No, no es una maldición. No por leer el título de este capítulo ahora estás condenado al insomnio a causa de las pesadillas. No me atrevería a tanto, pese a que tampoco me considero la persona más bondadosa del mundo. Pero cuando te han ocurrido tantas desgracias en tan poco tiempo, nadie puede culparte de querer arrastrar a los demás a la misma desdicha que te ahoga.
Ahoga, qué curioso.
Siempre pensé que si moría lo haría de esa forma, en alguna alberca o en el océano al que tanto le temo desde que tengo memoria. Pero no estábamos ni cerca del océano, ni siquiera vivíamos cerca de un lago en donde despiertas sin saber quién eres y debes buscar pistas hasta en los más recónditos lugares para escapar; aunque no me hubiera quejado de que él me hubiese asesinado allí sin yo siquiera saber mi nombre (o el suyo). Le hubiera perdonado cualquier cosa, me temo que era esa clase de tipo, no me preocupaban estupideces como la dignidad o el orgullo (mucho menos si él entraba en tela de juicio).
Y lo cierto es que ese él había tomado mi orgullo hacía mucho y lo había masticado entre sus fauces. Por supuesto estaba encantado, —cualquier cosa que hiciese con su boca terminaba por hacerme feliz, si sabes a lo que me refiero—. Cualquier cosa que hiciese era suficiente para mí: amarme, humillarme, daba igual.
No te confundas.
No soy un masoquista aun si esa ha sido la palabra que saltó a tu mente en los últimos tres párrafos. No le permitiría a ninguna persona sobre el planeta Tierra pasar por sobre mí, era demasiado arrogante para eso; pero él... Maldición. Él era piedra de otro río.
Hey, tú, sí tú. Antes de que empieces a juzgarme, tienes que leerte lo demás, sino quedaré como un idiota y entonces este intento de libro autobiográfico se iría al caño y entonces... ¿Para qué seguimos perdiendo el tiempo? Vete, busca otra historia, una en donde los protagonistas cojan tanto y tan fuerte que te sonrojes frente a las páginas
—después puedes pasarme los títulos de tus favoritos (aquí no, que trato de ser profesional con todo esto)—.
Pero si no te has ido, vayamos al grano.
Él fue mi asesino.
Y no pude dejar de amarlo. No pude odiarlo por más que me destrozó de todas las formas físicas posibles, y entonces pensarás, oh, maldición, estos dos tienen historia y allí, mi querido y atento lector nocturno, es donde de nuevo te equivocas, porque no. Porque yo me enamoré de mi asesino el día en que lo conocí. El día en que me quitó la vida y la hizo suya.
02092022
© Samantha Hirszenberg, 2022 | Todos los derechos reservados.
Gracias por leer!
La narrativa de los primeros párrafos no me agrada, pero la trama parece ser interesante, este primer capítulo logra atrapar mi curiosidad. En mi opinión el vocabulario podría mejorar, es decir en este primer capítulo no logro conectarme con personaje principal .
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.