Hoy es mi primer día de trabajo en el Hospital Central, soy psiquiatra,
Al llegar a la recepción veo a un señor sentado frente a un ordenador, de unos 50 años, con bata blanca, gafas grandes, pelo abundante y un tic en el ojo izquierdo. Le pregunto por el Sr. Dalmau, mi nuevo jefe,comunica con él por teléfono y al colgar me indica que espere, que vendrá enseguida.
En unos minutos ha llegado, es un señor, alto, esbelto, de ojos azul intenso y una gran sonrisa con dentadura perfecta. Me da la bienvenida, lo sigo hasta la sala de reuniones, allí me presenta a mis compañeros y me explica el funcionamiento del departamento y las normas del hospital.
Al acabar me acompaña a mi despacho, es pequeño, está decorado de forma minimalista, una mesa, dos sillas, y un mueble tipo cómoda de color blanco.
Me entrega los historiales clínicos de los pacientes que visitaré en el día de hoy. El primero se llama Johan, tiene 75 años, es su primera visita, su hija indica que sufre delirios.
Está sentado en la sala de espera, lleva unos pantalones de pana y una gabardina color camel. Junto a él, una joven con abrigo de leopardo, gafas oscuras y un anillo reluciente en el dedo anular de su mano derecha.
Le indico que entre solo.
— Sr. Johan, ¿por qué está aquí? ¿Qué le pasa?
—Doctor, es un error, yo estoy bien, me han traído a la fuerza, mi hija dice que no pienso con claridad, que hablo sólo, pero es todo un invento, para que me encierren en un psiquiátrico y quedarse con mi fortuna.
Durante una hora le hago preguntas, test y pruebas específicas. El paciente parece decir la verdad, no encuentro ningún signo de delirio, su comportamiento es normal, eso hace que me replantee la veracidad de su historia.
—No se preocupe, le creo, le voy a ayudar.
En ese momento, contemplo algo inédito, su cara se empieza a deformar, siguiendo el resto de su cuerpo, hasta que adopta una forma definitiva, lo observo perplejo, es igual que yo.
—Le agradezco doctor que me haya creído, era la única forma de que funcionase la alquimia de almas. Me ha regalado la vida, con su juventud, ahora podré volver a disfrutar sin quejarme de ninguna dolencia.
Contemplo mis manos, mi cuerpo, me toco la cara notando la sequedad y las arrugas, me miro a través del móvil, y al ver su rostro, entro en shock, no puedo digerir lo que está sucediendo.
—Adiós doctor o debería llamarle Johan— me dice con una media sonrisa malévola
—¡No puede ser, no puede estar pasando! — le digo gritando, con los ojos ensangrentados y la mandíbula tensa.
Se dirige hacia la puerta, dándome la espalda.
Me derrumbo en la silla, llorando de desesperación y entre sollozos le digo
— El psiquiatra soy yo, soy yo maldito cabrón.
Johan abre la puerta y se dirige a su hija.
—Realmente su padre si tiene delirios, redactaré ahora mismo el expediente para su ingreso.
Gracias por leer!
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