necesito algo de ti.

—Pues como podrás comprobar, no tengo nada para ofrecerte.

—Te dejo un papel en el suelo, recógelo cuando me vaya, y si estás de acuerdo

Me llamas y me dices la palabra “listo”. Tienes 2 horas para pensártelo.

El hombre misterioso se fue, me quedé paralizado unos instantes pensando en lo ocurrido

¿Será verdad? ¿Me podré fiar de él? ¿Qué me pedirá?

Recogí el papel, me lo escondí hasta llegar a mi celda, por suerte mi compañero estaba en enfermería, eso me permitiría leerlo tranquilamente. No podía creer lo que me estaba pidiendo.

Di vueltas por la celda, no era una decisión fácil, Si acepto no hay marcha atrás, pero podré ser libre y vivir una nueva vida, ya que me proporcionará una nueva identidad. Al igual que él se encargará de borrar todo rastro de mi anterior vida.

Después de dar mil vueltas, me fui a la cabina de teléfono y le llamé

— ¿Hay trato?—me dijo con una voz ronca y seca.

—Listo.

Colgó el teléfono, estaba muy nervioso, no me había explicado que tenía que hacer, donde nos encontraríamos, era todo una incógnita.

Pasaron dos horas y todo estaba igual, quizás había sido todo una broma de mal gusto.

Desanimado me senté en mi cama sin pensar en nada, con la cabeza mirando al suelo.

Las luces se apagaron de forma repentina, escuché la puerta de la celda abriéndose, alguien me cogió del brazo con fuerza, me puso un pañuelo en la boca que hizo que perdiese el conocimiento.

Al despertar, pude ver que estaba tumbado en una camilla, a mi derecha había una mesa con material quirúrgico, un hombre estaba frente a mí con una máscara. Sin dirigirme la palabra me indujo al sueño a través de la anestesia.

Al despertar me sentía extraño. Estaba un poco mareado, me incorporé, el hombre había desaparecido, sólo quedaba su máscara encima de la camilla.

Me levanté y me dirigí a un espejo que había colgado en la pared. Me puse frente a él y vi horrorizado mi cara, si se puede llamar así, era un monstruo. El trato era mi libertad a cambio de mi rostro.

Las lágrimas se derramaron, era muy duro verme así, ¿quién se enamoraría de mí? Estaba condenado a la soledad perpetua.

Tenía que haber aguantado un año en ese infierno, la rabia me carcomía por dentro. Como podía haber sido tan estúpido, con pasos lentos, casi arrastrados, me acerqué a la camilla, aceptando mi nueva vida. Me puse la máscara y Salí de allí.

Caminé durante horas y sin darme cuenta llegué al barrio donde vivía. Estaba todo igual, pisos antiguos, con grafitis en las paredes, al dirigir mi mirada hacia arriba, pude ver el piso que se incendió, el quinto segunda, fue un accidente, yo no quería que sucediese el incendio, era un juego de adolescentes que acabó con la vida de toda la familia. Una señora mayor se me acerca y me dijo.

—Andrés, que extraño que estés en la calle, siempre estás encerrado en tu habitación.

—Creo que me confunde.

—Pues llevas su misma máscara

— ¿Dónde vive Andrés?

—En el quinto segunda, desde que murió toda su familia en el incendio que provocó ese desgraciado de Juan y él quedó desfigurado, no ha vuelto a ser el mismo.

27 de Enero de 2023 a las 18:07 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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