ammon Aamon .

Un amor adolescente que renace en un encuentro casual de dos grandes amigos de la infancia, los cuales han sabido caminar tanto juntos como separados. Pero en esta segunda opurtinidad tendran que decidir jugarse al todo o nada.


Romance Todo público. © MEG

#romance #reflejo #adolescente #flor #blanco #negro
Cuento corto
0
9.1mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

I


            Cuando era un poco más pequeño, al lado de mi casa vivía una señora muy mayor con sus nietas, tres para ser precisos. Mi hermana era la que solía pasarse todo el día con la mayor en esa casa.

En mi caso, prefería no acercarme mucho a las niñas en general, después de todo les tenía un poco de miedo. Por lo que solía pasarme horas con mis amigos dando vueltas y vueltas por el barrio sin hacer nada especial.

Sin embargo, una de sus hermanas iba a mi clase, por lo que solíamos vernos en el autobús más seguido. Extrañamente jugábamos, charlábamos, y dormíamos, todo dentro de este. Pero una vez que bajábamos, cada cual se iba con sus amigos como si nada. Todos los días eran así, hasta que de la noche a la mañana, su abuela falleció, y ellas se terminaron mudando una vez más. Al parecer junto con sus padres. Y al cabo de unas semanas había perdido contacto con ella, los dos dejamos de escribirnos lentamente.

Pero esa mañana, mientras terminaba de arreglar mi camisa me quede perplejo. Con solo una mira supe que era ella. Me quede como un idiota mirándola por el reflejo del cartel en la parada. Ella parecía no haber perdido nunca ese encanto natural que atrae a cualquiera, y tampoco parecía esforzarse, menos preocuparse por ello. Intente con todas mis fuerzas resistir a la idea de observarla nuevamente, solo por vergüenza. Tenía ese frenesí de saber todo de ella, sin embargo sus amigas estaban allí, las cuales parecían una muralla muy alta que escalar como para romper el hielo.

Por más amigos que habíamos sido de chicos, muy chicos, ella se había mudado demasiado lejos por el trabajo de sus padres, y ahora, después de haber perdido contacto con ella, dude si me recordaría.

             El ómnibus por fin estaba aquí y no me había animado aun a levantar la vista hacia ella. Esperaba que tomara el mismo que yo para tener algunos minutos como para decir algo, pero entonces solo me senté al final. En silencio y con los auriculares puestos, actué como si estuviera muy interesante lo que había para escuchar, y en cambio la mire varias veces antes de dormirme por la ventana.

Todo iba bien, las paradas seguían pasando y ella se seguía sin aprontarse en ningún momento. Para mi suerte sus amigas si lo hacían, lástima que de una en una. Entonces, cuando por fin quedo sola su rostro cambio radicalmente. Quedo en silencio, con una mirada seria, o quizás solo madura. Debido a esto, quede totalmente sorprendido, sé que una persona con amigos tiene una máscara diferente a la que está solo, pero debo admitir que de esa sonrisa dulce y alegre que tenía con ella, a esa mirada vacía y perdida en el espacio me tomo por sorpresa. Sin embargo no fue suficiente para que desde mi perspectiva perdiera su encanto.

          El tiempo comenzó a pasar lentamente en ese ómnibus mientras que me perdía en ella. Por suerte tenia compañía a mi lado que me permitía estar tranquilo, o eso creí. Pero la señora ya se había bajado y yo seguía perdido mirándola, por lo que no me di cuenta cuando quede totalmente expuesto. Pensé que seguro noto como mi rostro se convirtió en un tomate, de los buenos. Al estar solo en un asiento y algo nervioso, comencé a contar y recontar de adelante hacia atrás. Los segundos ya eran horas, y de repente se habían vuelto días en ese asiento. Hasta que otra persona se sentó a mi lado, su aroma era igual que los jazmines. Sin embargo mi vergüenza y nerviosismo eran tanto que me obligaban a mantener la vista pegada al celular, como el resto de los mortales en ese ómnibus.

Se detuvo, pasajeros bajaron y luego prosiguió. Creí por un instante que posiblemente ya no estaba. Levante la vista rápidamente con la ilusión de que aún está ahí, pero me sorprendió el hecho que no solo lo estaba, sino que también estaba demasiado cerca de lo que hubiera imaginado.

Fue entonces, cuando mi corazón dio un vuelco y puso quinta, solo rezaba para que ella no me escuchara; aunque no podía evitar que explotara como un volcán.

Ella parecía dormir, pero en realidad también tenía su celular. Yo, en cambio seguía con una sonrisa de la cual no podía deshacerme por más esfuerzo que hiciera para no verme más idiota de lo que podría parecer. Levanto la vista y por el vidrio del guarda nos quedamos viendo. Al cabo de unos segundos, ella pronuncio una sonrisa. Para mí, un completo supuesto desconocido. Por lo que quede aún más sorprendido, sabía que sus mejores expresiones iban para sus amigas o familia. Pero ahí estábamos, lado a lado, sintiendo el calor del otro, los latidos que probablemente solo me pertenecían; mirándonos y sonriendo, como dos niños chicos.

              El viaje continuo, largo y disfrutable. Jamás dijimos una sola palabra, aun si me moría de las ganas por saber si me recordaba o no.

Irónicamente, las palabras no querían salir, no podían. De esa forma los segundos se fueron consumiendo como la vida de un fosforo. Mi parada llego primero, debía bajarme pero me resultaba difícil la tarea. En ese momento la realidad me golpeó duramente cuando la imagen de la dictadora de profesora que tenía a primera hora, se me vino a la mente. Entonces deje los sueños e ilusiones para la noche y me apronte para bajar.

Aunque debo reconocer que, inteligentemente, las únicas cuatro palabras que pronuncie en todo el viaje fueron para pedir permiso.

      - permiso, me bajo.

      - nos vemos, Chase. – dijo sonriendo.

      - ¡claro! – exclame como idiota.

Las personas a mí alrededor se desconectaron de ese espacio ficticio de celular para mirarme por unos segundos, y volver rápidamente a su mundo. En cambio yo no sabía dónde esconderme, tan obvio no podía ser. Baje como un rayo de ese ómnibus, sin pensar en si la volvería a ver o no. Solo me era suficiente saber que era más que probable que me recordaba.

                Los días siguientes pasaron con completa normalidad. Sin cruzarnos una solo vez en él, o en la calle. Hecho para lo cual ya estaba mentalmente preparado. Pero una noche, cuando volvía algo cansado de clase. Me tome como siempre el ómnibus, algo dormido, fui a la parte de atrás sin prestar atención a nada ni a nadie al rededor. Recién cuando me senté, me percate de su presencia, y todo el cansancio y el sueño desaparecieron como por arte de magia. Intente disimular cada vez que la miraba porque me molestaba ver como esa sonrisa tan dulce que me había dado aquel día se perdía al igual que su brillo en los ojos, tan intensos y llenos de curiosidad. Aun así no hice nada, al igual que un cobarde vi su incomodidad en el grupo y no fui capaz de mover un dedo, de decir algo que la sacara de allí.

Seguía su ruta, como siempre me baje antes porque los viernes suelo ir por mi tío, y luego mi hermano nos pasa a buscar para comer fuera. Para mi sorpresa, descendieron conmigo.

Continúe lento y en silencio detrás de ellos, dando cierto espacio y sin levantar siquiera la vista. Hasta que en un momento dado, donde la luz no les llegaba, la arrincono contra un muro, he intento abusar de ella sin éxito ya que se lo impedía.

En ese instante mi cerebro empezó a funcionar mal, quería hacer algo, sí. Pero me paralizaba no poder lograrlo, y con miedo pase a su lado sin inmutarme. Hasta que sentí como la golpeaba, entonces un cortocircuito dentro de mi cabeza el dejo en blanco, impidiéndome recordar luego de unos minutos lo que había sucedido.

               Para cuando abrí los ojos ella estaba ahí, con mi cabeza en su regazo y pasando un pañuelo por mi rostro suavemente. Lógicamente, me era imposible mover en el estado en el que estaba, pero tampoco lo hubiera hecho sano. Por lo que allí me quede hasta que la ambulancia llegara y nos dejara en el hospital más cercano.

Nos atendieron por separado, creo que debieron pensar que era el responsable de sus marcas en un principio. Pero nada de eso era razón suficiente para que evitara sonreír por mi acto heroico y patético al mismo tiempo, del cual no recordaba ni la hora.

Luego de largos estudios, nos dirigimos a la sala de espera donde nos sentamos uno al lado del otro. Allí, me sentí bien al saber que ella no estaba tan mal, gracias a que recibí la peor parte. Diría que mi lado masoquista salió a la luz, puesto que sentí satisfacción por los golpes que recibí, y orgullo por no haber sido un cobarde al haberla ayudado.

Me quede absorto intentando recordar que había hecho, o como debería haber lucido en ese momento. Hasta que tomo mi mano del posa brazo y me dio un beso en la mejilla. En ese momento por más que luciera patético y hecho pedazos, por dentro estaba revoloteando de alegría. Cuatro palabras; un acto heroico y, o patético me habrían balido un beso de ella, aun si era en la mejilla. Cualquiera diría que soy un niño pequeño por estar eufórico por un beso de esos, pero para mí era como haber logrado un home run con la primera bola.

      - Gracias. – dijo tímidamente.

      - Ni lo menciones. Solo hice lo que debía. – soné genial, pensé.

      - ¿Duele? – me pregunto con su rostro algo preocupado.

      - Para nada – mentí con mi mejor rostro.

      - Pensé… - la interrumpí – que seguiría de largo. – asintió.

      - Eso pensé. – afirmo algo desanimada

      - Lo iba a hacer. – Se sorprendió ante mi franqueza, pero no quería mentirle – debo de parecer, me corrijo; soy un gran cobarde. En el momento más crucial, más importante, me paralice como un idiota. Camine detrás de ti en ese momento para protegerte si pasaba algo, y cuando realmente sucedió no pensé, solo escape mentalmente. Pero cuando supe que te puso un dedo encima no lo 8se… debí parecer patético, verdad.

      - ¡No lo hiciste! – Exclamó seriamente – puedo asegurarte que no eres un cobarde, y además estuviste genial.

      - Aun así – murmure.

      - Pudiste haberme ignorado desde un principio, pero no lo hiciste. Pudiste seguir de largo sin prestar atención, pero no lo hiciste. ¿Por qué?

      - Porque soy idiota, además de cobarde.

      - Porque esa es tu forma de preocuparte. Me prestaste atención desde que subiste medio dormido en ese ómnibus, y cuando te diste cuenta que bajábamos contigo, caminaste lentamente apropósito solo para cuidar de mí. Si dudaste, si pensaste que huirías está bien. Yo hubiera pensado igual.

      - ¿Lo está? – pregunte sorprendido.

      - Somos solo unos adolescentes normales. Es lo más común, yo hubiera hecho lo mismo. Solo que no se si hubiera tenido el valor de volver.

Hubo unos minutos de extremo silencio, e incomodidad, al menos de mi parte. Mi mente se encontraba en blanco y en paz, al igual que nosotros.

          Por alguna extraña razón seguíamos tomados de la mano como si fuera lo más normal. Sin embargo nuestro momento fue corto; primero apareció ese viejo que tengo por tío, con su bata blanca de capa y un parche en su ojo izquierdo. Supuse que aún seguía practicando para el evento en el piso de linfoma en niños. Pero siendo el medico que la atendió, deseaba que no se dirigiera a mí, más en ese estado. Pero eso era algo que no podía esperar, viniendo de él.

Al poco tiempo llegaron sus padres, algo nerviosos más que preocupados. Los cuales en vez de buscar saber cómo estaba su hija, le reprochaban el hecho de que se encuentre en un lugar como un hospital. Al parecer, no era una gran campaña para su padre.

      - ¿¡te das cuenta de lo que le estas diciendo?! Tu viejo egoísta. Es tu propia hija, estaba sola y un idiota intento abusar de ella, y lo único que le preocupa es que no salga su nombre en primera plana. Por escoria como usted se pierden personas como ella.

      - te lo ruego, detente. ¡Por favor! – ella detuvo la mano antes de que siguiera golpeándolo por segunda vez.

      - ¿estás bien con eso? No te molesta valer para el menos que una foto en un periódico. – exigí explicación con impotencia.

      - está bien. Ya estoy acostumbrada.

      - por ese motivo tan pequeño puedes negarte si quieres.

      - gracias

      - ¿por?

      - todo. Sinceramente pensé que quedaría sola, pero cuando vi que bajaste con nosotros me sentí… como decirlo, segura. Sabía que Chase estaba cuidándome como cuando éramos pequeños.

Ante eso me sentí patéticamente feliz por dentro. Ahora sabía que ella me recordaba y eso la tranquilizaba en parte, aunque me molestaba mi propia debilidad e impotencia, esa que me paraliza en momentos críticos. Solo pude respetar su decisión y retrocedí dos pasos atrás. Ella me regalo una sonrisa, y me agradeció.

Su padre me miraba con odio mientras masajeaba su boca, y su mujer nos miraba con plena concentración. Por otro lado, antes de irse con sus padres me dio un beso en la mejilla por segunda vez. Para verla alegarse de mi lado lentamente; girar y mirarme con un rostro triste en repetidas ocasiones. Y en cada una de ellas, deseaba tomarla del brazo y alejarnos de allí.

Tenía total seguridad de que una vez cruzara la puerta del hospital no la vería más, sería el segundo beso y el ultimo que reciba de ella. Sería que nunca lograra tomar su mano, no podía pensar mucho. Era ahora o nunca, a pesar de ello mi cuerpo no respondía.

En ese momento, apreció mi hermano. El cual no me importaba porque estaba allí, solo sabía que debía asegurarme de algo. Por ende, tome su lapicera y un papel de sus bolsillos y comencé a correr por el pasillo como si mi vida dependiera de ello. Logre alcanzarla, tome su mano bruscamente antes de subirse al auto, solo para besarla impulsivamente delante de sus padres y de aquellos interesados que andaban en la vuelta, luego cuando volvimos a tierra, le deje un papel.

      - sin importar que, no dudes en llamarme. Puedes decirme que está todo bien o no – la mire por primera vez a los ojos, fijamente. – en cualquier momento, ok.

Ella quedo como un tomate, además de muda y congelada por todo lo sucedido de golpe. No obstante, yo me aleje con la frente en alto y sin mirar para atrás, después de todo entre nosotros siempre había reflejos, por lo que sabía que el mensaje le había llegado fuerte y claro. Me detuve por un segundo, sin voltear y sonreí al espejo luego entre en el hospital. Ella presiono la mano guardándose el papel. No sabía que tenía escrito, pero de igual manera se lo guardo para ella.

Allí atrás, a oscura casi y mientras sus padres no la miraban, abrió y prosiguió a leerlo. Suspiro profundamente, guardo el papel en su bolsillo y cerró sus ojos con una sutil sonrisa, al tiempo que una lagrima recorría sus rosadas mejillas. Las cuales uno no sabía si era frio o vergüenza.

En el hospital, dentro del consultorio de mi tío, con mi hermano y mientras una enfermera nos alcanzaba unas tazas de café, me sentía realizado casi en la mitad del día. Me sentía increíblemente confiado de que el mensaje le había llegado.

      - ¿estas conforme con ello? – pregunto ese viejo.

      - mmm.

      - no eres vaca. Responde correctamente. – me golpeo suavemente tras mi cabeza

      - sí, señor. – replique seguro de mí mismo.

      - ¿y qué sigue? – pregunto entusiasmado mi hermano.

      - ¿que sigue con qué?

      - con la chica. Era de la que hablabas hasta por los codos. ¿O estamos equivocados? Aunque me parece haberla visto en alguna parte.

      - Es la hermana de Shina, la amiga de Heather, la recuerdas.

      - ya veo, sí que ha cambiado mucho. Aun así, no te dejes estar idiota. Ese es el único consejo que conseguirás de mí.

      - claro.

      - hay algo que no me gusta. – dijo mi tío, y nuestra atención era suya.

      - ¿cómo es eso viejo? – pregunto primero mi hermano.

      - algo en ella me preocupa. Tendrás que estar preparado, no podrás dudar una segunda vez.

      - lo sé.

      - no puedes dejar a medio camino.

      - lo sé.

      - eso es cierto, Chase. Esto es algo que has elegido por voluntad, no lo olvides.

      - de ser así tienes nuestra aprobación y ayuda en cualquier momento. – dijo nuestro tío.

      - lo sé.

            Al cabo de unas semanas, me dedique a pensar lo que había acontecido. A medida que lo hacía dudaba de si ella lo había entendido y comencé a acobardarme. Arranque a caminar para la playa ya que me quedaba cerca de casa, cuando mi teléfono sonó y me sobresalto debido a mi perdida en pensamiento. Era ella, su voz era dulce como siempre y estaba llena de vida.

      - sabías que no puedes actuar de una forma y luego no responsabilizarte.

      - ¿actuar? No, esa materia todavía no la aprobé.

      - ¿y bien?

      - ¿que?

      - ¿qué piensas hacer de ahora en más?

      - no estoy seguro. ¿Tu?

      - no me digas que estás pensando responsabilizarte.

      - primero debería saber de qué se me acusa, pero por teléfono no creo que sea lo adecuado. Más si quiero ser responsable de algo.

      - así que si lo estás pensando.

      - teniendo en cuenta, solo eso.

      - entonces debemos discutir los términos mientras disfrutamos de un atardecer. – una vez que dijo eso un mensaje me llego. – ¿qué te parece?

            Cuando lo abrí, era una foto. Pero no cualquiera, era ella en la playa de espaldas al mar bajo un hermoso atardecer. Estaba radiante y además no la había visto en unas semanas. Luego de unos minutos de estar ambos en silencio, viendo la foto, voltee; ella estaba de espaldas aun, mirando por la cámara de su celular para mi lado. Mi cuerpo se movió por cuenta propia hasta ella, sin embargo ella nunca volteo ya que me veía acercarme por la cámara.

Primero la abrace fuertemente desde atrás; quería estar seguro que era real. Nos quedamos así unos minutos y luego guardamos los celulares, ya no los necesitábamos. Entonces la bese intensamente para estar seguro que no se allá olvidado de nada en especial. Posteriormente como dos idiotas nos perdimos en la oscuridad prima del día.

      - ¿nos podemos quedar así?

      - no seas tan cursi – comento en voz baja.

      - ¿cursi? No, no; romántico por naturaleza.

      - acaso eres más idiota de lo que pensé. – dijo.

      - puede ser, pero aun así me amas.

Nos quedamos en silencio hasta que el día siguiente llego, y el próximo y el otro. Así sucesivamente hasta que llegó la hora de su partida. Hoy solo espero mi turno en el mismo lugar, aprendiendo todo lo que se pueda. Entonces cuando la vea nuevamente, tendré grandes historias que contarle para perder el tiempo.


20 de Enero de 2018 a las 03:49 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Fin

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

Historias relacionadas