m-bltr Melike Buluter Ríos

Una era marcada de sangre y dolor estará por terminar pero ¿A qué costo?


Cuento Sólo para mayores de 18.

#esclavitud #guerra #colombia #españa #antiguedad
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HUELLAS DE LA ESCLAVITUD

4 de febrero de 1701.

En Cartagena de Indias vivía Roberto Sorolla, miembro de una dinastía española dedicada a la comercialización de piedras preciosas. Obtuvo el título de Marqués de Astorga desde que negoció con la familia real española cien arcas que se encontraban en desabastecimiento. Este hombre era el dueño de una magnífica hacienda, muy reconocida por su arquitectura y diseño, pero lo que más resaltaba eran las exóticas flores que la adornaban.

Allí vivía la esclava negra Marciala, con un talento único para mantener la belleza de las flores. Con catorce años, esa niña delgada había sido dotada con una piel mulata y tersa, así como de una larga y abundante melena crespa que lucía con orgullo y que nunca ocultaba. Cuarta hija de Petrona y Timoteo, nació en medio de una devastadora tormenta que arrasó con veinte haciendas en plena madrugada. Aquella niña era considerada una diosa que llegó para dar luz y esperanza.

Sin embargo, esta pequeña niña vivía sumida en la tristeza desde que su amo descubrió que podía lucrarse con su pequeño cuerpo e inocente alma. A él no le bastaba ser el hombre más rico, ni el más influyente, él era ambicioso y creía que si conseguía el apoyo suficiente algún día podría arrebatarle el trono al rey; una descabellada idea, teniendo en cuenta que debió abandonar España por las constantes amenazas por parte de la familia real, quienes como último aviso asesinaron a su esposa e hijo.

—Dime por amor a Dios que no estás espiando a la maldita negra—exclamó la marquesa de Astorga, la señora Catalina Álvarez de Sorolla. Se dirigía a su hijo mayor, Felipe, nombrado así en honor al rey español que honró con un título al padre—. No hagas enfurecer a tu padre de nuevo o tu estadía en Antioquia se prolongará. Ahora ven, tu hermana Lucía está por llegar.

Incluso las amenazas de sus padres no eran obstáculo para que Felipe, doce años mayor que Marcia (como solía llamarla), dejara de amarla en secreto. La familia de marqueses aparentaba una envidiable vida rodeada de lujos y excentricidades, pero al mismo tiempo estaba sumida en la amargura de la infidelidad, el irrespeto y las amenazas de los enemigos que aguardaban los momentos de debilidad. La señora Catalina, nacida en Antioquia, siempre había gozado de fortuna y buena suerte, hasta que conoció el lado oscuro de su ebrio y maltratador esposo, quién no solo se desquitaba con ella sino también con sus dos hijas Lucía y María, razón por la que ambas se casaron siendo aún jóvenes.

Mientras la familia Sorolla recibía a sus invitados, ocurrió un incidente con dos de los esclavos al ser descubiertos intentando escapar.

—Algún día vas a tener que tomar esa tristeza y convertirla en valentía, Marciala, el día en que escapemos de aquí —le decía Justicia, la mujer que la crio desde que quedó huérfana. Marcia sentía un gran cariño por la vieja mujer, quién gracias a su raza no aparentaba su edad. —Cada día alguien muere, y nuestro llanto acompaña el alma al descanso eterno. Nuestros corazones se rompen una y otra vez por el hambre, el cansancio, los abusos y las separaciones de las familias. Pero yo sé que vas a poder escapar de aquí y vivirás feliz.

Marcia no hablaba, era tanto el daño que tenía escondido bajo su piel que el simple hecho de respirar la hacía llorar. Cuando Justicia murió ella tenía dieciséis, y había quedado tan perturbada por la muerte de su nana que juró vengarse, pues todos aquellos a quienes conoció alguna vez, ahora estaban muertos. La soledad desató el infierno que estaba en su corazón, y sedienta de venganza empezó a revelarse contra sus amos. Marcia dejó de cuidar las flores, quienes empezaron a marchitarse, despojando a la señora Catalina de la fama.

Una noche Marcia despertó por otra pesadilla, y como si su cuerpo estuviese poseído se dirigió a la bella hacienda donde dormían plácidamente sus amos: provocó un gran incendio que alarmó a todos. Se salvó gracias a Segundo, uno de los nuevos esclavos que llevaba dos meses reclutando rebeldes esclavos, y cuando estaba lista para su segundo ataque, el cual consistía en ahogar a su ama durante el baño, el Marqués de Astorga la descubrió e inmediatamente ordenó que se torturara a la jovencita. Marcia murió doce días antes de cumplir diecisiete, su cuerpo fue colgado por los pies como una advertencia para los demás esclavos.

El terrible destino de Marcia fue plasmado en papel por el joven Felipe, quién murió de pena moral ocho meses después. Los papeles fueron guardados como un tesoro en un cofre de madera, una pequeña versión del ataúd de Felipe, en dónde las personas que desaprobaban la esclavitud empezaron a seguir el ejemplo del joven marqués, llenándolo de más historias.

Cuando se llenó, la indignación inundó la ciudad.

—¿Cuándo despertaremos? ¿Cuándo entenderemos que somos hipócritas e inmorales? ¡Predicamos el amor de Dios, alardeamos de la inteligencia del hombre, pero en privado muchos abusan de los indefensos solo porque su piel es oscura! —exhaló—Milagros: atacada por perros hasta morir por darse un baño cuando se lo prohibieron. Alfonso: decapitado por un robo que no cometió. Marcia: torturada y asesinada a los dieciséis. Esta y muchas más historias mancharán sus conciencias mientras no acaben con estas absurdas diferencias. Entendamos que el hombre tiene muchas formas y colores, y que todos merecen el mismo respeto sin importar sus raíces.

Estas fueron las palabras de Ignacio Sorolla, nieto de Felipe Sorolla y uno de los mayores opositores de la esclavitud en Colombia antes de dirigir la primera rebelión contra la burguesía esclavizante de afrodescendientes e indígenas.

8 de Agosto de 2022 a las 20:04 0 Reporte Insertar Seguir historia
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