simur_d Dr. D

Kim Namjoon ha vivido mucho, tanto que perdió el ritmo del mundo. Se ha aferrado a lo más inmutable que conoce, el arte. Lo analiza, lo disfruta y lo ama, pero no comprende aquel que resulta de la actualidad. Por eso terminó odiando a Vante y sus estúpidas obras


Fanfiction Suspenso romántico Sólo para mayores de 21 (adultos).

#vampiros #namtae #taehyung #vmon #au #namjoon #drama #romance
Cuento corto
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Nosotros como el ahora

1

El arte comprende más que solo lo que ven tus ojos. Es una serie de pasos estructurados para llegar a un objetivo que solo existía en el subconsciente de un ser dotado con la capacidad de impregnar su alma. El arte son los rituales incomprensibles que algunos realizan antes o después de pintar, son la cantidad de pinceladas que al finalizar son incontables, son las imperfecciones en la perfección misma. Sobre todas las cosas el arte es imperecedero, es belleza, el arte lo es todo en la nada y por ello nunca involuciona.

¿Entonces por qué?

Por qué una obra tan carente de técnica, falto de belleza o algún tipo de trazo que hiciera tu corazón latir desesperado estaba en el museo. ¿Qué clase de broma estaba realizando el idiota que decidió que ese rostro sinsentido fuera expuesto junto a obras de calibre superior?

No podía ser que él estuviera equivocado, nunca lo ha estado —o nadie se lo hizo saber—. Ahora millones de hormigas escalaban desde sus manos e inundaban su rostro. Molestos e impacientes como el mismo. Tenía bajas expectativas sobre la exposición que se iba a realizar en esa ocasión, pero no esperaba que fuera tan literal. Le haría saber a Seokjin lo decepcionado que estaba sobre la elección de que colocar en su museo, estaba considerando dejar de financiarlo.

—¿Es una pieza de arte muy interesante? —preguntó un joven. Estaba entrando a sus veinte y probablemente era de lo más atractivo que vió desde que entró a la exhibición.

—No estoy seguro de llamarla así.

No escondió el desagrado que aquella obra le causaba, al responder su tono amargo hizo eco en la silenciosa estancia.

—¿Cómo la llamaría entonces?

Namjoon volvio a mirarla, observando el negro intenso y las pobres líneas que dibujaban un rostro que ni siquiera tenía intención de serlo. Al lado, el rosa chillón de la obra complementaria llamaba demasiado la atención, más colorida pero lo mismo. Bajo ambas piezas, protegido por un papel el título incluso se mostraba pretencioso “Varón y mujer” de Vante.

—Insulso —respondió después de un largo silencio.

—¿Perdona?

—Es lo que pienso, vaya obra de mal gusto.

—No creo que sea de mal gusto, —defendió el joven, frunciendo sus cejas pobladas, restando importancia a su diferencia de edad— tal vez tú tengas el gusto atrofiado.

—Es solo mi opinión ¿cuál es la tuya?

El castaño se paró muy cerca de él, metió las manos en los bolsillos de su traje de vestir y analizó la obra en silencio. Sonriendo cada vez más grande. Una extraña luz impregnó su perfil agraciado y Namjoon sintió la tentación de acariciarlo con los dedos o de insertar sus colmillos en su cuello elegante. Cualquiera de las dos opciones resultaba tentadora en ese instante.

—Es una obra muy simple creo, representa la dualidad del género pero al mismo tiempo muestra que esa barrera no existe. Al igual que esos rostros lo único que nos diferencia son los colores, creo que Vante quería mostrar eso.

—Entonces Vante es un artista pretencioso.

—Ni siquiera lo conoces.

—Tu interpretación es magnífica, sin embargo aún creo que lo que dices no se refleja en esos trazos tan vacíos, tan faltos de gracia.

El mayor miró de reojo. El joven sin nombre aún tenía las cejas muy fruncidas, molesto. Parecía muy interesado en defender la perspectiva de esa obra. Aunque no compartía en absoluto su visión no podía negar que era la primera vez en mucho tiempo que alguien le retaba directamente sobre sus opiniones.

—Estas diciendo que para que una obra refleje una intención necesita ser hiperrealista ¿es eso? —una risa, pequeña, burlona, escapó por un instante— No lo creo ¿dónde estaría la abstracción en eso?

—No es así, el surrealismo es más que solo ínconos colocados al azar, tiene una gran cantidad de abstracción entre sus trazos —refutó— esto sin embargo, no tiene ni pies ni cabeza.

—Porque es el dibujo de dos rostros.

Sonrió.

—No es a lo que me refería.

—Qué más da, no estás interesado en escuchar. No estás abierto a conocer más allá. El arte es bonito, es complicado, está repleto de perspectivas y composiciones pretenciosas. ¿Es lo que crees verdad? El arte solo es arte si es complejo y realista, si quien lo hizo sufre. —El muchacho se encogió en hombros, se agacho ligeramente para leer el título de las pinturas y el nombre de su autor. Volvió a sonreír. —Creo que el arte también puede verse así, simple, sin sentido. Solo la mínima expresión, la reducción y el abandono de los cánones que viejos aburridos y blancos dijeron que debe ser. El arte puede verse así —giró sus talones y señaló la obra, observando desafiante al otro hombre— porque el arte no solo es belleza, también es libertad.

Namjoon había visto el mundo cambiar, al inicio lentamente, después monótono y rápido. Observó pequeños pueblos convertirse en enormes ciudades repletas de tecnología. Y observó el arte que cada época había dejado. Compartían entre ellas una complejidad innata que solo se obtenía a través del trabajo duro, del entrenamiento y una práctica constante. El artista como individuo se formaba a través del dolor y del sabotaje, siempre pretenciosos y siempre humillado. El arte, consideraba él, era un reflejo del ser humano y de sus tiempos.

El arte no involuciona, siempre permanece en el tiempo, como él.

Pero él mundo quiere ser libre, salvaje como aquel joven de cabellos castaño besado por el sol, como él siempre soñó ser.

—¿Cual es tu nombre de niño? —preguntó. Se sentía genuinamente interesado en él, en su discurso liberal y en la sangre que se juntaba en su rostro avergonzado.

—Soy Taehyung, y no me gusta el café.


2


Namjoon no había entrado nunca a una heladería. Esa particularmente estaba repleta de colores pasteles y rosados. La carta estaba llena de fotografías y nombres que sabían delicioso. Taehyung, delante de él, observaba con los ojos muy abiertos todas las opciones y combinaciones posibles. Mordía su labio de vez en vez, indeciso. Era encantador, encantador y muy tierno. No podía apartar la mirada de él, se le antojaba mucho más que los helados del menú.

Aunque su discusión, que no era discusión, en el museo de arte había encendido una chispa de enemistad entre ellos, resultaba gratificante compartir sus opiniones. A pesar de su aspecto de niño consentido, era alguien sencillo. Se divertía con las pequeñas cosas de la vida y hablaba de diversos temas con suma facilidad. Muy culto en conocimientos artísticos e incluso sabía tocar el saxofón. desde su primer encuentro se habían topado un par de veces en otros museos hasta que finalmente el robusto hombre le invitó a salir.

No a un café porque no le gustaban, no a un elegante restaurante porque no le gustaban los ambientes de ricos y menos a una bar porque a ambos les molestaba el ruido. Al final se encontraron en una heladería en el centro de la ciudad. Popular entre jovencitas y escolares. Ellos sin duda desentonaban con su aspecto tan formal y adulto.

Kim Tehyung era una mezcla maravillosa de cualidades atractivas, con una ferviente pasión por el arte abstracto e incluso obras contemporáneas que a él le parecían una estafa. Intentaba entender cómo alguien como él se refugiaba en obras vacías a pesar de haber comentado, también disfrutaba de Van Gogh.

El arte es una expresión de uno mismo, aquello que nos conecta y nos hace humanos. Todas las obras esconden una verdad, un propósito, sin importar si ese es insulso como les llama, alguien las creó porque creyó en ellas. Recordaba sus palabras después de que ambos se quedaron observando un enorme lienzo pintado en degradé. No quiso darle la razón tampoco refutar.

A pesar de ello, también pensaba que el arte era el reflejo de uno mismo. Por eso se aferraba con desesperación al arte convencional. A las prácticas tradicionales, al renacentismo y lo moderno. No sabía si eran la mejor expresión del hombre pero sabía que él vivió en ese tiempo antes de ser lo que era, antes de estar maldito.

Cuando visitaba el museo nacional, observar las pinturas tradicionales de An Gyeon, descoloridas por el paso del tiempo pero aún tan palpables, solía llenarlo de una nostalgia horrible. Los siglos habían deteriorado todo, reemplazaron el pasado y solo quedaban de esas épocas vestigios, monumentos y él. Así que Taehyung tenía razón, el arte era un producto de su tiempo, por eso se aferraba tan desesperado, por eso aborrecía tanto el arte simplista y poco doloroso del ahora.

—Todo se ve tan delicioso, no sé qué pedir.

Murmuraba algunas veces, en otras levantaba la mirada solo por unos segundos y luego volvía a murmurar.

—Pide todos los que te gusten, pagaré.

—No, me lleno muy rápido… —se dejó caer sobre la mesa e inmediatamente después se levantó de golpe, sobresaltado a algunos comensales. —Tengamos más salidas, así probaré todos los sabores de helado.

Namjoon asintió, sin verdadero interés en todos los sabores nuevos. Tenía claro que pediría uno de vainilla y frambuesa porque le gustaba lo clásico. Taehyung, con una sonrisa cuadrada y coqueta ordenó uno de choco-menta y maracuyá. Tuvo que esforzarse en no hacer una cara de desagrado.

Mientras esperaban que el camarero volviera con su pedido, el joven extendió un folleto elegante sobre la mesa de cristal. En ella estaba una fotografía del museo de arte moderno y contemporáneo de Seúl y bajo ella una serie de pintores que no conocía, sin embargo reconoció el nombre de Vanter al final de la lista. El semblante casi caricaturesco de hace minutos se esfumó por completo. El rostro anguloso de Taehyung permaneció sereno mientras leía todo el itinerario.

No estaba muy emocionado si era sincero. El arte conceptual y contemporáneo no era de sus favoritos.

—¿Y esto?

—¿No es obvio? Te estoy invitando a una exhibición de arte.

—Conceptual.

—Arte y punto.

los helados llegaron. El suyo en una copa muy alta y el de taehyung envuelto en un waffle enorme y lleno de miel.

—Namjoon-hyung, quiero que expandas tu mente, quiero que conozcas más, el arte es más grande de lo que piensas. —Namjoon llevó un poco del helado a su boca, le supo a tierra.

—Si acepto tu tendrás que aceptar otra actividad conmigo. Me gusta la idea de pasear en bicicleta. —y beber un poco de sangre pensó, pero no podía compartirlo.

—Bien, pero también irás conmigo a la exhibición de artes en la universidad de Seúl.

—¿Vante también estará allí?

Kim le saco la lengua, en un acto infantil que rompió su rostro serio y luego llevó comió una cucharada de su helado. Su rostro se arrugó, una muestra de desagrado ante los sabores. Taehyung empujó su helado a un lado y empezó a robar bocados del ajeno. El vampiro no reclamo, después de todo no planeaba terminarlo.

Él también era un producto de su tiempo. Tan diferente y apasionado, incluso libre para mirarlo y coquetear. Para robarle pequeños suspiros y de vez en vez tirar de su corbata mientras guiñaba.

Aún consideraba ese arte insulso, falto de belleza, incluso mediocre como mucho. Pero quería conocer qué escondía de fascinante.


3


La noche era de los pocos momentos en los que podía estar en paz. Incluso en la gran ciudad buscaba lugares donde la gente no se aglomeraba, donde pudiera respirar esa tranquilidad.

Cuando descubrió la fantástica bicicleta y los senderos por los que estas te guiaban, quedó encantado. Después de ello no solo fue la oscuridad y el silencio. Sino la brisa contra su piel húmeda, el sonido de los pedales y sus propios músculos entumecidos después de varios kilómetros. Cómo sentirse vivo sin estarlo.

En contadas ocasiones se colocaba audífonos y pedaleaba montaña arriba, se escondía entre los árboles y observaba cómo su luz bañaba el mundo. Un arte que solo sus ojos podían apreciar. La naturaleza le dedicaba constantemente esos momentos. Cuando estaba en Seúl, le gustaba salir en las noches y conducir hasta el río Han. Desde ahí, incluso un mundo de terror como ese se veía como un cuadro maravilloso. Se sentaba entre los barandales y soñaba con ser solo una pincelada más. Una parte de un todo.

Cuando la noche acaba y debía volver sobre sus pasos, ante la mirada atenta de esos seres volvía a recordar quien era. Qué era. Entonces dejaba de ser una pincelada y se convertía en la mancha que desequilibra todo.

Odiaba ese mundo solitario pero, carecía del valor para cambiarlo.

Con una gota de su sangre, con una mordida o incluso una mirada podía tenerlo, pero cuán real era esa compañía si solo era él mandando sobre el cuerpo de un extraño.

Esa noche particularmente, fue consciente de cómo una circunstancia tan simple como lo era intercambiar las conversaciones con otro ser vivo podía llevarte a disminuir la soledad que alguna vez llegó a sentirse inherente a uno mismo. Era extraño.

El silencio que tanto atesoraba durante sus paseos nocturnos fueron reemplazados por las risas constantes de Taehyung, Por las burlas que lanzaba cuando su bicicleta la rebasaba suya o cuando maldecía por ser dejado muy atrás. El viento hacía bien revolviendo su cabello castaño, ahora lleno de frizz y esponjoso. Incluso la luz era caprichosa y le dotaba de un aura encantadora solo superada por su sonrisa brillante.

La soledad dejaba de ser un elemento natural en su vida. No era una compañía falsa porque nunca hizo más que solo intercambiar opiniones con el. Ese joven hombre, coqueto y tramposo estaba a su lado porque quería. Estaba empeñado en mostrarle un mundo diferente, uno donde conviniera lo extraño o sin sentido en armonía con las pinceladas perfectas de quien hubiera diseñado el universo. Una parte de él quería esa visión tatuada, para dejar de sentirse extraño.

—¿Hasta dónde iremos, Namjoonie-hyung? —preguntó. Se detuvo bajo una brillante farola, respirando agitado mientras bebía grandes bocanadas de agua y luego ofrecía la botella.

—Hasta el río Han.

—¿Tan seria es nuestra cita? —bromeó, poniéndose más rojo.

—Siempre he pensado que nuestras citas son serías, Taehyung-ah.

Los colores se hicieron más brillantes en aquella piel, incluso la sonrisa se hizo más grande. El menor volvió a pedalear, más rápido que antes.

—¡Eres un tonto! —grito cuando estaba lejos.

Deseoso de encontrar una respuesta a aquella declaración pedaleo tras él, intentando alcanzar su silueta cada vez más distante. A medida que se acercaban al rio Han las luces se tornaron más brillantes y multicolores. En la oscuridad de la noche caían sobre la espalda del otro Kim. Encuadrando una imagen surrealista de lo que parecía ser la felicidad, por más efímera que fuera.

Condujeron hasta la mitad del puente y luego se sentaron entre los barrotes. No dijeron mucho entonces. Se dedicaron a observar la profunda oscuridad del agua. En los bordes del río la ciudad brillaba multicolor y sobre ellos el reflejo de la oscuridad. Era un paraje extrañamente nostálgico.

—Debí traer mi cámara —dijo finalmente, suspirando decepcionado.

—¿Te gusta la fotografía? —preguntó Namjoon. Interesado por conocer mucho más sobre aquel que dejaba de ser un extraño.

—Solo un poco —sonrió. Giro en su dirección, usando los dedos para formar un cuadrado—, pero estoy seguro que tu imagen cuadra de maravilla con este paisaje maravilloso.

Se sintió un poco avergonzado. Pensaba que solo él podía imaginarse como una parte de ese paisaje tan lindo y ahora Taehyung le mostraba una sonrisa mientras decía que era parte de ese cuadro. Tal vez no sus interpretaciones no eran las mismas, pero que ambos hubieran visto la misma pintura se sintió agradable.

Después de eso, tal vez Namjoon imaginó a ese hombre a su lado, con sus cabellos dorados iluminando la noche, haciendo de él, parte del todo.


4


Los humanos eran volubles, lo sabía porque él también lo fue alguna vez. Perdían el tiempo en discusiones tontas, se enojaba por cosas que él consideraba sin sentido. Taehyung caminaba unos metros delante de él, pisando más fuerte para demostrar su molestia. Ni siquiera volteaba a mirarlo para asegurarse de que seguía ahí. Cuando llegó al pie de la escalinata se dejó caer molesto. Escondió su rostro entre sus piernas y fingió no escuchar a Namjoon cuando se sentó a su lado.

El mayor metió sus manos al bolsillo, sacó algunas de las semillas que tenía en mano y las lanzó hacia las palomas. Estaba haciendo un poco más de frío, le preocupaba un poco porque Tae había decidido asistir a su cita con solo una camisa.

Fotografía mejor de lo que pinta sin duda, —había comentado mientras estaban en el salón, observando los trabajos de Vante, aquel artista que tan fascinado tenía a su joven interés— debería dedicarse a eso en vez de hacer más pinturas horribles.

El castaño le había devuelto una mirada molesta, atisbo que su mano derecha quiso levantarse y asestar una bofetada. No lo hizo. Solo bajó la mirada y continuó caminando a su lado mientras seguían observando las fotografías. Se detuvieron frente a una de tamaño miniatura. A blanco y negro.

En ella se observaba parte de su rostro, solo un ojo mientras sus labios mantienen un cigarrillo que lanzaba grandes cantidades de humo. Su rostro estaba cerca de la cámara, recostado sobre uno de sus brazos, un ángulo cerrado con solo ese plano. Le pareció fascinante. Porque era una fotografía tomada a color que parecia a blanco y negro, denotaba una tristeza intriseca y un amor absoluto al arte. Reconoció por supuesto, en esa belleza a su acompañante. Porque los labios de Taehyung, delgados y con un lunar eran lo más apetecible que había conocido los últimos meses.

—Es fascinante —logró argumentar, aún absorto en la imagen, incapaz de comprender qué era lo que lo hacía tan atractivo. —Eres un maravilloso modelo, realmente tu er-

—¿Mejor fotógrafo que pintor? Pff

Tenía los ojos cristalinos. Giró sobre sus talones y empezó a caminar fuera del lugar. Kim, en medio de esas fotografías, guió su vista fuera de la pieza y leyó “Autorretrato” firmado, Vante.

No neceisataba sentirse como un idiota, sabia que lo era. Que sujeto insoportable y pretencioso era. La última temporada su dongsaeng se había mostrado entusiasta por mostrarle más allá de lo convencional, por explicarle que no todas las obras estaban vacías como él insistió. Probablemente ese fue su último intento, por eso le había revelado quién era. No solo un imbécil sin tacto que había sido hater molesto de todo su trabajo, sino también ahora le escondía su identidad.

Mientras salía de la estancia en busca de su cita se cuestionó si algo habría cambiado si hubiera sabido la verdad desde el inicio. Taehyung tenía una personalidad magnética que le tenía un poco enamorado, pero él también era Vante, ese artista que llamaba mediocre cada vez que asistían a una de sus exposiciones. ¿Cómo se habría sentido el miserable Tae mientras le escuchaba hablar de esa manera de su trabajo?

Sentados en el silencio ruidoso de la ciudad, Namjoon quiso cambiar sus palabras. ¿Serían sinceras? No lo sabía, tal vez no. Pero la verdad dolorosa —más crueldad que verdad— por fin había terminado su ritual. Observó el cielo cada vez más gris, presagio de una lluvia turbulenta.

—Tal vez pienso que eres mejor fotógrafo que pintor —dijo finalmente, lanzando las últimas semillas que le quedaban ante la mirada molesta de unas ancianas—, no creo cambiar mi opinión sobre muchos de esos cuadros pero te debo una disculpa. Debí ser más respetuoso, tal como me has explicado, todas las obras tienen un trabajo detrás. Después de ver tus fotografías hoy… creo que he sido un tonto, Vante es un artista maravilloso.

Taehyung dejó de esconderse, sacó un pañuelo de papel de su bolsillo y se limpió la nariz. Estaba rojo en todo el rostro, pero no el rojo bonito sino el doloroso. Era su culpa. Contrario a lo que le gustaría, esa vulnerabilidad caló en su pecho, como una pequeña necesidad de cuidarlo un poco más. Los humanos había aprendido él, peleaban por cosas que podían ser absurdas, también se reconciliaron con una velocidad algunas veces alarmante.

—Nunca has dejado de mostrar tu desagrado con mis obras y ahora quieres que te crea que soy un buen artista. —No se levantó, solo giró su rostro en su dirección, molesto, serio.

—Ojalá estuviera mintiendo, tus fotografías son fascinantes. —Namjoon inclinó un poco el rostro, acercándose lo suficiente para acariciar sus narices. No habían sido tan íntimos, así que cerró los ojos dejándose llevar.

Rozaron sus labios un poco, tímido como era él y apasionado como Tae. Un contacto que se impregnó del naranja del atardecer. Se besaron un poco más, hasta que giraron el rostro y sus labios encajaron lo suficiente para que el intercambio se sintiera más excitante.

Cuando acabaron la sesión no había palomas, los postes de luz estaban encendidos y la calle se sentía desierta. Pegaron sus frentes, respirando lentamente.

—Tus pinturas sin embargo, son malísimas —comentó el mayor, fuera de lugar por supuesto, aunque necesitaba decirlo para no quedar como un hipócrita.

Taehyung colocó sus manos en las mejillas enormes de su cita y luego empezó a reir como un tonto.


5


Hace una semana le había revelado su identidad como artista. Su hyung aún parecía odiar sus pinturas. Sin embargo, le había propuesto una serie de citas detalladas a modo de disculpa. Parecía genuinamente avergonzado por ser tan venenoso. Taehyung, un hombre libre de resentimientos aceptó las disculpas y todo lo que venía con ellas.

—Un viaje de una semana a Ilsan-gu, a su mansión —le comentó a su hermano mientras revisaban que los cuadros recién traídos estuvieran en perfecto estado. —Me ofreció quedarme con él, ya sabes, para conocernos mejor.

—¿O para que te coma?

—No hemos llegado a ese punto aún.

—Escucha, Taetae —su hermano, alto y con un bonito traje negro volteo a verlo incomodo. —Namjoon es un buen socio comercial, si me preguntas a mí, no iría. Es muy atractivo y todo pero hay algo en su actuar que no me agrada, es como si… como si fuera de otro lugar.

—¿Entonces no te agrada? ¿Qué harás cuando estemos casados y lo lleve a la escenas familiares?

Ambos se quedaron en silencio. Se vieron a los ojos hasta que uno de ellos parpadeo, fue el mayor a falta de sus lentillas. Tenía las cejas muy fruncidas mientras intentaba concentrarse de nuevo en su trabajo. Si algo sabía de su hermano menor, era que era pésimo eligiendo intereses amorosos. El boxeador enclosetado Jeon algo que le terminó pegando, el infiel Park que se casó con su mejor amiga. El más decente había sido Min Yoongi, un productor musical que al alcanzar el estrellato tuvo que terminar su relación por falta de tiempo. Y ahora el misterioso Kim Namjoon.

Apareció de la nada hacía cinco años y le ofreció donaciones cuantiosas a cambio de cierto tipo de información. En esa época Jin acababa de heredar el museo familiar y Taehyung era un pobre tonto que acaba de enlistarse al servicio militar —porque no queria hacerlo cuando fuera muy viejo, había comentado—. Las donaciones le permitieron generar un patrimonio y hacerse un poco de publicidad. El museo Kim se fue popularizando como un lugar de prestigio y varios artistas empezaron a pagar para conseguir un lugar durante alguna temporada. Su hermano menor había conseguido un espacio durante la exhibición solo porque el artista de turno había conseguido un lugar en el Museo de Seúl.

Así que podía decir que la relación que tenía con ese hombre extraño era netamente comercial. Sus reuniones en su despacho siempre eran cortas y cuando se encontraban en algún evento hablaban solo sobre los objetos que llevaban a la subasta o al museo. Intuía que era un tipo metido en negocios turbios, su interés por los libros antiguos, grimorios y posiciones no era normal. Si era sincero, quería mantenerlo lo más lejos posible de su hermano. Pero ese era otro asunto. A diferencia de él, Taehyung siempre tuvo claro que quería la libertad de tomar sus decisiones, así está pusiera en riesgo su integridad. Como hermano mayor y tutor leal, él se la dio.

—Harás lo que quieras de todos modos ¿realmente quieres saber qué opino?

—Es lo más importante para mi Jin-hyung.

—Namjoon no ha tenido parejas antes, nunca presentó a alguien. Pero se sabe que tiene muchos acompañantes, mujeres, varones, da igual. No se alguien así merece a un chico tan comprometido como tú.

Le dio unos toques en los hombros, una sonrisa y se fue a verificar el segundo camión.

El castaño se quedó solo, mirando los paquetes bien sellados. Siempre pensó que Seokjin era una clase de dibujo. Sabía cuando alguien sería una buena pareja o al menos eso aparentaba. Ninguno de los chicos con los que salió resultó bueno. De todas maneras asistir a una semana de cenas, paseos en bicicleta y turismo en Ilsan no implicaba que ellos fueran a formalizar algo. Probablemnte tendrian unas noches de sexo y luego se dejarían ir.

Eso esperaba al menos.

Tomó su teléfono. Observó en su Kakao el último mensaje que el moreno le había enviado. Kim Namjoon. No tenía una foto de perfil, sino un paisaje de flores amarillas. Una semana en una mansión con un tipo ardiente, amante del arte renacentista y el hater número uno de sus pinturas.

—Peores cosas hice antes.

Se colocó los auriculares. Camino hasta la parada de autobuses y abordó justo a tiempo para cubrirse de la lluvia. Al llegar a casa, ante su propia incredulidad, se encontraba alistando un par de maletas, documentos y dinero. También colocó el lubricante y los condones nuevos. Una verdadera protección.

A la mañana siguiente le envió los datos de su vuelo y toda información a su hermano mayor. Jin le respondió con una grosería.

Se aseguro de desconectar todos los aparatos, cerrar las llaves y no dejar nada fuera de lugar. Antes de salir se colocó el relicario de plata que su madre le había obsequiado cuando cumplio doce y partió rumbo al aeropuerto. Pasó el camino mensajeando con Namjoon, enviando capturas de algunos restaurantes que siempre quiso conocer. La amena charla se detuvo cuando fue hora de abordar. Un nerviosismo se instaló en la parte más baja de sus abdomen.

Las lluvias siempre le causaban escalofríos.


6


Cuando Namjoon le dijo que tenía una mansión imaginó algo más actual. Una casa angulosa con los diseños atrevidos de un arquitecto extrangero. Había un jardín enorme, en eso acertó. Aunque el diseño era rudimentario. Todo el lugar —alejado de la ciudad, claro— le recordaba a un palacio. ¿Namjoon descendía del emperador Sunjong? El porte de Realeza ya lo tenía sin duda.

El interior de la casa contrastaba con el patio y la arquitectura tan tradicional. Fuera de lugar. Los pisos de madera estaban muy pulidos y algunas paredes eran de concreto. Namjoon le guió por el pasadizo exterior hasta una habitación enorme. Las paredes de papel estaban pintadas a mano, con hermosos acabados en tinta.

—¿Dormiré en el suelo? —preguntó dejando su mochila a un lado.

Aunque le emocionaba todo el asunto de una mansión tan tradicional, nada le salvará del frío de la noche. Además, las habitaciones exteriores estaban hechas para la servidumbre y él era un príncipe.

—Solo tengo una habitación interior, si no te incomoda compartirla puedes dormir conmigo.

—¿Que clase de tonto construye una mansion con un solo cuarto? —levantó su mochila con una sonrisa. Tomó la mano curiosamente fría del anfitrión y caminó hacia el interior del edificio. —Vamos a nuestro cuarto hyung.

Fue un poco decepcionante. La habitación de Namjoon era tan simple como la otra. No había oro ni rojo por ningún lado. Pero la cama era enorme, no dudo en lanzarse encima. Tenía sábanas de seda de verdad y una enorme pantalla led delante. Había una puerta a la derecha y otra a la izquierda, alguna deberia ser el baño. Al rincón, un montón de libros. Era un cuarto acogedor.

—Namjoon, eres un hyung malvado —se quejó— querías privarme de estos lujos.

—No es una habitación lujosa —negó. Acercándose a la cama.

Taehyung tiró de su brazo. Gimió un poco por la caída torpe pero envolvió sus piernas en las caderas de Nam. Tomó su rostro y no se contuvo de besarlo. Un poco duro porque en esa privacidad nadie podría molestarlos.

—Tu eres el lujo —coqueteo. Metió las manos bajo la camiseta que traía. Sintió su pecho duro, lleno de relieves que indican una excelente condición, tal vez demasiado buena— ¿Te gusta mucho el ejercicio?

—Solo si a ti te gustan los chicos fuertes —respondió el mayor, deslizando la prenda sobre su cabeza.

—Me gustas tú, así que…

Namjoon le devolvió la sonrisa, beso su rostro, ahí donde los lunares intentaban esconderse bajo el maquillaje. Finalmente descendió hacia su cuello, Sintió una increíble fascinación por el calor que emanaba esa zona. Succiono con descuido, sintiendo la vena yugular bajo sus labios. Lo hizo con fuerza, deseaba arrancar la piel y llegar a la sangre, casi sintió sus dientes clavarse. Solo tenía que abrir la boca un poco más, un poco más.

—¡Basta, me lastimas! —el otro Kim tiró de su cabello con fuerza. Inmediatamente cubrió el moretón con su mano— ¿Sabes que la gente puede morir por culpa de estos chupones? ¡Eres un bruto!

—Perdón, me dejé llevar por un momento —tomó con cuidado la mano ajena, descubriendo la zona. Estaba muy rojo, tal vez se pondría un poco morado.

Que idiota. No se había dejado llevar así en mucho tiempo. La idea de la sangre fresca, de la sangre de un artista tan apasionado lo mareó por un instante.

—¿Está muy feo?

—Un poco, —el castaño frunció las cejas. Lo hacía constantemente, era la señal inicial de una gran molestia. Lo lamento.

—Si tu disculpa es sincera, tendrás que dejarme hacer lo mismo.

Afuera el granizo golpeaba de manera bulliciosa y los relámpagos surcaban los cielos. Dentro de la habitación por el contrario no cabían ruidos del exterior. Ya sea que la habitación está insonorizada o esté soñando, Taehyung solo odia escuchar los gemidos encantadores de su hyung. Saboreaba el sudor que perlaba su cuello mientras continuaba besando y succionando ligeramente la zona. Nunca había sido fan de esa práctica, pero había un atractivo innegable en dejar esas marcas en un hombre tan complaciente como Namjoon.

Una de las grandes manos cayó sobre su trasero desnudo, pesado. Casi pensó que era una nalgada. Masajeó traviesa los grandes glúteos hasta que el dedo medio acaricio su entrada. Estaban ardiendo y esa estimulación le hizo morder ligeramente la piel. Namjoon tenía la mano cubierta de lubricante a causa de su propia preparación.

—No hagas eso, soy muy sensible —recriminó.

—Si no te mueves tendremos que cambiar de lugar —se burló un poco, introduciendo el dedo, sintiendo el calor de Taehyung. Ambos gimieron. Disfrutó de la estimulación sobre su próstata un poco más y luego se levantó.

Nam abrió más las piernas. Usó sus propias manos para sujetarlas y dar una vista completa de su trasero, de cómo el pene de su amante permanecía ligeramente dentro. Se le escapó un quejido demasiado vergonzoso cuando el castaño metió su miembro completamente y empezó a moverse. Tenía los ojos cerrados mientras lo hacía. Se inclinó sobre él, doblando un poco más para llegar a su boca. Compartieron algo que intentaba ser un beso, pero era más succión que masaje.

Taehyung empujó sus caderas más rápido, tirando del labio inferior de Nam mientras sentía su orgasmo muy cerca. Babeo cuando los esfínteres apretaron su miembro, exprimiendo el líquido preseminal, invitando a correrse. La risa coqueta del moreno, mientras apretaba para mantenerlo dentro fue un detonante intenso y terminó corriéndose en el condón. Un espasmo subió por toda su columna, tan intenso que cerró los ojos por puro instinto. El embriagante éxtasis duró un instante y se fue diluyendo junto a su energía. Dio lo mejor de sí para masturbar el pene erecto del anfitrión, apretó un poco el tronco, masajeo el glande con movimientos giratorios. Jadeó. La mano ajena se unió a su trabajo y besó su pecho hasta que el semen saltó, ensuciando sus cuerpos.

Fue relajante.

Compartir las respiraciones agitadas mientras permanecían sucios creó un lazo de intimidad. Enredados uno con el otro sintieron una chipa volverse flama. Uno lo aceptó con una enorme sonrisa, el otro deseo que el tiempo se detuviera y asesinara ese atisbo de humanidad.

Aunque sentir más que atracción era peligroso, también era el arte.


7


Acordaron evitar los museos grandes durante los primeros días. Fue una idea de Taehyung, para ayudarle a generar una visión más amplia del mundo y del artista. Aunque entendía que los museos de arte contaban con una gran variedad de artistas grandiosos, con merecido reconocimiento por su trabajo, defendía la idea de que el mejor arte no siempre estaba en museos pretenciosos.

—Ese es el arte elitista que solo los ricos desean ver —había comentado mientras cenaban una pizza enorme—, creo que ese es tu problema, tienes la mente dentro de un palacio y no ves más allá.

—Sin embargo también también existe uno de tus cuadros en uno de esos lugares.

—Fue solo suerte y ese no es él punto.

Por ese motivo se encontraban paseando por una plaza, no en la zona central de la ciudad. Habían toldos amarillos rodeando la plazoleta y en cada estand se podia conocer a un nuevo artista. Taehyung estaba emocionado, caminando lentamente entre las zonas de caricatura y pasando por la sección realista. Algunas ocasiones compartía la opinión de Nam pero en su mayoría discutían sobre las técnicas empleadas. El arte que observaban era completamente diferente al de otro artista. En algunos caso compartían la técnica de la escuela de artes y en otra los trazos desprolijos de los amateur eran dominantes.

Cerca del mediodía Taehyung había perdido un poco la esperanza. Conseguir abrir el tercer ojo de un hombre tan ortodoxo se estaba volviendo frustrante. Sentía ganas de arrancarle la cabeza y discutir con los pequeños ahí dentro que se negaban a escuchar.

Se detuvieron casi al final del circuito, la zona menos visitada del lugar. No era un cuadro demasiado grande, pero fue intenso. Captó la mirada de ambos de inmediato. Un hombre de cabello negro que cargaba a su amante mientras moria su cuello. La sangre desprolija se derramaba desde arriba y manchaba toda la piel, sirviendo también para esconder parte del desnudo. No tenía la intención del realismo así que estaba llena de colores morados y verdes, en un bosque surrealista que buscaba recordar a adam y eva. Al observar el resto de cuadros, repitiendo el patron de parejas del mismo sexo entendía proque tan poca gente se detenia en ese lugar.

Namjoon compró el cuadro.

Al llegar a casa caminaron entre todas las estancias, rebosando de pinturas de distintos tipos. Buscaron juntos el lugar adecuado para una pintura tan atractiva. Era disruptora, entendieron. Sin muchos ánimos terminaron por colgarla en el salón principal. Se sentaron en cojines mullidos a observar, como si mágicamente fuera cobrar vida y la historia finalmente podría acabar. El más entusiasmado era su hyung.

Estaba ansioso.

No es que fuera el primer cuadro sangriento ni el más explícito. La técnica empleada en él era torpe en algunos acabados, era la obra de un principiante. Resultaba alentador que un tipo tan molesto la haya comprado y colocado en su gran salón. También era inquietante.

—Conozco un juego divertido —irrumpió en el silencio cada vez más pesado—, lo vi en internet.

El pelinegro no dejó de observar el cuadro, pero parpadeo para hacerle saber que escuchaba. Taehyung, impaciente como era, tiró de sus brazos y se subió a horcajadas. Se convirtió en la única pieza que aquellos ojos oscuros pudieran ver.

—Este es el juego, ambos tomamos un lienzo y empezamos un dibujo, cada cinco minutos cambiamos el cuatro por el del otro y vamos completando una obra maestra.

—Mejor salgamos a pasear con bicicletas —propuso. Tomó ventaja de su posición y acercó su rostro al cuello largo del castaño. Pasó la nariz por toda la zona, con lentitud para sentir su calidez. Aspiro el aroma de una colonia que intentaba imitar al bosque, también llegó el sonido de la sangre.

No estaba seguro de porqué estaba tan obsesionado con el sonido que producía su circulación. Perdido en su memoria, llegaban a él fragmentos de un ser parecido a él, no sabía el género que tenía pero recordaba sentirse igual de atraído. Fue su condena sin embargo, sentir aquello en ese entonces. El tiempo había transcurrido tan lento que ahora que finalmente tenía el calor que un humano podía entregarle estaba enloqueciendo. ¿Cuándo fue la última vez que yació con un amante que no hizo lo que pidió porque vio sus ojos? ¿Cuando alguien le había otorgado tanta calidez sin esperar nada a cambio?

Kim Taehyung era un espécimen fuera de lugar. Estaba existiendo en una época demasiado precaria, que limitaba su visión y su pensamiento. Él también era un limitante. Pero se negaba a dejarlo escapar de sus brazos. Ahora que habían pasado tanto tiempo juntos, la soledad se convertiría en un martirio al que no quería volver a acostumbrarse.

¿Era egoísta de su parte desear que se quedara un poco más, desear beber de él hasta saciarse y luego reanimarlo usando su propia sangre?

Estaba tan mal, lo sabía. Ni siquiera estaba contemplando la posibilidad de perder ese afecto y que se transformará en odio. Cuando aspiraba la vida que desprendía su piel los pensamientos se volvían niebla. Quería convertirlo en un cuadro y admirar eternamente su ser tan brillante. Ojala el tiempo dejará de serlo, ojalá él dejara de ser él.

—Hay un claro no muy lejos de aquí, —dijo finalmente, sin saber que haría una vez estén allá. El tiempo en soledad culminaría a la mañana siguiente. Entonces deberían volver a sus vidas. Taehyung debería volver a su estudio, a pintar sus horribles cuadros y él se encerraría en su habitación sin ventanas. Con los ojos abiertos observaría el único cuadro que adornaba la estancia y al parpadear estaría en un nuevo mundo. Sin el mundo que conoció brevemente, sin él, sin su yo.

—Podríamos llevar una carpa y pasar la noche fuera —solos, detenidos en el tiempo. Quería tanto suplicar por sentirse vivo una vez más.

—¿Y luego vas a asesinarme? —bromeó.

La luna, a causa de un fenómeno de perihelio en luna llena, brillo más intensa. Luz azulada abraso sus pieles. Dio un brillo que quiso ser dulce pero oscureció la pequeña broma.

Y en ese instante imperecedero todo se volvió maravilloso. Como si no fueran un artista conceptual extravagante, obsesionado con romper los paradigmas y ser congelado en el tiempo, aferrándose a los momentos que los cuadros le daban.


8


Taehyung no desconfiaba de Namjoon. había pasado los últimos meses intentando conocerlo un poco más y sentía que esa semana en especial habían creado un lazo que iba más allá del me gustas. ¿Podrían culparlo por imaginar que estaban construyendo un puente hacia el ansiado amor?

No lo decía en voz alta por temor a quedar en ridículo, a ser rechazado de nuevo. Sin embargo, constantemente se descubría soñando con ellos juntos. Cumpliendo la broma que le hizo a Seokjin y llevando a ese hombre ante su familia. A veces se imaginaba paseando aferrado a su brazo, incluso caminando tomados de las manos.

Se sentía ridículo, porque era un adulto soñando con cosas de adolescente.

Al inicio Namjoon era tan serio respecto a ellos que a veces temía expresarse mal y no saber como repararlo. Los últimos días descubrió que en realidad era alguien torpe, tímido y muy fácil de avergonzar, compartían una extraña complicidad que les permite entenderse incluso en el silencio. Aun era un idiota con sus opiniones, demasiado frio incluso con los novatos, pero muy sensible al regar sus plantas o pasear en el jardín.

Muy atento a las necesidades de su huésped, a las de su compañero. Demasiado torpe para cocinar —también él si era sincero—, llamaban al repartidor con demasiada frecuencia y cuando estaban muy avergonzados salían directamente a comer. Paseaban por todos los lugares que podían, comían helados y jugaban “piedra, papel y tijeras”. Incluso tuvieron sexo en mas lugares que solo la habitación.

Tal vez era inseguridad o temor, pero el imaginar sobre el significado de esas acciones hacía que sus intestinos se retorcieran de manera dolorosa. Cuando se sentaban en la cama, rodeados de bocadillos y ponían una película esa molestia se intensificaba. ¿Eran más que solo amigos?, ¿eran el uno para el otro?, ¿existía la posibilidad de un futuro? No se atrevía a preguntar.

Cuando la oscuridad era muy espesa se levantaba y se encerraba en el baño para llorar un poco. Se maldecía internamente porque era justo lo que quería evitar. Se recriminaba su propia ingenuidad. Que se dejarían ir. ¡Que tonto!

Le gustaba tanto la compañía de Namjoon, como le hacía sentir. La soledad huía despavorida cuando estaban juntos observando un cuadro, cuando terminaban de ver una película y la criticaban, cuando leían algún libro y algunas de las líneas les parecían cursis. Su hyung incluso subrayaba algunas y le decía que eran para él. ¿Cómo le dejaría ir cuando la semana acabará si quería fundirse con él?. Solo hasta que tuviera suficiente. Tal vez hasta que su mayor se harte de él, todos se hartaban de él.

Entonces se conformaba con el tiempo que se dieran juntos, incluso si nunca establecen adecuadamente lo que eran. El arte conceptual y abstracto era tan basto, siempre tendría una exhibición nueva a la cual invitarle, siempre habría un cuadro feo o una performance para discutir. Incluso si lo que tenía nunca llegaba a ser correspondido quería quedarse un poco más.

Si no conseguía que aquel sentimiento de me gustas evolucionara, al menos quería que su visión del arte fuera más grande. Ese sería un verdadero cambio, sería dejar una huella en alguien.

¿Por que estaba enloqueciendo tan fácil por un poco de afecto?

Cuando volvía a la cama y observaba su rostro dormido, con la mejilla aplastada contra la almohada, no tenía dudas del por qué estaba loco. Quería sentirse amado por él. Nam se sentía como un abrazo cálido, como seguridad y sinceridad. Por una vez quería ser ambicioso. Si pudiera irrumpir en su vida el tiempo suficiente para que la soledad fuera un momento y no una constante, para mostrarle un mundo más vasto lleno de arte en todos los lugares. No había maldad en desear ser el que rompiera sus parámetros. ¿Estaba mal soñar con amor de su parte?

Los momentos juntos no se sentían finitos, ni obligados ni dolorosos. Por mucho tiempo le hicieron pensar que ese era el amor que merecía, porque los hombres como él no pueden aspirar a más que dolor. Pero sus momentos en el museo, en la cafeteria o comiendo helados, incluso las caminatas noscturnas o el sexo le hacian sentirse libre. Le decían que podía aspirar a felicidad y un amor que no fuera lacerante.

Incluso imaginaba que un día le hubiese enseñado tanto que cuando vuelva a ver sus cuadros no los odie sino los llame “arte”. Tenía la firme creencia de que lograría ese cambio.

Estaba loco.

—¿No puedes descansar? —La voz profunda de su amante llenó toda la estancia, tan limpia que parecía nunca haber dormido.

—No dejo de pensar en el cuadro de hoy —mintió—, me causa curiosidad porque la compraste.

—Era un buen cuadro —contestó. Abrió finalmente los ojos. En la completa penumbra daba la impresión de que eran rojos y no cafés. —Pero se que esa no es la razón.

—Lo es, ni siquiera es un cuadro con buenos acabados y la intención es tan ambigua, —suspiro, enredando sus piernas para generar mayor intimidad, para darse un poco de confianza— quiero conocer el varadero motivo.

—Me recuerda a alguien.

Tal vez no estaba listo para esa respuesta, no después de tantos pensamientos inseguros en una noche tan corta. Namjoon piensa en alguien constantemente, alguien que no es él. Tan importante que le hizo contemplar un cuadro feo durante horas.

—Y esa persona…

—Está muerta —interrumpió. Pero no había rastros de enojo, ni siquiera nostalgia. —Murió hace mucho tiempo.

—¿Pero aún lo amas?

—Está muerto Taehyung, ya ni siquiera quedan sus huesos.

Incómodo. ¿Estaba hablando de más nuevamente? Apretó los párpados, esperando el regaño o el abandono. Cualquier muestra de desprecio que rompiera sus estúpidas ilusiones. ¡Que tonto!, se repitió nuevamente. Su encantador hyung no era como los otros. No le castigó con indiferencia o dolor, tomó su rostro suavemente y besó su frente. Lo acunó en sus brazos y detuvo el temblor que le acompañaba.

—No recuerdo si alguna vez lo amé, —le confesó— solo era un hombre que estaba obligado a estar a mi lado, a quitar mi soledad, pero murió.

—¿Obligado?, ¿tus padres le pagaban para ser tu amigo?, ¿cómo murió?

—Ya no lo recuerdo, ¿pero sabes una cosa?

—¿Qué?

—Él nunca sintió por mí más que miedo, así que nunca me amó, tal vez por eso tampoco pude amarlo de vuelta —besó la frente de Tae de nuevo, apretandolo un poco más contra él, intentando fusionar sus cuerpos para no perderlo nunca. —¿Tú, me temes?

—¿Por qué lo haría? —preguntó burlón, besando el mentón— ¿por tu gran pene?

Ahora era la risa y la calidez las que estaban entre ellos. Esa complicidad que tanto maquinaba en la mente del menor y tantos sentimientos despertaba en el mayor. Tenía un tinte tan dulce que se tornaba adictivo en algún punto. Empalagoso como el beso que empezaron a compartir.

—Acompáñame al río, quiero mostrarlo antes de que te vayas. —Insistió nuevamente, deseando que esta vez nada les detuviera.

—Podemos ir en otra ocasión.

—No será tan bello, no ocurrirá otro perihelio como este hasta dentro de un año.

—¿No planeas que estemos juntos hasta el siguiente año? —aunque era una pregunta, sonó a una afirmación silenciosa. Dolió un poco más después de haberse ilusionado.

—¡Claro que quiero, si tu me permites! —alzó la voz, un poco asustado—, quiero decir, para el siguiente año se han propuesto construcciones por esta zona, ya no será tan silenciosa y probablemente deforesten la zona. Vamos juntos una vez, puedes pintarlo si gustas.

No mentía, pero mentía un poco tal vez.

Ambos Kim le tenían miedo a la soledad, aquella que se había cernido sobre sus vidas y no quería irse nunca.

Taehyung aceptó.

No desconfiaba de Namjoon y sus intenciones. Creía en ellas, porque anhelaba que sus momentos juntos mutaran en una vida plena.

Salieron pasada la medianoche, llevaron prendas para pasar el frío y linternas aunque no eran necesarias gracias a la intensa luz de luna. Siguieron un sendero tranquilo. Entre árboles enormes, con ramas vistosas, ramas desnudas que permitían una grata iluminación.

Avanzaron confiados, tal vez uno más que el otro.


9


No siempre estuvo solo.

Recordaba vagamente una época cuando los pasillos de su mansión estaban llenos de voces. Cuando los pasos creaban ecos en la madera y la desgastaban. Si se esforzaba podía recordar a su madre caminando con sus largos cabellos negros en medio de la noche. La voz de su padre y los regalos de los maestros. Alguna vez fue un niño. fue alguien diferente.

En aquel entonces no habría imaginado el destino que le esperaba. Igual que los vampiros que nacieron antes que él, heredó la responsabilidad de mantener viva la fuerza de sus sangre. No tuvo hermanos así que desde joven acompañó a su padre a las reuniones que se realizaban entre las casas más importantes de vampiros. Descendían de la sangre Kim-Jin, por tanto muchos temían su naturaleza violenta.

Desconocían la afable naturaleza del heredero, quien era una amante perpetuo del arte. Prestaba mayor atención a sus clases de caligrafía y pintura. Fue dotado con una inteligencia que le permitió desenvolverse en la política con facilidad. Cuando llegó la hora de tomar el mando de su casa, la tragedia asedió.

El segundo emperador de la dinastía Choseon, Taejong, tras ascender al poder cortó los lazos políticos con la casa verde y la corte del dragón. Retiro todos los privilegios de las criaturas dejándolas a merced de los cazadores. Durante ese periodo ocurrieron alianzas inesperadas y principalmente migraciones. La mayoría de vampiros se movilizaron al reino central o al país del sol naciente.

La fortuna no acompañó a su casa. Sin la protección de la casa verde y con la pobre cantidad de jades que tenían solo lograron esconderse entre el pueblo humano hasta que Sejong el grande tomó el poder. Se ofrecieron recompensas, se obligó a la gente a portar anillos de plata que demostraran su naturaleza humana y pronto la milicia llegó a los pueblos aledaños. Asesinaron a todo aquel que se negara a pasar la prueba.

Kim Namjoon, quien había logrado esconderse sirviendo político se vio obligado a huir con la poca gente que le quedaba. vivieron entre las montañas durante esos tiempos. Aquellos que no eran de sangre pura se vieron obligados a comer de cadáveres rancios. Como el único vampiro puro que quedaba de su linaje, sobrevivió de carne de conejos.

Entonces la salvación pasó por ese bosque, con finísimas ropas y oro en el cabello. Nunca supo si aquella persona lo amo de verdad o si fueron sus ojos sedientos los que manipularon para crear ese sentimiento. Independiente a eso, se le otorga como recompensa ropa y un puesto de trabajo en la biblioteca. El anillo de plata que le fue dado fue hechizado y no reveló su naturaleza.

Urdió un plan.

Susurro en las noches en el oído del heredero, le dio gozo y caricias. Ganó con ello libertades y fue trayendo a su gente poco a poco. En algún momento, realmente empezaron a confundirse con humanos. Cuando tuvo confianza de toda la casa solo tuvo que esperar a la noche y visitar cada habitación. A la semana estaba sentado en el salón principal y se convirtió en el nuevo señor de las tierras. El mundo actuó como si ese siempre hubiera sido su lugar.

Para ese entonces había cambiado por completo el rumbo del mundo. Se encerró en la habitación principal y dirigió a su gente desde ahí. Las guerras llegaron, atentaron contra ciudades pero siempre fue un festín para su gente. De vez en cuando tenía el placer de beber sangre fresca y agradable. Así se mantuvo durante varios años. Negándose a tener un heredero, negándose al afecto que aquellos seres podían otorgar, entregándose a los pocos de su clase con los que mantenía contacto.

Un día llegó hasta su hogar un pergamino.

Tenía un remitente que no reconoció. Al abrir el pergamino, dejando que la luz del mundo pegara su piel por primera vez en siglos, reconoció los trazos de un pintor que existió cuando él apenas era un niño. Se sintió como tener un poco de la vieja época, como un poco de felicidad. Intentó conseguir más de esa pinturas y en cada ocasión las escondió bajo su cama.

Sin darse cuenta estaba recuperando parte de aquella esencia que había dejado en el pasado. Entonces la paz se le fue arrebatada de nuevo. La guerra con Japón no dejó zonas libres y el pueblo donde estuvo viviendo fue arrasado.

Ofreció su dadivosa protección, mantuvo a los invasores a raya durante un tiempo de falsa paz. Pero el pueblo empezó a sospechar y en un par de meses todos sabían lo que él era, lo que su gente era. No fue una sorpresa que a la primera oportunidad se levantarán contra ellos. Lentamente, cada uno de los compañeros que intentó mantener con vida fue desapareciendo. Sin sus soldados malditos el pueblo fue lentamente ocupado por gentes niponas. Tal vez el pueblo se arrepintió de su decisión entonces, pero no le importo ayudarlos.

Un día decidió que estaba cansado de intentar sobrevivir. Si era sincero, el mundo que conoció durante los últimos años eran solo las paredes a su alrededor, lamentable si pensaba que sus progenitores viajaron de reinos a continentes. Pero ya no quedaban más de ellos, más de su sangre y sus creaciones, así que decidió dormir. Se encerró en la habitación principal vestido con las ropas más lujosas que tenía —muy tradicionales si quería comentar—, colocó sus pergaminos con pinturas de hace siglos bajo su cama. Tomó el papel y con su pulcra caligrafía escribió los sellos necesarios.

Uno de los pocos trabajos bien hechos que logró hacer. Sellar su espacio completamente. Al sentarse sobre su cama, sin el peso de lo que era por primera vez en tanto tiempo, el suelo subió por cada parte de su organismo. Como si nunca hubiera nacido, sus párpados cayeron. No respiró más, el morado se apoderó de piel y el frío mantuvo segura la estancia.

Solo fue un instante.

Cuando abrió los ojos los talismanes estaban envejecidos, algunos yacían tirados en el suelo. Aún vestía sus lujosas ropas. Parpadeo un par de veces, recuperando su color natural al sentir un poco de brisa sobre sus mejillas. Finalmente pudo mover los dedos, pudo hacer muecas y ponerse en pie.

Al alzar la vista observó sin inmutarse a una mujer de cabello corto. Tenía ropa que no había visto nunca. No eran como los vestidos de esos cuadros europeos ni el que solían usar las mujeres japonesas que llegaban al pueblo. Gritó como si acabará de ver a un demonio. Dejó caer sus herramientas pero no alcanzó a huir.

Namjoon acababa de despertar de una siesta, estaba hambriento. No se contuvo cuando la tomó del cabello, la pegó a su pecho y ensartó los colmillos directamente en su carne blanda. Sorbió la sangre tibia, tan abundante que incluso desbordaba de su boca y manchaba el piso. No dejó de tragar incluso si la presa dejó de moverse. Oyó voces que al volverse cercanas se convertían en gritos. Tuvo un festín de sangre fresca, tan deliciosa que la consumió mientras desgarraba la carne y trituraba los huesos de aquellas desgraciadas.

La comida se supo como la más deliciosa en siglos.


10


Taehyung gimió.

Con la seguridad de que no había nadie cerca. Disfrutó del viento frío rozando sus pezones desnudos, acariciando su piel cada vez más sensible a causa del sudor que perlaba ambos cuerpos.. Estiró más su cuello, pegando la espalda al pecho fornido, sintiendo los duros pezones contra sus omoplatos. No estaba interesado en hablar, quería disfrutar de las manos cálidas que bajaban por su piel, adorando todas sus curvas, amasando su carne.

Se dejó caer de nuevo sobre el regazo ajeno, sintiendo como el erecto miembro volvía a llenar sus entrañas. Metiéndose más que la primera vez, estirando su carne hasta un punto incómodo, rozaba su su próstata con descaro. Se meció atrevido. Tomó las manos ajenas y las llevó sobre su pene, aumentando su excitación.

Ya ni siquiera recordaba cómo habían terminado en esa situación. Tampoco necesitaba pensar, necesitaba aferrarse a ese momento. Andaron entre susurros por el sendero de tierra hasta llegar a un pequeño claro iluminado por luz de luna. Las aguas del río eran tan calmas que parecían un lago. El paisaje, tal como le había prometido, era tan hermoso que estaba apunto de llorar.

Se sentaron en la orilla. Hablaron poco sobre ellos, lo que tenían y lo que querían compartir en un futuro. En algún punto se sintió embriagado por el paisaje, por las palabras. Entonces se acercó al bonito rostro de su amante. Examinó sus facciones, sus ojos alargados e imponentes. Como el negro de sus ojos se volvia intenso. Pasó los dedos por su nariz redonda y acarició los labios. Observando su existencia pincelada, Taehyung volvió a pensar que Namjoon se sentía fuera de lugar. Fuera del tiempo.

Como un extraño que se perdió en medio de la vida y en algún punto emergió de una pintura extravagante. Se lo hizo saber.

Namjoon soltó una carcajada que revolvió su cabello espeso. No respondió con palabras, tomó su rostro y profundizó un beso desquiciante que obligó a trabajar de más a su pulmones.

Después de eso solo recordaba las mordidas, los gemidos compartidos, la lengua traviesa apropiándose de su boca. Las manos que se metían bajo la ropa y el dolor de estar arrodillado sobre tierra pedregosa. Sabía que era una pésima idea, incluso incómoda. Pero cuando Namjoon tomó su pene y le chupo hasta los sesos lo olvidó por completo.

Y ahora estaba cabalgando sobre el pene que debería darle miedo. Con los ojos cerrados, gimiendo alto. Confiaba que incluso estando fuera nadie los vería.

Podía sentir la intensa luz de la luna sobre los párpados, la tierra raspando sus rodillas, la cálida manos masturbando su pene mientras la otra le sujetaba la cadera para no caer. Si ese era el plan secreto desde un inicio, por más fetichista que resultara, no se hubiera negado a traer una carpa o una colchoneta que les facilitara el trabajo.

Dejó de saltar por un instante, cuando las piernas empezaron a quemarle por el esfuerzo. Namjoon sonrió de nuevo, una risa sexy que causó un poco de eco. Concentró sus ánimos en recuperarse, sintiendo el miembro rozando su próstata con cada ínfimo movimiento. Era como si la briza intensificará las sensaciones a un punto alarmante, podía escuchar su propio corazón pero no supo detectar en qué momento la mano del mayor llegó a su rostro.

La nariz de Namjoon se paseo por su cuello extendido, luego fueron sus labios y finalmente empezó a succionar en la curvatura. No quiso negarse en esa ocasión, dejó que continuara mientras animaba a la otra mano a acariciar. Empezó un movimiento lento con las caderas, retomando su ritmo inicial.

—¿Te quedarías a mi lado, Taehyung-ah? —le oyó susurrar.

—S-sí —respondió de inmediato. No era demasiado fan de lo cursi durante el sexo, preferia que este sucediera despues del orgasmo, cuando estaba tan sensible que cualquier cosa le hacía llorar. Estaba totalmente perdido, pensó, cuando aquellas palabras aumentaron su excitación.

—¿Incluso por cien años? —preguntó de nuevo, moviendo la mano más rápido, ayudando a crear el clímax.

—S-sí, incluso para siempre.

No era él mismo si era sincero. En su defensa, era difícil pensar mientras la polla del hombre que le gustaba le estaba jodiendo los esfínteres, empujando duro y metiéndose tan profundo que podía sentirlo bajo su piel cuando colocaba sus manos en su pelvis. A todas las preguntas o afirmaciones que vinieron después solo respondió moviendo la cabeza de arriba abajo. Tal vez por el movimiento constante de cuerpo, tal vez porque quería. Demasiado concentrado en mover sus caderas.

Su pene solitario y erecto se movía al ritmo de los sentones mientras Namjoon lo mantenía sujeto del rostro y de la cadera. Se movió juntó a él cuando tiraron nuevamente de su barbilla. El aliento cálido de Namjoon golpeó toda la zona de su cuello, justo en la curvatura. Le excitó imaginar a Namjoon chupando ahí mientras se corría.

Tomó su pene y empezó a acariciarse rápido, pidiendo que le dieran más, fuera de sí, cansado. Su miembro tembló entre sus palmas, sintió que las gotas empezaban a caer mientras el endurecido pene dentro de él se volvía más grueso.

Y lo sintió.

El orgasmo se derramó en tiras blancas sobre sus manos, manchando el suelo y parte de sus piernas.

Pero sus ojos, cerrados hasta ese instante, se abrieron. Le recibió un plano de la luna. Enorme, tan cerca que podría tocarla.

La sangre, espesa y cálida empezó a derramarse sobre su cuerpo. Asimiló lentamente la situación antes de lanzar un grito agónico, alejado de todo placer. El terror escapó de lo más profundo de su garganta.

Los colmillos dentro de su carne apretaron un poco más, ahuecando para que el líquido rojo cayera a borbotones, generando un segundo grito.

Cuando Namjoon dejó de morder el río escarlata fluía más rápido que el río junto a ellos. Empapó el cuerpo de Taehyung, el suelo y al propio vampiro. No se detuvo ante el pánico del que era su amante. Llevó su boca a la herida y empezó a beber.

Era deliciosa, cálida, tan dulce como su dueño. Un dueño que ahora permanece gimoteante, asustado mientras sentía su conciencia intentaba desvanecerse ante tal acto deplorable. Las lágrimas desbordaron a un ritmo que competía con su sangre.

Namjoon empezó a mover sus caderas, ardiendo dentro del cuerpo de su ahora prometido. Completamente cegado por el ansia, por el sentimiento cálido y la promesa que acababan de hacer deseaba también alcanzar el clímax. Lo hizo rápido. La sensación de estar en Taehyung era tan buena que no tuvo que esforzarse mucho para finalmente llenar el cuerpo de su corrida.

No fue hasta que le escuchó llorar con ahínco que su conciencia tuvo un rayo de luz. Dejó de beber para observar su rostro pálido, rebosante de lágrimas y terror.

Dejó de moverse, levantó el rostro e intentó besar las mejillas que tantas noches antes tenía entre sus manos. Había temido que eso sucedería, pero era algo que podían solucionar juntos. Tomó a Kim Taehyung, lo acercó hasta que besó sus mejillas y no hubo rastro de lágrimas. Cubierto en su propia sangre, pensó, se veía aún más hermoso.

—No te preocupes amor —le dijo con esa voz que tantas veces había arrullado a Taehyung y sus inseguridades—, no morirás.

Usó sus uñas para cortarse la muñeca, dejando que su sangre fluyera y se mezclara con la de su creación. Este lo miraba, con ojos cada vez más apagados, sin dejar nunca el terror. Le sonrió. Para darle confianza.

Acercó su muñeca a los labios, incluso casi dormido se negó a beber. La voluntad ardiente que tanto había encantado al ser maldito estaba tan viva. Tomó su rostro y le obligó a chupar su sangre. Aunque se negó en un inició, terminó tomando el brazo con su manos para facilitar la tarea. Succionó hasta saciarse mientras su mayor le acariciaba el cuerpo.

—Ahora eres mío, Taehyung-ah.

Besó la herida, ahora con la sangre coagulada que empezaba a secarse contra sus pieles. Observó el tatuaje de estrella de ocho puntas que reposaba un poco más abajo y sonrió ampliamente. Unas manos cálidas tomaron la suyas, se enredaron entre ellas y las guiaron nuevamente hasta la entrepierna. Tomó el flácido pene entre sus manos y lo acarició.

Taehyung, derrotado y sonriente, lo tomó del rostro. Compartieron el silencio cómplice de nuevo, como si aquello hubiese sido un simple sueño. Besó torpemente los labios, incómodo, dolorido por la posición y el orgasmo.

Se dejó caer completamente sobre el pecho de su pareja, observó cuánto había avanzado la luna y atinó a repetir.

—...por toda la eternidad.

📷

11 de Noviembre de 2022 a las 04:28 0 Reporte Insertar Seguir historia
1
Fin

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Dr. D Seamos sinceros, si el fanfic no existiera la vida de muchos seria aburrida, por eso estoy aquí <3

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