irvtrinidad Irving Trinidad

En un mundo donde la ciencia había permitido romper los límites de la capacidad humana, ¿qué efectos podría tener en mentes y en corazones que no crecían a la velocidad de esta? ¿qué efectos podría tener en mentes nubladas y en pensamientos egoístas? Justo eso intenta describir Sophia en un mundo donde el ser humano se expandía a otros mundos mientras se pregunta: ¿qué tipo de ser humano estaba exportando el hombre a los nuevos mundos?


Ciencia ficción Sólo para mayores de 18.

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Decadencia


CAPÍTULO 1 | DECADENCIA


"La ciencia no es sino una perversión de sí misma a menos que tenga como fin último el mejoramiento de la humanidad" - Nikola Tesla


   Desconozco la fecha exacta pero algunos dicen que han pasado ya más de cincuenta y cinco años desde aquel catastrófico evento, que dejaría una huella tan profunda y tan dolorosa para el ser humano. El daño que el hombre se hizo a si mismo fue incalculable e irreparable, y ahora no nos queda más que intentar comenzar de nuevo en algún nuevo sistema solar. Tal vez predecible, pero nunca nos podríamos imaginar a más de 9 billones de personas sufriendo al mismo tiempo. No puedo contar mucho de aquel desafortunado evento para la humanidad, pero si puedo contar lo que mi abuela, con lágrimas en los ojos me podía contar.

 

Mi abuela decía que en sus tiempos las chicas ‘de mi edad’ se dedicaban más a estudiar y a quedar bonitas para ellas mismas, y de vez en cuando para impresionar a uno que otro chico. “Como pasan los tiempos” decía, “mientras antes nos preocupábamos por las apariencias hoy nos preocupamos por sobrevivir entre gases tóxicos, climas hostiles y seres humanos desesperados por un par de migajas”.

 

Según mi abuela, en aquellos días la especie humana y todo ser viviente era verdaderamente afortunado por vivir en un paraíso llamado ‘Planeta tierra’. Teníamos nubles blancas, luz solar que directamente podíamos tocarla y sentirla sin necesidad de usar protección como hoy. Teníamos lluvias, y otros más afortunados algunas veces tenían algo llamado ‘nieve’. ¿Qué es lo que tenemos hoy? Un paisaje completamente devastado y gris, con nubes que liberan cenizas y lluvia que nos quema desde los globulos oculares y la garganta hasta lo más profundo de nuestros pulmones.


Cuando escucho esto no puedo dejar de pensar en lo afortunados que eran. No tenían que preocuparse ni por el clima ni por la gente, y hoy no quedan más que bonitos recuerdos cual historias de fantasía y de ciencia ficción. La tecnología nos superó, pero no por ella misma sino producto de la mezquindad del ser humano.


Era paradójico el modo de vivir en aquellos días. Quienes no tenían estudios, imponían sus reglamentos y sus políticas a quienes sí estudiaban, y sin saber los efectos contraproducentes ni los efectos colaterales, decidían así implementar sus ideas y sus políticas. “¿A dónde iba todo ese dinero que se recaudaba por las multas contra el medio ambiente?”, me preguntaba mi abuela en voz alta. Sin responderle, ella sola me decía que todo ese dinero iba en realidad a los bolsillos de las empresas de los mismos políticos. “Si de verdad hubieran querido hacer algo por el medio ambiente, hubieran destinado ese dinero a centros de investigación que directamente estuvieran en la obligación de trabajar con las empresas para reducir sus contaminantes, clausurando así miles de empresas de gestión pues la propia empresa se autogestionaría para bien.”


¿Cómo iba a saber yo lo que era una empresa de autogestión, o cómo se manejaba el mundo de la política? “A quien beneficia el crimen, ése es el autor” [Séneca], eso decía con tanto énfasis mi abuela mientras recordaba haber leído y visto los distintos crímenes medio ambientales por ser lo más evidentes. ¿Cuáles otros no estaban ocultos? Cuantos millones más de crímenes y abusos contra el medio ambiente y directamente contra el hombre no había sin mencionar. Daba miedo tan solo imaginarlo.


Estudiando algunos libros de historia, se puede notar que hubo un período en la historia donde el pensamiento revolucionario marcó una pauta en la humanidad. Pasamos de la edad media al renacimiento, de la época del oscurantismo al siglo de las luces. Muchos creyeron que era el principio de algo nuevo y asombroso. Sin embargo y aunque llegó a serlo, no duraría mucho tiempo. Bueno o malo, no lo sabemos. Lo que si sabemos es que del caos siempre hemos salido adelante, así como la vida misma lo hace siempre en donde sea y bajo las condiciones más imposibles.


Sin embargo, como si hubieran estado limitados desde su creación, el arte, la literatura y la filosofía habían llegado a su estancamiento: no hubo más progreso en estas áreas, pues al parecer, ya había sido todo abordado desde todas las ópticas posibles. La ciencia ficción dejó de ser ficción y la humanidad pasó a ser una civilización del tipo II. Comenzamos a aprovechar todo lo que tuvieramos a nuestro alrededor, posiblemente con los mismos métodos y sistemas para descubrir sus potenciales usos. Sin embargo, con respecto al pensamiento o nuevas ideas, se habían quedado ya muy limitadas.


Con el paso del tiempo, la tecnología hizo su avance y su progreso. Había increíbles desarrollos en todas las ramas de la ciencia: en medicina, solo se necesitaba una muestra de saliva para poder predecir con un noventa y cinco por ciento de exactitud, las enfermedades a las que eras susceptible; en metalurgia, habíamos avanzado a la etapa de los meta-materiales, que eran materiales modificados molecularmente para poder tener distintas capacidades de un metal, desde ultra-resistente hasta ultra-frágil; en la astronomía, ya habíamos descubierto más de treinta y tres planetas habitables, y le habíamos modificado la atmósfera a unos cuantos planetas más para comenzar a enviar algunas colonias; con respecto a la robótica, ya había algunas empresas que eran dirigidas y operadas por robots; y a pesar de contar con estos adelantos, había algo que no cambiaba con respecto a la venida de los nuevos tiempos: los sentimientos.


Después de varios eventos catastróficos, el ser humano entendió que con el tan acelerado progreso de la tecnología, no podía seguir utilizando los mismos sistemas de gobierno ni las mismas formas de control. Se habían vuelto obsoletas y arcaicas, y necesitaban modernizarse y adentrarse al progreso. Se derramó mucha sangre, hubo una cantidad increíble de hambruna por todo el globo. Sistemas de gobierno caían y otros nuevos se levantaban. Con una cantidad grande de habitantes en la tierra, no podía seguir manejandose igual. Los tecnócratas tomaron el control tras una gran revolución necesaria. Mis abuelos participaron en ella, y a mi me tocó ir viendo como poco a poco se iba estabilizando el sistema, aunque realmente no podremos saberlo hasta el siguiente cambio de era.


El ser humano se ha caracterizado por renacer y crecer pese a las adversidades de las épocas, de las ideas y de las inclemencias de sus congéneres. Mueren épocas del pensamiento, y edades tecnológicas se imponen ante las viejas ideas. Pero, así como mueren unas ideas, otras han de nacer; igual de peligrosas e igual de desconcertantes al ser llevadas y dirigidas por quienes solo buscan un provecho para si mismo, y para “los suyos”.


En pleno apogeo del tan llamado "el siglo de oro” de la tecnología, sorprendió a toda la humanidad los avances que iban presentándose. Fuimos capaces de llegar a un extremo tal que terminamos por forzar al universo a contenernos, aunque ya de por si nosotros solos lo hacíamos con las guerras y la competencia por los pocos recursos que teníamos en este planeta. No obstante, ayudó mucho que se desarrollara la tecnología a tal grado que nos permitiera viajar a otros planetas. Se cumplía cabalmente una ley inherente de la naturaleza, que era la de buscar el equilibrio mediante la destrucción.


Esta destrucción, que forma parte de la naturaleza misma, fue potenciada por el ser humano encontrando siempre el modo y los medios para poder llevarla a cabo. Si, se hacía uso de ella cuando a alguien ya no le servía algo o simplemente necesitaban aumentar ganancias. Sin embargo, también lo es la transformación o la adaptación al medio ambiente donde se encuentre. Es por eso que se le conoce a la época del Renacimiento como tal, porque el hombre "renació" de una época donde era cazado el pensamiento y la razón, y la ciencia, como método, como filosofía y forma de vida comenzó a abrirse poco a poco ante las mentes opacadas por la ignorancia donde brillaba la estupidez y la superstición.


Pasaron muchos años para que llegaran a desarrollarse ciencias tan complejas como la física nuclear, la física génica, la proteo-química, la ciencia de los metamateriales, la astro-geología, y el sofisticado nivel de destrucción avanzó junto con todo. Como enfermedad, el poder y la avaricia de los hombres no fueron capaces de ser controlados y el hombre apuntó hacia su creador, y el hombre apuntó hacia la vida misma en un intento de entendimiento y control de esta.


Desde la creación de la bomba atómica, la clonación de Dolly, la aceptación de los matrimonios homosexuales y la generación de niños probeta, comenzaron a sonar las alarmas y las preocupaciones de cientos de personas. Especialmente de los religiosos que aseguraban que el hombre quería jugar a ser Dios. Sin embargo, ¿cuántas cosas no se han hecho en nombre de la ciencia que hoy en día, el sufrimiento de bestias, animales y seres humanos bajo experimentación, nos han servido para desarrollar medicamentos, terapias, tecnologías que hoy en día tú, yo y todos podemos usar y servirnos para mejorar nuestra vida? El costo y el precio eran muy altos, pero no lo era para los negocios ni mucho para el sistema.


La religión que había servido como herramienta de control, se había rota gracias a la naturaleza corruptible y curiosa del hombre, y lo que en un principio debió ser la unión del hombre para con Dios, terminó siendo la unión del hombre para con el hombre, de la materia para con la materia. Y el hombre se alejó de la iglesia pero también se alejó de Dios. El hombre se alejó de los valores y de la virtud y se acercó a la riqueza y a la vanidad, y todo gracias a los oscuros secretos que con el tiempo se fueron revelando de aquellos quienes lideraban y quienes habían instituido y enriquecidos de dicha falta de atención.


Los secretos y el poder de esa institución con el tiempo fue perdiéndose, pero nada en esta vida es dejado por completo, y mientras algunos se salían para ser ‘libres’, otros entraron a una nueva creencia que si bien, con otros nombres, tenían las mismas perversas intenciones de dominio y control sobre los creyentes y los incautos que buscaban tranquilizar sus consciencias y sus culpas. Culpas impuestas por siglos y siglos de herencia y de cultura.


Afortunadamente la ciencia ayudó a que muchas cosas fueran esclareciéndose. Sin embargo, con su avance también avanzaron los métodos para controlar y callar las voces de todos aquellos considerados enemigos, incluyendo y desde luego a los del Estado. Toda herramienta pudo ser tomada como un arma, corrompida en mil formas distintas, y no dudó así el hombre en hacerlo pues siempre había una excusa o un miedo a la causa de no cumplir las órdenes de los superiores. Está en nuestra genética, en nuestra cultura, pero también lo está en nuestra naturaleza: “Supervivencia del más apto” [Charles Darwin], era un lema de batalla cada que salía uno de casa, o eso me decía mi abuela.


Eso si, los eufemismos comenzaron a tomar mayor fuerza como método aceptado por la sociedad para sentirse más seguros por un sistema que creaba la enfermedad y tenía el remedio. ‘Gracias’ a esas guerras, se obtuvo la radio, las medicinas, vivimos más años y con mejores opios y placebos. La vida como fin fue cambiada por la vida como medio. Cambiamos los términos de guerra por ‘menos paz’. La retórica y la dialéctica fueron prostituidas por ‘libertad de expresión’ y la ignorancia acabó con la poca decencia que teníamos como seres humanos, y la productividad y la eficiencia acabó con nuestro sentido de humanidad.


El hombre pudo vencer las barreras naturales, esas que nos limitaban en fuerza e inteligencia, y pudimos llegar a esos lugares imposibles de llegar. Se desarrollaron nuevos problemas evidentemente, nuevos obstáculos, pero también nuevas dependencias. Por ejemplo, del fuego pasó al humo, del humo a la electricidad, de la electricidad al petróleo y del petróleo a la energía solar para después aprovechar el potencial de la energía de plasma y de los metamateriales. Una revolución que no termina de desarrollarse, aunque no en este ya infértil planeta.


No fue una ni dos sino incontables las veces que se dieron señales de peligro ante los avances y descubrimientos tecnológicos, y la generación de humanos ‘perfectos’ manipulados gracias a la genética. Aunque no era nuevo, el General Hitler ya lo buscaba así mismo los rusos, pero ellos eran los enemigos y no los hombres modernos con saco y corbata. Cómo nos hacen cambiar de bando tan fácilmente, ¿no te parece? (Malcolm X).


Viviamos en un estado de permanente crisis y alarma por los diversos contaminantes expuestos en el planeta; sonaban las alarmas ante las crisis y las contingencias medio-ambientales, y no había niño, no había alma, que no debía de estar preparada para el caos que estaba por comenzar. Ya sabíamos que íbamos a morir, la pregunta ya no era de que, sino cuándo. El tiempo se volvió valioso y hoy, somos producto de esa nueva forma de sobrevivir. Aunque personalmente creo que nos regresamos a la edad de piedra, mentalmente hablando.

Solían decir que vivíamos controlados por "reptilianos", algo que no me pareció tan descabellado pues nuestro cerebro primitivo, el reptil, solo se preocupaba por comer y sobrevivir, sin importarle la sociedad, el colectivo o la humanidad que al fin y al cabo, eran constructos sociales. Pero, ¿qué acaso no eran así la mayoría de los políticos, los altos empresarios y las mafias del poder? Cierto es que los reptilianos enajenados con la materia, el egoísmo y la vanidad, eran una terrible realidad con rostro conocido; podían ser desde tus vecinos hasta tus propios hijos.


Los bancos mundiales financiaban guerras y todos lo sabían. Sin embargo, ¿qué podía hacer uno como simple mortal? La gente con verdadero poder controlaba las masas a su conveniencia, se reunía en lugares fuertemente resguardados donde las ideologías de izquierda y de derecha desaparecían y solo importaba cuanto ganaban y como se cuidaban. No había distinción de ideologías: la izquierda y la derecha eran lo mismo.


Los medios de comunicación siempre fueron vitales para esta élite, y desde luego para nosotros como especie vulnerable, pues era el medio de como nos llegaba la información, algo así como la libertad que nos daban al elegir lo que nos gustaría y lo que quisiéramos. Sin embargo, la televisión fue un invento que el hombre nunca supo aprovechar para su bien, y en su lugar se estableció como medio de entretenimiento barato y de adormecimiento de consciencia para hacernos no pensar ni reflexionar, pues se alimentaba el morbo, el miedo y las relaciones carnales. La fórmula era sencilla: mujeres, desnudos, sexo no explícito y un montón de comerciales que te incitaban a la competencia y a la lucha contra tus semejantes. Aún no sé quién era más perverso, si quien aprobaba lo que pasaban por los medios o quienes, conscientes de ello, lo permitían. Siempre lo supimos, sin embargo, ¿qué podíamos hacer?


Tal vez pensar que si dejáramos de consumirlo no nos haría efecto. Pensamos que con la llegada de internet y con el acceso de millones de computadoras a la humanidad, podría ayudarnos a mejorar la interacción con las personas y tener mayor y mejor contenido. Sin embargo, la misma naturaleza del hombre lo llevó a refugiarse en sitios de pornografía, llenó de realidades virtuales y aumentadas a millones de conciencias para hacerlas evitar la realidad y así, el hombre se vió afectado por su poca virtud y por su baja capacidad psicológica de hacerle frente a la verdad. No podíamos culparlos, no podíamos culparnos del todo, pues a un hijo que le fue inculcado el sometimiento y que era reforzado y premiado por ello, ¿qué iba a querer salir de dicha zona de confort? Fue una mezcla entre un 1984 y un mundo feliz. [George Orwell y Aldous Huxley].


Se ha dicho que el ser humano es un ser social por naturaleza. Que necesita de otros para sobrevivir en sociedad y en su entorno y poder sobrellevar así sus carencias y necesidades mediante el apoyo colectivo. La idea hoy suena muy romántica, pero la la lucha por la competencia y la supervivencia llevaron a corromper esta bonita conducta que nos inculcaban desde niños. Vaya, que el racismo y la discriminación no se enseñan sino hasta que vamos creciendo, ¿o apoco un niño nace con estos condicionamientos? Claro que no.


La ciencia se volvió una religión, y con ella, el pensamiento que nos había liberado de la esclavitud y de la ignorancia, nos traería unas nuevas cadenas, más bonitas desde luego y poco visibles en principio, que harían hacernos olvidar de aquello que nos hace ser humanos. El hombre explotó la ciencia, sus medios, sus métodos y sus conocimientos, a tal grado que no hubiera nada que no pudiera hacer o que no pudiera inventar. Se innovaron técnicas y un sin fin de herramientas y aparatos que poco a poco fueron cambiando y dirigiendo el destino del hombre, tanto lo poco que pudimos saber cómo lo poco que nos dejaron saber.


Tantas películas y libros hablaron del final de los tiempos como una estrategia de marketing que alimentaría el morbo. La muerte se volvió una sátira, una puta disfrazada. ¿Cuáles fueron esas primeras visiones de apocalipsis? Muertos vivientes, alienígenas, guerras nucleares o una glaciación. Todo estaba diseñado para irnos dosificando y prepararnos mentalmente tal cual propaganda, tal cual la ventana de Overton en acción.


La psicología jugó un papel indispensable y junto a la filosofía, conocieron al hombre en su antigüedad y en su futuro, y aunque la psicología fue una ciencia joven, pronto tomaría su papel al lado de la ciencia. Nos conocimos más, pero no supimos aprovecharlo, y aquellos con un poquito de poder y conocimiento, lo usaron a su favor para hacernos pensar y sentir lo que ellos querían. Al fin y al cabo, era como manipular un niño sin educación y sin consciencia, pues se nos había extirpado desde la juventud en los tiempos de la inmediatez. [Zygmunt Bauman]


¿Recuerdas cuando solían decir que vivíamos en la época del envase? Yo me reía pues pensaba que eso no era posible, y aunque bien veía que la sociedad prefería cuerpos bellos en lugar de mentes sanas, las estrategias de mercadotecnia fueron lo suficientemente agresivas como para doblegar la moral y quebrantar el espíritu: Una madre ya no podía alimentar a su bebe en público, pues los pechos se habían sexualizado y parecía más una cuestión de envidia que de biología. ¿Te imaginas? Habíamos cambiado la naturaleza de las cosas por nuestros fetiches y perversiones.


El capitalismo, el consumismo, el neoliberalismo, todo estaba orquestado para apresurar nuestro día a día. ¿Piensas que hubiéramos vivido mejor en socialismo o en comunismo? Definitivamente no, pues quienes lograban (im)ponerlo, no eran más que fieles seguidores de un sistema controlado por aquellos que no eran de izquierda ni de derecha, y tan solo la mera diferenciación era parte del show: pan y circo, como en los viejos tiempos romanos.


En algunos países la jornada laboral que había sido mejorada, había regresado a los tiempos donde un salario, un trabajo, ya no eran suficiente, y las jornadas laborales crecieron de 8 hasta de 18 horas al día, y lo demás era una pérdida de tiempo para el sistema productivo y para el empresario. Sin embargo, como algo predecible, las máquinas dieron un revés, y comenzaron a remplazar los trabajos y a los seres humanos, al igual que la inteligencia artificial y la capacidad de razonar. Todo era cuestión de tiempo y de beneficio para el mercado: Entre más rápido mejor.


Hubo empresas dirigidas por máquinas, coordinadas por máquinas y trabajadas por máquina: ¡Eso era una locura! Los robots poco a poco fueron teniendo acceso a capital, a dinero, a recursos, y como si esto no sonara lo suficientemente alarmante, con el desarrollo de la Inteligencia Artificial hizo que sus algoritmos poco a poco nos fueran sacando del sistema. ¡comenzaron a existir robots políticos! Y sus algoritmos eran sencillos, pues habían digerido y estudiado desde la antropología básica hasta la psicología de grupos, habían aprendido los miedos básicos del hombre hasta las ilusiones y las panaceas que se inventaban para darle esperanza en un mundo podrido. Eso era de temerse.


¿Es acaso posible imaginar una sociedad donde se procuran más por el ser humano que por lo producido? Si, era posible, sin embargo, hubo un gran problema de sobrepoblación y mientras se alimentaba con ignorancia y con necesidad, el sistema aprovechó esta gran abertura para satisfacer su necesidad de ganancias y de utilidades. ¿No me crees? Es cuestión de voltear a ver las leyes de todos los países, y ver cuántas de estas limitaban el uso de los recursos naturales y fomentar la reforestación y la producción a un ritmo sustentable en lugar de inyectar hormonas de crecimiento y medicamentos en grandes cantidades a los animales en los mataderos. He allí la diferencia, pues mientras la demanda creciera, la necesidad de producir a gran velocidad también crecía. Se pensó para satisfacer multitudes, más no para ser consciente del impacto que íbamos a generar. “Me preocupa más comer hoy que el sistema mañana”, era el pensamiento tradicionalista que predominaba en un mundo donde había sobrepoblación.


Como causa subyacente, la aceleración de los procesos de muchas empresas y la obtención de mil piezas en un día hicieron que el hombre entrara en un estado de inmediatez. Esta, como resultado de una degeneración psicológica, emocional y espiritual, hizo que nos olvidáramos de las cuestiones básicas, sencillas y esenciales de la vida, y la felicidad había sido también prostituida a una noche de sexo, una borrachera o simplemente ignorar los sentimientos ajenos pues había más personas con quien compartir la locura y el desenfreno. Ya no importaba la esencia, solo importaba el envase, las marcas, lo actualizado. Los jóvenes querían relaciones rápidas y desechables como su ropa y sus bebidas.


¿Quién tuvo la culpa? Todos la tuvimos, con nuestras pequeñas acciones que en conjunto se volvieron grandes, que en conjunto se volvieron algo difícil de erradicar. Que en grupo se volvieron una realidad, que permitieron a los empresarios realizar sus estudios de mercado, que prefirieron el precio sobre el valor o sobre la calidad. Fuímos solo números. ¿Recuerdas cuando no querías hacer fila en el supermercado?, ¿recuerdas cuando era una pésima idea salir a las 6:00 pm del trabajo pues el tráfico era sumamente tedioso y detestable?, ¿recuerdas cuando queríamos buenos trabajos, sencillos y que nos pagaran tan bien como si fuéramos los directores? Fuimos nosotros los que alimentamos el ciclo. Fuimos nosotros, los que quisimos las cosas baratas, rápidas y desechables. Así como nuestras relaciones, así como nuestra vida.


No es posible advertir en donde comenzó la decadencia humana. Podríamos decir que fue en el transcurso del conocido siglo de oro de la tecnología, entre el 2030 y el 2120, o en el post-siglo de oro que fue entre el 2150 y el 2250. Tal vez nunca lo sabremos por lo tergiversada que la historia puede llegar a ser dado que esta es escrita por los vencedores y los dueños de los medios de publicación y comunicación, pero lo que sí sabemos es que es algo que se viene arrastrando desde hace ya muchos siglos, como parte de la naturaleza corruptible del ser humano. Y ojo, que menciono a la naturaleza corruptible, más no a la naturaleza corrupta como origen e inherencia al ser humano. Y aunque la tecnología avanzaba, no así el pensamiento, no así el sentimiento, no así lo hacía el espíritu del hombre.

31 de Diciembre de 2017 a las 19:53 0 Reporte Insertar Seguir historia
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