jcfrias Jelson Cabral

Desde las entrañas en las tierras de Enia acecha un ser abismal. Su poder, que es embriagador, corrompe la vida misma y deforma todo lo creado. Para evitar que este ser debore el mundo una serie de personajes se veran enbueltos en una intensa travesia, para descubrir los secretos contenidos en el Libro de Enia.


Fantasía Medieval Sólo para mayores de 18.

#341 #caballeros #espadas #bestias
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Prologo

—Nuestra historia se ha perdido en el laberinto de la mentira y los dioses nos han abandonado todo este tiempo. Enia, mi querida Enia, a ti clamo, dinos la verdad. Revelanos aquello que nos han ocultado por milenios. Dinos quien descansa en tu interior. Enia, mi amada Enia. ¿Dónde has escondido tu libro? El libro de Enia… se ha perdido. Enia… mi querida… Enia…

Aquel discurso, que resonó durante días en los senderos de las tierras del sur, se fue apagando poco a poco. Algunos viandantes habían sido testigos y solo ignoraron su existencia. Pero aquel corto y repetitivo discurso, por más que se tratara de ignorar, terminaba despertando alguna curiosidad en quienes lo escuchaban. Su recitante, un anciano de abundante barba y harapos sucios y rasgados, había aparecido de la nada. Nadie sabía de dónde venía o quien era, solo que apareció de repente en los senderos del sur, vociferando aquel discurso. Pero el agotamiento había calado hondo en el anciano, quien finalmente terminó cayendo de bruces en medio del sendero mientras agonizaba. A veinte zancadas de distancia, una compañía de soldados que marchaba en su dirección lo vio caer. Al llegar el líder de la compañía detuvo la marcha y se acercó al anciano. Se inclinó mientras el viento alzaba la bufanda envuelta en su cuello. Sobre su espalda colgaba una espada larga de hoja ancha, que era solo posible sostenerla si se tenía un cuerpo robusto y de gran tamaño como el suyo. El anciano, en su agonía, aún intentaba exhalar algunas palabras. Él se agacho y pegó su oído para intentar descifrar lo que decía. Uno de los soldados, quizás su mano derecha, le recomendó que tuviera cuidado, pero él no se detuvo. Las únicas palabras que alcanzó a escuchar del anciano fueron: Libro… Enia…

El líder de la compañía de soldados se incorporó. Por su experiencia en batalla y los incontables guerreros que había visto caer por su espada, conocía mejor que nadie ese único momento donde la vida se encontraba con la muerte y obligaba a todos a abandonar este mundo para ir a la tierra de los dioses. El anciano había fallecido y él elevó una plegaria al dios Álaman para que acogiera la esencia de su ser. Pidió que levantaran el cuerpo y lo dejara bajo uno de los árboles más cercanos. Él hubiese preferido enterrarlo pero no podía darse el lujo de perder más tiempo, por ello prefirió dejar que los dioses decidieran su destino.

La compañía continuó su marcha, todos a grandes zancadas descalzas. Era evidente su prisa por el ritmo constante y decidido de su marcha. Sin percatarse, el líder, mientras dirigía la marcha, repitió las palabras de aquel anciano.

—Libro… Enia… —susurró.

Se preguntó porque alguien tendría la necesidad de mencionar esas palabras antes de morir, mencionar un objeto que tan solo era una leyenda antigua, algo que ni siquiera existía. El libro que fue escrito por los mismos dioses, es imposible que algo así exista. Todos conocían la leyenda, pero también todos estaban de acuerdo que solo era eso, una leyenda. Para él también lo era y no le convenía seguir pensando en ello.

El atardecer comenzaba a expirar en su ocaso púrpura y era apremiante que alcanzaran el lugar de destino antes de la media noche. Luego de un gran trayecto recorrido abandonaron el camino para adentrarse en unos montes cercanos. El rastro de la compañía se perdió por completo mientras en el horizonte ya se empezaban a vislumbrar las dos lunas.

20 de Noviembre de 2022 a las 00:31 0 Reporte Insertar Seguir historia
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