raymond Sebastián Pulido

Encerrado entre cuatro paredes acolchada, me acosa una figura sin rostro.


Horror Todo público.

#psicológico #hospital
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Sombras Blancas

Estoy parado en el centro de esta habitación. No sé dónde empieza o dónde termina, todo lo que veo es blanco. No veo las paredes o el techo, tampoco muebles. Lo único de lo que tengo certeza es del piso bajo mis pies, y a veces lo siento deshacerse. Hay alguien parado frente a mí. No lo puedo ver, pero sé que está aquí y sé lo que quiere.

Abro los ojos, mi visión está borrosa. No sé cuantos tiempo ha pasado, este lugar nubla mi percepción. El techo, el piso, las paredes, incluso las correas que sujetan mis brazos, todo es blancos. A veces olvido dónde está la puerta… o si existe tal cosa en esta jaula.

Llevo meses encerrado en esta habitación blanca de tres por tres. Me alegra no ser claustrofóbico. De serlo, me habría vuelto loco… Más loco de lo que dicen que estoy.

De repente, veo algo moverse por el rabillo del ojo. Las sigo con la mirada, pero la pierdo de vista en algún lugar de la esquina. Una sombra blanca se desprende de las paredes acolchadas y se acerca a mí.

—¡Guardia, guardia, guardia! —grito tratando de alejarme del ente blanco, sería más fácil si no estuviera atrapado. Una de las paredes se abre junto a mí, y un hombre entra en la habitación. Su uniforme blanco se mimetiza con las paredes, haciéndolo ver como una cabeza flotando. El hecho de que fuera moreno hizo que resaltara más.

—Señor Jones, tranquilícese por favor —dice el enfermero acercándose a mí. Mis ojos recorren la habitación buscando a la sombra blanca, pero no lo veo. Debe haber huido cuando vio al enfermero entrar. No quiere ser visto.

—Lo vi, Mike. Sé que lo vi. ¡Él está aquí! ¡Va a matarme, debes dejarme salir! —exclamo presa del pánico. Es la primera vez que lo veo desde que llegué aquí, debió encontrar la forma de entrar. Quiere terminar lo que no pudo esa noche.

—Necesito un poco de ayuda por aquí —dice Mike llamando a otros enfermeros. Ello me sujetan y me colocan en el piso. Mike saca de sus bolsillos una jeringa y un pequeño frasco lleno de líquido translucido—. Está un poco alterado, Señor Jones, esto le ayudará a calmarse.

—No lo hagas. ¡No estoy loco! No estoy loco! ¡Es real! ¡El hombre invisible es real! ¡Quiere matarme! —grito tratando de soltarme. Mike clava la aguja en mi cuello, mi visión se torna borrosa y me quedo dormido.

Vuelvo a abrir los ojos, se sintió como el parpadeo más largo de mi vida. Cada vez que me dan esa cosa, mi percepción del tiempo se nubla. No sé si han pasado días o menos de una hora. Al levantar la mirada veo a un hombre sentado frente a mí, estoy en una especie de oficina o consultorio. Todo en este maldito edificio es blanco. Los pasillos, las paredes, el techo, las lámparas, los muebles, las habitaciones de los pacientes, incluso las oficinas del personal. Mi cabeza se siente como si me hubiesen atropellado un camión, todo da vueltas a mi alrededor. Intento rascarme la cabeza, pero mis manos están atadas a la silla.

—Lo siento, Señor Jones, las correas son por su seguridad —dice el hombre.

—¿Doctor Frankman? —pregunto tratando de enfocar la vista. El Doctor Frankman es un hombre mayor de pelo cano y rostro arrugado, también es el director del hospital psiquiátrico donde me tienen encerrado.

—Señor Jones, ¿sabe usted porqué lo tenemos aquí? —pregunta el doctor.

—Yo no debería estar aquí. Ya no es seguro.

—Está aquí porque mató a su esposa.

—¡Yo no asesiné a mi esposa, fue el hombre invisible!

—Debe entender, por favor, el hombre invisible no es real.

—¡Lo es! ¡El hombre invisible es real! ¡Yo lo creé!

—Hemos tenido esta conversación varias veces, señor Jones. El hombre invisible es solo un personaje sacado de un libro. Entre más pronto entienda esta realidad, más rápida será su recuperación.

—Pero el hombre invisible es real. Es real y está aquí.

—¿Aquí? Te aseguro que aquí solo estamos usted y yo —afirma el doctor. Pero entonces, veo una sombra blanca salir de las paredes. El hombre invisible se para detrás del doctor, sosteniendo una jeringa en su mano.

—¡Detrás de usted!

El Doctor Frankman se gira para ver lo que estaba señalando, pero el hombre invisible desaparece antes de que lo vea.

—¡Está aquí! ¡Le digo que está aquí! ¡Quiere matarme! —Hice lo posible para romper mis amarres y escapar, pero terminé volcando la silla. Los guardias entran en la oficina del doctor, me ponen de pie y me inyectan en el cuello.

Es como un parpadeo, cierro los ojos en la oficina del Doctor Frankman y los abro devuelta en mi cuarto. He dormido durante un buen rato, pero no me siento descansado.

—¿Esto es lo que le dan a la gente en los manicomios? Con razón todos están locos —me digo a mí mismo, apoyando la espalda en la pared para sentarme.

—¿Dormiste bien?

Escucho una voz en la habitación, pero no veo a nadie. Las paredes se retuercen, una mano invisible aplasta mi cuello y me levanta sobre el suelo.

—¿Sabes porqué no te maté mientras dormías? Quería que me “vieras”. Que vieras como tu propia creación te da muerte —dice el hombre invisible. Su voz no es humana, parece creada por computadora.

—¿Por qué…? —le pregunto luchando por un poco de aire.

—¿No es obvio? Quiero venganza.

—¿Venganza?

—¿Acaso lo olvidaste? Tú… ¡Tú mataste a mi hermano!

—Eso… E-Eso fue un accidente.

—¡Mentira! —exclama el hombre invisible apretando su agarre sobre mi cuello—. Sabías que el traje aún no estaba terminado. ¡Conocías los riesgos, pero a ti solo te importaba el dinero!

El hombre invisible es real, yo lo creé. En ese entonces, trabajaba para el gobiernos desarrollando armas y nuevas tecnologías de defensa. Un día, nos pidieron a mí y a mi equipo hacer lo imposible… crear un traje que volviera invisible a quien lo llevara. Su principal propósito sería el espionaje y misiones encubierto.

Estuvimos trabajando durante muchos años en el desarrollo de ese proyecto, pero finalmente terminamos el primer prototipo. El traje estaba contaba con sensores que le permitían cambiar de color para imitar su entorno, y unas cámaras equipadas con lentes especiales se encargaban de reflejar la luz. Al combinar ambos elementos, el traje se volvía invisible. Mi equipo y yo estábamos celebrando, habíamos logrado algo que se creía imposible. Sin embargo, hubo un accidente.

Durante las pruebas iniciales, los circuitos internos del traje se sobrecalentaron y provocaron un cortocircuito. Aún recuerdo los gritos, las chispas volando y el olor a carne quemada inundando la habitación. Cuando logramos quitarle el traje, el cuerpo del hombre estaba completamente quemado. Después del accidente, cancelaron el proyecto “Hombre Invisible” y el traje fue destruido… o eso se suponía.

Una noche hace 2 meses, escuché ruidos en mi casa. Bajé las escaleras hasta la cocina, lugar de donde vino el ruido. La ventana estaba rota, alguien se metió a la casa. Tomé un cuchillo de la alacena y le dije a mi esposa que llamara a la policía. Inspeccioné la planta baja, pero no encontré nada. Entonces, sentí un golpe en la cara y caí al piso. Vi como el cuchillo que, hasta hace poco estaba en mi mano, flotar en el aire. El hombre se hizo visible para que lo viera, llevaba el traje que diseñé.

En ese momento, mi esposa baja por las escaleras. Ella gritó al ver al hombre, tomó el florero en la mesa y se lo lanzó. El agua del florero hizo corto en los sensores del traje, haciéndolo soltar chispas. El hombre agitó sus brazos al aire y cortó la garganta de mi esposa con el cuchillo. Se oyeron sirenas en la distancia. El hombre trató de volverse invisible de nuevo, pero ya no pudo, así que corrió fuera de la casa.

Cuando los policías llegaron a la escena, me encontraron sosteniendo el cuerpo sin vida de mi esposa. Las únicas huellas el cuchillo eran las mías, me acusaron de su muerte. Traté de explicarles lo sucedido, les conté del hombre invisible. No me creyeron, pero no los culpo. Toda la información del proyecto fue eliminada y negada por el gobierno, no hay pruebas de que exista el traje de invisibilidad.

Cuando escuchó mi caso, el juez pensó que tenía alguna clase de desorden mental y me envió al psiquiátrico para recibir ayuda médica. Estuve seguro durante un tiempo, pero el hombre invisible ha logrado infiltrarse en el psiquiátrico. Vino a terminar lo que no pudo esa noche, quiere matarme.

—¿Reconoces esto? —pregunta enseñándome la jeringa en su mano—. Es otro de tus malditos experimentos, hará que tu temperatura suba hasta las nubes. Tu sangre hervirá, tus órganos internos se derretirán y tu cerebro se saldrá por tu nariz. Morirás de la misma forma que mi hermano… ¡Te quemaré vivo!

—Señor Jones, ¿está bien? Escuché gritos —dice Mike abriendo la puerta, me ve tumbado en el piso del cuarto y se mueve a mi lado para ayudarme—. ¿Qué te pasó?

—El hombre invisible… está el cuarto —le digo recuperando el aliento.

—Señor Jones, no hay nadie aquí —dice abriendo los brazos, pero al hacerlo, se escuchan un golpe seco. Extiende su mano con cautela, lo tocó. Se escucha el sonido de un objeto cortando el viento, un río de sangre emana del cuello de Mike—. Tenías… razón… es real —dice con su último aliento, antes de caer al piso.

—¡Maldición!

Me levanto y corro tan rápido como puedo fuera de esa habitación. Me doy la vuelta, veo una silueta borrosa correr detrás de mí. Los sensores y las cámaras tardan en recopilar la información necesaria para adaptar la invisibilidad del traje, por lo que se hace un poco más visible cuando corre.

—¡Oye, ¿adónde vas?! —pregunta un guardia poniéndose en mi camino.

—¡Corre, es el hombre invisible! —le digo.

—Malditos lunáticos, siempre complicando mi trabajo —gruñe el guardia sacando su bastón eléctrico. Siento algo golpear mi espalda y caigo al piso, está encima de mí—. ¿Y a este qué le pasa? Ni siquiera lo toqué —dice el guardia acercándose a mí. Se oye un silbido, sangre sale de la garganta del guardia.

No lo entiendo. El traje no debería tener cuchillos o armas incorporados, el proyecto fue cancelado antes de llegar a esa etapa. Alguien modificó mi diseño.

Forcejeo con todas mis fuerzas y logro liberarme, las correas deben haberse aflojado cuando me chocó. Intento levantarme, pero el hombre invisible agarra mi tobillo y me arrastra hacia él.

—Me hiciste perder la aguja. ¡Tendré que hacerlo del modo tradicional! —dice el hombre invisible apretando mi cuello. Intento liberarme, pero es demasiado fuerte. Miro a mi alrededor y extiendo mi mano hacia el cadáver del guardia.

—Vete… al… infierno —le digo al hombre invisible, mirando al lugar donde creo que están sus ojos. Estiro mi brazo tanto como me es posible, tomo el bastón eléctrico del guardia muerto y golpeo al hombre invisible con él.

El hombre invisible grita y se retuerce en el piso. El traje cambia de un color a otro, comienza a soltar chispas y hay partes que se incendian. El traje se sobrecalienta. Así como murió un hermano, murió el otro… por mi mano y mi creación.

Cuando las autoridades llegan a la escena y encuentran los restos del hombre invisible, no tienen más opción que creer mi historia esta vez. Después de meses encerrado entre tanto blanco, finalmente logro salir psiquiátrico. Vendo mi casa y me mudo a un departamento en otra ciudad, quiero dejar todo atrás y comenzar una nueva vida lejos del hombre invisible y los recuerdos de estos días.

Me cepillo los dientes en el baño, cuando los veo… Los veo reflejados en el mercurio del espejo. Se retuercen detrás de mí, sombras blancas emergen de las paredes. Todas ellas me miran… Me miran con sus rostros vacíos.

2 de Diciembre de 2022 a las 15:00 0 Reporte Insertar Seguir historia
5
Fin

Conoce al autor

Sebastián Pulido Mayormente escribo poemas y relatos cortos, me gusta el romance, el terror, lo sobrenatural y la fantasía.

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